Nota del Autor: Sé que lo he dicho en la descripción de la historia, pero por si acaso lo vuelvo a poner aquí de nuevo. Es muy necesario que si vas a seguir leyendo hayas leído previamente "Concussion", básicamente porque en el caso de no haberlo hecho no te vas a enterar absolutamente de nada. No te lo digo por decir, es que es la realidad. Si quieres disfrutar de la historia completa, ve a mi perfil y comienza por leer "Concussion" :)


Capítulo 1

Sus puños golpeaban con fuerza y gran velocidad el cuero de aquel saco de boxeo. Una y otra vez. Sin descanso. Sintiendo como su corazón latía acelerado en su pecho y el sudor corría libremente por su frente, pero eso no le impedía seguir pegando con dureza. Una vez tras otra. Golpe tras golpe. Sintiendo cada uno de sus músculos tensarse por el esfuerzo.

- ¡Vamos, Álex! - Dijo su entrenadora permaneciendo tras el saco, sujetándolo con sus brazos firmemente.

Hacía menos de un año que practicaba aquel deporte y se había dado cuenta de que le servía para desconectar de todo lo que había pasado en su vida. Simplemente dejaba la mente en blanco y se limitaba a golpear, sintiendo que con cada puñetazo algo en su interior se liberaba.

De pronto, una imagen de la pesadilla de la noche anterior atravesó sus pensamientos. Esa mañana se había despertado agitada y sin poder quitarse de la cabeza el rostro de aquel hombre. Era de piel oscura, no demasiado alto y había algo que captaba su atención. Llevaba un arma en su mano. No sabía quién era, pero la rabia que sintió en su interior hizo que golpeara como nunca, haciendo que la chica que sujetaba el saco cayera de espaldas al suelo.

- Joder, Anya ¡Lo siento! - Dijo acercándose rápidamente a ella cuando salió de su trance.

- ¿Qué coño ha sido eso? - Le preguntó sintiéndose dolorida. Por suerte había caído con la zona más blanda de su cuerpo – Nunca había visto a nadie pegar así... ¡Me has tirado!

Extendió su brazo para ayudarle a levantarse y ésta la cogió por encima del guante.

– Lo siento de verdad... No sé qué me ha pasado... - Dijo tirando de ella.

- Sólo espero que cuando empecemos con el campeonato sigas así. Joder ¡Podrías tumbar a cualquiera! - Contrariamente a lo que pensaba Álex, su entrenadora parecía realmente emocionada con el hecho de que la hubiera lanzado por los aires. Vaya sorpresa.

Alexandra rió y comenzó a desabrocharse los guantes, dejándolos sobre un pequeño banco que había al lado. Se sentó sobre éste y retiró los vendajes que protegían sus manos.

- Va a ser la primera vez que compita... No creo que sea tan fácil.

- Mira Álex... - Dijo sentándose frente a ella - En todos los años que llevo entrenando a gente, nunca había visto algo como lo tuyo. Tienes una capacidad innata para la lucha. De hecho, podrías llegar a ser alguien en este mundo si quisieras ¿Sabes?

- ¿No crees que soy demasiado mayor? - Preguntó con una sonrisa en sus labios.

- Sabes de sobra que con esa cara de niña nadie diría que tienes treinta y dos años... Como mucho... ¿Veinticinco?

- Quizá sea porque en realidad tengo veinte – Pensó – Igualmente sabes que sigue siendo un hobbie…

- Podría convertirse en tu profesión si quisieras... - Tanteó la entrenadora.

- Ya tengo un trabajo, Anya.

- Y por como sales vestida de aquí... Debe ser un trabajo muy pero que muy aburrido. Y lo sabes.

Álex rió.

- Dejémoslo en... Interesante.


