Estuve leyendo varios fanfics y me di cuenta de que Viktor siempre es el vampiro seductor, el alfa o el rey. Así que, decidí invertir los papeles y darle a Yuri el lugar de la realeza y a Viktor el de ser un plebeyo del pueblo. Nunca he escrito un AU de Yuri on Ice, así que espero me perdonen por mi falta de imaginación para crear un universo.

Hay algunos detalles que cambié sobre las edades o nacionalidades, como irán descubriendo en los capítulos. Descuiden, nada grave, pero quise darme el lujo aprovechando que es un AU.

Creo que es todo. Espero les guste el capítulo :)


Sentía el frío viento entrar por la ventana y chocar contra su cara; era el resto que quedaba del invierno. Sonrió al recordar que la primavera no tardaría en llegar y entonces todo se volvería más cálido y agradable.

Trató de ignorar lo tieso de su cuerpo congelado y extendió su mano, haciendo un movimiento elegante con ésta mientras sus piernas comenzaban a moverse con suavidad poco a poco. Dio un giro y se deslizó hacia la otra esquina de la gran sala abandonada.

Conforme sus pies se movían siguiendo el ritmo de esa pieza imaginaria en su mente, sintió que todo estaba en paz por un momento. No tenía que pensar en nada que no fueran los sonidos, no tenía que sentir nada que no fuera su cuerpo moviéndose como él quisiera. Por un momento, por ese instante a inicio de la mañana, era sólo él y lo que más le gustaba hacer en el mundo. No había institutrices, ni profesores, ni gente extraña haciendo una reverencia cada vez que lo veían. Sólo era él y el placer que la soledad brinda.

—¡Yuuri!

Todo era muy bueno para ser cierto. Frenó sus movimientos, justo cuando estaba comenzando a entrar en calor. Se habría enojado de que lo hubieran distraído de no ser porque el de la voz era su mejor amigo. Suspiró y se dirigió hacia la gran puerta, abriéndola con el mayor cuidado posible para no hacer ruido. Al salir, alcanzó a distinguir la espalda de su amigo a lo lejos.

—¡Phichit, estoy aquí!

El chico dio rápidamente media vuelta, con una gran sonrisa en su rostro. Yuuri no lo sabía, pero a pesar de que su amigo siempre tenía una sonrisa para los demás, la que le dirigía era especial, más grande, más brillante, más personal.

—Te estuve buscando por todos lados. No sé cómo le haces para desaparecer, nadie sabía dónde estabas.

Cuando lo alcanzó, se lanzó a sus brazos, haciendo que Yuuri casi perdiera el equilibrio y cayera. Ambos rieron por el casi accidente y regresaron al fuerte abrazo.

—Yuuri, te extrañé tanto. Tengo mucho qué contarte. Fui a tantos lugares que no sé por dónde comenzar.

—Tienes suerte de que hoy no tengo ocupaciones. Puedes contarme de tus viajes todo el tiempo que quieras.

El abrazo no se había debilitado en lo más mínimo en ese tiempo. Yuuri apreciaba a Phichit más que a cualquier persona. Como príncipe, conocía a una gran cantidad de gente y tenía trato con la mayoría de ellas, pero su amigo de la infancia siempre sería el más cercano a él.

—Vamos a mi jardín, Phichit. Hemos pasado mucho frío este invierno, pero por suerte no ha nevado en estos días, así que podemos estar ahí sin interrupciones.

Apenas comenzaron a caminar, Phichit comenzó a narrar su vida desde que se despidió de él en el barco hace ya cuatro meses. Yuuri se preparó mentalmente para la larga historia que su amigo tenía para contarle.

Llegaron al jardín y Phichit guardó silencio por primera vez. Yuuri volteó a ver a su amigo, extrañado por el súbito silencio. Phichit recorría con su mirada el lugar, sonriéndole como si estuviera viendo a su amigo y no un área verde.

—Tu jardín siempre es el más bello de todos, Yuuri. Tiene tu marca por todos lados.

—No digas tonterías, es sólo un jardín. Además, como ahora es invierno, no tiene flores. Nos ha costado trabajo a mí y a los jardineros mantenerlo vivo.

—Aún así, podría vivir aquí para siempre.

Retomaron el paso y caminaron hasta llegar a un árbol bajo el cual siempre se sentaban a conversar. Ellos se conocían desde que tenían memoria. Se llevaban un año de diferencia, pero Phichit siempre decía que eran amigos desde que nacieron, hace ya diecinueve años.

