Capítulo 1: El exilio (Ocurre poco antes de "El Templo Aire del Oeste")


La suave brisa que corría a través de las calles de la Capital levantaba un poco de tierra y traía un mal presentimiento a los ciudadanos. Los ancianos siempre hablaban del mal augurio que traía un poco de frío a esas zonas. Contaban que la única vez que nevó en la Capital, fue hace más de 80 años, en una invasión sin éxito de la Tribu Agua. La ciudad quedó cubierta de nieve por semanas. Desde entonces, se hablaba de los sucesos desfavorables que traía el frío; incluso un poco de viento.

Pero la suave brisa de ese día no se comparaba a la tormenta que se avecinaba.

La Capital de la nación del fuego estaba en movimiento. Luego del fallido ataque durante el eclipse, muchos ciudadanos tuvieron que salir de sus casas a quitar escombros y trozos de metal, y en menos cantidad, manchas de sangre, de sus puertas y tejados. Pero la victoria lo valía. Decenas de soldados recorrían las calles para asegurarse de que ningún maestro tierra o agua hubiese quedado infiltrado entre las personas. Algunos carros recogían partes de metal y madera apenas quemada de las calles. Todo era un caos.

Aunque había un alboroto en la ciudad, el palacio se mantenía en completo silencio. El Señor del Fuego Ozai se mantenía pensativo en la sala del trono. La sala vacía, en lugar de darle respuestas, hacía resonar las preguntas que ya se había hecho cien veces en su cabeza. Su hijo Zuko había vuelto del exilio pocas semanas atrás, y no duró más de un par de semanas antes de convertirse en traidor. Es como si no tuviese respeto por la Nación del Fuego en absoluto.

No esperaba que fuese correcto por mucho tiempo. Nunca comprendió realmente las responsabilidades de la familia real. Y luego de tres años de destierro, era obvio que su tío había puesto ideas en su cabeza. Pero al menos esperaba un poco de sentido común de parte del muchacho. Escapar durante la batalla era una enorme vergüenza, tanto para él como para su familia.

Aún así, llegó a pensar que el regreso de su hijo podía ser favorable. Después de todo, derrotar al Reino Tierra fue una hazaña memorable. De verdad se sintió orgulloso de sus dos hijos, por primera vez en mucho tiempo. Pero resultó en otra de las cobardías, las estupideces de Zuko. Debió acabar con él cuando tuvo la oportunidad. Ya podía escuchar los comentarios de los generales y capitanes al enterarse de la desaparición de su hijo.

De todos modos, no le preocupaba. Su hijo siempre fue un incompetente, un inútil; el deshonor de la familia. Su lugar como heredero no le pertenecía; no lo merecía. Acababa de demostrarlo, al huir de los problemas sin pensar en las consecuencias. Lo que sí le preocupaba era lo que mencionó al comienzo de su enfrentamiento: Azula. Azula derrotó al Avatar, no Zuko.

Azula había asegurado que su hermano derrotó al Avatar, ¿por qué mentiría sobre algo así?

Su hija no actuaba de esa forma. Ella podría ser calculadora, peligrosa y estratégica, pero esas cualidades la convertían en la Princesa, y a pesar de eso, nunca se atrevió a mentirle a su padre.

Hasta ahora.

Pero claro, siempre existía la posibilidad de que su hijo mintiera. Pero en un momento como ese, podría haber mentido sobre mil cosas diferentes. No sacaba ningún beneficio al hablar sobre su hermana.

Varios de los guardias aseguraron ver al Avatar combatiendo contra los globos de batalla; afirmaciones que no lograban nada excepto aumentar las sospechas sobre su hija. Si no podía confiar en su mejor aliada, no podía confiar en nadie.

Ozai siempre tuvo ciertos problemas de confianza, al igual que casi todos en su familia. Lo que se vería como una simple mentira en los ojos de otra persona, se veía como un acto de irresponsabilidad y deshonestidad para él. Especialmente viniendo de una de las pocas personas en que confiaba.

Decidió que debía tomar responsabilidad por sus acciones. Por supuesto que no le daría pena de muerte como intentó hacer con su hijo, antes de que él huyera como un cobarde; pero de ninguna manera le otorgaría el trono a su hija si ella decidía mentirle a su propio padre.

El problema que, sin Azula, el Trono quedaría sin herederos luego de él. era un asunto con el cual debería lidiar luego. Se frotó la sien al darse cuenta de que ninguno de sus hijos valía lo suficiente para gobernar la nación. Era una realidad que no quería afrontar. Siempre hizo todo lo posible para disciplinar a sus hijos. Los genes de Ursa estaban arruinando la descendencia familiar.

Tal vez podría encarcelarla, dejarla en aislamiento como escarmiento por lo que hizo, y una vez finalizado, le restituiría su derecho al trono. Pero claro, siempre estaba el peligro de que se volviera totalmente en su contra. Ya no sabía qué esperar de ella. También tendría posibilidades de que escapar.

Continuó meditando sobre el asunto. Si le quitaba el derecho al trono permanentemente y la desterraba, no le cabía duda de que revelaría información importante a las personas equivocadas. Conocía a su hija como a la palma de su mano y podía estar seguro de que desterrarla sólo le traería problemas a él. Comenzó a pensar en los maestros tierra de Azula, los Dai Li. Recordó el seguimiento completo que ordenó hacer. Después de todo, secuaces o no, eran del Reino Tierra, ¿quién podía asegurar que eran completamente confiables? Incluso traicionaron al Rey Tierra luego de servirle por años, e incluso a Long Feng, luego de unirse a Azula. Tal vez tendrían las agallas de intentar un motín contra él.

No es que tuviera miedo de un grupo de maestros tierra. Podría ganarle a todos ellos antes de que pudieran decir "té de jazmín". Pero tal vez envenenaron las ideas de su hija. Ella le habló de la forma en que el concejal del Rey Tierra dirigía la ciudad secretamente. Eso no iba a ocurrir en su nación. Ozai siempre supo que su hija estaba sedienta de poder, era una ambición que compartían. Pero al parecer, la sed de su hija creció en proporciones excesivas. Ella probó el gusto de apoderarse de un trono imperial, en el Reino Tierra; ahora debía querer más, tal vez derrocarlo a él, apoderarse del trono.

Claro que ella podría simplemente esperar a que llegara su hora, entonces tomar podría el trono como le correspondía. Pero el poder no podía esperar. Ella sin duda estaba ansiosa por derrotarlo. Posiblemente lo estuviese esperando fuera de la sala para acabar con él.

No podía tomar un riesgo tan grande.

Finalmente, recordó el secreto de los Dai Li: el lavado de cerebro; una habilidad que ni siquiera Azula conocía.

Lo supo por uno de sus guardias "especiales", que había torturado a Long Feng por días. Luego de enterarse de ello, decidió usarlo para sus propios fines. Cuando lo necesitaba, los llamaba para hacer olvidar información importante a generales de poca confianza. Al parecer era tiempo de acudir a ellos una vez más.

Azula sería desterrada. No de la Nación, sino de la Capital solamente, pero no podía dejarla salir sin un escarmiento mayor. Si ella traicionaba su lado, podría dar información importante al enemigo. Después de todo, ella sabía tanto como él. Debía asegurarse de que los conocimientos que ella poseía y podrían ser usados para causar otra invasión nunca salieran de ese palacio.

Azula debía olvidarlo todo.


Jeje ok...ahora que vuelvo a mirar los primeros capítulos de esta historia tengo que admitir que son un tanto vagos :/ pero si tienen paciencia y leen hasta el capítulo 4 o 5, ahí se pone más interesante, lo prometo :)