Disclaimer: Esta historia se me ocurrió en base a la película "Blanca Nieves y el Cazador", la mayoría de los diálogos, lugares y situaciones que se narran en este fic pertenecen al filme, ninguno de los personajes es mio, pero la historia en sí es de mi autoría y fue escrita sin ánimos de lucro.

Blanca Nieves y el Cazador by Juriettsuru.

Había una vez, en un invierno helado una reina de belleza sin igual, con cabellos dorados como el sol que las nubes no dejaban ver, que estaba admirando la nevada mientras paseaba por los extensos jardines de su palacio, cuando vio una rosa en flor que desafiaba el frío. Se acercó a ella con su característica elegancia escrutándola con su verde mirada, como si pensara que se tratase de una ilusión. Era la única que quedaba en el rosal, la superviviente. Al tratar de tocarla, se pinchó el dedo y le brotaron tres gotas de sangre que cayeron en secuencia en la fría nieve. El rojo era tan intenso sobre el blanco que pensó—"Ojalá tuviera una hija blanca como la nieve, con labios rojos como la sangre, cabellos dorados como el fresno y la misma fuerza que esta rosa"— mientras acariciaba un pequeño bulto en su vientre que permanecía oculto en su tapado de piel.


Siete meses más tarde…

Poco después la reina dio a luz a una niña que se llamó Maka, a la que todos conocerían como "Blanca Nieves" por su peculiar tono de piel tan blanca como el mármol.

El reino entero la adoraba tanto por su espíritu indomable como por su belleza. Con seis años era considerada la niña más bella de todas, sus ojos verdes rebalsaban de alegría y bondad y sus cabellos dorados caían libremente por su espalda como una cascada de oro.

Alegraba con su risa a todo aquel quien se cruzaba en su camino siempre acompañada por su fiel y único amigo Death the Kid, o solo Kid: un muchacho de cabellos negros atravesados por tres franjas blancas como la piel de ella y ojos del color del oro, con quien pasaba casi todo su tiempo. No era fácil ser la princesa, no se le permitía salir sola por el reino ni hablar con extraños, pero todo eso cambio cuando Kid llegó. Se ofreció como su escudero, cautivando el corazón de la reina y permitiéndole convertirse en el guardián de su hija. Solo era un año mayor, pero su fornida estructura lo hacía parecer aún más grande.

Pero no dejen que la frágil apariencia de la pequeña Maka los engañe. Ella era un espíritu libre, siempre en busca de aventuras, sin temor a nada, se internaba en el bosque en compañía de Kid donde trepaban árboles, rastreaban animales y buscaban comida entre carcajadas y burlas, estas últimas muchas veces acompañadas de golpes por parte de la princesa hacia su caballero. Simplemente le arrojaba lo que tenía a mano: piedras, ramas, o alguna que otra ardilla.

La última aventura de la niña dejó suspirando de ternura a gran parte de los habitantes del reino:

Se la podía ver correteando por los campos de un sitio a otro en dirección al castillo, seguida bien de cerca por su escudero. Sus pies ahora descalzos se ensuciaban con el duro suelo, y entre sus manos un pequeño ejemplar de petirrojo reposaba tranquilo. Una vez en el castillo atravesó a toda velocidad las grandes y bien iluminadas salas hasta la habitación de su madre.

Entró sin tocar como le era costumbre, encontrándose con su progenitora sentada en el borde de la cama siendo rodeada por un doctor quien le tomaba la temperatura y el rey con mirada preocupada.

Al verla el médico se retiró dándoles espacio y su compañero a le colocó su mano en el hombro a modo de apoyo. La pequeña le miró y sintiéndose más confiada se acercó a su madre mostrándole el pequeño animal:

-Lo encontramos en el bosque, esta herido madre- le dijo extendiendo sus manitas.

-Se debe haber roto el ala- contestó la comprensiva mujer mientras acariciaba la cabeza del pichón- no te preocupes, con el tiempo sanará- y rodeó con sus manos las de su hija.

-Yo lo cuidaré- aseguró muy entusiasta con una sonrisa que se contagió en ambos padres.