Yuuri se sentó y recargó su espalda contra el tronco del árbol. Creyó que su amigo iba a sentarse al lado suyo, pero cuál fue su sorpresa cuando éste bajó aún más y no dudó en recostarse en el césped y recargar su cabeza en una de sus piernas como si fuera una almohada. Pensó en decirle algo a Phichit, pero éste sólo lo vio fijamente y le sonrió tan tiernamente que ya no pudo decirle nada. En sí, durante mucho rato ya no pudo decir nada.

Phichit estuvo narrado cada uno de sus viajes con gran detalle. La gente que conoció, la comida que probó, las cosas que compró. Siendo su padre un duque de gran renombre, muchas veces salían del reino y recorrían tierras tanto cercanas como lejanas.

Al final, después de contar todo y ya con la voz cansada de tanto hablar, Phichit guardó silencio, disfrutando de las suaves caricias que Yuuri hacía sobre su cabello. Juró haberse quedado dormido un momento, pero cuando abrió sus ojos, Yuuri lo estaba aún acariciando y viendo.

—¿No crees que la vida aquí encerrados a veces es aburrida, Yuuri?

—¿De qué hablas? El único que suele estar aquí encerrado soy yo y, siendo sincero, soy más feliz así. Lo tuyo es salir a fiestas, convivir con la gente. Lo mío es más estar en el palacio.

—Yuuri… —Phichit extendió su mano hasta alcanzar el rostro de su amigo— No deberías tratarte de este modo. Eres una persona increíble, llena de talento, de amabilidad, lleno de… belleza.

Yuuri se sonrojó ligeramente cuando escuchó lo último. Phichit igualmente estaba sonrojado mientras seguía tocando su rostro. El príncipe notó cómo la mano de su amigo temblaba, al igual que sus labios, como si estuviera ansioso por decir algo. Se espantó cuando éste repentinamente se incorporó para quedar sentado frente a él.

—Yuuri, hay algo que te he querido decir. En realidad, desde hace mucho tiempo quería decírtelo, en especial antes de irme de viaje, pero no pude hacerlo. —Su voz sonaba nerviosa y Yuuri no estaba muy seguro de qué podría estar poniendo a su amigo en ese estado.

—¿Qué es? ¿Te sientes bien?

—S–sí. Es sólo que… bueno… sabes que hemos sido los mejores amigos desde siempre, pero… lo cierto… quiero decir que yo…

—¡Alteza! Lo hemos estado buscando. La familia Leroy ya llegó. El rey lo está esperando en la cámara principal —exclamó un sirviente que ninguno de los dos chicos vio entrar.

—¡La reunión! Lo lamento, lo olvidé por completo.

Yuuri se puso de pie rápidamente. Sacudió un poco sus ropas y vagamente se acomodó el cabello. En eso, recordó a Phichit y volteó a verlo haciendo un gesto de disculpa que su amigo entendió a la perfección.

—Ve. ¿Te puedo ver al anochecer aquí mismo? Mis padres no se irán hasta mañana temprano —le dijo, sonriendo, aunque Yuuri logró distinguir una mirada triste.

—Sí, claro. Te veré luego. —Prefirió guardarse la curiosidad de la expresión de su amigo para cuando volvieran a verse.

Yuuri se dio la vuelta rápidamente y siguió al sirviente que lo había buscado. Phichit lo siguió con la mirada hasta que desapareció de su campo visual. Aún cuando Yuuri ya no estaba, continuó viendo por donde éste se había ido. Sentía dolor en su pecho y unas necesidad imperiosa de ir detrás de él, tomarlo de sus hombros y decirle de frente todo lo que había sentido por él desde hace casi cuatro años. Durante toda su infancia lo vio como su mejor amigo, pero fue después de que cumplió los quince años que comenzó a verlo de manera diferente. Fue hasta el año anterior que entendió a la perfección sus sentimientos y se dio cuenta de que estaba perdidamente enamorado de Yuuri.

Se puso de pie, pensando en qué podría perder su tiempo en lo que volvía a ver a su amigo al anochecer. No dejaría pasar más oportunidades perdidas y encontraría la manera de confesar sus sentimientos a Yuuri ese mismo día.

Mientras tanto, Yuuri estaba prácticamente corriendo por los pasillos. Era una completa falta de respeto de su parte el haber olvidado la visita de los reyes, y además, llegar tarde.

De un modo u otro llegó a la cámara principal. Antes de que los sirvientes abrieran las puertas, intentó respirar profundamente, calmando el latir de su corazón y su respiración acelerada de tanto correr. Sus manos temblaban un poco, estaban frías. Después de unos segundos, dio la señal a los sirvientes y estos abrieron las puertas. Como se imaginó, ya todos estaban dentro, esperándolo.

