¡Traje una nueva historia! Y esta vez se trata de mi pareja favorita en Fire Emblem Fates: Conquest. Los nombres que utilizaré son los de la versión japonesa, y la historia se desarrolla después de que la guerra con Hoshido se terminara, por lo que habrá unos cuantos spoilers de la ruta de Nohr.

EDIT: Estoy reescribiendo esta obra, por lo que es casi seguro que encuentres muchos errores gramaticales o de continuidad; lo sé, y créeme que tendrás los capítulos editados muy pronto. ¡Paciencia por favor!

Disclaimer: Fire Emblem no me pertenece, es propiedad de Intelligent Systems.


Dormida sobre su cómoda cama, gozando de la dulce sensación que le ofrecía el sueño, se encontraba la princesa Kamui. La expresión de felicidad que mostraba daba a entender que disfrutaba del momento, mismo que pronto se vio obstaculizado por algunos sonidos —que no alcanzó a distinguir—, y que hicieron que se despertará poco a poco.

Molesta y abrumada, abrió lentamente los ojos sólo para encontrarse con la oscuridad de su dormitorio, y su disgusto empeoró al ver que no había nada importante por lo que levantarse en ese preciso momento.

—Ah... —bostezó—. Todavía es temprano —una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro al creer que podía dormir más tiempo.

Cerró los ojos con la esperanza de volver a conciliar el sueño, cuando estuvo a punto de lograrlo se escucharon murmullos provenientes de afuera de la habitación.

—Oh, no —Kamui, con una gran velocidad, logró identificar a las dueñas de aquellas voces: Flora y Felicia—. Sé cómo resolver esto, sólo es cuestión de pensar en algo que... —demasiado tarde para planear estrategias, las dos sirvientas tocaron la puerta.

—¿Lady Kamui? —Llamó Flora—. ¿Ya ha despertado?

«De cualquier forma van a entrar», la de cabellos plateados no estaba del todo equivocada al pensar eso. En algunas ocasiones, Felicia y Flora pasaban a su cuarto sin siquiera consultárselo; o sí lo hacían y ella se los negaba, terminaban por ignorarla. A veces Joker también se les unía.

—Kamui, ¿estás ahí? —Grande fue sorpresa cuando se dio cuenta de que ambas mucamas aún esperaban que les cediera el paso—. ¿Hola?

—Si no abre vamos a tener que usar la segunda opción —advirtió la gemela mayor, dando fuertes golpes en la madera de roble.

No queriendo entretener a sus vasallas por más tiempo, sabiendo que de cualquier modo el resultado sería el mismo, consintió la petitoria, usando un tono de voz apropiado para disimilar ligeramente su enojo por la importunación. Tan pronto como accedió, la puerta se abrió permitiendo que las dos chicas entraran.

—Buenos días —saludó Felicia, alegre—. ¿Cómo amaneció?

—Algo cansada —suspiró antes de continuar—. Últimamente no he dormido muy bien gracias a las recientes escaramuzas, así que todavía sigo con sueño.

—Perdón por venir a molestarla tan temprano, princesa.

—Pierde cuidado, Felicia —dijo, fingiendo una enternecedora sonrisa que ocultara su abatimiento, pues éste tampoco significaba una cuestión tan alarmante—. Y bien, ¿qué ocurre? Hoy no pensaba ir a entrenar, no a esta hora.

—Desde ayer mi señor Marx ha querido hablar con usted sobre un asunto muy importante —respondió la de cabello azul.

—Ah, ¿sí? ¿Y por eso las mandó a interrumpir mi descanso? —Sus compañeras asintieron como respuesta, despreocupadas por su expresión de fastidio—. ¡¿Qué no pudo esperar a que fuera más tarde?!

—¿Olvida la parte de 'muy IMPORTANTE'? —Flora se aseguró de hacer énfasis en la última palabra.

Kamui volvió a recostarse y colocó una almohada en su cara que ahogó un puchero. Despedirse de su encantadora relación con la cama estaba fuera de sus preferencias. ¿Qué tan difícil era comprenderlo?

—¿Qué le decimos a Lord Marx? —Preguntó Felicia, tratando de ocultar una pequeña risa por la acción un poco infantil de su señora, misma que su hermana reprimió con una mirada reprobatoria.

—Que después voy con él. No puedo salir de mi habitación vistiendo sólo un camisón, ¿o sí?

—Esperemos que no se moleste —Flora abrió la puerta—. De cualquier forma, no vaya a tardarse mucho, mi señora.

—Nos vemos más tarde.

Cuando ambas criadas se marcharon, un reconfortante silencio ocupó el dormitorio, justo lo que le hacía falta a la dueña de éste para alentarse.

Realmente no era gran fanática a la idea de que le impidieran dormir, mucho menos ahora que se sentía merecedora de un descanso por poner punto final a los conflictos bélicos entre Hoshido y Nohr. Aunque los asuntos y problemas que tuviera el reino sí le interesaban, Marx también contaba con el apoyo incondicional de Camilla, Leon y Elise para resolver aquellas situaciones.

