Era una noche oscura, sin luna ni estrellas. En La Madriguera se podía percibir mucha tensión y ansiedad contenida. Arthur paseaba por todas las habitaciones del hogar, Ron salía cada tanto al exterior a tomar un poco de aire mientras la embarazadísima de su esposa, Hermione, leía pacíficamente un libro junto a la ventana de la cocina. Harry y George evidenciaban tanto nerviosismo que les era imposible ocultarlo. Teddy mientras tanto, molestaba a Victoire con ahínco y la niña rompía a llorar una y otra vez. James correteaba frenético, Bill y Charlie conversaban en voz muy baja sobre dragones y Fleur estaba en la habitación que le había pertenecido a Ginny con Molly, trabajando como improvisadas comadronas.

- Ya no lo soporto más- exclamó Ron con sus cabellos todos revueltos- estoy muy impaciente, no entiendo por qué tardan tanto.

- Ya basta Ron- espetó Hermione por enésima vez sin levantar la vista de su libro abierto- cierra tu hermosa boca solo por un momento, si sigues así de molesto cuando nazca nuestro hijo juro que iré al hospital sin decirte nada y regresaré con el bebé en brazos.

- Tú no me harías eso.

La mujer, podrán imaginar, le dirigió tal mirada de enojo que el hombre guardó silencio de inmediato.

- Harry, dime ¿cómo te sientes?- le preguntó George casi en un susurro mientras movía su pierna como si estuviese pisando un insecto.

- Muy feliz- exhaló mientras le dirigía una mirada brillante. Harry no era padre primerizo pero estaba tan nervioso como si así lo fuera, además era la primera vez que Ginny daba a luz fuera del hospital. El parto los había tomado por sorpresa a todos mientras se encontraban de visita en el hogar de los abuelos Weasley.

De repente apareció en la sala una lechuza color café, bastante fea que llevaba en su patas un sobre dirigido a Harry.

- "El ministro de magia, Kingsley Shacklebolt, felicita al señor Potter por su inminente nueva paternidad y espera verlo mañana a primera hora en el Departamento de Aurores"- y el ave desapareció.

- Es molesto hasta en momentos como este- espetó Ron mientras se rascaba la barbilla.

- ¿Qué querrá?- preguntó Hermione por primera vez levantando la vista.

- No lo sé- respondió Harry algo perturbado cuando en ese instante Molly irrumpió en la sala, vistiendo una especie de delantal y un pañuelo blanco en su cabeza. Sus ojos derramaban lágrimas de felicidad y sus manos temblaban con locura.

- HARRY- gritó con todas sus fuerzas y corrió a abrazar a su yerno- te felicito mi niño.

El hombre volvió a respirar al igual que todos los presentes que al ver salir a la mujer toda emocionada temían que algo no hubiese salido como debía. Harry se sintió volar por un momento, recibió abrazos desde todos lados. Teddy besó su mejilla al igual que Victoire y el pequeño James que había llenado de baba el rostro de su progenitor. Bill y Charlie le dieron unas palmadas en su espalda. Ron, George y el señor Weasley le tendieron una mano tímidamente pero con firmeza y Hermione le arrojó un beso desde el sillón pues su estado avanzado de gestación la tenía casi siempre arrojada en él. Pero Harry quería ver a su esposa, a su querida Ginny y a su bebé, y cuando pudo desprenderse de toda la familia se encaminó veloz hacia el dormitorio con James en brazos. Cada paso que daba llevaba imágenes a su mente, su madre, su padre, su padrino, Remus, Voldemort, una luz verde, gritos, muerte, alegría, sonrisas, amigos, vida, familia, traición... Había tenido que vivir muchas cosas, había sobrevivido a mil peligros, había sido desdichado y ahora era tan feliz, que creía no merecer tal fortuna.

- Eres hermano James- exclamó un emocionado Harry a su hijo mayor.- Deberás cuidarlo de todo mal siempre.- Y besó su mejilla sonrosada.

Estaba a medio paso de la puerta cerrada, tomó la perilla con cautela y la giró con lentitud. Inspiró profundamente y empujó la puerta.

- Hola Haggy- espetó Fleur mientras dejaba una almohada a los pies de la cama de la madre y aprovechaba la llegada del dichoso padre para dejar a la joven pareja disfrutar de su nuevo hijo.

Una vez solos, Harry corrió a abrazar a Ginny quien al igual que él lloraba de emoción.

- Soy tan feliz Harry que la alegría desborda de mí- decía entre hipos ella.

- Yo también mi amor. Gracias- y besó sus labios con toda ternura.

La criatura dormía en brazos de la mujer. Era pequeño pero bien regordete, y una pelusita oscura cubría su cabeza.

