Disclaimers: Los personajes son propiedad intelectual de J.K. Rowling y son utilizados sin intención de lucro.

Advertencia: La historia contiene temas de adultos como vocabulario explicito, problemas psicológicos, escenas de sexo un poco explicito.

¡Hola! Bueno, tenía ganas de hacer una historia así, aclaro que los personajes no mantienen su esencia original de Harry Potter, será una historia un poco inestable a causa de los personajes, no sé que tan aceptadas/criticadas son las historias así en el fandom, sólo pido que si tienes una opinión discrepante con los temas que se manejarán a lo largo de la historia, la dirijas con respeto. Muchas gracias.


El hombre observó por el espejo a la chica que iba en la parte trasera, tenía los ojos cerrados, con los audífonos colocados, no movía los labios como siempre lo hacía, pero no la culpaba, había estado teniendo un mal momento, que para su gusto, se había estado haciendo cada vez más grande. Pero no podía decirle nada, nunca había pasado una situación como la que estaba pasando.

—Puedes dejar de verme en el momento que quieras –musitó un poco enfadada.

—No sabía que notaras que te estaba observando –se defendió.

—Papá –se burló y abrió los ojos para verlo directamente –ha sido un verdadero golpe de suerte que no nos accidentáramos, estás tan distraído, que incluso con los ojos cerrados y con mis audífonos lo noté.

—Estoy preocupado por ti, Ginevra, eso es todo.

—No deberías preocuparte por mí, estoy más que bien, en serio.

—Hace ya un mes, querida.

—Papá, sólo quiero que me dejes en paz, si es mucho pedirte, sólo dímelo.

—Es mucho lo que pides ¿quieres que deje de preocuparme por ti?

—Sí, eso mismo quiero, antes no estabas sobre mí como una molestia, me dabas mi espacio, confiabas en mí –se detuvo y negó –es eso, has dejado de confiar en mí ¿no?

—No, no he dejado de hacerlo.

—Pues es muy raro –se quitó el cinturón de seguridad –porque antes podía ir y regresar de la escuela sin necesidad de que fueras por mí.

—Antes las cosas eran diferentes –observó al frente –iré por algo de beber ¿quieres algo?

—Que me dejes en paz, y dejes de tratarme como si tuviese cinco años –se cruzó de brazos.

—De acuerdo.

La pelirroja observó a través de la ventana del automóvil, su padre jamás había sido tan insoportable, por el contrario, todo el mundo los veía como una buena familia, pobre, pero unida y toda esa clase de idioteces, lo cierto es que no lo eran, no eran mejores que los demás, ni en el tema de unión familiar, su madre quería más al mejor amigo de su hijo, que a su propio hijo. Eso era enfermo, hablaba de tres de sus hijos generalizando a toda la familia, cuando en realidad eran siete malditos hijos. No tres.

El hombre volvió al automóvil unos minutos después, le pasó una botella de agua fría, no agradeció, sólo la tomó y volvió a colocarse el maldito cinturón.

—Tu profesor me ha dicho que has bajado tu rendimiento.

—Sí, es muy pronto para saberlo, volví hace dos días ¿no?

—Siempre hacías tus deberes.

—Sí, lo sé, yo los hacía, no es como si tú los hicieras por mí, o si quiera los revisaras después del trabajo.

—Deja de comportarte como Ronald –pidió el hombre.

— ¿Comportarme como él? ¿Acaso sabes cómo se comporta mi hermano? –se burló.

—Ginevra –esta vez usó un tono más severo.

—Mi hermano es un patético estudiante, papá, lo único bueno que ha hecho en su vida ha sido ser amigo de Potter, e incluso la chica le prefiere al mejor amigo ¿quién no? Incluso nuestra madre prefiere a Potter.

—Eso no es cierto –gruñó el hombre.

—Sí, es un poco tierno que intentes defender a esa mujer –abrió la botella y bebió para mantener alejada la charla y la llamada de atención.

—No la bebas de un solo trago.

—No pensaba hacerlo –contestó.

Llegaron a casa en silencio, después de un rato de malas contestaciones, Arthur Weasley dejó de intentar tener una conversación normal con su hija menor. Le había dicho a su mujer que dejaran de insistir por tener una hija y no tener más después de Percy, pero su mujer era una necia, nadie podía ganarle en nada, y su hija había heredado más de la testaruda madre que del tranquilo y torpe padre.

