Bueh, aquí estoy, con mi primer fic y espero que no sea el último...^^ Espero que os guste y os parezca entretenido; sé que tengo mucho que aprender aún, por eso mismo agradecería cualquier consejo para mejorar. :3 Antes de nada, avisar de que esta historia tiene lugar en un lindo pueblecito perdido en Dios sabe dónde, de aquellos que existían antiguamente, en tiempos en los que las mujeres llevaban largos vestidos y en los que los habitantes del pueblo vivían de los cultivos y la ganadería.

Y en fin, espero que disfrutéis leyendo este fic y no os parezca aburrido. xP


Disclaimer: Shugo Chara no me pertenece; pertenece a PEACH-PITT, si me perteneciera, a Tadagay le habría atropellado un camión hace mucho tiempo. (?) x'D

Sin embargo, toda la historia en sí es totalmente sacada de mi imaginación.


El amor siempre llega... Cuando menos te lo esperas.

~Capítulo I~

Me desperté debido a los rayos matutinos del Sol que ingresaban con fuerza en mi habitación a través del cristal de mi balcón. Me incorporé en mi cama, algo adormilada aún, esperando a que mis pupilas se acostumbrasen a tanta luz. Era bastante temprano y no tenía mucho que hacer. Me miré en el espejo de mi dormitorio: Tenía el cabello bastante alborotado y enredado, y mi cara de recién levantada daba miedo. Probablemente, si fuesen a rodar una película de terror, me darían el papel de niña del exorcista o algo por el estilo. Caminé rumbo al baño, aún algo zombie, dispuesta a refrescarme un poco la cara con agua bien fresca. No, mejor me daría una buena ducha, sí.

Ingresé en el baño y, tras desvestirme, entré en la ducha y abrí el grifo, regulando la temperatura del agua para que saliese tibia. Después de enjabonarme, me aclaré bien con agua, retirando el champú de mi cabello y el gel de mi cuerpo. Sin salir de la ducha, agarré una toalla que anteriormente había colocado cercana a mí y comencé a secarme, para posteriormente salir del baño envuelta en la misma toalla y entrar en mi habitación. Me coloqué un vestido de diferentes tonos azulados y de mangas cortas, pues era verano y lo mejor era llevar ropa que no diese calor, y me dispuse a alisar mi largo cabello rosado y secarlo. Una vez hube terminado el trabajo, me coloqué una horquilla en forma de cruz a un lado de mi cabeza y volví a mirarme en el espejo. Ahora sí era aquella chica de 17 años, poseedora de unos largos cabellos rosados, piel blanca, expresivos ojos de un vivo color ámbar, labios de fresa y mejillas sonrojadas. Ahora sí era la auténtica Amu Hinamori.

Sonreí y salí a un trote ligero de mi cuarto, bajando las escaleras velozmente y llegando hasta la cocina, donde se encontraba mi mamá preparando el desayuno.

—Buenos días, mamá. — Saludé, con inexpresividad en mi voz, viendo que ella estaba totalmente concentrada en el desayuno.

—Oh, buenos días, Amu-chan, no te había visto. — Dijo ella algo asombrada al verme. —¿A qué se debe este madrugón por tu parte? — me inquirió ella con curiosidad.

—A nada en realidad, simplemente me desperté más temprano de lo normal. ¿Este es mi desayuno? — Le respondí, a la vez que señalaba con mi dedo índice el plato que acababa de dejar mi mamá sobre la mesa. Mi mamá asintió, por lo que me senté en la silla y comencé a comer. Eran un par de tostadas y un vaso de leche calentita, recién ordeñada. Mientras desayunaba, observaba cómo mi mamá hacía el desayuno de papá, el cual estaba vistiéndose para trabajar, y el desayuno de Ami, mi hermanita, que aún dormía.

—¿Necesitas que te haga algún recado? — Le inquirí a mi mamá, esperando así poder entretenerme un poco y que la mañana se me pase más rápido.

—Lo cierto es que sí, necesito que vayas al pueblo a comprar varias cosas.— Me respondió, mientras me decía qué es lo que tenía que comprar. Bien, eran verduras, fruta y pan. Esperaba que no se me olvidase.

Una vez me terminé las dos tostadas y me bebí la leche me levanté de la mesa y llevé el plato y el vaso al fregadero para que mi mamá pudiese fregarlos. Cogí una cesta en la que poder traer los recados y salí por la puerta.

Caminé observándolo todo, como siempre hacía. Pocas veces me levantaba tan temprano, por eso no solía ver cómo era la vida en el pueblo a primera hora de la mañana. Todos se mantenían muy entretenidos con sus tareas diarias, como cuidar al ganado, realizar las tareas domésticas, entre muchas otras cosas. Apenas y se veía a algún niño juguetear por las calles.

Una vez llegué al mercado, le eché un vistazo a todos los productos que vendían. Una vez realicé todas las compras, decidí dar un largo paseo por los inmensos campos que rodeaban el pueblo. Si había algo que me encantaba del pueblo eran sus enormes campos de cultivo de trigo, en los que podía perderme con facilidad debido a la altura de las plantas. Siempre solía ir a allí a pensar y a relajarme. Sonreí y me adentré entre el trigo, inhalando el aroma a trigo y a cultivo que poseía el lugar. Era tan relajante…

Me eché en el suelo, con los brazos en cruz, observando el cielo azul, aún con ciertos matices anaranjados debido a lo temprano que era. Tras un largo tiempo en esa posición, decidí que era hora de volver a casa. Mamá se preocuparía al ver que tardaba tanto. Caminé con tranquilidad, separando las plantas de trigo para poder pasar y así salir de aquel inmenso campo. Una vez encontré la salida, sacudí mi vestido y retiré los posibles restos de hierba o trigo que se hubiesen quedado atrapados en éstos.

Llegué de nuevo al mercado y allí divisé la calle que debía tomar para llegar a casa. Caminé tranquila, algo distraída, como siempre, observando las casas y todo lo que ocurría a mi alrededor. Llegué a una calle en la que no había nadie, estaba totalmente desierta. Quizá todos estuviesen en sus casas demasiado ocupados con sus asuntos como para salir a la calle. Debido al hecho de estar inmersa en mis pensamientos y, para colmo, a lo despistada que era, tropecé con una gran piedra que se encontraba en el camino. Solté un grito ahogado, cerrando los ojos con fuerza, comenzando a caer y preparándome para sentir un fuerte golpe, pero, para mi sorpresa, nada de aquello ocurrió. Sentí un brazo recorrer mi cintura y sujetarme con fuerza, impidiendo así que continuase descendiendo rumbo al suelo. Me quedé unos segundos en silencio, con los ojos aún cerrados, aguantando la respiración. ¿!Quién me estaba sujetando por la cintura!? Bueno, no tenía más que abrir los ojos y mirar.


Y aquí tiene su fin el primer capítulo de mi primer fic...*o* Creo que me quedó algo cortito, no sé. xD ¿Reviews? Pleaseeee...*ojitos de cachorrito perdido* Es el alimento de la dulce inspiración de esta loca, por favor, no cuesta nada dejarme un lindo y preciado review para que sepa que leen el fic y de si debería seguirlo o no. xP

¡Mil gracias por leerlo!