-Eres dueña de una gran belleza Blanca, aquí dentro- deslizó sus manos hacia el pecho de la niña- no la pierdas nunca, te servirá cuando seas reina- dicho esto acarició las mejillas de su hija. Un fuerte mareo obligó a la enferma mujer a alejarse de su hija, quien fue tomada por los hombros por Kid que la sacó de allí.

La condujo hasta el jardín del palacio, ahora inundado de un verde primaveral y la convenció de dejarle el pichón a una de las criadas para ir a trepar.

Se subieron en carrera a un gran manzano. Como era de esperarse el mayor salió victorioso, logrando el enfado de la pequeña.

Testaruda como siempre Maka infló sus mofletes mostrando su descontento. Soltando una sonora carcajada el pelinegro trepó más alto dejando atrás a la chica.

-¡Kid espérame!- le gritó tratando de seguirlo, pero al verse obstaculizada por su vestido decidió desistir y sentarse en una rama- ten cuidado, no te caigas.

-Te daré una manzana- le dijo cambiando de tema. Finalmente tomó el fruto más rojo de todo el árbol, el más parecido al tono de sus labios y se acercó a ella- Toma.

-Gracias- dijo ella extendiendo la mano. Cuando casi la tenía, el de ojos de oro contrajo su brazo alejando la manzana de la niña- ¡Kid!- le reprochó esta pero él la ignoró y mordió sonoramente la manzana para luego bajar de un salto del árbol y empezar a correr. Ella al verse rezagada se bajó también y comenzó a perseguirlo mientras le llamaba dejando olvidada su manzana en el suelo.


El invierno siguiente fue más crudo que nunca y la madre de Maka pasó a mejor vida. El rey estaba inconsolable, pasó semanas en su habitación en las que dejó crecer sus cabellos de fuego hasta sus hombros y sus ojos azules se llenaron de nubes de rencor ante la mirada de su pequeña hija que tomó un plano secundario.

Aprovechando ese dolor apareció un ejército oscuro y misterioso que lo atrajo a la batalla. Un ejército de demonios enfundados en armaduras tan negras como su piel, que al ser heridos se convertían en un líquido similar al petróleo que enloquecía todo lo que tocaba.

Y así fue como al grito de "¡Devuélvanlos al infierno!", el rey comenzó la batalla. Fue una guerra terrible, que dejó numerosas bajas entre los soldados y arrasó trigales enteros.

En contra de todas las posibilidades, el ejército oscuro perdió la guerra, pero luego iba a suceder algo mucho más tenebroso.

El muy agotado monarca miraba a su alrededor observando como los extraños cadáveres de los demonios se deshacían en el aire como cenizas.

-Señor- le llamó uno de sus súbditos- una prisionera- le informó.

El rey se acercó a una caravana de prisioneros perteneciente al recién derrotado ejército y miró en su interior.

Unos pies sucios y encadenados que se encogían en busca de protección le dieron la bienvenida.

-No tema, mis hombres y yo no le haremos daño. ¿Cuál es su nombre, señora mía?- le preguntó formalmente.

La mujer temerosa retiró la capucha que la ocultaba de los hombres. Una mujer de belleza sin igual asomó su rostro por entre las sombras, sus ojos dorados similares a los de una serpiente deslumbraron a todos.

-Medusa, señor- le contestó luego de unos segundos.


Tan prendido quedó el rey con esa belleza que, por primera vez, olvidó el dolor de su corazón y al día siguiente contrajo matrimonio con ella…

-Que hermosa eres- le dijo una pequeña rubia a Medusa. Esta última estaba siendo arreglada por las doncellas reales, quienes daban los últimos toques a su vestido de boda.

-Que gentil niña, sobre todo cuando dicen que tu rostro simboliza la belleza en el reino… ven- extendió una mano incitándola a acercarse. La pequeña obedeció- Esto debe ser difícil para ti, yo también perdí a mi madre cuando era joven- trató de sonar comprensiva-. Jamás ocupare el lugar de tu madre, pero siento que algo nos une, lo siento allí- le señaló con la cabeza, la niña miró en su pecho el lugar donde se le había señalado, justo en el corazón.