Ginevra subió hasta su habitación color rosa, ni siquiera un rosa decente, sino un rosa chillón, odiaba su casa, quería demoler las paredes de una maldita vez, quería dejar de estar viviendo con sus padres y sus hermanos.

Aventó todo lo referente a la escuela al suelo, se quitó el insoportable uniforme y se vistió con ropa casual, se sentó sobre la cama con unas asquerosas ropas de cama color rosa, sujetó su estúpido e inservible diario y comenzó a hojear, la letra era completamente asquerosa, no podía mejorarla, siempre intentaba escribir normal, pero terminaba por hacer letra irregular, intercalando mayúsculas en mitad de las palabras, o ignorando las mayúsculas al inicio de las oraciones, o después de los puntos. Ya no le importaba nada, él sólo le pedía que escribiera, con o sin importar la redacción, además, algo dentro de ella, seguramente odiaba complicar su trabajo, si no ponía comas, puntos, mayúsculas, y todo eso, un texto desvirtúa completamente su significado, pero si él era tan bueno como siempre presumían, entendería las cosas, así le tomaran más de doce semanas.

La puerta de su habitación se abrió de la nada, haciéndola voltear, su madre entró con una cesta de ropa, era lo único bueno de vivir ahí, su madre hacía lo que se supone una madre haría, mientras ella y sus hermanos se encargaban de hacer idioteces.

—Tu padre me ha dicho que te comportaste como una tonta en el trayecto.

— ¿Qué puedo decir? Me encanta comportarme como una tonta ¿no? –Se burló –iré con esto –señaló el diario.

—No quiero que lo pongas como excusas para hacer tonterías ¿te queda claro?

— ¿Cuándo he hecho tonterías? –sonrió.

—Algo tendrían que tener en común tú y esa chica ¿no?

—Bravo, te habías tardado, así que esa es la razón por la cual mi padre va por mí al colegio ¿no? Eres increíble, deberías adoptarte a los hijos perfectos.

—Tú solías serlo –contestó su madre.

—Solía, no me interesa más, hay cosas más importantes en la vida.

— ¿Cómo qué? –Se burló su madre.

—No lo sé ¿cómo vivir? –se encogió de hombros.

—Te dañaste el cerebro, eso debió ser.

—Deberías ir a besarle los pies a Potter, preguntarle si ya comió, si de casualidad no quiere adoptarte como madre, y darte dinero –sonrió.

Observó a su hermano y a sus amigos sentados en la sala, no dijo nada, pero no desvió la mirada cuando Ron la observó directamente, hacía un mes solían llevarse bien, solían disfrutar engañar a las personas fingiendo ser la familia que todos pensaban que eran, pero ya no más, al menos ella ya no estaba dispuesta a nada.

Entró a la bonita instalación, se sentó en una de las sillas de la sala de espera, había llegado quince minutos antes de su cita, subió los pies y comenzó a escribir en el diario, no le importaba que la secretaria le hubiese dicho miles de veces que bajara los pies, la ignoró.

—Siempre pensé que eras diestra –se burlaron junto a ella.

—Me gusta escribir con ambas manos ¿tiene algo de malo?

—Cuando escribes tan mal con una, sí –le sonrió.

—No me importa, y si eres tan bueno como presumes, a ti tampoco.

—Cierto, es el precio de ser bueno, pasa, Ginevra.

—Yupi –sonrió sin ánimo y observó a la secretaria.

—Ella es la última –informó la mujer.

—Bien, puedes retirarte o esperar a que termine la consulta, como quieras.

—Creo que me iré –observó a Ginevra –nos veremos por la mañana.

Ginevra le sonrió de lado y pasó al consultorio cuando comenzó a tomar las cosas para irse, el hombre cerró la puerta detrás de él y avanzó hasta su silla, situada al otro lado, le quitó el diario y lo colocó frente a él.

—Te ves bastante tranquila –abrió el diario.

—Fue un día tranquilo –se burló y observó alrededor sin prestarle atención.

—Algo me dice que no quieres que te dé de alta ¿es sólo mi imaginación?

—Estoy condenada a doce semanas, avance o no, terminaré con esto –sonrió.

