Mis manos acariciaban suavemente la lápida que indicaba que el hombre más importante de mi vida descansaba ahí, desde hacía 78 largos años. Todo había cambiado muchísimo desde entonces, y sabía que nunca volvería a sentirme tan llena como me llegué a sentirme antes. Era el precio a pagar a cambio de la inmortalidad.
Will Herondale.
Por mi cabeza únicamente pasaban decenas, cientos, miles de imágenes, todo a pesar de que mis ojos seguían fijos en los grabados de la lápida. Will acariciando mi rostro y besándome, Will, diciéndome al oído que me amaba, recitándome versos de Shakespeare, y líneas y líneas de Dickens. De nuestro libro favorito, Historia de dos ciudades, y sentado frente al fuego, leyéndole a James y Lucie cuentos infantiles, pero a mí también me encantaba escucharlo.
Will, Will, William.
Una ola de frío que llegó en cuanto mis dedos rozaron los grabados de la lápida me sacó de mis pensamientos al instante. Sentí cómo venía una ráfaga de viento, que aunque movió violentamente varios árboles, para mí fue muy suave, como una brisa de verano. Y, entonces, sentí que había alguien más conmigo.
Sabía que los fantasmas sí existían ya que fue mi propio esposo quien me lo dijo y me confesó que era capaz de verlos. De hecho, también me confesó que fue Jessamine quien lo ayudó y le dio ánimos para pedirme matrimonio, lo que en parte me llenó de felicidad al saber que ella no nos guardaba ningún rencor, pero también despertó amargos recuerdos en mí. Al recordar una vez más la inolvidable pedida de mano de Will, no pude evitar que las lágrimas acudieran a mis ojos. ¿Por qué tenía que deberles tantas cosas a personas que ya no iban a estar conmigo nunca más?
-Will. Will, ¿puedes oírme? Ojalá estuvieras aquí conmigo -susurré.
No hubo respuesta, solo más viento soplando contra mí, como queriendo echarme del lugar. Me estremecí y escuché atentamente, buscando alguna señal de que William estaba ahí, observándome. Entonces, las ráfagas de viento se transformaron en susurros que daban a entender un nombre.
"Tessa. Tess, Tess..."
-¿Will? Por el Ángel, dime que estás a mi lado -dije con voz llorosa. Al darme cuenta intenté reprimir el llanto inmediatamente. Súbitamente, el viento paró y, de nuevo, había una voz llamándome.
-¡Tessa!
-¡Will! -Me giré rápidamente esperando encontrarlo, pero en vez de verlo a él, vi un rostro que me era muy familiar.
-Lamento comunicarte que no, pero algo parecido sí que soy -una leve sonrisa torció sus labios, que conocía -o tal vez sería mejor decir que había conocido- a la perfección. Miré sus ojos, que ahora eran negro azabache, pero anteriormente habían sido plateados, y con su pelo había pasado lo mismo, aunque él había procurado mantener el mismo corte de pelo que siempre había enmarcado sus suaves facciones. Intenté apartar la vista para no parecer una tonta, pero aquello fue tarea imposible: sus ojos me habían hipnotizado. Mi mano derecha se dirigió automáticamente al colgante de jade que nunca me había quitado desde que llegó a mí.
-J...Jem -logré tartamudear. Él me miró, algo inseguro, y yo le devolvía la mirada, sorprendida. Su rostro ya no estaba cubierto de runas y ya no llevaba una capa blanco pergamino, sino unos vaqueros y una camiseta negra, como si fuera un chico completamente normal que iba a salir con sus amigos, un veinteañero más que había tenido siempre una vida como otra cualquiera.-. Ya no eres un hermano silencioso...
Él negó, y en el mismo intervalo de tiempo, sus ojos se llenaron de un brillo que había tardado muchos años en ver la luz del sol, tapados por la tristeza y la angustia de poder ver a tus seres queridos apenas un par de veces al año, y nunca en condiciones normales. Mis ojos se llenaron de lágrimas una vez más, pero no supe si por la alegría de ver a James completamente recuperado, o bien por la tristeza de saber que no era William.
-¿No te alegras? -preguntó algo asustado, pero sonrió de nuevo cuando me lancé a sus brazos, ahora fuertes y no tan delgados, para abrazarlo, y respondió a mi abrazo, levantándome un poco del suelo. Permanecimos así varios segundos, y luego, el único cambio fue que me dejó en el suelo para abrazarme más cómodamente. El abrazo duró cerca de dos minutos, y por la zona había un completo silencio, exceptuando el ruido de las hojas de los árboles al moverse por el viento que se había levantado. Este parecía haberse calmado un poco.
-Tessa -me susurró Jem al oído-. Te he echado tanto de menos... No podía esperar para verte.
Mis dedos rozaron sus suaves facciones, y sin darme cuenta, empecé a acariciar su rostro, gesto ante el que él sonrió dulcemente, mirándome a los ojos. Yo lo miré también, y antes de que me diera cuenta, nos habíamos fundido en un desesperado beso, que intentó prolongarse todo lo posible. Una vez acabó y nos separamos, vi que él se había ruborizado.
-L-lo siento -dijo, algo nervioso-. No debía haber hecho eso...
No pude evitar esbozar una sonrisa.
-James Carstairs... sigues exactamente igual que siempre.