- Es hermoso- dijo el padre con una gran sonrisa.- Mira James, él es tu hermano.- y acercó la carita del niño a la del recién nacido. Ambos tenían un increíble parecido, no podría dudarse jamás que los dos fuesen hijos de Harry Potter.

- ¿Quieres cargarlo?

- Claro, claro que quiero Ginny- exclamó en un murmullo al notar que el tono de su voz hasta el momento sobresaltaba al recién nacido y su esposa se lo arrimó al brazo desocupado.

- ¿Qué nombre le pondremos?- inquirió ella mientras observaba a su esposo e hijos embelesada.

- ¿Albus Severus?- preguntó Harry

Ginny dudó por unos instantes.

- ¿Crees correcto que deba cargar con semejante responsabilidad Harry?

Harry se encogió de hombros y frunció el ceño dubitativo.

- Creo que sería un orgullo portar los nombres de personas tan distintas entre ellas pero igual de buenas, honradas y valientes.

Ginny asintió con una sonrisa aunque por dentro todavía parecía dudar de la decisión de su esposo.

- Entonces que así sea. Albus Severus Potter.

-

La familia al completo permaneció aquella noche en La Madriguera y festejó por todo lo alto el nacimiento de otro heredero. Ya exhaustos todos fueron a dormir un poco en lo que quedaba de noche. Harry descansaba en una silla junto a la cama en donde dormían Ginny y Albus. James por su parte, dormitaba en su regazo.
Despertó muy temprano aquel día, muerto de sueño. Algo malhumorado y con un dolor terrible de espalda dejó a James junto a Ginny y se aproximó con cautela al recién nacido quien permanecía despierto sin llorar. Albus poseía una paz que nunca había notado en otra criatura de la misma edad. Lo tomó entre sus brazos y una sonrisa se dibujó en su rostro al ver el color de los ojos del infante, verdes esmeralda, abiertos de par en par, iguales a los suyos y a los de su madre, abuela de la criatura. Padre e hijo se miraban como si se conocieran de toda la vida y así permanecieron unos segundos.

- Tu destino no será como el mío Albus, siempre tendrás a tu padre a tu lado- y lo acunó hasta que finalmente volvió a entregarse al sueño. Harry besó la frente de su esposa e hijos y se encaminó a la chimenea para viajar al Ministerio de Magia. Tomó algo de polvos flú que había sobre una repisa. Ron ya estaba despierto y aguardaba sentado en la cocina con una taza de café frente a él y los ojos desorbitados.

- Ron- le susurró Harry pero el otro estaba lo bastante absorto en sus pensamientos como para prestarle la más mínima atención- ¡Ron!

- ¡Harry!- exclamó asustado- ¿Cómo estás?

- Bien, ¿cómo estás tú?

- Bien, eso creo... Herms va a dar a luz en cualquier momento y tengo miedo de quedarme dormido. Tuvo varias falsas alarmas a mitad de la noche y apenas he pegado un ojo.

- Tienes que descansar Ron.

- Sí, gracias Harry por el consejo- exclamó sarcástico y con el ceño fruncido- Hoy no iré al Ministerio, dile a Kingsley que estoy vomitando babosas...

Harry asintió entre risas y echó los polvos a la chimenea, se introdujo en ella y muy alto y claro espetó: "Ministerio de Magia" y desapareció. Se encontró en una especie de hall de entrada en donde tuvo que decir su nombre y mostrar su varita. Mediante un hechizo pudo comprobarse que él trabajaba allí y que no era ningún intruso.

- Puede pasar Señor Potter- dijo el viejo que se encargaba de inspeccionar.

Una vez dentro, con lo primero que se encontró fue con la fuente remodelada. No le gustaba verse a sí mismo retratado en una escultura. Lo avergonzaba. Tantas personas se merecían aquel reconocimiento aún más que él que se sentía incómodo en su presencia. Muchas veces le pidió al Ministerio que la quitaran de allí pero todo intento resultó ser vano. Shacklebolt estaba a escasos pasos suyos y pese a que mucha gente iba y venía lograba resaltar entre la multitud.

- Potter a mi despacho- dijo con su voz más grave.

Harry, quien no había tenido oportunidad de decir palabra alguna siguió al ministro expectante. El despacho de Kingsley era inmenso y estaba repleto de libros y objetos extraños de los más recónditos lugares.

- Toma asiento Harry, por favor.

El joven hombre obedeció al anciano. Aquella situación lo llevó otra vez a Hogwarts e instintivamente se tocó la cicatriz que hacia un tiempo no le dolía. El ministro estaba preocupado, se notaba en su rostro, sus ojos lo transmitían y Harry lo percibió casi al instante.

- ¿Qué ocurre Kingsley?

- Lo que voy a contarte muchacho no es algo fácil de decir. Es probable que no sea cierto pero aun así debo advertirte...

