Scorpius Malfoy
Desde aquel momento supe que mi vida iba a cambiar.
Desde que vi su silueta en el interior de un vagón del Expresso de Hogwarts no pude dejar de pensar quien era la misteriosa desconocida que monopolizaba mi cabeza sin saberlo, ni siquiera sospecharlo.
Tan solo había visto con claridad, en una rendija de su compartimento, unos ojos azules como el mar, decididos y a la vez con una chispa divertida.
Esos ojos son los que estoy buscando, aquí y ahora, en cada chica que abarca mi vista... y mi vista es extensa.
Toda la larga fila de alumnos de primero esperando la ceremonia de seleccion, intranquilos.
Al entrar en el Gran Comedor, esperé.
¿A qué? A que, en cuanto el sombrero fuese disponiendo a los alumnos en sus diferentes clases, la larga cola de alumnos por seleccionar disminuyese, yo encontrara a la persona que estaba buscando.
Sin pensarlo, entretenido como estaba, me sorprendió escuchar mi nombre.
¿Cómo se me había podido olvidar? A mí también me iban a seleccionar.
Cuando el profesor Longbottom me puso el sombrero, deseé con todas mis fuerzas que me pusieran en la casa de la misteriosa desconocida.
- ¿Así que ella, eh? - escuché en mi cabeza. Aquella voz no era la mía.
- ¡GRYFFINDOR! - exclamó el Sombrero.
La mesa de mi nueva casa estalló en vítores y aplausos.
Pero los residentes de las casas restantes murmuraban entre ellos, desconfiados.
- ¿Gryffindor? ¿Un Malfoy en Gryffindor?
Yo enmudecí de la sorpresa. pero entonces volví a escuchar la voz del sombrero dentro de mi mente:
"¿Así que ella, eh?"
Entonces comprendí. Y me alegré de estar en Gryffindor, solo por una sencilla razón: el Sombrero había sabido mirar lo mas íntimo de mi corazón, había descubierto mi mayor deseo en ese momento, y lo había cumplido.
Centré mi atención en los alumnos de mi mesa, en busca de aquellos ojos, pero no estaban.
Casi sumido en la desesperación, giré la cabeza a tiempo de escuchar el nombre de la última alumna de la selección.
Y entonces la vi. Estaba allí, sentada debajo del sombrero seleccionador. Sus ojos... ella era. Mi mente se negaba a pensar en algo que no tuviera que ver con ella. Esbocé una media sonrisa.
Pero... ¿Cómo se llamaba?
- ¡SLYTHERIN! - anunció el sombrero
Rose. Eso era.
ROSE WEASLEY
Rose Weasley
¿A quién estará buscando?- me pregunté.
Sus ojos grises no dejan de moverse de un lado a otro con... ¿avidez?
Desde que me fijé en su sonrisa en el andén nueve y tres cuartos, no he dejado de seguirle con la mirada, ni he dejado de analizar lo que pisa.
- Despierta, Rose, es un Malfoy. Scorpius Malfoy - me digo a mí misma.
- Bueno, y que? Nada te impide observarlo - susurró en mi cabeza una vocecita. La verdad es que no, no me va a pasar nada por observarlo.
De repente fui consciente de que el siguiente en la ceremonia era él.
Cuando el Sombrero determinó su casa, casi se cae de la impresión, pero enseguida se recuperó, con una sonrisa en los labios.
¿Qué le pasa a este chico? no me pude evitar preguntar.
¡Le han puesto en Gryffindor y ni siquiera se ha enfadado!
Yo estaría echando humo... Quiero ser diferente de toda mi familia.
Estoy harta de ser "la hija de Hermione Granger y Ron Weasley". Quiero ser yo.
Y todo tiene que empezar siendo seleccionada en una casa diferente a Gryffindor... tengo que marcar la diferencia.
Ya no queda nadie más en la cola y el profesor Longbottom esta a punto de pronunciar mi nombre.
Dicho y hecho.
Cuando me siento en el taburete, noto que el pequeño Malfoy se gira y me dirige una mirada de... felicidad? ¿Me lo habré imaginado?
El Sombrero se quedó callado un buen rato.
Todo el Gran Comedor me miraba, expectante. Cerré los ojos con fuerza.
"Quiero ser diferente, quiero ser diferente", pensé con todas mis fuerzas.
El Sombrero rió en mi cabeza.
"Lo eres, pequeña Rose, lo eres. Me parece que hasta yo te he prejuzgado."
No entendí del todo sus palabras, pero no tuve mucho tiempo de pensar sobre ellas, pues lo siguiente que oí fue:
- ¡SLYTHERIN! -
La decisión del Sombrero me hizo sonreír.
Giré la cabeza y cual fue mi sorpresa al descubrir la mirada del misterioso Malfoy.
No era una mirada como las demás... era una mirada cargada de algo que no pude descifrar, pero que tras unos segundos dejó de denotar algún sentimiento... y se volvió de piedra.
Una mirada insensible.
Un escalofrío me recorrió la nuca sin saber muy bien por qué.
