"The Addams Family" No me pertenece.
Este fanfiction intenta mezclar aspectos de la serie, el musical y, sobre todo, la película. Si les gusta se agradecen los comentarios
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Esta historia comienza por el final. Clow se despide de Morticia a quien estuvo cuidando durante un mes y de quien se ha enamorado.
Mis ojos se posaron en su perfecto rostro, sabiendo que probablemente fuera mi última oportunidad de admirarlo. Era la encarnación de la mujer perfecta descrita tantas veces por Poe: la piel blanca como la luna, los labios rojos como la sangre, el pelo negro como la noche y los ojos penetrantes como la muerte. Una parte de mí la admiraba con envidia y la otra la codiciaba con recelo.
Sentada cual reina en su elegante silla de mimbre, la convertía en un trono con sólo su presencia. Yo había aprendido a mirarla, observarla... quererla. Y ella, había logrado formar parte de mi débil corazón, al cual me había prometido no dejar pasar a nadie. A nadie. Hasta que la conocí a ella.
La chimenea echaba chispas e iluminaba su rostro, de rasgos antiguos, que contenía el secreto de la más mítica belleza. Sus manos bailaban cual arañas en su arduo trabajo de tejer un abrigo. Un abrigo que nunca sería mío. Sólo me quedaba disfrutar de mis últimos momentos con ella en aquella habitación, en aquel rincón, como un espía… a su lado… casi pudiéndola tocar, pero nunca como yo quisiera. Mis pensamientos eran prohibidos, desatinados, incorrectos. Yo había traicionado su confianza. Ella me había abierto los brazos de su casa y yo hubiera dado mi vida porque me dejara pasar a su cama. No tenía perdón, le había fallado, no merecía estar a su lado, pero sin embargo no me podía negar ese privilegio. No cuando ella era mi más grande adicción y pronto sufriría de la más profunda de las abstinencias. No me podía apartar de semejante ser, una obra de arte de la naturaleza. Era magnífica en cada movimientos de sus pestañas, de sus labios, de su pecho y manos . Cuando se acomodaba en su asiento era ver a una estatua cobrar vida para cambiar de una pose grácil a otra. Era hermosa y yo había tenido el placer, el más grande placer, de conocerla. Me había deleitado día y noche con su voz, con sus charlas, con su risa, con cada uno de sus sonidos. Pero todo paraíso tiene su fin y como en todos los cuentos de Poe, tanta belleza viene acompañada de agonizantes finales.
El gong en la puerta de entrada me despertó de mi ensueño, pero me negué a apartar mi mirada de ella, menos cuando una sonrisa tan libidinosa se asomaba en su rostro. Había deseo en cada una de sus facciones. Un deseo sincero y fiel, un deseo que nunca sería hacia mí, sino hacia el dueño de su corazón.
Hubo una serie de sonidos y murmullos hasta que él apareció en la puerta de la habitación. Vestía un traje de un azúl oscuro a rayas blancas, su sonrisa brillaba más que sus zapatos recién lustrados y su corbata combinaba lujuriosamente con los labios de ella. Su piel olivácea contrastaba a duras penas con la de ella. Del pozo de ojeras que había en su rostro, sobresalían dos histriónicos ojos marrones. Aún recuerdo el primer día que lo vi. Me obnubiló su presencia y pude reconocer en el rostro de ella mi propia y primera expresión cuando lo conocí, potenciada con los años de amor que le había dedicado.
Me sentí fuera de lugar en el preciso instante en que el cuarto se fundió y se derritió frente a mis ojos para que sólo ellos dos existieran. Había pasado a ser el marco más humilde de la pintura más patética de aquel salón. Ya no era nada más para ella. Mi fecha había llegado, el contrato había vencido.
Como dos imanes destinados a encajar fue su encuentro. Él la rodeó entre sus brazos, la admiro profundamente, le acarició la mejilla y esperó a que lo besara. Fue un beso tan suavemente apasionado que me pregunté si aquello no sería verdaderamente hacer el amor.
- Mon cher, Clow está aquí – escuchar mi ridículo nombre después del apodo en francés que ella le decía, me hizo definitivamente la persona más infeliz del mundo.
Él notó mi presencia y con su innata alegría me saludó como si yo acabara de entrar al cuarto. Luego sacó de uno de los bolsillos internos de su saco un gran fardo de billetes, se acercó a mí y con ambas manos me lo entregó, encerrando mi mano entre su palma y los papeles.
- Muchas gracias por todas las molestias ocasionadas. Este es el resto de tu pago, el monto es un poco más de lo que acordamos –me guiñó un ojo en camaradería y yo tuve ganas de vomitar ¿cómo había podido traicionar a un hombre tan amable y confianzudo?-. Has cuidado el motivo de mi vida.
Me sentía Judas. Me sentía la más vil escoria de este mundo. Tomé el dinero y no me molesté en contarlo, me diera menos o más de lo que habíamos acordado no me interesaba. Aunque se hubiera olvidado de pagarme, él nunca me debería nada.
Interpreté un intento de sonrisa que él tomó como sincera y guardé el pago en mi bolso. Él sacó un cigarrillo y volvió a tomar a su esposa por la cintura. Frente a mi estaba la mujer que siempre debí haber deseado y que siempre había deseado ser. Y junto a ella estaba su marido, Gómez Addams, la persona a la que más vergüenza me daba envidiar.