Caminó a través del blanco e impoluto pasillo para dirigirse a su despacho localizado en la quinta planta del ala oeste del edificio de Polaris Industries. Abrió la puerta, pasando la tarjeta que llevaba colgada en su cuello por un lector, quedándose en éste el piloto verde encendido, y entró, sentándose frente a su escritorio. Era completamente de cristal, y pensó en lo frío que le había parecido la primera vez que había puesto sus brazos sobre él.

Colocó su mano sobre éste y automáticamente, unas luces de color azul rastrearon cada una de las líneas de su palma, incluyendo sus huellas dactilares. En cuanto el escáner finalizó, una voz masculina y algo robotizada le habló.

- Reconocimiento dactilar terminado. Alexandra Woods, presidenta de Polaris Industries – Una foto con su cara apareció sobre el escritorio. Después se minimizó y se movió hasta colocarse en la esquina superior izquierda del escritorio - Código: Uno, cuatro, dos, seis, uno.

- Osiris, muéstrame los últimos resultados de los ensayos realizados con el fármaco en experimentación trescientos diecisiete LZ.

Así había decidido llamarle a su asistente virtual: Osiris. En ciertos momentos se sentía como aquel dios egipcio, que murió para después volver a la vida... Incompleto. Así se sentía ella, como si continuamente estuviera buscando la pieza de aquel puzzle que faltaba por encajar en su vida.

- Fármaco tres, uno, siete, ele, zeta. Ensayo número veintidós – La pantalla parpadeó y apareció el medicamento en cuestión, girando de forma lenta mientras en el escritorio aparecían distintas pestañas: Estructura química, farmacocinética, farmacodinamia, propiedades fisico-químicas, farmacología, efectos secundarios...

Álex fue pasando de una a otra, observando los valores que aparecían en ellas y las descripciones y conclusiones a las que había llegado su equipo.

Se quedó algo pensativa, mirando hacia el frente pero sin fijarse en nada en concreto. Todavía recordaba lo difícil que había sido volver a tener una vida más o menos normal, pues se conocían pocos casos como el suyo. No todos los días se despertaba alguien de un coma después de doce años.


*** Flashback***

¿Te acuerdas de lo que pasó? ¿Cómo te encuentras? - Una mujer con el pelo castaño la miraba con preocupación en sus ojos. Vestía una bata de color blanco que le hizo sobresaltarse.

- Quiero saber dónde están mis padres – Insistió, sintiendo como las lágrimas llegaban a sus ojos.

- ¿Cómo te llamas? - Siguió preguntando.

Álex... Alexandra Woods – Miró a su alrededor - ¿Dónde estoy? - Preguntó pasándose la mano por los ojos, tratando de evitar que las lágrimas salieran.

- Estás en un hospital, cariño ¿Recuerdas algo de lo que ocurrió? - Sacó una pequeña linterna de uno de sus bolsillos y la pasó por los ojos de la chica, observando como sus pupilas se dilataban y contraían con normalidad. Después volvió a guardarla.

Álex cerró los ojos, como si así su mente pudiera ordenar mejor esos últimos recuerdos – Mis padres me recogieron en el colegio y subimos al coche. Íbamos a la casa de la playa a pasar el fin de semana y... Había un bosque y esa mujer... Pero luego todo está oscuro.

Una chica que no había perdido detalle de lo ocurrido salió corriendo de la habitación, siendo seguida por aquella mujer, pero enseguida volvió a entrar, esta vez sola.

- Me llamo Rebecca Lawson – Dijo presentándose – Todo va a estar bien, Álex – Extendió su mano, acariciando su pelo – Yo cuidaré de ti.


Y cumplió su promesa.

Becca había estado pendiente de Álex desde el momento en el que había salido del coma, preocupándose por su bienestar. Incluso fue su máximo apoyo cuando tuvo que contarle que sus padres habían fallecido en aquel desafortunado accidente de tráfico.

