Aquí les traigo mi primera historia, si, se estarán diciendo en este momento, ¿Blanca Nieves? que infantil. Bueno, la verdad todo surgio porque cuando era chica (más de lo que soy ahora) mi abuela me regaló un gran libro de cuentos (podrán imaginarse cuan grande es para que aún le llame así), hace poco lo tomé para distraerme, pero me molesté mucho al terminár de leer el cuento de Blanca Nieves, ¿Porque al final ella se queda con el principe? digo, ni le conocia ni mucho menos, y además, ¿Donde quedó la mamá biologica de la niña? yo no me creo eso de que murio un año después de que naciera su hija, ¡Si la mujer tenía buena salud! además, ¿Hasta ahí llega la participacion del cazador? Si iba a salir solo una vez por lo menos que se hiciera notar, que fuera más apuesto, ¿No creen? Pues haciendo todas estas preguntas y conjeturas precipitadas fue como llegué a reescribir la historia a mi manera, espero sea de su agrado, y sin más que decir, les dejo con la historia.


Blanca Nieves

Capítulo 1: Me gusta tu sonrisa.

En cierta ocasión, a mitad del invierno, cuando los copos de nieve caían como plumas, estaba una reina cociendo mientras veía caer la nieve a través de una ventana que tenía un marco de negra caoba, y mientras estaba cosiendo y miraba la nieve, se pinchó un dedo con la aguja e inmediatamente cayó dormida durante 100 años hasta que llegó. . . ¡Esperen un momento! Ese cuento no es ¿Donde rayos dejé mi libro de cuentos? Muy bien, aqui esta. . . ahora sí, se pinchó el dedo con una aguja y cayeron tres gotas de sangre en la nieve, y como el rojo estaba tan hermoso en la nieve pensó:

"¡Ojalá tuviera yo una niña tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera del marco!"

Y fíjense que eso ya es pedir mucho, pero por la magia del cuento y un gran esfuerzo de producción al hacer los castings para "Blanca Nieves" la reina tuvo una hija tan blanca como la nieve, de labios tan rojos como la sangre y de cabellos tan negros como la caoba.

Al tratar de decidir el nombre de la niña, el rey y la reina tuvieron una pelea.

- La niña se llamará Blanca Nieves - afirmó el padre.

- ¡No! Se llamará Petronila – contradijo la madre con una sonrisa en el rostro.

- Ese nombre no es nada lindo.

- Así se llamaba mi tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-abuela - dijo la reina algo molesta por el comentario de su esposo.

- ¡Pero no se puede llamar así!

- ¿Por qué?

- Porque el cuento se llama: "Blanca Nieves" y no "Petronila" - le dijo el rey y después inquirió - ¿Qué acaso nunca leíste el titulo?

- Pues no lo necesito, ¡me ofrecieron el papel y acepte! Y nunca creí que mi molesto esposo participara en la obra también.

- ¡Pero esto no es una obra!

- ¿Entonces porque me dieron un guión? – preguntó agitando el libreto en el aire.

- ¡Esto no es actuación! ¡Y no llamaras Petronila a nuestra hija! – le arrebata el libreto – ¡vaya! Si es un libreto para la obra, ¿cuánto te pagan por esto?

- ¡A ti que te importa! ¿Y por qué no puedo llamarla así?

- Porque es un nombre feo - afirmó el rey.

- No sabía que pensabas así. . .

- Yo no sabía que tu pensabas así …

- ¡Quiero el divorcio!

Y el rey y la reina se divorciaron y la reina se fue a vivir a Hawaii y el rey obtuvo la custodia de la niña y le puso Blanca Nieves. . . un año después se volvió a casar, con una mujer tan bella, pero tan soberbia y orgullosa, que no podía aguantar que nadie la superara en belleza. Tenía un espejo mágico, y cuando se veía en él decía:

- Espejito, espejito, dime una cosa, ¿Quién es de estos contornos la más hermosa?

- ¿De verdad tengo que decirlo? – preguntó el espejo algo avergonzado.

- ¡Sí! O te golpeo con un martillo – le dijo la reina amenazándolo con el martillo en la mano.

- Tendrá siete años de mala suerte – le contestó el espejo muy confiado.

- Yo no me confiaría si fuera tu espejo tonto, ¡solo di lo que te pedí!

- Pero ese no es mi estilo.

- . . . – fulminando con la mirada a el espejo mágico.

- Ya va, ya va, no se enfade que le saldrán arrugas – carraspeando – Reina y señora, vos sois de estos contornos la más hermosa.

- Excelente – dije al tiempo que una sonrisa tan grande como la del gato de Cheshire aparecía en su rostro y se frotaba las manos.

- ¡Wow! – exclamó el espejo – ¿Cómo logra una sonrisa tan espeluznante como esa?