- ¿De qué habla?

- Trelawney...

- ¿Qué sucede con ella?

- Sabes bien que trabaja para nosotros, la vieja esta chiflada y por años no ha dicho nada coherente, delira y todo eso. Pero hace exactamente una semana ha dicho algo que nos ha preocupado mucho...

El corazón de Harry había comenzado a latir con fiereza. Sabía que cuando Trelawney hacía una profecía verdadera solo significaba más problemas, especialmente para él.

- ¿Qué dijo?

- Ella...

- ¡¿Qué dijo Shacklebolt?!- preguntó exasperado Harry golpeando la mesa.

- Mejor velo tú mismo.

El anciano tomó su varita e invocó un hechizo: "Desvelius Cripta" y una nube blanca se figuró sobre su escritorio y en ella una escena como si se tratase de la pantalla de un televisor. Harry aproximó su rostro y acomodó sus anteojos con impaciencia. Allí estaba la tan polémica ex- profesora Trelawney, sentada en un sillón tan estrafalario como ella, rodeada de unos cuantos brujos y hechiceras que oían incrédulos sus palabras. Su voz era grave, alta, no parecía provenir de la mujer diminuta que veía. Harry no había tenido que hacer ningún esfuerzo para comprender lo que decía.

- "Renacerá, el Señor de las Tinieblas renacerá, ayudado por el hijo del elegido, de aquel que lo ha vencido, se levantará más fuerte porque tendrá de su lado el poder de quien lo venció. La tercera batalla se aproxima... el renacerá..."

Al concluir su predicción la mujer sacudió la cabeza con vehemencia y observó tontamente a quienes la rodeaban. La nube sobre la mesa desapareció y Kingsley le dirigió una mirada furtiva a Harry quien todavía no caía en la cuenta de lo que había tenido que oír.

- ¿Qué opinas?- preguntó.

- Una estupidez- exclamó finalmente- Trelawney está loca Kingsley, tú lo sabes bien.

- Si fuera tú no diría lo mismo, recuerda que ha hecho dos predicciones acertadas antes de esta...

- Ya lo sé Kingsley no lo niego pero no puedo pensar en que sea cierto. El destino siempre pareció perseguirme, desde mi niñez tenía un objetivo preestablecido, una marca que aún conservo. Ya estoy harto ¿y ahora mi familia?

- Yo pediría que los tengas vigilados pues no queremos que en el futuro nos brinden una desagradable sorpresa.

- ¡BASTA!- gritó Harry con todas sus fuerzas. Estaba rojo como el cabello de su esposa, se había puesto de pie dispuesto a darle un golpe en el rostro al ministro pero se contuvo casi a tiempo y lentamente se encaminó hacia la puerta- Puedo permitir que se metan conmigo pero con mi familia jamás, estoy cansado Shacklebot. Uno de ellos acaba de nacer y el otro apenas tiene un año, sé muy bien como crío y voy a criar a mis hijos y te aseguró que nunca te brindarán una "sorpresa desagradable". Por otro lado quisiera volver a mi antiguo puesto, no quiero que mi familia sea analizada a través de una lupa como si portara un terrible mal- totalmente colérico cerró la puerta y se encaminó con paso firme hacía su despacho. Muchos lo saludaron en el camino pero no tenía ánimos de devolverles el saludo. Entró al cubículo, tomó todas sus cosas con ayuda de su varita y bajó en ascensor hacia su anterior lugar de trabajo, repleto de gente pero en un completo silencio espectral.

- Volviste Potter- exclamó inexpresivo un hombre alto y de cabello color arena que revisaba minuciosamente unos papeles mientras hacía levitar otros tantos a su lado.

- Sí, Wells y por favor no me hagas preguntas- Ocupó un asiento junto a él en la misma mesa.

- De acuerdo. Me enteré que has sido padre otra vez, felicidades.

- Gracias.

Harry permaneció dos horas allí las cuales le parecieron una eternidad y cuando finalmente pudo marcharse se sentía abrumado por lo que había tenido que ser testigo y feliz de volver a ver a su familia luego de aquella horrenda mañana en el Ministerio. Sin embargo unos deseos de caminar se apoderaron de él y pese a que el cielo se hallaba amenazante decidió arriesgarse a encontrarse de cara con la lluvia. Había dado unos cuantos pasos cuando algo lo hizo detener. Era un callejón oscuro y casi nadie transitaba por él a excepción suya y de un hombre delgado, extrañamente familiar que vagaba confuso sosteniéndose de las paredes en la vereda de enfrente. Harry siguió caminando. Todavía los negocios permanecían cerrados, desde aquella explosión que había dejado unos cuantos muertos muggles y había llevado a la prisión injustamente, a su padrino, ya nada había vuelto a ser lo que era.