Tras su muerte, Álex había heredado una cuantiosa fortuna de la que pudo disponer en cuanto se recuperó, pero para ella el dinero no era algo demasiado importante. Había perdido diez años de su vida, así que lo único que trataba de hacer era intentar aprovechar su vida al máximo, exprimiendo cada segundo.

Becca se había convertido en casi una madre para ella. Se había encargado de darle una educación de élite, contratando para ello a los mejores tutores del país, pues le era imposible asistir al colegio con normalidad, debido a su increíble caso.

Lo que descubrieron con el paso del tiempo fue asombroso. Álex tenía una capacidad y una madurez extraordinaria para su "edad". Era capaz de aprender y asimilar conceptos a una velocidad vertiginosa, y en apenas cuatro años ya estaba cursando estudios universitarios.

Cuando estuvo preparada, Álex fundó aquella empresa en la cual trabajaban las dos actualmente: Polaris Industries. Una empresa farmacéutica y biomédica, pionera en el descubrimiento de nuevos fármacos. Aunque tenía que reconocer que en los últimos tiempos, la chica estaba dispuesta a invertir en otros campos de investigación, y debido a esto, cada día tenía un mayor número de solicitudes y entrevistas con otras empresas, dispuestas a hacer lo que fuera necesario para que ésta invirtiera en ellos.

Desde que abandonó el hospital en el que estuvo internada más de un año, Becca y Álex vivieron juntas en la misma casa, pero hacía un par de años que la chica había decidido independizarse en un pequeño loft de Manhattan, cerca de Central Park, donde le encantaba salir a correr y a respirar el aire puro. Se sentía diferente al estar rodeada de tanta naturaleza. Se sentía libre, como si una parte de ella le dijera: estás en casa.

La imagen de un bosque completamente verde apareció en su mente. Sus pequeñas manos tocaban la rugosa corteza de los árboles a medida que caminaba a través de ellos. El aire, impregnado de aquel olor a tierra mojada, llenaba sus fosas nasales, y sus ojos se perdían en la lejanía, divisando aquel río y ese gran árbol junto al remanso de agua.

Dejó de pensar en cuanto empezó a sentir aquel dolor. Comenzaba desde su nuca hasta la parte frontal de su cabeza. Pulsó en el lector de huellas dactilares de uno de los cajones su dedo índice y lo abrió, rebuscando algo en su interior. Sacó un pequeño bote de plástico anaranjado, pero estaba vacío.

- Mierda – Dijo llevándose la mano a su frente – Sentía cómo su cabeza estaba a punto de estallar. Cogió el teléfono. Marcó el cero y después el dos, esperando que alguien respondiera al otro lado.

- Departamento de farmacología – Dijo una voz de mujer al otro lado.

- ¿Está Becca? Necesito mis pastillas.

- No señorita Woods, pero si quiere puedo mandar a alguien... O iré yo misma. Fármaco tres, uno, siete ¿Verdad?

- Sí... Por favor que sea rápido, gracias – Tras colgar cerró los ojos con fuerza, apoyando la cabeza entre sus manos.

Todo el personal de Polaris Industries estaba al tanto de su peculiar situación. Empezó a sufrir esas horribles migrañas a los pocos meses después de despertar, pero era imposible acostumbrarse a ellas, el dolor era casi insoportable.

Por suerte Becca, junto a su equipo médico y farmacéutico, habían sintetizado un fármaco que era capaz de quitarle el dolor casi al instante, por lo que siempre intentaba tener algunas pastillas a su alcance. Buscó de nuevo, casi a tientas en los bolsillos de su chaqueta por si tenía la suerte de que se hubiera quedado alguna, pero no fue el caso, así que siguió con los ojos cerrados y sus manos sosteniendo su cabeza con fuerza.

Unos minutos después alguien golpeó en su puerta.

- Adelante – Dijo sin moverse de la posición en la que estaba.

- Señorita Woods, sus pastillas – Dijo una joven pelirroja acercándose a ella.

