El archivo de las piezas perdidas
Aquel milagro que nos mantiene conectados
1.
Cumpleaños en madrugada
Kanbara Takuya odia que lo despierten. No importa si apenas ha logrado conciliar el sueño o lleva dormido más horas de lo aconsejable. Él prefiere despertarse por su cuenta, sin que nadie lo empuje a la conciencia. Prefiere evitar que se rompa la burbuja en la que se sumerge, ese mundo de ideas fantasmas y pensamientos irreales le pertenece solo a él.
Por eso, cuando a mitad de la noche, un toque insiste en su brazo, molesto como un mosquito, y una voz cada vez más aguda rompen la paz, Takuya arruga el ceño. Tarda más de la cuenta en abrir los ojos. Los frota un par de veces para acostumbrarse al cambio.
No debería sorprenderse al ver la cara de su hermano menor, que se aferra a su litera con postura terca, pero lo hace. Seguramente está de puntillas en el colchón de abajo porque no existe posibilidad alguna que alcanzase la altura de su cama de otra forma. Puede verlo con la claridad tenue de una luz lejana y no alcanza a procesar si la luz del pasillo está encendida o es la luz de la calle que se cuela desde la ventana.
Aún no está despierto del todo.
—¿Qué? —dice, de mala gana.
¿No sabía ya su hermano que se despertaba de mal humor?
La sombra de la vergüenza toca las mejillas de su hermano pintándolas de rojo y Takuya debe prestar mayor atención para entender las palabras que llegan luego, susurradas como gotas que caen una a una.
—Tuve una pesadilla —En la boca de Shinya, suena como la confesión de un crimen.
Los ojos de Takuya cambian, cálidos como brasas en lugar del fuego ardiente de una hoguera. Se endereza un poco sobre la cama, apoyándose en un brazo.
—Está bien —dice, igualmente suave, esperando sonar tranquilizador al mismo tiempo—... ¿Quieres que encienda la luz?
Shinya, que cumple nueve años ese día, baja los ojos con un gesto poco común, un gesto que le hace verse más pequeño y que encoge algo en su estómago incómodamente, algo que no acostumbra. Takuya odia ver a Shinya actuar así.
El menor se muerde los labios, antes de hablar.
—Yo... Umm, no... No llegué a salir de la cama.
Takuya mira largamente la cara avergonzada de su hermano, sin entender. Shinya suspira con el amanecer de la comprensión en sus ojos.
Con mucha destreza, una que era natural en él, Takuya se deshace del enredo de sábanas en sus piernas y baja de la cama. En silencio, Shinya hace lo mismo. Con los pies en el suelo, Takuya se siente más alto. Le toca el hecho de ser el hermano mayor.
Mira a su hermano un momento, uno muy breve, antes de actuar. Nunca ha sido fan de la inmovilidad. Tampoco puede ver la angustia traducida en lágrimas.
—Oye, no es gran cosa —comenta a su hermano pequeño mientras toma las sábanas con rapidez. Sonríe, sin culpa—... Cuando era un niño también mojaba la cama.
—Eres un año mayor que yo solamente —replica Shinya, frunciendo el ceño un poco, menos avergonzado que un segundo atrás—. Eres un niño.
Takuya piensa que eso puede considerarse un triunfo.
Sonríe.
—Sigo siendo mayor que tú —dice, en cambio. Le toca nariz con la punta de su dedo.
Shinya se ríe un poco más en eso.
No es hasta más tarde, cuando están en la cama de nuevo, que Takuya vuelve a hablar. Los párpados le pesan, cuando trata de mirar el reloj que está en el escritorio. Sus movimientos se sienten torpes. No puede ver la hora con exactitud gracias a las sombras de la madrugada, pero magina que la luz del alba es lo que llega a la habitación en pequeñas piezas.
—Eh, Shinya.
La cabeza de su hermano se asoma desde la litera.
Takuya sonríe. —Feliz cumpleaños.
N/A: ¡Es el aniversario de Digimon Frontier! Quince años, nada más y nada menos. y quería empezar esta colección hoy para celebrarlo. Tenía que empezar con los hermanos Kanbara, desde luego. ¡Es el cumpleaños de Shinya!
¡Gracias por leer!