No respondió, solo de devolvió una amplia sonrisa, feliz de que su padre volvería a ser el de siempre.

-La ceremonia va a empezar- llamó una nodriza.

Y así la futura reina partió hacia el altar, seguida por su sonriente dama de honor, la pequeña Maka.

Pero ingrata sorpresa se llevó al notar que las miradas de todos alrededor no se centraban en la novia si no en su acompañante. La pequeña rubia atraía los suspiros de todos los allí presentes, toda mujer, hombre o niño dirigía su vista hacia tan simpática criatura que sin notar lo sucedido caminaba sonriente entre pétalos blancos que lanzaban las criadas.

Envidiosa tornó su mirada hacia ella la mujer calzada en el vestido de novia. Fulminó a la niña con la mirada aunque esto no fue notado por nadie, ni siquiera por la aludida. Volvió a mirar al frente al llegar al altar, alzó la vista del piso para encontrarse con los azules ojos del rey mirándola a ella, solo a ella. Sonrió falsamente y tomó su mano para continuar con la boda.

Eso era todo lo que necesitaba por ahora, que el rey posase su mirada en ella. Más tarde esos ingratos pueblerinos caerían a sus pies arrastrándose como larvas miserables y todos alagarían su belleza, todos y cada uno de ellos. Quien se negara a esto sería asesinado por traición hacia la reina. La más bella de todas.


-Me llevarás a la ruina- murmuró el rey besando el cuello de su ahora esposa. La noche de bodas había comenzado.

-Así es, señor mío- le contestó ella. Permanecía recostada boca arriba, con la mirada perdida en el techo, dejándose hacer pero sin corresponder.

Movió su rostro para darle más acceso a su esposo- A mí me llevó a la ruina un rey igual a ti- él no parecía escuchar lo que le decía ya que continuaba con su labor imperturbable- ocupé el lugar de su esposa, que era una anciana. Y, a la larga, alguien habría ocupado mi lugar.- los orbes de la mujer se abrieron fuertemente brillando de un sobrenatural dorado lleno de rencor- Los hombres usan a las mujeres- al instante el rey se separó del cuello de ella. Al sentir algo cálido chorrear por la comisura de sus labios llevó su mano hacia allí, se sorprendió al verla manchada de un líquido negro, el mismo de aquellos demonios- nos llevarán a la ruina- continuó la reina- y cuando acabaron con nosotras, nos echan como sobras a los perros- escupió sonriendo maliciosamente.

-¿Qué me hiciste?- preguntó como pudo. Aquel líquido no paraba de brotar, manchando la ropa de ambos y comenzaba a ahogarlo, difícilmente podía articular palabra.

-Cuando una mujer se mantiene joven y bella por siempre el mundo le pertenece- le ignoró. Tomó por los hombros a su marido y revirtió la situación: ella sentada a horcajadas sobre él, dificultándole aún más la respiración.

Los vanos esfuerzos del hombre hacían que su risa aumentara. Alzó la mano y se la mordió hasta sacarse sangre, extrañamente del mismo negro intenso que escupía el rey en esos momentos. A su orden aquella sustancia se transformó en una daga que empuñó con fiereza- Primero te quitaré la vida, señor mío- y sujetándola con ambas manos- y luego te quitaré el trono- finalmente insertó una puñalada mortal en el pecho del hombre quien murió al instante.

Se dejó caer del otro lado de la cama, aun manchada de sangre y recobró el aliento que había perdido entre risas. Se levantó y se dirigió hacia la entrada del castillo, no había tiempo que perder, su plan debía ser ejecutado perfectamente y no quería hacer esperar más a su hija.

Se había infiltrado en el reino con un ejército fantasma. Ahora le abría las puertas a otro ejército, más real, compuestos por los más fuertes demonios de todo el Inframundo.


Alarmada por el fuerte ruido de un petirrojo al cantar, Maka despertaba en medio de la noche. Lo vio en su ventana, cantando alto y claro como si la estuviese llamando.