Alexandra alzó su mano, extendiéndola en el aire y la chica destapó el pequeño recipiente que las contenía. Cogió una y la depositó sobre su palma, cerrando después el vial y dejándolo sobre la mesa.

Rápidamente la colocó bajo su lengua esperando a que ésta se disolviera y le hiciera efecto.

Un... Dos... Tres...

Sus ojos permanecían cerrados.

Treinta y seis, treinta y siete, treinta y ocho...

Contaba mentalmente hasta que de repente ya no sentía la necesidad de hacerlo. El dolor había desaparecido completamente. Desvió su mirada hacia arriba y la chica seguía allí parada, mirándola con cara de preocupación, o no sabía si era más bien de terror. Seguramente sería la primera vez que veía en directo una de sus crisis.

- ¿Se encuentra mejor?

- Sí, sí... Perfectamente. Muchas gracias... - Álex observó la tarjeta que llevaba colgada al cuello con sus datos - … Lily. Puedes tomarte el resto del día libre si quieres.

- Pero yo... Acabo de entrar a trabajar en mi turno, no sé si sería correcto...

Álex le sonrió de medio lado y vio cómo la chica parecía ponerse aún más nerviosa de lo que ya estaba.

- Lily... Acabas de salvar mi vida – Dijo de forma dramática - Es lo mínimo que puedo hacer. Por favor... Acéptalo ¿Vale?

- No es que no quiera aceptarlo, señorita Woods – Sonrió nerviosa – Pero estoy en medio de unas pruebas y no quiero dejarlo a medias.

Álex asintió y levantó las manos en señal de rendición.

– Está bien. Entonces llamaré a recursos humanos para que te den unos días más de vacaciones y que te suban el sueldo, por qué no – Le dijo con una sonrisa – No tengo ni idea de lo que cobras pero me gusta la gente que es responsable con su trabajo.

- Vaya, no sé qué decir señorita Woods, muchísimas gracias – Dijo la chica sin apenas creérselo. Lo único que había hecho era atender una llamada telefónica y llevarle su medicación.

- A ti por traérmelas – Cogió el bote de pastillas y lo metió en el cajón – Sólo una cosa más, Lily... Asegúrate por favor de que nunca me falten. Es lo único que te pido.

- Me encargaré personalmente de ello.

Álex asintió y vio cómo la chica abandonaba la habitación.


Abrió la puerta de su apartamento y suspiró, mirando el interior de la vivienda perfectamente ordenada. Cada cosa exactamente en su lugar ¿Por qué le daba la sensación de que necesitaba algo de caos en su vida? Algo que no fuera estrictamente cuadriculado ni perfecto, pero que le completara.

No había dado ni un par de pasos cuando el timbre sonó.

Álex se giró y la abrió de nuevo, viendo a un chico bastante joven tras ella. Llevaba un par de cajas en sus brazos y sonreía a duras penas. Seguramente por el esfuerzo de cargar con aquello.

- ¿Sí?

- ¿Es usted Alexandra Woods? Traigo su encargo.

- Sí, perdona, pasa. - Dijo apartándose de la puerta para dejar entrar al chico. Ni siquiera se acordaba de que había hecho un pedido on-line antes de salir del trabajo para que se lo llevaran del supermercado a su casa. Así era la ajetreada vida de una mujer de negocios como ella. No tenía ni tiempo de ir a comprar su propia comida. - ¿Podrías dejarlo sobre la isleta de la cocina? - La chica señaló hacia la estancia y el joven fue hacia allí, dejando pesadamente las cajas sobre la oscura encimera.

- ¿Puede firmarme aquí como que he hecho el reparto? - El chico se acercó a ella con una carpeta en la que habían varias hojas con datos y un bolígrafo en su mano – Tiene que poner su número de identificación y su firma.