–—Su alteza real, el príncipe Yuuri Katsuki.

Dio pasos firmes hasta quedar enfrente de los reyes, ante los cuales dio una reverencia que fue correspondida por ellos. Besó la mano de la reina antes de hacer otra reverencia frente a su hijo, el príncipe Jean Jacques Leroy. Yuuri volteó a verlo y éste le dirigió una sonrisa que podía interpretarse como de burla, de autosuficiencia, de superioridad. Intentó ignorar ese gesto del otro príncipe y desvió la mirada.

Tomaron asiento en una mesa al centro de la sala. La reunión sería sobre cuestiones políticas y económicas, por lo que Yuuri sabía que sería una tarde terriblemente larga. Un ligero empujón por debajo de la mesa le hizo voltear a ver a su hermana, la princesa, que se inclinó hacia él para hablarle al oído.

—¿Se puede saber en dónde andabas?

—Estaba con Phichit. Se me olvidó por completo esto.

—Ten más cuidado. Papá ya no sabía qué pretexto poner a tu ausencia.

Yuuri se sintió en la necesidad de pedir disculpas, pero ya era demasiado tarde y no podía hacer nada al respecto. Se sentía como un tonto frente a todos. Le calmaba saber que no era el hijo mayor ni el que se haría cargo del reino cuando su padre muriera.* Sabía que sería un pésimo rey.

Cuando la reunión terminó, se levantaron todos los presentes. Yuuri quería salir de ahí lo antes posible e ignorar el error que había tenido de llegar tarde.

De un modo u otro logró zafarse de todos y salió de la habitación. Caminó por los pasillos, dándose cuenta que aún no era tiempo para ver a Phichit.

Llegó a los jardines y se entristeció de no ver a su amigo. Caminó un poco esperando a que el tiempo pasara hasta que éste apareciera. Pasó sus manos por las hojas de un arbusto, sintiendo la suave textura de las flores. Él siempre fue una persona demasiado pacifista. Desde niño se la pasaba solo por los jardines o por las salas vacías del palacio. Amaba apreciar la naturaleza, escuchar sólo el movimiento de las hojas, leer debajo de la sombra de un árbol; pero lo que más le gustaba de todo era bailar con la música que él mismo se creaba en su interior. Pocos sabían eso de él, pues le parecía de lo mas vergonzoso que un príncipe se comportara de esa manera. Pensó que él debía ser más como ese príncipe que vio ese día. Tenía toda la actitud y postura de alguien que algún día sería rey, mientras que él sólo era una persona en el lugar equivocado.

Dio un largo suspiro, viendo cómo el sol ya estaba prácticamente fuera de la vista, dando sus últimos destellos. Iba a cerrar los ojos y sentir la brisa fría de la noche cuando escuchó que lo llamaban de lejos. Phichit iba corriendo hacia él.

—De saber que tu reunión iba a acabar antes, te hubiera buscado inmediatamente —le dijo mientras extendía su mano para ayudar a Yuuri a levantarse.

—Descuida, no llevaba aquí demasiado tiempo —le contestó aún con la mirada fija en el césped. No lo hacía a propósito, pero a veces se deprimía con facilidad.

—Yuuri, ¿te pasó algo?

Levantó la vista y se encontró con la mirada preocupada de su amigo. Era la única persona a la que le confiaba todas sus cosas, pero había veces en las que sentía que cansaba a Phichit con sus historias de siempre sobre cómo no servía para nada. Después de tanto tiempo, a veces prefería mentirle y decirle que todo estaba bien, aunque sabía que su amigo siempre lograba ver detrás de esa máscara que el mismo se había creado.

—No es nada. Lo de siempre, supongo.

—Sabes que no me gusta verte de esa manera, Yuuri. Lo que más deseo es que tú seas feliz.

—Si pudiera evitar sentirme así, créeme que lo haría.

Tuvo que levantar la vista cuando la mano de su amigo se posó en una de sus mejillas. Era un tacto suave, delicado, como si temiera romperlo con sólo tocarlo.

—Si yo pudiera evitar que te sintieras así, créeme que lo haría, Yuuri. Te lo he dicho muchas veces, pero lo haré una vez más. Sólo me importa tu felicidad; eres lo más importante que tengo.

La distancia entre los dos comenzó a ser reducida por Phichit. Yuuri no supo bien por qué, pero su corazón comenzó a latir y sus mejillas se pintaron de rojo por eso. No entendía por qué su amigo se le acercaba de esa manera, pero parecía no estar dispuesto a detenerse.

