Nota: obviamente este par, Gorillaz y todo lo relacionado no me corresponde. Solo escribí para matar el tiempo. Dedicado a mi persona especial, a la que es mi Mudz


Abrió los ojos lentamente, desperezándose un momento antes de alcanzar su celular, gruñendo un poco al ver la hora que brillaba en la pantalla: aún era de madrugada. Suspiró un momento y después dirigió su mirada a la figura por un lado de él que dormía plácidamente, aquella mujer ajena a todo lo que él amaba.

Suspiró de nueva cuenta y se frotó los cabellos negros antes de ponerse de pie, vestirse y salir de aquel cuarto de hotel al que gustosamente había ingresado unas cuantas horas atrás.

Tan pronto salió de aquel alto edificio lanzo un nuevo suspiro, pensando que tal vez se quedaría sin aire—o pulmones—si seguía haciendo aquello. Extrajo un cigarrillo de su bolsa del pantalón, lo encendió y dio una suave calada, dejando que el sabor de la nicotina le envolviera antes de expulsar aquel humo.

Era en momentos así cuando pensaba en lo que estaba haciendo de su vida; estaba por cumplir los 49 años! Aun no tenía esposa o hijos, por consecuente, no tenía una familia, o al menos no de sangre pues aunque no lo admitiera abiertamente los integrantes de su banda, a los que puteaba y gritaba insultos significaban eso y aún más, pero no, él siendo "El Gran Murdoc Niccals" jamás se los diría, no señor; se llevaría ese sentir a la tumba con él.

Sonrió ladino y altanero como solo él sabía hacerlo, recordando mientras caminaba al gran Russel, esa bola de grasa y músculos que si lo proponía podía tronarlo como un picadientes. El gran Russel que siempre se quedaba en blanco y que intervenía en las peleas solo si lo consideraba necesario—o no quería que sus amigos terminarán mal parados—también a la pequeña Noodles, que joder! Ya no era tan pequeña; recordó el día en que había llegado a su vida tan caótica y de poco valor pero que sin duda era una luz en ella, Noodle había llegado con sus dedos mágicos para salvar la banda, todo ella y su pequeño cuerpecito en el cual recaían últimamente unos ojos hundidos, un par de cuencas vacías.

Fue cuando la verdad le golpeó la cara—en realidad fue la puerta de su propia habitación, en el hotel en que se hospedaron después de la presentación—así que solo mordió sus labios, paso la tarjeta y abrió lentamente, sonriendo un poco más amplio y enternecido al ver aquella mata de cabellos azul celeste que sobresalía en la sábana, pero también sintió como un peso enorme se posaba en su pecho. "Maldita conciencia", renegó mentalmente y a paso lento se acerco donde aquella persona en calidad de bulto esperaba a mitad de la cama.

-Stu..Stu..estoy de vuelta, no llores pequeño fenómeno-musito con suavidad y parsimonia al oído del menor mientras le movía suavemente de un hombro para despertarlo de aquella pesadilla que seguramente le invadía-Stu..-susurró con calma, mirando como el pequeño abría los ojos lentamente, llenos de lágrimas y algo asustado

-llegaste temprano-susurró suavemente, frotando sus ojos con calma, dejando que la luz de luna golpeara de pleno en su rostro e iluminara aquel pedazo de plata que portaba en su dedo anular.

-lo siento..-soltó rápidamente el moreno, desviando un poco su mirada a las piernas cubiertas del menor que solo suspiró

-no sientas nada, desde un principio yo sabia como era que estaban las cosas Mudz, no te sientas mal de acuerdo?-musito con una sonrisa suave y comprensiva, bastante firme aunque de sus cuencas vacías manaban algunas lágrimas

-no digas que no pasa nada, que ni sienta-musito mirándole esta vez a los "ojos" mientras se inclinaba a rozar con algo de temor los labios ajenos-yo..-

-lo se, hueles a perfume dulce..a fresas y vainilla-respondió encogiéndose de hombros al esconderse en el cuello ajeno-podrías comprarlo después para Noodles? Sé que le gustaría-

-por qué? Por qué mierdas no me dices nada!-gruñó apretándole suavemente contra él de manera pesada, tragando saliva ruidosamente

-porque no tengo ningún derecho Murdoc, solo...estamos casados, cierto, pero sabes que solo fue para cobrar la herencia que merecías-musito con calma, sollozando un poco y sin poderlo evitar más estalló en llanto. Estalló como quiso hacerlo desde la primera noche—en la que se supone era su "noche de bodas"—, y el moreno le había dejado botado para irse a ligar con putas.

