Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a J.K no pretendo hacerme rica con esto, solamente deleitarles un poco (:

Advertencia: Es PG +18. Contiene elementos sexuales algo peligrosos. Lime rayando el lemon (?)

Dedicatoria: A la única personita que es capaz de moverme hasta la última neurona de perversión que tengo (: Love MIO es todo tuyo, disfrútalo si alguna vez lo lees (:


"Silencio Sexual"

Aun no lo podías creer, lo que sucedía era completamente inaudito. No parecías ser tu quien movía frenéticamente las manos alrededor de todo el cuerpo. Sabías bien como habías llegado, a lo que podía ser para algunos, una penosa situación; pero jamás pensaste que eras "esa" clase de persona. No eras la clase de mujer que se excitaba admirando a hombres semidesnudos o desnudos como tampoco de esas que le gustaban los actos en públicos.

Sabías perfectamente guardar las apariencias, eras una mujer delicada y atenta, como cualquier otra, aunque en tu interior podías llegar a ser una persona muy perversa con instintos devoradores que podrían sorprender a cualquier hombre en la intimidad. Te gustaba ser como eras, disfrutabas del sexo a plenitud, dándole placer a tu pareja y a ti misma, sabías compartir ese arte muy bien.

Pero esta semana habías descubierto algo que no entraba en tus cualidades de mujer pervertida, y era la gran obsesión que acababas de adquirir por tu vecino. Si bien, en su gran mayoría las obsesiones son malas, pero esta desde un principio se vio tachada de muchas cosas buenas, comenzando porque él era un desconocido para ti, y lo que estabas por hacer también era algo completamente nuevo y morías por probarlo.

Si alguna vez te sentías inconforme con la compra de ese apartamento, hoy te das cuenta de que ha sido una de las mejores adquisiciones que has podido hacer. Desde que ese hombre llegó a tu vida de manera tan casual, sentiste que algo iba a cambiar y así fue.

Todo comenzó con extraños sonidos, pensaste que eran alucinaciones tuyas, hasta que un día en la noche llegaste tarde del trabajo y tu sorpresa al correr las ventanas de tu balcón, ante la ilusa idea de admirar las estrellas… No fue más que haberte encontrado con una vergonzosa –para ese entonces pensaste así- escena de sexo.

No dudaste ni un segundo en sentirte ofendida y con rapidez cerraste las cortinas con la idea de a la mañana siguiente ir a reclamarle a tu vecino y pedirle un poco de privacidad. No fue hasta el día siguiente que te diste cuenta de ese error pues al tocar su puerta, nuevos gemidos, estruendos y alta música te hicieron perder el control, pensabas que no te querían atender y encolerizada fuiste a tu apartamento a gritarle por la ventana.

Una vez más una escena pecaminosa abofeteó tu rostro, pero esta vez tu mirada era diferente, algo había cambiado, un rubor recorrió tus mejillas y apenada por tus pensamientos, decidiste dejar el asunto en paz y comprarte algo para tus oídos, además cualquier persona con sentido común no abre las cortinas más y ya.

Pero la situación no mejoró para "bien"; hace dos noches, para tu desgracia, descubriste que la curiosidad podría acabar contigo sino aprendías a controlarla. Ya llevabas una semana intentado evadir el balcón de tu casa solo para evitar ver cosas que no debías, pero estabas cansada de tener que restringir las visitas a lugares de tu propia casa y para ti no quedaba más remedio que hablar con ese hombre de una buena vez y pedir que al menos cerrara sus cortinas cuando anduviese en sus fechorías.

Algo impaciente corriste las ventanas de tu balcón y con una sonrisa cargada de picardía, dirigiste tu mirada ansiosa hacía la ventana continúa y como era de esperarse, frente a ti estaba ese hombre alto y moreno comenzando a desvestir a una nueva víctima, habías observado perfectamente que cada mujer con la que estaba era completamente diferente a la primera.

Dudaste si quedarte o no, pero un calor te invadió y de repente sentiste ganas de quitarte el suéter, no tenía nada de malo, estabas en tu casa. Con esa vaga excusa te deshiciste de parte de tu ropa mientras que con la mirada seguías el trayecto de sus labios que contorneaban a la perfección uno de los pechos de su amante. Humedeciste tus labios y con algo de desespero comprendiste que iba a ser una larga noche y por nada del mundo la desaprovecharías; tus ideales de hablar seriamente con tu vecino se habían ido por un precipicio así como el poco racionamiento que te quedaba.

Tus manos temblaban siendo víctimas de la inseguridad pero aún así terminaste de desvestirte, la desnudez de tu cuerpo fue alumbrada tenuemente con un poco del brillo de la noche, tu piel blanca y aterciopelada era tan cálida que seguramente él se daría mucho placer al recorrerla con su lengua, pero no eras tú quien gozaba de esa dicha, sino aquella desconocida; no pudiste evitar sentir envidia durante unos segundos pero tus sentimientos cambiaron cuando los protagonistas de tu entretenimiento quedaron completamente desnudos.

Él la tomo por el cabello y con fuerza la coloco de espaldas y le abrió las piernas, emitiste un gritito de sorpresa, jamás pensaste que sería tan brutal y que a pesar de eso ella lo disfrutara, pues su rostro era un poema de placer. Tus mejillas se enrojecieron al ver como ella movía los labios para pedir que la tomara una y otra vez, tu corazón se aceleró y la adrenalina hizo acto de presencia. Te sentías agitada y ansiosa y podías notar como tu pecho baja y subía rítmicamente.

