500 días con ella

Capítulo I

Quiero que vuelva.

Día (499)

A veces la vida parecía un simple suspiro.

Lo sabía por la forma en que el calor de su mano le daba a la suya un toque de magia. O quizá era por su mirada profunda, en ese mar de color miel en que parecía perderse cada vez que la contemplaba. Y que a su vez le hacía fantasear con el futuro.

Él, un simple muchacho de Hokkaido, que creía en el amor verdadero. Y más aún, pensaba que podía encontrarlo, que podría hallar a la chica elegida. Todo cuanto recordaba desde que era niño es cuánto ansiaba tener una novia. Era su deseo más ferviente. Y que cumplió con el paso de los años, aun así, sabía por la experiencia que aquello que buscaba no era fácil de hallar.

Sonrió, al irónico destino que lo había llevado a esa banca en el parque de Tokio, junto a la persona más inesperada del mundo. Junto a esa mujer que sólo había vuelto loco su mundo. Y que para él, era todo cuánto estaba buscando en una mujer.

Día (290)

Pedaleaba tanto como sus piernas se lo permitían. Sabía bien que a esa hora de la noche, cualquier loco podría manejar sin sentido. No obstante eso no le importó. Para su buena fortuna el tráfico había bajado en la zona conurbada de Japón. Por lo que le permitió tomar un atajo y llegar a su destino.

Dejó atada su bicicleta con la seguridad de la cadena y tocó el timbre. Inmediatamente le dieron acceso hasta el departamento.

Chocolove abrió la puerta, dejándola entrar.

Fue ahí cuando notó lo desesperado que estaba Ren Tao, quien se encontraba a nada de tirarse los cabellos hasta dejarse calvo. Bien, quizá no tanto.

Volteó la cabeza hacia ella y suspiró cansado de la situación.

No había que ser genios, a veces Horokeu Usui era un hombre difícil de sobrellevar.

—Perdona, Pilika, sé que es tarde—se disculpó Chocolove—Pero a ti es a la única que hará caso.

—Lo sé, y créanme, hicieron lo correcto—dijo caminando hacia la cocina.

—Bien, trata de arreglarlo, está por terminarse la vajilla—acentuó molesto Tao, dejándole el camino libre.

Ojalá fuera tan sencillo, vaticinó la Usui, despojándose del casco y las protecciones. Aunque Horo Horo fuera unos doce años mayor, no quitaba que fuera un zoquete descontrolado. Y ahí estaba, parado como un zombie a mitad de la cocina, rompiendo platos contra la barra.

Dio de saltos de que sus amigos habían tenido la bondad de llamarla a ella y no al psiquiátrico.

—Horo Horo—lo llamó con dureza, mientras él sostenía un plato más de aquella vajilla que tanto pregonaba Tao.

—¿Pilika? ¿Qué estás haciendo aquí? —dijo intrigado al verla.

—¿Pues a qué más? —caminó hasta él, quitándole el tazón de la mano—He venido a ayudarte.

—¿Ayudarme cómo? No creo que puedas hacer nada.

La adolescente roló los ojos, cansada de las patéticas excusas que su hermano podía darle.

—Pues, en primera, rompiendo todos los platos no vas a solucionar nada. Segunda, tus amigos están preocupados por ti.

—¡Oye! —irrumpió desde la sala Tao.

—Sí, incluido Ren—dijo tomando el único vaso que quedaba de la cómoda—Así que vamos.

Dio un leve empujón en su espalda, guiándolo a los sillones, donde ya se encontraban sus compañeros de aventuras. Aún se notaba perdido, lo sabía por la forma tan derrotada con que se había sentado en la mesa. Sin ánimo de nada.

Esto sería más difícil.

Vació un poco de líquido en el vaso de una botella de uno de los muebles y se la dio.

—¿Qué es eso? —preguntó el moreno.

—Vodka—resumió Pilika—Siempre se relaja tomando vodka.

—Pensé que eso siempre lo alteraba—dijo Chocolove.

—No, eso es el tequila—respondió Tao, observando cómo Usui bebía más tranquilo del licor del vaso.

Y no se detuvo hasta beberlo en una sola emisión. Limpió su boca con la manga del suéter y miró fijamente a su hermana.

—¿Papá sabe que estás aquí?

—No te preocupes por eso—palmeó su hombro ligeramente—Tú sólo inicia desde el principio. Y dinos qué pasó.

Cerró sus ojos y tomó todo el aire que sus pulmones pudieron absorber para sacarlo de su pecho. Era la sensación que necesitaba.

—Todo parecía ir tan bien….—dijo perdido en el mar de recuerdos de sus encuentros, las salidas tomados de la manos, los besos—Ella y yo, nos entendíamos tan bien…

¡Ay! Aún lo sentía todo tan fresco. Y dolía.

—¿Y luego qué? —retomó la charla Pilika, al verlo absorto en su mente.

—Me dijo que debíamos dejar de vernos.

Incluso sus amigos hicieron una mueca de desagrado.

—¿Sólo así?

—Sólo así—respondió negando con la cabeza.

—¿Te dijo por qué? —intervino con interés Tao.