- Claro – Álex escribió lo que el chico le había pedido y le devolvió la carpeta. Ya se estaba yendo cuando le llamó de nuevo - ¡Hey! Espera... Toma – Sacó un billete de veinte dólares de su cartera y se lo ofreció, haciendo que el joven la mirara con sorpresa – Por las molestias de haberlo subido hasta aquí.

- ¡Vaya, muchas gracias!

El chico finalmente salió del loft y Álex cerró la puerta, yendo hacia el lugar donde estaban aquellas cajas para colocar cada cosa en su lugar. Cuando terminó se fue directa al sofá, tirándose sobre él de forma pesada. Había sido un día agotador.

Tomó el mando de su televisión de sesenta y cinco pulgadas, y comenzó a apretar botones de forma aleatoria ¿Podía ser que de trescientos canales que tenía contratados no hubiera ni un solo programa decente? Respiró profundamente, sintiendo cómo los párpados le pesaban más y más, hasta que sucumbió, cerrando los ojos.

Estaba realmente cansada. Tanto, que sin querer se quedó dormida.


Se encontraba en un lugar oscuro. Miró a su alrededor, pero sólo había vacío, hasta que de repente alguien apareció frente a ella, de espaldas. Y su pelo rubio ondeaba en el viento.

Apareció una luz cegadora que le hizo incluso cerrar los ojos. Ahora todo era blanco. Trató de caminar hacia donde se encontraba aquella chica, pero cada paso era en vano, pues no avanzaba por mucho que quisiera. Comenzó a correr con todas sus fuerzas hasta casi desfallecer, pero era inútil. No conseguía alcanzarla.

- ¿Quién eres? - Le preguntó gritando, pero no recibió respuesta.

De nuevo todo volvió a ser oscuridad. Un hombre de tez oscura apareció, empujando a aquella chica hasta casi tirarla al suelo, mientras empuñaba una pistola entre sus manos y apuntaba hacia ella directamente.

"Lexa"

Escuchó su voz antes de que sus oídos quedaran inundados por el sonido de aquella arma al disparar.

- ¡CLARKE! - Gritó. Pero era demasiado tarde. La había vuelto a perder.


¡Ya estoy aquí de nuevo! ¡waaaaaa! Casi no me lo creo jajajajaja Estoy muy emocionada de volver, y más con esta historia T_T

Sin más dilación voy con mi review personal xD

Seguramente en este momento estaréis pensando "¡Eh! ¡Nos has timado! ¿Dónde está la continuación del epílogo?" y yo os diré… Pacieeeeencia que todo llega. Primero tenemos que saber un poquito qué es lo que ha pasado con la vida de Álex en estos diez años (casi nada), y por lo que se ve no le ha ido nada mal. Presidenta de una empresa farmacéutica, aficionada al boxeo… (No os podéis quitar de la mente a Álex/Lexa toda sudada haciendo ejercicio ¿Verdad? Yo tampoco T_T) pero no todo podía ser perfecto en la vida de Álex, y es que, lamentablemente, sufre de esas fuertes migrañas desde que despertó. Gracias que consiguieron sintetizar ese fármaco maravilloso que las alivia al instante :)

Y… Oh, ha aparecido Anya *_* Siempre llevándola por el buen camino de la disciplina xD

También hemos podido ver un pequeño flashback del momento en el que Álex se despierta. Los flashbacks se sucederán de forma algo recurrente durante la historia, no siempre, pero estarán ahí, arrojando algo de luz sobre el pasado.

Y… ¿Qué ha sido eso del final? :O ¿Ha gritado "Clarke"? :O

¡Veremos qué es lo que pasa en el próximo capítulo! ^_^

Gracias a todos por leer y por haber apoyado tantísimo mis historias. Espero que, al igual que "Concussion", "Remember Me" no os deje indiferente :D

¡Y no me enrollo más! Estaré deseosa de leer vuestros comentarios para saber qué os ha parecido el primer capítulo *_*

Próxima actualización… ¡El lunes! O si os portáis bien… No sé no sé… jajajaja :P ¡Muak!