- ¡Calla espejo tonto! – gritó la reina al tiempo que le golpeaba con un zapato.

Y ella se sentía feliz pues sabía que el espejo le decía la verdad.

Blanca Nieves, sin embargo, creció y cada vez se volvía más hermosa, y cuando tenía 7 años lo era tanto, que ya participaba en las pasarelas de moda de la colección primavera – verano junto con las otras niñas de la compañía infantil de súper-modelos de la era medieval. Y por tanto era mucho más hermosa que la reina Monique; esta, un día preguntó:

- Espejito, espejito, dime una cosa, ¿Quién es de estos contornos la más hermosa?

- Hay pues vera, no me lo va a creer reinita, mejor sosténgase de lo que pueda porque esto la va a dejar IM-PAC-TA-DA – magnificó la palabra hasta hacerla de cuatro silabas.

- No me salgas con esas cosas de tu revista barata de chismes, ya sabes que es lo que quiero escuchar.

- Bien, bien, usted es tan anticuada con esto, ya sabe que los tiempos cambian, y ahora ya nadie habla así, ¿realmente quiere que le diga la verdad?

- ¡Quiero que lo hagas! ¡Ahora!

- De acuerdo – dijo con desencanto el espejo y carraspeo antes de agregar – La más bella erais, reina, vos hasta ahora. Mas ya Blancanieves es más hermosa.

- ¡Blanca Nieves! ¿¡Blanca Nieves has dicho!

- Exactamente, pero no se me ponga así que yo se lo advertí, ande reinita, ya le dije que le saldrán arrugas.

- ¡Cállate! – le gritó la reina que estaba verde de la envidia.

Desde ese momento, cada vez que veía a Blanca Nieves se ponía enferma de lo mucho que la odiaba y entonces tenía que guardar reposo y comer sopa de pollo hasta que mejoraba. Y la envidia y la soberbia crecían como mala hierba en su corazón cada vez más, de tal manera que no encontraba descanso ni de día ni de noche. Entonces hizo llamar al cazador.

- ¡Cazador! - se puso a gritar como loca hasta que recibió respuesta.

- ¿Porque tanto grito mujer? – preguntó un muchacho asomándose por la puerta.

- ¿Quién eres tú? Tú no eres el cazador. – dijo la reina algo extrañada.

- Pues es algo obvio que no, ¿verdad?

- ¿Y entonces quien eres, y donde está el cazador?

- Pues soy su hijo, hace unos días mi padre, el verdadero cazador, escuchó que en el bosque andaba una familia de lobos malvados, al parecer uno de ellos, el lobo feroz anda haciendo de las suyas, así que decidió ir y plantarse frente a la casa de la abuela de Caperucita Roja para esperarlo. Ya sabe usted que cerca de ahí hay muchos animales raros.

- Claaaro. . . ¡Y a mí que! ¿Ahora quien hará el trabajo sucio por mí?

- ¡Hola! – canturreo - Dije, soy el hijo del cazador. . . como su hijo puedo tomar su lugar y hacer su trabajo por él, de hecho por eso me mando aquí. Mi padre no quiso alejarse mucho del "hábitat del lobo"

- Bueno, el punto es que necesito tu ayuda, anda, se que puedes ayudarme con esto ¿verdad?

- Depende - dijo el joven y una mueca se dibujo en su rostro.

- Por favor – pidió la reina - solo tienes que llevarte a esa niña al bosque algo así como una cita, – hizo una pausa y luego agrego – tu eres joven cierto, y te interesan ese tipo de cosas. ¿O me equivoco?

- No, no lo hace, pero salir con una princesa no es algo a lo que aspira un chico como yo – contestó algo nervioso y con un leve rubor.

- No te preocupes, la princesa no es una persona a la que le interesen ese tipo de cosas. Además, eres muy apuesto y eso te da varios puntos – le guiñó el ojo y el hijo del cazador sintió como un escalofrío le recorría.

- De todas formas, ¿Qué gana usted con esto?

- Bueno, pues que durante tu cita la llevarás a lo más oscuro del bosque y ahí. . . – su voz se fue haciendo más grave conforme hablaba.

- ¡Eso si que no! – gritó ya fuera de sí.

- Ni siquiera has escuchado lo que tengo que decirte – le contestó la reina poniéndole cara de pocos amigos.

- ¿Bueno, pues que más podrían hacer dos adolescentes en lo más oscuro del bosque?

- Bueno, algo así como, no sé, asesinarla.

- ¡Oh! Claro, asesinarla – respondió tranquilo hasta que se dio cuenta que la reina hablaba en serio - ¿¡Asesinarla!

- Claro, y después podrás traerme sus pulmones y su hígado como prueba.