Horo Horo trajo a su memoria aquellas palabras y la sutil comparación que tenía por una pareja disfuncional. En su momento creyó que era una broma. Así parecía, cuando estaban sentados en un restaurante que frecuentaban a menudo para desayunar.

Sólo piénsalo.—preguntó ella—¿Te parece que lo que hacemos está bien?

¿A qué te refieres con eso? —respondió irónico—Yo soy feliz. ¿Acaso tú no lo eres?

Siempre estamos discutiendo—argumentó con rapidez.

No es cierto, eso es mentira y lo sabes—dijo Usui subiendo un poco el tono de voz.

En ese momento, Pilika sólo hallaba una discusión banal de cualquier pareja.

—Quizá estaba hormonal—dijo sin meditarlo tanto Ren.

—Sí, quizá, la hormona la afectó—concordó Chocolove.

—¿S.P.M? —preguntó Pilika.

—¿Y tú qué sabes de ese síndrome? —dijo con extrañeza su hermano.

—Más que tú, Horo Horo—respondió con obviedad.

—¿Entonces? ¿Qué pasó? —intentó volver al tema el moreno—Ya me dejaste picado, hombre.

Un nuevo suspiro se coló en su pecho. Retomando el recuerdo.

¿Es que no lo ves? Hemos sido como Marco y Meene por meses.

¿Por meses? Marco apuñaló siete veces a Meene en un ataque de locura—dijo horrorizado—Con un cuchillo de cocina, cómo puedes siquiera pensar en eso. Hemos tenido nuestros problemas pero… no creo que lleguemos a esos extremos.

No, no dije que fueras Marco—dijo apartando un mechón de su cabello rubio—Y yo soy como él.

Oh…entonces soy Meene—pronunció sorprendido, mientras colocaban sus platos en la mesa.

La mesera se retiró, quizá no previniendo que discutían de algo serio. Pero notó el entusiasmo de ella al decir cuán suculento se miraba la comida. Él sabía que no era la gran cosa, ni siquiera preparaban bien los almuerzos, pero de algún modo siempre visitaba el lugar. Qué podía decir, era económico.

Está bien, vamos a comer y después lo discutimos—dijo tomando un pedazo de carne de su plato—Adoro comer esto.

Y quizá fue en ese momento que no toleró más su tono irónico. Se levantó de la mesa y comenzó a caminar hacia la salida.

Espera, no te vayas…Horokeu.

Su mirada volvió al frente, donde estaban sus amigos y su hermana, sentados aguardando la otra parte del relato.

—Y entonces lo dijo—agregó mordiendo su boca—Dijo que no me fuera, porque aún éramos amigos.

—¡Ouch! Hermano, eso debió doler—mencionó Chocolove, palmeando su espalda.

—Sí, aún duele—respondió cerrando su puño cerca de su pecho.

A pesar de todas las circunstancias, Ren y Pilika intercambiaron una mirada rápida. Más aun conociendo su historial de citas.

—Pero esta no es la primera vez que rompes con una mujer—se atrevió a recordarle el chino.

—Es cierto—afirmó Usui.

—Y tampoco es la primera vez que te dejan, hermano—dijo más tranquila, de que aquello fuera más un problema de amor sencillo—Tú les has roto el corazón y ellas a ti, ya has pasado por esto antes.

Entonces movió la cabeza varias veces, en una constante negativa.

—No, te equivocas, Pilika. Esto no se parece a nada que haya pasado antes.

—¿Por qué? —reiteró su hermana.

—Pues… porque no es lo mismo. Ella es especial. Es única.

Ren miraba cómo aquel ímpetu volvía a aparecer de nuevo, incluso en su mirada a cada recuento de su historia. Como decía, no era la primera vez, tampoco la única que se colaba muy en el fondo del corazón del Usui.

—Necesitas conocer otras mujeres—dictaminó con dureza Tao—Eres un buen sujeto, lo vas a superar.

—Así es, Horo Horo. El chinito tiene razón—agregó Chocolove—Hay muchos peces en el mar, como para andarse ahogando por un bagre.

Pero aquellas palabras no eran la dosis que necesitaba.

—No….—dijo negando con su cabeza una vez más.

—Mira, si la cosa es buscar mejores chicas, bien podemos ir a un bar. Superarás la ruptura en un abrir y cerrar de ojos—sugirió el moreno.

—No…—dijo elevando un poco más el tono de voz—Es que no lo entienden. Yo no quiero terminar.

¿Acaso era tan difícil comprender su dilema? Se preguntaba cuando decidido, se levantó del sillón frente a la expectativa de sus amigos por su próximo movimiento.

—Entiendan. No quiero a otra mujer, la quiero a ella. —declamó vehemente—Quiero que Anna regrese.

Continuará….


Nota de Autor: Hola! Es mi primera historia. Qué les parece. No sé muy bien cuántos capítulos tendrá, pero espero no hacer demasiados. Me gusta mucho esta película y pienso que sería bueno que hubiese una historia como esta en este fandom, que es mi preferido. Comenten, díganme qué les pareció. No hay tantos fics de Horo Horo, así que por eso me animé a escribirlo con él, además que siempre ha querido tener una novia. Nos leemos.