ERWIN
Levi, una noche en la oficina de Erwin.
Smith x Ackerman
NOTA: Spoilers del manga
PD: ¡Mil gracias por sus reviews en esta y mis otras historias!
ERWIN
Sirvió el té en ambas tazas y las llevó hasta el escritorio. Se sentó en la silla de invitados y dejó una a su acompañante enfrente. La otra era suya.
-Nunca te ha gustado el té negro… Y sin embargo siempre lo tomas conmigo- exclamó, bebiendo un sorbo.
La habitación estaba a oscuras, sólo iluminada por antorchas encendidas en el camino detrás de la ventana.
-Sabes lo que dijo Hanji, ¿no? Su teoría sobre los titanes –bebió otro poco- Parece que siempre se acerca a la verdad. Creo que un poco más y ella misma lo hubiera logrado- miró hacia afuera de la ventana, al cielo- Para ser franco, también es increíble lo mucho que esos mocosos han aguantado, aunque claro, no por nada los hice parte de mi escuadrón. –una pausa- Connie, Sasha y ese Jean –sorbió- para ser bastante regulares, podría decir que son incluso mejores que el otro trío.
Observó con un poco de detenimiento la oficina.
-Nunca te cansas de coleccionar libros, ¿eh, Erwin? – se levantó de su asiento y se acercó a un estante, sacando un polvoso libro viejo para hojearlo- Uhm…
Lo devolvió a su lugar y siguió sacando más, sin mucha curiosidad.
-¿Sabes? Ahora que le doy un pensamiento, todos estos libros son parte de lo que ya sabías- cerró el encuadernado que traía en las manos y vió la portada, sin siquiera de verdad prestarle atención, como si su mirada vislumbrara otra cosa.- Lo único que faltaba era encontrarles aquello que los respaldara.
Guardó silencio un momento, recordando lo que había sucedido. Regresó a su asiento y se inclinó hacia atrás, sujetando de esa forma suya tan particular la taza
-Tenías razón, Erwin. Todo este tiempo hemos matado humanos transformados en titanes. Y todo este tiempo ha habido vida fuera de los muros.-guardó silencio, anhelando una respuesta que no iba a llegar.
Echó la cabeza hacia atrás, bebiendo lo que quedaba de té. De reojo observó la taza frente suyo que comenzaba a enfriarse y el asiento vacío de la persona que nunca iba a regresar. Aún inclinado en la silla, con un pie encima del escritorio y en plena oscuridad, se permitió escurrir una lágrima que definitivamente nadie más vería y que sólo dedicaría a aquella persona a la que, sin duda, extrañaría toda la vida.
-¿Cuánto es toda la vida, Erwin?
