Murasakibara últimamente había encontrado un nuevo pasatiempo, averiguar a qué sabían sus amigos, obviamente no iba por ahí dándoles besos en los labios a todos, quizás un besito en la frente, una lamida a alguna de sus mejillas... Y así él podía saber cuál era el sabor de cada uno de sus compañeros. Solo había uno que ni siquiera le dejaba acercarse a él sabiendo lo que pretendía hacer, y ese era Midorima. Todos los días, en todas las clases que compartían la pregunta era siempre la misma:

- Mido-chin, ¿me dejas besarte la mejilla?

Y la respuesta también era siempre la misma.

- No.- Respondía siempre el de las gafas en tono frío y tajante.

- ¿Por qué no? Solo quiero saber cómo sabe Mido-chin...

- No te hace falta saber eso, no te es útil.

- Claro que sí, así sé si Mido-chin es amargo o dulce. Por ejemplo, Kuro-chin es dulce porque sabe a vainilla, pero Mine-chin no, Mine-chin sabe salado porque suda mucho.

- Qué asco...

Justo entonces sonó la campana que señalaba el inicio del recreo, sin decir nada más, Midorima se levantó y recogió sus cosas dejando a Murasakibara solo aún sentado donde estaba, este infló un poco los mofletes al ver que el menor le ignoraba y le siguió. Salió al patio y buscó a Midorima por todas partes, pero no estaba por ningún sitio, hasta que Murasakibara decidió pararse y pensar un momento, siendo como era Midorima, lo más probable es que pasara el recreo en... ¡La biblioteca!

El de pelo morado caminó rápidamente hasta esta y buscó a Midorima entre las estanterías, hasta que le encontró ojeando la sección de esoterismo.

- Mido-chin.- El mencionado le miró de reojo y suspiró al ver que le había seguido.

- No voy a dejar que me beses la meji..

De repente el de pelo verde se encontró con la espalda apoyada en la estantería y con Murasakibara frente a él con una mano a cada lado de su cabeza y mirándole inflando los mofletes de nuevo, tanto la posición en la que estaban como la expresión del mayor lograron hacer que las mejillas de Midorima se pusieran un poco rojas.

- Quiero saber a qué sabe Mido-chin.- Dijo el mayor en tono de niño caprichoso acercándose más a él.

- Y yo no quiero que lo sepas.- Respondió Midorima frunciendo el ceño y agachándose saliendo de entre los brazos de Murasakibara y alejándose de él.

El de pelo morado frunció el ceño y agarró a Midorima de la muñeca tirando de él hacia sí mismo para darle un beso en la mejilla... que acabó en sus labios cuando Midorima se giró a mirarle, ambos agrandaron los ojos al ver que estaban dándose un beso en los labios y se separaron inmediatamente, ambos se miraron unos segundos en silencio con la cara totalmente roja (Midorima mucho más que Murasakibara), hasta que el menor cogió un libro de la estantería y se dio la vuelta marchándose rápidamente tapándose la boca con una mano muerto de la vergüenza. Murasakibara permaneció ahí unos segundos más viendo cómo el otro se iba huyendo de él, se puso un par de dedos sobre los labios y pasó la lengua por estos.

- Mm... Mido-chin sabe dulce...