SAGA DE HECHICERAS

Los personajes pertenecen a Masami Kurumada .El resto de personajes no pertenecientes a Saint Sella son creados por la autora.

Es mi primer fic por lo que espero que les agrade mínimamente. Agradeceré consejos y críticas constructivas.

1. La oscuridad

Estaban encerrados, rodeados por la oscuridad. La frialdad les llegaba a los huesos. Estaban castigados a pasar la eternidad con un alma que les creaba necesidades pero no podían satisfacer. Death Mask había tenido en muchas ocasiones esta pesadilla. El creía que jamás se haría realidad, que era un simple mal sueño. Pero en el fondo de su corazón, una voz le decía que sería su destino cuando muriera, de ahí que tuviera tanto miedo a la muerte. El que invocaba el Yomotzu a su antojo, tenía terror a aquello que constituía su principal poder, la muerte. Por ello cuando murió la primera vez a manos de Sirhyu, creyó que el infierno le abriría las puertas, pero solo fue el eterno sueño el que le estaba esperando dulcemente. Cuando Hades lo despertó para ir a buscar la cabeza de Atena, en lo que menos pensó fue en ese extraño sueño. Las leyes de Murphy siempre tan sabias, aquello en lo que siempre piensas que puede suceder, solo cuando lo olvides se hará una desgraciada realidad. Quien lo mandó despertar de su sueño, con lo tranquilo que estaba. El tuvo que abrir su bocota y decir sí. La culpa de todo la tenía el desgraciado de Shion, cuando Saga lo mató, solo quitó de en medio a un loco fanático de la Diosa que ahora se ocupaba de un invalido Seiya, olvidando al resto de sus caballeros que tan caro pagaron su lealtad. No entendía como la Diosa se había olvidado de ellos, eran sus dorados. En fin, otra vez comenzaba el loco discurso de Shion y Mu, que si seguirían siendo caballeros de Atena y no les importaba sufrir. La verdad es que pensándolo bien, el castigo no era la frialdad el hambre la oscuridad, las tenebrosas criaturas que los atacaban, lo peor de todo era la compañía, sobretodo la de esos locos fanáticos que lo habían convencido a hacer esa locura. Si no se callaban, se iba a aliar con esas oscuras criaturas para cerrarles el pico. Ahí una serie de cruentas ideas consolaron a MM sobre lo que les haría a esos dos.

Afrodita en cambio solo recordaba sus rosas, el sol poniéndose sobre su jardín mientras él, amoroso, cuidaba que todas estuvieran sanas. Merecía la pena entregar la vida para que un mundo así perdurara. Algo en el se había roto. El que se había creído el más bello y odiaba la piedad para con los débiles, empezó a cambiar de opinión. Daba gracias a los dioses por esa bendita oscuridad, ya que el mirarse a un espejo sería su destrucción, más aun el ser visto por el resto de sus compañeros. Los que antes le admiraban e incluso se debían cerrar la boca ante tanta belleza, ahora solo se la taparían para no vomitar. Con esta experiencia se estaba dando cuenta lo importante que era la amistad, la amabilidad, el ser querido por la belleza interior ya que, al fin y al cabo, era lo único que perduraba y quizás tenía sentido. Desnudo y solo como estaba, lo que lo sostenía era el roce de la mano de MM.. Se sentía como un niño desprotegido ante leones, el que siempre había despreciado a los débiles y se había sentido tan fuerte, estaba sintiendo en sus carnes todo lo que había hecho con sus víctimas. Las que había enamorado por diversión, las que había matado por deber y con placer por sentirlos inferiores considerando no merecían la vida, los que alguna vez le pidieron ayuda que fácilmente podría haber dado y la negó por considerar que estaba por encima de esas bestias humanas. Buen chiste hizo la vida, ahora la bestia humana era él.

Saga, Kamus y Shura se sentían mal pero al mismo tiempo sentían haber pagado la deuda que tenían con la diosa, mostrando que podían ser leales y dignos de ser dorados. Saga estaba feliz por dentro, había pagado los males del pasado de alguna forma sentía que había hecho las paces con su hermano Kanon. Pensaba que todo lo que hizo mal en su vida, a última hora lo hizo bien con su muerte. Kanon estaba a la par con Saga por una vez los gemelos estaban deacuerdo. Por primera vez, se sintieron hermanados en la misma causa sin rivalidades, sin intenciones sucias en mente.

Shura tuvo la oportunidad de pedir perdón a Aioria y cual fue su sorpresa al ver que pudo hacerlo en vivo y en directo con Aioros. No necesitaron más que una mirada para entenderse. Al fin y al cabo habían sido muy buenos amigos, cada uno comprendió las circunstancias del otro y Aioros no era rencoroso. Sin embargo Shura si lo era y jamás podría perdonarse el hecho de matar a ese ser tan noble. Sufría pensar que estaba encerrado con ellos, el se lo merecía el resto de los dorados no.

Camus no estaba feliz pero se sentía orgulloso de su alumno. Lo mejor que hizo en la vida fue educar a ese pequeño que le enseñó a su Maestro el camino correcto. Debido a ese camino se hallaba en esa situación, pero por salvar a su Diosa haría cualquier cosa.