Aquello simple y sencillamente le rompió el corazón; ver llorar al menor se había vuelto una adicción por un tiempo, algo así como un deseo morboso pero cuando lo vio llorar realmente de dolor—al perder a su madre hacía por lo menos un año—no pudo más y se propuso simplemente cuidarlo y evitar que eso volviera a pasar. Suspiró un poco y le apretó más contra su pecho, tomando su siniestra, donde descansaba aquel anillo de plata y la beso; beso aquel dorso pálido con total delicadeza y amor, como si pudiera romperse al más mínimo roce.

Entonces lo recordó, recordó aquel día hacia 8 meses en que había recibido aquella molesta carta para citarlo. No decía más que palabras formales y rebuscadas para decirle que la escoria de su padre le había dejado una cuantiosa herencia pero solo una cláusula le separaba de aquel dinero: tenía que estar casado. Se lo había pedido a la chica del grupo pero esta se negó inmediatamente, un "no quiero estar casada contigo ni de broma, eso quedara en mi expediente" bastante firme escapó de sus labios, pero entonces el celestino había salido al rescate, con ese tono asustado y bajo que usaba para el moreno "yo podría casarme contigo, claro! Solo si quieres, además eso nos servirá para el seguro no crees?".

No había sido la gran cosa: una pequeña visita al registro civil, un par de firmas aquí y allá, un par de días perdidos en oficinas y listo, nada podía salir mal. O eso pensaba el mayor hasta que paso una semana; estaban de gira y el de hebras celestes había aparecido en su habitación, vistiendo con su estúpida pijama en turno y la almohada abrazada, temblaba fuertemente y miraba el piso. "Tuve una pesadilla, se que no debería pero..quisiera reclamar mi derecho como tu esposa y dormir a tu lado" había recitado con un puchero y una sonrisa suavemente torpe así que el moreno no pudo negarse ante aquello. De ahí en más el pequeño aparecía discretamente en su habitación, minutos después el salía a divertirse a algún bar y ligar, regresaba antes de que el sol saliera y envolvía lentamente al menor una vez en la cama.

-Stu..mi pequeño Stu-musito con calma, envolviéndolo un poco más el cuerpo de su acompañante-lo siento, en serio...yo-

-shh…no tienes que decir nada-sonrió suavemente, limpiando sus mejillas antes de suspirar, alzando apenas su rostro y tomando valor para rozar sus labios con los ajenos suavemente-te amo Mudz..-musito completamente apenado por aquello, sorprendiendo al mayor, instalando un silencio por un par de minutos

-también te amo Stu..-respondió con una amplia sonrisa, recostando al menor mientras le besaba dulcemente, acariciando con ternura el pequeño cuerpo que se estremecía ante aquello-no te asustes si? No haré nada que no quieras-

-yo...si quiero pero..-suspiró y mordió su labio un tanto apenado-estas bien con eso?-

-estaré bien si tú lo estas Stu-musito con calma, mirando al menor asentir suavemente así que solo siguió besando sus labios y acariciando al contrario, sintiéndolo temblar de manera suave.

No esperó mucho, tampoco era que lo necesitara, para comenzar a desvestir y acariciar con ternura al menor que en momentos se retorcía y suspiraba suavemente, permitiendo que el moreno le marcara a su antojo, dejándose ante aquellas muestras de cariño. Primero vinieron besos suaves por todo aquel rostro pálido—que ciertamente le encantaba—después vinieron algunos más bruscos en los labios rojos e hinchados de besar para finalizar con uno apasionado mientras la intromisión se hacía presente.

Suspiros, jadeos y suaves gruñidos eran los que se escuchaban en aquella habitación, llenando la misma de un olor dulzón mezclado con sexo. El moreno simplemente estaba extasiado con la vista que el de hebras celestes le brindaba—con la espalda algo arqueada, sonrojado, lloroso y jadeante—a la luz de la luna, entonces no pudo reprimirse y solo se dejó venir en el interior tan cálido que le recibía en aquel momento. Gloria, pura y vil gloria había sido a lo que sabía aquel orgasmo.

Fue en aquel momento en que se preguntó de nuevo en el día "que estoy haciendo con vida?" Pero esta vez obtuvo respuesta, por primera vez su subconsciente le contesto y eso lo agradeció: no tenía esposa, pero tenía a un puro y tierno celestino para él solo; no tenía hijos propios pero tenía a su banda, tenía a la pequeña Noodle y al gran Russel a su lado.

Tal vez no tuviera mil y un cosas más pero sabía que tenía algo muy importante: tenía el amor de su pequeño Stuart y el de sus amigos.