Pero como entendía que sus otros hermanos también presentaban dificultades, así como también entendía que no había tiempo para las protestas, una vez el sueño la abandonó por completo, se dispuso a vestirse y arreglarse para ir con su hermano mayor.

(...)

—Entonces, ¿vas a decirme? —La potente voz de Marx se escuchó por todo el lugar.

—Supongo que no tengo otra opción —fue la respuesta casi involuntaria que dio el menor.

—Te escucho.

Por un momento, Leon se arrepintió de haber continuado con esa conversación. Lo cierto era que prácticamente no se dio cuenta ni de cuando comenzaron a hablar del tema.

...

Minutos atrás él y su hermano se encontraban tratando asuntos sobre el reino, Leon se ofreció a ayudarle ya que Kamui simplemente no llegaba.

—Esa niña... —masculló Marx—. ¿Será que sigue dormida?

—Me parece lo más razonable. Para ella debe ser difícil levantarse a estas horas, ¿o no recuerdas lo que pasaba antes?

El muchacho asintió lentamente. —Bueno, como todos tiene sus virtudes y defectos.

—Es verdad. Mi hermana podrá ser muy amable, bondadosa, cariñosa, linda con todo el mundo, pero eso no quita que aún sea un poco... —se calló al notar que Marx lo miraba extrañado—. Eeh... ¿Hay alguna razón para observarme de esa forma?

—Tú nunca te has referido a ella con esas palabras.

—¿Y no es normal que ahora quiera hacerlo?

—Yo lo llamaría extraño.

—¿Por qué? A fin de cuentas es parte de mi familia. También puedo hablar así de Camilla o Elise.

—Leon —dijo severamente—, ¿hay algo que quieras contarme?

—No —negó con la cabeza.

—¿Seguro? —insistió.

—Completamente.

—¿Nada sobre Kamui?

—¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio? —respondió, poniéndose a la defensiva.

—Se convertirá en uno si no quieres decirme qué pasa.

—¿Qué pasa de qué exactamente?

—Con Kamui.

—¿Qué hay con ella?

—¿Te gusta?

Ante esa pregunta totalmente inesperada, Leon no supo qué decir, pero sus mejillas se pusieron rojas y hablaron por él.

—Lo supuse.

—Marx...

...

Y eso fue lo que lo había llevado a su situación actual. ¿Por qué tuvo que ser tan descuidado con sus palabras? Él no era así, nunca se equivocaba en lo que tenía que decir.

—Sigo esperando —indicó el otro rubio.

—Pues... Creo que estoy enamorado de Kamui —declaró, aun un poco sonrojado.

—¿Ahora hablas de amor?

—Tú me pediste que te contara, hermano.

—Sí, pero me imaginaba que sólo sería atracción física o inmenso cariño. El amor ya es algo completamente distinto.

—¿Te lo dije en vano? —Preguntó, enojado.

—No, no, para nada.

Leon cerró los ojos y suspiró pesadamente. —He querido confesárselo desde hace algún tiempo, pero no sé cómo. También me preocupa lo que vaya a pensar de mí.

—No entiendo la razón de eso.

—Crecimos como hermanos y ella me considera su familia a pesar de que no estemos relacionados por la sangre —su semblante cambió a uno serio—. Si estuvieras en su lugar, ¿te enamorarías de aquella persona a quien siempre trataste como tu pariente?

—Tú lo hiciste —no tardó en responder.

—¡Es distinto!

—Leon —le puso una mano en el hombro, intentando darle ánimos—, habla con Kamui y dile lo que sientes. Estoy seguro de que no reaccionará mal.

El menor pensó su respuesta por unos segundos. —No estoy seguro de que sea lo mejor —sonrió—. Pero creo que puedo hacer un intento.

Marx también sonrió, estaba feliz de que su hermano siguiera su consejo... O por lo menos lo consideraría.

(...)

Kamui ya estaba caminando hacia el despacho de Marx cuando encontró a su hermano menor saliendo de ahí.

—¡Hola, Leon!

—¿Eh? ¡Ah! Ho-hola, Kamui —correspondió al saludo, nervioso porque su hermana hubiera escuchado algo de lo que platicó con Marx—. N-no esperaba verte por aquí.

—Marx quería verme desde ayer, así que vine.

—Entiendo —fue cuestión de segundos para que recobrara la compostura.

"Habla con Kamui y dile lo que sientes".

Las palabras del mayor sonaron una y otra vez en su cabeza y finalmente decidió hacerle caso.

—Hermana, necesito decirte algo —esperó aprobación de su compañera para proseguir, misma que le fue otorgada en breves instantes—. Yo... —los nervios lo invadieron de repente, dudaba de si continuar o no—. Yo... ¡Quería saber si podemos entrenar un rato!

Y no lo logró, dijo algo totalmente diferente a lo que debía.

—Por supuesto. Pero tendrá que ser más tarde, Leon —contestó ella, sin prestar atención a su agitación.

—No hay problema.

—Bueno, tengo que irme. Adiós —Kamui entró al despacho, cerrando la puerta tras de sí.

El príncipe ni siquiera se sentía con la disposición suficiente para despedirse, había fracasado en el primer y, probablemente, último intento de lo que sería su confesión.


¡Nos leemos!