Aioria pensaba en Marín y en lo que podrían haber sido. Se arrepintió no haberle confesado sus sentimientos. Pero al menos recuperó a su hermano, sentía que lo hubiera acompañado en esos momentos. Tenerlo cerca le daba fuerzas, las tinieblas los envolvía junto con extrañas criaturas. Nunca creyó que conocería el miedo pero esas criaturas se lo enseñaron. Aioros solo estaba preocupado de su hermano, sabía que aunque fuera fuerte necesitaba el cariño de la gente, en esa prisión solo podía recibir desprecio. Por eso no se separaba de el, lo protegería de todo aunque el precio fuera alto.

Milo se acordaba de la última mujer que tuvo en su cama. Era pelirroja, de gruesas trenzas y hermosos ojos verdes. El solo verla le había quitado el aliento, cosa difícil en el. No podía quejarse de su vida, sobretodo los últimos tiempos. Al menos había vivido lo suficiente para consolar esa eternidad en la que sufriría sin límite. También le consoló haber recuperado a su amigo Kamus y descubrir que no había sido un traidor como creía.

Mu siempre se había sentido huérfano desde que Shion murió, pero tenerle al lado en ese suplicio le daba fuerzas. Estaba acostumbrado a la soledad. Siempre se había espabilado solo y cuando llegó Kiki a su vida sintió recuperar esa sensación de vuelta al hogar. Eso le contrajo el corazón, no quería que Kiki viviera lo que el vivió. Ya no podía estar ahí para cuidarlo y protegerlo. Gruesas lágrimas corrían por sus ojos, lágrimas que el antiguo Patriarca retiraba. Shion estaba preocupado por su alumno, sabía que su preocupación no era soportar esos padecimientos sino el haber dejado a un huérfano Kiki. Por ello no cesaba de recitar esa frase que serían caballeros de Atena y los sufrimientos no tenían importancia. Con ello intentaba hacer ver que la vida de guerrero era dura incluso en muerte.

Donko pensaba en Sunrei y Sirhyu, esperaba que formaran una bella familia y disfrutaran aquello por lo que había dado la vida, salvar el mundo. Y si el caballero del Dragón moría al menos siempre estaría Sunrei para disfrutarlo. Lo que le fastidiaba era haber sacrificado su juventud, ya sabía que había vivido casi 3 siglos pero se los había pasado viendo como caía el agua en una cascada. Lo peor es que cuando recupera la juventud lo encierran, para eso que lo dejaran viejo. Hades le fastidió la vida obligándolo a vigilar el sello de su tumba y no contento con ello, también le fastidia la eternidad. Algún día arreglarían cuentas, el corazón le decía que aunque todo pareciera perdido alguien tomaría el relevo y seguiría luchando.

Aldebarán podía sufrirlo todo, frío, oscuridad, hielo, fuego, criaturas de los abismos pero con el estómago lleno. Era tal su hambre que le propino un mordisco al compañero de al lado, el cual soltó una retahíla de maldiciones en italiano y amenazó con enviarlo al infierno, a lo cual Alde se rio diciendo que ya no lo podría asustar más ya que era donde estaban. Pero había algo que nuestro noble amigo no soportaba, la soledad. Desde ese mordisco todos absolutamente todos se alejaron de él, incluso su fiel, paciente y estimadísimo Mu. Lo peor de todo era cuando le rugían las tripas, hasta las terroríficas criaturas abismales le huían. Eso pasó porque en un acto de desesperación, vio un par de ojos rojos que se le acercaban, vio una sonrisa adornada con afilados colmillos, sintió un aliento putrefacto y unas garras que se acercaban a el, se acercaban ya que no le dio tiempo de hacer nada más, ya que el torito, al rugir su barriga, la cogió del pescuezo y sin más la mordió. La criatura sintió el desgarre de su carne. Al tercer bocado salió de su asombro y reaccionó. Huyó como creyó no hacerlo nunca. Como podía ser que ella una de las criaturas de la noche más respetadas tuviera que huir en su propio mundo, las víctimas eran ellos, no ellas. Pero no le quedó más remedio si quería seguir entera. Desde entonces esas criaturas conocieron el miedo, los rugidos que provenían de un hambriento estómago que lloraba su vacío junto a los lamentos de un solitario corazón que latía dentro del torito pidiendo un poco de cariño. Pero a ver quien era el guapo que se le acercaba con el hambre que tenía.

Shaka aun se estaba reponiendo del asombro que le causó ver a Alde comer esa cosa, tenía que estar desesperado. Por su seguridad decidió quitarse de en medio. Aun no podía creer estar encerrado ahí. El que se había pasado una vida entera meditando para llegar al Nirvana, al fin y al cabo era casi un Dios y lo trataban como un vulgar humano de tres al cuarto. Su orgullo jamás superaría tal humillación. Aun así hubiera hecho esto mil veces por su Diosa a la cual amaba sin límites. Para el la diosa era la única digna de su amor, respetaba su sabiduría, su capacidad de sacrificio, su bondad, su pureza, su amor a la humanidad, en resumen su perfección. En ese sitio estaba aprendiendo la parte humana que había olvidado tener.

El pobre MM fue el que recibió el mordisco, esto le confirmó que lo peor era la compañía, no bastaba con dos fanáticos que ahora le tocaba aguantar a un caníbal, para que luego lo llamaran raro. La vida era muy injusta, sobretodo con él.