Summary: Hikari era esa nota que simplemente no cuadraba en la partitura.
Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation, no hago esto con fines lucrativos
~ Discordante ~
Con sus zapatos bajos, las pantis blancas y aquella inocente falda, Hikari lucía más niña de lo que su identificación delataba que era. Y eso era lo que él, sentado al otro lado de la sala, llevaba toda la noche observando. Buscaba algo, aunque no sabía a ciencia cierta qué. Asumía que el error, el detalle que lo hacía sentirse tan incómodo respecto a la castaña. Era como escuchar una perfecta melodía con una nota disonante entremedio. Aunque para un oído común sonaría bien, algunos notarían el error, y no es que estuviera jactándose de sus conocimientos musicales, menos aun cuando éstos eran una mera analogía de la situación.
Siguió explorando discretamente su atuendo y sus gestos, siempre auténticos y joviales, mientras conversaba con Mimi. Su sonrisa fácil, el flequillo cayéndole cada tanto sobre un ojo, la forma en que lo apartaba distraídamente con su mano y la suavidad de sus movimientos. Los brazos cruzados tras la espalda en una actitud connotadamente infantil y su tendencia a balancearse sobre la punta de los pies.
También reparó en su risa algo estridente para una chica a la que todos siempre describían como muy educada, y que el aroma que despedía no era perfume, sino alguna colonia bastante dulce, pero extrañamente agradable.
¿Qué era lo que no le cuadraba?
Dentro de su cabeza la melodía seguía sonando, insistente, y oscilaba al llegar a esa nota errada. El sonido le erizaba los vellos de la misma forma que un frenazo anunciando que un automovilista imprudente acababa de encontrarse con un obstáculo en el camino y que por suerte se había detenido a tiempo, dejando aquel horrible chirrido flotando en el aire y colándose en los oídos de los transeúntes. Algunos seguían de largo, incólumes. Él era el que se detenía en mitad de su camino a alguna parte para observar desde lejos.
Algo. Sencillamente algo lo incordiaba.
Apoltronado en el sofá, daba sorbos a su cerveza de vez en cuando pero no dejaba de mirarla. Todos estaban en lo suyo, por lo que pensó que nadie lo notaría. Su error fue incluirla a ella dentro del mismo grupo.
—¿Hay algo que necesite preguntarme, Yamato-san?
Se sobresaltó. ¿En qué momento se había acercado tanto? Se había distraído un segundo. Podía jurar que fue solo un segundo, un simple parpadeo, ¿o acaso el tiempo podía detenerse dentro de un parpadeo?
Al principio no supo qué decir. Nadie nunca lo había descubierto in fraganti en esa faceta psicópata suya, hasta ese momento completamente desconocida. No era esa clase de persona. ¿Qué sucedía con él?
—No, nada —contestó al cabo de unos segundos.
Hikari ladeó la cabeza ligeramente y se limitó a observarlo, haciéndolo sentir que lo estaba analizando. Él le mantuvo la mirada como si no tuviera nada que esconder. Ella finalizó el análisis, aparentemente satisfecha. Le lanzó las siguientes palabras con una sonrisa.
—Si cambia de parecer, estaré en la cocina.
Y así como había llegado, se marchó. Se dio la vuelta y enfiló hacia la puerta de la derecha.
Tan concentrado estaba en la pequeña Yagami que no notó que alguien se sentaba a su lado.
—¿Estás bien, Yamato?
Reconoció la voz de Koushiro sin mucha dificultad.
—Perfecto, ¿por? —replicó con aquel tono ligeramente indiferente al que sus amigos estaban acostumbrados.
—Ya sabes. Solo pareciera que estás ahorcando a esa pobre lata de cerveza.
Yamato observó lo que su amigo le decía. Era cierto. Aflojó el agarre.
—No me había dado cuenta —confesó con la cabeza baja.
De pronto la respuesta vino sola. Hikari era una contradicción en sí misma, una chica atrapada entre los calificativos de niña y mujer. Tan niña como podía parecer, se comportaba como una adulta. Lo trataba con respeto, pero no como a un superior. Eran sus ojos, su sonrisa… todo en ella lo hacía titubear. Su mirada audaz amenazaba con desnudarle el alma. Se salía de sus esquemas. Lo desconcertaba e intrigaba a partes iguales. Lo hacía sentir expuesto y por ello no parecía prudente seguir alimentando esa curiosidad. Algo le decía que el resultado podía ser desastroso, ni siquiera hacía falta enumerar los motivos.
Por esa vez Koushiro lo había salvado de cometer una locura. La próxima que Kami se apiadara de él, porque no creía que volviera a tener tanta suerte.
Notas finales:
*Kami es la palabra en japonés para aquellas entidades que son adoradas en el sintoísmo.
Siempre hay tiempo para un Yamakari, incluso uno tan extraño y con una premisa que he explorado tantas veces.
Gracias por leer :)