Se levantó y trató de acercarse a él, pero se voló en cuanto extendió su mano. Se sobresaltó al escuchar pasos que iban y venían por detrás de su puerta, el castillo solía ser muy tranquilo por las noches y ese día no habría ningún festival por lo que incitada por su curiosidad natural salió de su habitación en búsqueda del motivo de tanto jaleo.

Salió de su cuarto aun con su camisón cuidando de que nadie la viese, una princesita como ella no podía salir sin supervisión, y aun menos con esas pintas a altas horas de la noche. Pero como dicen ojos que no ven corazón que no sienten.

Se dirigió directamente donde su padre quien debería estar durmiendo, él le explicaría que es lo que estaba pasando, era una niña lista sabía que no la regañaría demasiado, solo bastaban un par de pucheros para derretirlo.

Al llegar al pasillo notó que la puerta estaba extrañamente abierta, sintiéndose alerta se asomó para ver en su interior. Ahogó un grito con su mano al ver al cadáver de su padre reposando con el puñal aún clavado. Iba a entrar cuando fue sujeta fuertemente del brazo por un soldado de armadura negra, tras este la nueva reina se alzaba mirándola son sorna. Con su cara ya empapada en lágrimas tiró de su brazo logrando soltarse y corrió hacia las afueras del castillo, sin poder evitar echarle una última mirada al difunto rey.

Ni bien llegó a los jardines pudo ver la gran guerra que se desarrollaba allí. Todos huían atemorizados de aquellos seres infernales que destruían todo a su paso, reuniendo a la gente en una muchedumbre incapaz de defenderse.

Notó a Kid a unos metros suyos, montado en un caballo junto con su padre quien lo defendía. Debía llegar hasta allí, él la protegería.

-¡Kid!- gritó presa del pánico.

-¡Nieves vete, debes salir de aquí!- le contestó en otro grito, extendiéndole su mano para subirla al caballo.

-¡No puedo!- chilló al sentir que la jalaban por la cintura hacia atrás, alejándola de su amigo.

Tantos gritos atrajeron la atención del padre de Kid, quien volteó gritando- ¡La princesa!- sin embargo alejándose para evitar que también cogieran a su hijo. Ante toda reacción el pequeño pelinegro solo pudo atinar a gritar el nombre de la chica.

Maka solo podía forcejear entre los brazos de su captor cuando de repente sintió como el agarre aflojaba para ser remplazado por una mano cálida en su costado que la jaló hacia un caballo. Conocía a esa persona, su nombre era Stein, era quien atendía a su madre cuando esta enfermaba, un fiel amigo de su padre.

-Sujétate fuerte- le dijo montándola delante de él para rodearla con sus brazos. Todo iba relativamente bien, estaban a unos metros de la compuerta del castillo justo detrás de Kid, cuando una flecha inesperada golpeó a Stein en el brazo haciéndolo caer con la princesa en sus brazos. El golpe en su cabeza le ocasionó un desmayo, pero aún respiraba.

Kid y su padre atravesaron la compuerta al notar que esta comenzaba a cerrarse, dejando una jaula en la que nadie podía entrar ni salir, una vez afuera se detuvieron y voltearon su mirada. Realmente les rompía el corazón ver a la pequeña princesa llorando mientras sujetaba con fuerza los barrotes que impedían su escape.

-¡Kid, no me dejes!- le gritó entre sollozos.

-Padre debemos volver, regresemos- le exigió rápidamente- ¡No!- gritó enardecido al ver que una criatura negra tomaba a su amiga para arrastrarla lejos de las rejas. No era como las otras, no tenía piernas, ni vestía armadura, y salía de la espalda de una niña de cabellos rosados que parecía no saber que hacer en esa situación.

-La perdimos- afirmó su padre. Con su rostro sangrante por un gran corte que le desfiguró la mitad de este, giró el caballo y comenzó a galopar junto con los pocos fugitivos de la guerra en busca de un lugar seguro, dejando atrás al castillo.


A paso firme la reina atravesaba el camino que se dirigía a su recién asignada, por motus propio claro esta, nueva habitación. Permanecía intocable ante el caos que rondaba, nada la detenía, tanto así que parecía sacada de otro lugar totalmente diferente y colocada allí mediante un hechizo o conjuro.

