Audrey aparcó el coche en su apartamento de pisos. Al fin era fin de semana y eso significaba no tener más clases hasta el lunes, además Vanessa, su mejor amiga, había organizado una mega fiesta donde podría encontrar las cuatro cosas que más les gustaba del mundo: drogas, sexo, alcohol y la mejor música del momento. Cuando iba a abrir su apartamento escuchó un estruendo en la puerta de al lado. Allí se encontraba su vecino, recogiendo los papeles que se le habían caído.

Audrey acercó a ayudarle. Entonces se extrañó al ver que los papeles que se hallaban desparramados por el suelo, no eran hojas de papel, sino pergaminos.

-Gracias -farfulló su vecino apartándose los rizos pelirrojos de delante de las gafas.

-De nada, Audrey McGraw -Le tendió la mano. Él después de unos segundos dubitativo se la estrechó.

-Percy Weasley.

-Valla, cuantos pergaminos. ¿Estudias historia? -Audrey le mostró su mejor sonrisa a la vez que se apartaba el pelo rubio.

-Esto... No -Se giró dando por acabada la conversación, tratando de abrir la puerta con los pergaminos en los brazos, obviamente no lo consigo y los pergaminos cayeron otra vez al suelo. Audrey no se dio por vencida.

-Una amiga va a celebrar una fiesta esta noche, ¿quieres venir?

-¿Siempre invitas a completos desconocidos a fiestas? -Le preguntó Percy mordazmente. Audrey a esta fase de la conversación normalmente habría mandado al chico a la mierda, pero algo le hizo contenerse.

-Solo a los que creo que son buenas personas, además, siempre te veo solo y me gustaría no sé... Conocerte mejor, ser amigos.

-No es buena idea... Créeme. -Al fin había abierto la puerta y entro en su casa sin siquiera decirle adiós o mirarle a la cara.

Audrey se quedó clavada allí mismo, era la primera vez que la dejaban plantada y no dejaría que volviese a repetirse. Por lo menos ya sabía el nombre del misterioso chico de al lado.