- ¡No voy a matar a una inocente niñita!

- ¡No es una inocente niñita! Por lo menos ya ha cumplido sus 15 años. Hizo una gran fiesta la semana pasada.

- ¿Y eso que tiene de importante? De todas formas, ¿Por qué la asesinaría?

- Porque le debes lealtad a tu reina y porque si no lo haces el que morirá será otra persona – le dijo amenazándole con una daga que ocultaba en un cajón.

- Igual y podemos conversarlo, - le contesto al ver su vida en peligro - dígame, ¿Dónde se encuentra la princesa?

- Muy bien, me alegra que hayas cambiado de parecer – sonrió.

El cazador, digo. . . el hijo del cazador, obedeció e hizo todo lo que decía la pequeña lista que le dio la reina Monique.

Primer paso, deshacerse de los guarda espaldas de la princesa. . .

Hecho.

Durmió a los guardaespaldas de Blanca Nieves con un somnífero tan potente que se quedaron tirados durmiendo durante semanas frente a la puerta; luego, intento entrar al lugar, pero como las montañas humanas estaban tiradas bloqueando la entrada y las ventanas estaban atrancadas no le quedó de otra que entrar por la chimenea.

Segundo paso, entrar a los aposentos de Blanca Nieves. . .

Hecho.

- Jo jo jo jo – dijo el joven cazador saliendo de la chimenea – Siempre quise hacer eso – pensó para sí con una sonrisa divertida.

- ¿Santa Claus? – pregunto una muchacha que posaba para cientos de pintores que había en la sala - ¿Ya es navidad? Llegó antes este año. ¡Pero hombre! Que has bajado mucho de peso, ¿estás a dieta?

- ¡No soy Santa! Y faltan seis meses para navidad.

- ¿Entonces quien eres tu querido? – preguntó acercándose mucho a él y tomándole las manos – Vaya que eres apuesto.

Y si que lo era. Alto, de piel blanca como aperlada, tenía unos ojos verde esmeralda con un brillo de intuición que los resaltaba, una hermosa y blanca sonrisa; un rostro de facciones bien definidas. Su cabello era castaño, no muy corto y en el lóbulo de su oreja izquierda un arete plateado.

Aparentaba unos diecisiete años.

- ¿Y entonces? – comienza a posar para los pintores junto con el joven cazador.

- ¿Qué quisiera saber? – posando con dificultad.

- ¡Sonríe! Si, así. . . bueno, en primer lugar ¿Qué haces aquí cariño?

- Pues, venia aquí para verla.

- ¿A quién? – preguntó Blanca Nieves sonriente.

- A verla, a usted, a ti. . . a verte a ti - pudo decir al fin sintiendo como la sangre se aglomeraba en sus mejillas.

- ¡Qué lindo! Te sonrojaste – rio divertida para después preguntar - ¿Y porque venir a verme?

- Si le incomoda mi presencia puedo re. . . – fue interrumpido antes de terminar la frase.

- ¡No! Quiero decir, no te vayas, no aún. Ya basta chicos – le hizo una seña a los artistas para que se retiraran – Es solo que. . . no me has dicho tu nombre – se excusó la joven princesa.

- Eso se arregla fácilmente – hace una reverencia – mi nombre es Richard. Y ahora que sabe quien soy me gustaría hacerle una pregunta.

- Anda, con confianza, pregunta.

- ¿Está libre esta tarde?

- Claro que no. Pero por ti puedo hacer una excepción – voltea a ver a un hombre flacuchento con una carpeta – ¡Redmond! Cancela mis citas de esta tarde y suspende mi presentación en el desfile del palacio del reino vecino, también avisa a las cortesanas que no podré asistir a la fiesta de té.

- ¡Pero señorita! - objetó el mencionado Redmond.

- ¿Nos vamos? – le ofrece el brazo.

- Andando – le toma del brazo y se va caminando alegremente.

Tercer paso, llevar a Blanca Nieves a un sitio donde no haya testigos. . .

Hecho.

- Dijiste que iríamos a comer – se quejó Blanca Nieves con el joven de verdes ojos.

- Eso es lo que haremos.

- ¡Pero estamos a mitad del bosque! ¡Y no hay lindos restaurantes con guapos meseros aquí! – dijo haciendo pucheros y cruzándose de brazos.

- Estamos en el bosque porque haremos un día de campo, anda, siéntate – la convidó Richard.

- Aquí no hay sillas por si no lo has notado.

Richard solo dio un gran suspiro, se sentó en el suelo cruzando las piernas y palmeó el lugar a un lado suyo invitando a Blanca Nieves a sentarse junto a él.

- No me voy a sentar en el suelo, ¡soy una princesa!

- Si, y yo un simple cazador, pero no ando por ahí gritándolo a los cuatro vientos ¿Verdad?