—Así que no planeas cooperar –ella sonrió y lo observó.

—No creo que se pueda cooperar más de lo que ya hice ¿no es así?

—Sabes que no me refiero a eso –se recargó en la silla y dirigió su vista a las anotaciones del día.

—Así que tus padres siguen siendo tus niñeras –pasó a otra hoja –tu maestro de literatura quiere que leas el libro favorito de…

—No dirás su nombre, quedamos en eso –lo interrumpió.

— ¿Por qué era su libro favorito? –quitó la vista del diario.

—Tienes que bromear –sonrió –es un monstruo ¿a quién no le gustan los monstruos?

—Sólo porque es un monstruo era su favorito.

—Le gustaban los monstruos –se encogió de hombros sin darle importancia.

—Pero ese libro en particular ¿por qué?

—Porque Mary Shelley es inglesa –se burló –ella amaba todo lo inglés –lo observó.

—Tu padre me dijo que todos creían que estaban enamoradas.

Ginevra sonrió divertida y lo observó, él tenía la vista en ella, con expresión relajada, como si realmente no le importara un rábano ella o la razón.

—Tengo la ligera sospecha que te importa una mierda todo esto –él sonrió.

—Soy tu doctor –le recordó –me importa.

—Eres mi doctor –se repitió a sí misma con una nota divertida –supongo que lo eres ¿o no? –soltó una risita que lo hizo sonreír también.

— ¿Qué somos si no?

—Eres el adulto aquí, eso mismo quiero que me digas ¿Qué somos si no?

Paciente/doctor –afirmó.

—Es una pena –hizo una mueca triste –creí que éramos amigos.

—No podemos ser amigos, te estoy tratando, Ginevra, aunque te escuche y te aconseje, no somos amigos, soy tu doctor.

—Cierto –se recostó de lado en el diván y se recargó en el dorso de su mano –que deje estar entre mis piernas tampoco significa que follamos –se dejó caer y sonrió divertida –tampoco es muy ético, digo, imagino que una amistad es prohibida, el sexo entre paciente/doctor es algo más prohibido ¿te pueden quitar tu título o algo por eso, no?

—Pueden hacerlo –sonrió divertido –pero quiero que me digas la razón por la que Frankenstein o el moderno Prometeo, era su libro favorito.

—Nunca me lo dijo –se encogió de hombros.

—Te lo diré, Mary Shelley se inspiró para crear esa historia en un viaje a Ginebra.

— ¿En serio? –él sonrió, la pregunta fue por sorpresa.

—En serio.

—Siempre pensé que era por morbo ¿quién lo diría? –Negó –por eso piensas que estábamos enamoradas ¿no? Creí que lo que pasa entre nosotros al final de las sesiones te dejan muy en claro que me gustan los hombres –se burló de él.

—El sexo es tu recompensa cuando te comportas y avanzas en tu recuperación, tu padre piensa que…

—Creí que no podías decirme eso –lo señaló.

—No debería, pero aquí parece que avanzas, pero en tu casa retrocedes al inicio, Ginevra.

—No me interesa comportarme como si fuera una idiota, que no ve lo que pasa en casa, eso es todo.

—Tu padre está realmente preocupado por ti.

— ¿Y mi madre? Ella no ¿cierto?

—No vas a retroceder sólo porque tu madre…

—No me importa mi madre y se le importo o no, lo que me importa es que…

— ¿Qué? –La observó –siempre das la vuelta, nunca me dices cómo te sientes respecto a lo que le ocurrió.

—Porque es mi asunto, no el tuyo.

—Sólo quiero ayudarte, Ginevra.

— ¡Claro que no! –exclamó enfadada y se puso de pie –si quisieras ayudarme en verdad, nunca te habrías acostado conmigo.

—Bueno, eres atractiva –admitió.

—Sí, y eres mayor por quince años –se encogió de hombros –dime ¿te acuestas con todas tus pacientes sólo porque son atractivas?

—Claro que no, he tenido pacientes incluso más atractivas que tú.

—Explícame como te hace sentir eso –él sonrió.

—Quieres cambiar el papel –argumentó.

—Crees que puedes analizarme por esto, pero no, no puedes, la psicología es idiota, generaliza, y nadie es igual, todos somos diferentes, Tom.


Espero que les gustara el primer capítulo.