Su vestido de un inmaculado blanco con grandes manchas negras ondeaba a su paso dándole un aire misterioso y la corona en su cabeza se lucía orgullosa ante el mentón que mantenía en alto.

Llegó a un salón vacío, en donde nadie tenía permitido el acceso. Allí solo había un espejo que ahora reflejaba la figura de la bella mujer. Un sirviente llamó a la puerta, y entró sin esperar contestación. Grave error.

-Fuera- le dijo, pero al ver que este no reaccionaba- ¡Fuera!- repitió enardecida mientras hacía brillar nuevamente sus ojos. Al notar la parálisis involuntaria ocasionada por su propia furia prefirió eliminar los problemas de la forma más rápida posible. Extendió una de sus manos, al instante un bulto comenzó a arrastrarse por entre su manga saliendo de esta y adquiriendo mayor tamaño. Una serpiente se materializó frente a aquel sirviente y sin darle tregua lo tragó abriendo sus fauces de par en par. Una vez el hombre desaparecido la serpiente regresó al brazo de su creadora y se fue de la misma manera que llegó.

Nuevamente se acercó a aquel espejo, se posó a unos metros de este y recitó el conjuro:

-"Espejito, espejito dime una cosa, ¿Quién de todas es la más hermosa?"-

Segundos… uno…dos…tres. Aquel espejo de cristal comenzó a derretirse y como cera caliente, dejando un rastro de cristales por todo lugar por el que pasaba. Se acercó a la reina y justo cuando estaba delante de ella aquella mancha transparente en el suelo se alzó tomando una forma amorfa, similar a un humano cubierto por una sábana, pero totalmente de cristal.

-Eres tú, mi Reina- y luego de una pausa- un reino más que cae a los pies de tu gloria, ¿no tienen límite tu belleza y tu poder?


Luego de aquella sesión el espejo volvió a la normalidad y la reina se presentó majestuosa en las puertas del castillo donde la guerra estaba pausada. Todos los campesinos y soldados del rey se encontraban en un montón, siendo forzados a arrodillarse por el ejército oscuro, y la princesa aún era sujetada por aquel monstruo negro que salía de la espalda de la niña.

-Los restos madre. ¿Qué hacemos con ellos?- le preguntó la pequeña de cabellos rosados muy temblorosa.

La reina les echó una mirada superficial a todos y contestó impasible- Deben morir- luego miró a la chica quién le había hablado y le dijo- Chrona… enciérrala- señalando a la cautiva- nunca se sabe si la sangre real puede ser de valor- dicho esto dio media vuelta y entró nuevamente en el castillo.

-Vamos Ragnarok- dijo la pelirosa. Acto seguido comenzó a caminar llevando consigo a la niña con ojos vidriosos.

No hubo más nada que decir, ante la retirada de la reina el ejército demoníaco comenzó a asesinar a todo hombre, mujer o niño que allí se encontraba. Nadie sobrevivió para contarlo, pero la noticia de la masacre se extendió rápidamente por los pueblos externos incluyendo los fugitivos. Desde entonces el castillo fue considerado un tabú, nadie tenía acercarse allí, y nadie lo haría.

El reinado de Medusa fue tan venenoso que la naturaleza se volvió contra sí misma y la gente también. Se instauró la ley de la selva, la supervivencia del más fuerte. Los campos ya no producían, los animales morían de hambre y los árboles no florecían. La tierra murió, y con ella murió la esperanza.

Durante todo ese tiempo tubo presa a Maka en lo más alto de la torre boreal. Y allí es donde nuestra historia comienza diez años más tarde las cosas comenzaban a cambiar.

He vuelto aquí con un nuevo fic. Sé que tendría que estar actualizando Sálvame de la soledad pero es que me salió la inspiración a flote y dije ahora o nunca. Esta historia va a constar de pocos capítulos, tal vez cuatro o cinco no se bien lo que me lleve. Agradecería muchísimo que me dejen reviews, recuerden que un review es igual a una sonrisa y a mucha inspiración. Los saluda con cariño Juriettsuru.