- . . . – la pelinegra le dirigió una mirada asesina al joven y se cruzó de brazos.

- De acuerdo, ¿Qué propone su majestad?

- Bueno. . . – va y se sienta sobre Richard.

- ¿¡Pero qué. . .! – suspiro hondo y luego continuo – no importa, dime, ¿Quisieras tarta de frutas?

Blanca Nieves aceptó gustosa la invitación de su nuevo amigo, después de todo, el chico era verdaderamente apuesto y la tarta de frutas era uno de sus postres preferidos. Acercó la tarta y la puso sobre sus piernas, pero cuál fue su sorpresa cuando vio que Richard había sacado su cuchillo de monte y lo tenía mucho muy cerca de ella.

- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! – Blanca Nieves se asustó tanto que dio un gran grito y luego le estrello la tarta de frutas en la cara a Richard.

- ¿¡Porque hiciste eso!

- ¡Querías asesinarme! – grito histéricamente.

- No. Quería cortar la tarta, eso era todo.

- ¡Oh! No lo sabía.

- Me di cuenta – exclamó Richard algo molesto.

- Déjame limpiarte – saca un pañuelo y le limpia el rostro, Richard estaba tan sonrojado por la cercanía con la princesa que pensó que debía distraer la atención hablando de cualquier otra cosa, pero lo unico que pudo decir fue.

- Gracias, lindo pañuelo.

- Si, es de colección, me lo obsequiaron en las pasarelas.

- Entonces creo que debería. . .

- No – interrumpió al ojiverde antes de que pudiera terminar – tengo cinco de esos, puedes quedártelo, además, ya lo ensuciaste.

Él le dirigió una fulminante mirada.

- Mejor nos regresamos al Palacio.

- ¡No! – exclamó, mejor dicho, grito el castaño.

- ¿Por qué? – inquirió la hermosa princesa.

- Porque. . porque. . . – el joven se debatía entre decirle o no la verdad.

- Anda, cuéntame – lo instó a que hablara.

- Pues porque tú. . túyadeberíasestarmuerta – soltó de una vez.

- ¿¡Que cosa! – dijo Blanca Nieves sintiendo que le daría un ataque de pánico justo en ese momento.

Richard decidió contarle a Blanca Nieves lo que le había encargado su madrastra, de cómo la odiaba y de cuanto deseaba deshacerse de ella por lo hermosa que era. Realmente no sabía porque le contaba todo eso, tal vez había sentido lástima por la chiquilla o su hermosura lo había cautivado.

- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! – Blanca Nieves se asustó tanto que dio un gran grito y luego le estrello la tarta de frutas rojas en la cara a Richard.

- ¿¡Porque hiciste eso!

- ¡Querías asesinarme! – grito histéricamente.

- No. Te equivocas, yo nunca, en ningún momento pensé en hacer algo como eso. - de pronto el cazador se dio cuenta de algo - Siento que estoy viviendo esto otra vez.

- ¡Y eso que! ¿Porque ayudaste a mi madrastra?

- ¡Porque lo decía el libreto! Además que me amenazó de muerte – susurró.

- ¡A la porra con el libreto! – grito enfadada y repentinamente su actitud cambió a estar realmente nerviosa – ¿Ahora como escapo de la loca mujer que me persigue?

- Yo ya había pensado en eso, tengo unos amigos que pueden ocultarte por un tiempo.

- ¿En serio? Eso es tan lindo de tu parte.

- Aún no me lo agradezcas, seguro y te arrepentirás en cuanto los conozcas.

- No lo creo, tu eres muy agradable, y si son amigos tuyos también deben serlo – le dedicó una sonrisa a su nuevo amigo.

- Si esto. . . ¡mira! Aquí tengo un mapa, si lo sigues al pie de la letra no tardaras mucho en llegar a la casa de mis amigos – le entrega una hoja de papel algo maltratada y doblada.

- ¿Y mientras tanto tú que harás?

- Bueno, en primer lugar iré a la carnicería a comprar hígado de res, - dijo recordando lo que le había pedido la reina y haciendo una mueca - y después trataré de que la reina no descubra que sigues con vida. Con suerte no nos descubrirá tan pronto y me dará tiempo de escapar del palacio.

- Arriesgas mucho por mí ¿Por qué lo haces?

- Porque me gusta mucho tu sonrisa, y no me gustaría no volver a verla más.

- Gracias por todo – se acerca a él y le besa en la mejilla, provocando el sonrojo del joven. Después de esto, se aleja caminando por el bosque – ¡Adiós!

- No sé como fui a toparme con una chica así - comentó Richard una vez que Blanca Nieves hubo desaparecido entre los árboles.

Cuarto paso, deshacerse de la princesita. . .

Fallido.