Entonces la verdadera acción empezó.

Su cuerpo varonil y completamente bien formado tomaba posesivamente la cintura de una chica rubia, observabas como parte de su miembro se introducía en ella y esta gemía de placer. No sabes porque pero escucharla te excito aún más de lo que tenías en mente.

Tus manos apretaron fuertemente tus pechos mientras silenciabas el primer gemido de la noche, tus labios fueron presa de tus dientes mientras que tus ojos se mantenían fijos hacia el frente, justo paraban en la ventana de tu balcón, en donde algo mejor que una película porno se estaba llevando a cabo.

Su cadera chocaba contra la parte trasera de su cuerpo emitiendo un sonido que rasgaba en lo más profundo de tu alma, impaciente comenzaste a recorrer todo tu cuerpo con tus manos preguntándote cómo demonios habías llegado a esto, pero la verdad era que eso debía ser lo que menos te importaba.

Llegaste a la parte más baja de tu abdomen y no dudaste en oprimir con uno de tus dedos tu clítoris, comenzaste con movimientos circulares y algo lento pero pronto aceleraste el ritmo al escuchar como los gritos de aquella mujer se expandían por todo el lugar.

Alzaste la vista y la encontraste montada sobre una mesa con las piernas rodeando la cintura de tu vecino, apretando una y otra vez los glúteos, atrayéndolo y alejándolo de sí misma, gemiste a la par de ella mientras apretabas y relajas tus dedos contra tu clítoris.

El ambiente comenzaba a ponerse tenso y la noche caía cada vez más sobre sus tejados. Las ventanas estaban abiertas permitiendo así una mujer visión y audición, tenías puestos en la primera fila del espectáculo.

Tu otra mano descendió un poco más y unos de tus dedos se aventuraron a entrar en ti, te sentiste húmeda, tibia y deslizante. Comenzaste a moverte tortuosamente elevando tus caderas al compás del movimiento de tus manos. Tus ojos se entrecerraban pero aun podías verlos moverse frenéticamente el uno contra el otro, él la tomaba del cuello y la ahorcaba, ella gemía de placer y no paraba de moverse hasta tenerlo completamente dentro de sí una y otra vez.

Por un momento deseaste saber que era lo que ella sentía, que tan bueno era él; deseaste cambiar tu lugar con esa mujer desconocida y ser tu quien gemida y gritaba de placer. En silencio implorabas ser tú la sometida y la que pedía que le hiciera el amor con desenfreno.

Los celos y el miedo que te invadieron te hicieron entender que era así como las mujeres actuaban ante las obsesiones, pero decidiste ignorar eso a sabiendas que quizás cuando todo acabará tendrías momentos para mortificarte por ello.

Moviste incesantemente tu dedo fuera y dentro de ti, pero no era suficiente así que introdujiste otro más. Una presión se alojó en lo bajo de tu vientre y poco a poco se fue haciendo mayor. Alzaste las caderas y las moviste en círculos gimiendo una y otra vez, tu clítoris endureció y pequeñas perlitas de sudor comenzaron a adornar tu piel desnuda.

Jadeaste varias veces y escuchaste como la mujer pedía que aguantase un poco más, pero tú no podías más, los movimientos cada vez eran más fuertes y rápidos, no querías detenerte, abriste los ojos y apreciaste como el apretaba sus senos con fuerza y los lamia a la par que ella dejaba sus huellas en su espalda, la típica marca femenina.

El gruñó de dolor pero aun así continuó embistiéndola con ferocidad. Una y otra vez, sin cesar. Hasta que todo se oscureció y explotaste de placer, todo dentro de ti se achicó y de tu labios no salieron más que desgarradores gemidos de placer que inmediatamente tuviste que silenciar mordiendo tus labios, era traumático para ti tener que acallar la llegada del éxtasis pero si tu presencia era rebelada entonces te enfrentarías a algo peor.

Tu respiración agitada denotaba el placer que sentías mientras que tus manos algo cansadas recorrían con lentitud tu abdomen lleno de sudor. Lamiste con sensualidad tus dedos imaginándote el término de un encuentro con alguien más en tu vida. Te levantaste de tu asiento y tu desnudes fue más que obvia para los ojos que quisieran verla, sólo que ellos estaban ocupados besándose y tocándose pero esta vez con algo de ternura.

Sonreíste con ironía y recogiste tus prendas, ya no tenías nada que hacer en ese lugar, tu hambre había sido saciada por los momentos y tu curiosidad igual, aunque algo dentro de ti pensaba que quizás este encuentro no había sido suficiente, pero preferiste irte a dormir y no pensar en eso. Así que con rapidez saliste de ese balcón sin darte cuenta de que ciertos ojos verdes te seguían como gato que cazaba a su presa.

Quizás si alguna otra noche deseabas volver a curiosear, te encontrarías la grata sorpresa de que la víctima de ese momento podías llegar a ser tú.

No hay peor silencio que el que puede ser gritado pero no se escucha.

Y no hay peor sensación que la de un mal sabor.

Pero calma, todo en esta vida tiene solución.

Si se intenta varías veces pueda que consigas el sabor adecuado para tus labios.