Llegó un momento en donde sus narices se rozaron. Como un acto reflejo, los ojos de Yuuri comenzaron a entrecerrarse, al igual que los de Phichit. Finalmente cerró los ojos, no podía mantener el contacto visual tan cerca de su amigo. Sus manos comenzaron a sudar de lo nervioso que se encontraba. Jamás se había sentido así al estar cerca de Phichit, pero a pesar de ser un sentimiento nuevo, lograba percibir que no le desagradaba.

En eso sintió una presión sobre su frente, acompañada de la cálida risa de su amigo. Abrió los ojos y se encontró los ojos de Phichit más cerca que nunca, con las frentes de los dos unidas.

—¿Sabes? Hoy hay una carnaval en el reino. Sé que nunca has ido a esas celebraciones, pero creo que hoy es el momento indicado para que salgas del palacio. Sé que nos divertiremos. ¿Vendrías conmigo?

—¡¿Carnaval?! ¿Yo? ¿Estás bromeando?

—No Yuuri, no es broma. —Se separó de su amigo y señaló hacia uno de los muros. Yuuri supuso que se refería a la dirección del pueblo— Hoy saldrás conmigo y sé que nunca olvidarás esta noche.

—P-pero… ¿y si me reconocen? —No sabía cómo decirle que no.

—¡Por eso es un carnaval! Te daré uno de los trajes que compré en uno de mis viajes. Con la máscara puesta, nadie sabrá que el príncipe está en las calles.

—Yo… supongo que… —Soltó un largo suspiro y trató de no arrepentirse de su decisión— Está bien. Lo haré por ti.

Phichit abrió grandes sus ojos y comenzó a dar gritos y brincos de emoción. Yuuri intentó callarlo, pero era imposible.

—No te arrepentirás.

Phichit vio a su amigo mientras decía eso, pero en realidad se lo estaba diciendo a sí mismo. Yuuri se veía nervioso, pero él lo estaba más. No se había roto la promesa que se hizo a sí mismo de confesarle esa noche sus sentimientos a Yuuri, pero quería que fuera en un lugar especial que no fuera el palacio.

Mientras el hijo del duque buscaba el modo de convencer al príncipe de que se pusiera su máscara y no se arrepintiera de ir al carnaval, en el pueblo ya todos estaban comenzando el festejo. Todo estaba iluminado, el ambiente era muy cálido a pesar de ser inicios de marzo. La gente iba y venía usando sus mejores ropas y las máscaras más extravagantes. Todos a excepción de una persona, que estaba demasiado malhumorada y con prisa como para querer entrar en las festividades.

Caminó y entró a una calle en donde no había gente. No le temía a los oscuros caminos de la ciudad, él había crecido en uno de esos. Miró a su alrededor hasta encontrar la puerta que buscaba. Sonrió de manera triunfante.

Tocó la puerta con la esperanza de que respondieran, pero no fue así. Desesperado, golpeó la puerta con su pie. No había viajado tan lejos como para encontrar el lugar vacío.

—¡Yuri! ¿Qué haces golpeando mi puerta? ¿No te han dicho que no hay que maltratar propiedad ajena?

El chico volteó mientras su corazón latía fuertemente por la adrenalina. ¡Ahí estaba ese desgraciado!

—Tienes agallas para verme con esa estúpida sonrisa, Viktor.

—Por tu cara, parece ser que he olvidado una promesa que le hice a un niño hace unos años de poder trabajar conmigo. —Las amenazas del joven frente a él no le molestaban en lo más mínimo.

—Tú, maldito imbécil… ¡¿cómo pudiste olvidar eso?! Te fuiste sin decir nada.

—Vamos, Yuri. ¡Anímate! Hoy no hablemos de negocios. Es día de descanso en el reino y tenemos que salir a disfrutarlo. Hasta los banqueros y negociadores cerramos en estos días. ¡Vamos al carnaval!

—¿Vamos? Ni creas que yo…

No pudo decir nada más, pues fue tomado de la mano del otro y jalado hacia la plaza principal.

—Mañana hablaremos de negocios, Yuri. Por hoy, disfruta de esta noche donde no eres nadie. Nunca sabes a quién te puedes llegar a encontrar en un carnaval —le dijo el hombre de cabellos plateados mientras vislumbraba el evento ante sus ojos.


Notas de autor

Espero les haya gustado. Intentaré actualizar pronto, porque aún tengo otros fanfics qué actualizar y el tiempo no está de mi lado :(

Hasta luego!