Ella danzaba, bailaba sobre las flores de primavera, sobre el césped de verano, sobre las hojas de otoño o sobre los copos de nieve.

Bailaba y bailaba.

Sin detenerse como siempre quiso.

Sin que nadie la encierre como un pájaro que solo quiere volar.

Kagura es libre como el viento.

Podía viajar tan rápido como quería, tan lento como se lo permitía.

Sin ningún tipo de ataduras. Sin que nadie se lo prohíba.

Ahora es libre. Por fin lo era.