De día a noche, los días pasan velozmente y las estaciones no se quedan atrás. Para Sesshomaru ese suceso, es algo cotidiano.

Y lo es.

Sin embargo, los segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años; el demonio no lo siente de la misma manera que los seres humanos porque él no tiene un periodo corto de vida.

No como ella.

El tiempo para él pasa rápidamente, no tanto como un parpadeo, pero sabe que en algún momento cuando cierre los ojos, Rin no va a estar.

Entretanto la altura de ella va aumentando, sus curvas se van delineando, convirtiéndose más hermosa como también más efímera; Su personalidad y sus ojos de color marrón, tan alegres y amables es lo único que no cambia. No obstante su cuerpo sufre las consecuencias del paso del tiempo.

Él en cambio, permanece igual.

En este instante, Sesshomaru gira su cuello desviando la mirada al frente y la observa al lado suyo, Rin sonríe y sus ojos tan expresivos que el demonio tanto ama se clavan en los suyos mientras siente la calidez de su mano –marcada por el paso del tiempo– rozando la suya. Ella cierra los ojos, posando su frente en su hombro y él la aprieta.

Luego vuelve su mirada al frente y se queda viendo las flores en la lejanía y se cuestiona:

¿De que sirve la inmortalidad sino la voy a poder vivir con ella?

Con solo tener esa interrogante. Por primera vez pensó y creyó que la inmortalidad apesta.