Capítulo 1: Retorno a casa

Si estuviera afuera y vestido de otro modo, sería igual a los demás chicos de su edad.

Pero frente a ese monitor de tamaño descomunal, con ropa sacada de una obra shakespereana con un giro cibernético, los ojos ocultos detrás de unas gafas de vidrio, las muñecas protegidas por metal y los modos de un adulto, era fácil reconocer a Dick Grayson con sólo echarle el ojo. Pelo negro mas largo de lo usual para un hombre, ojos oscuros y penetrantes que parecían revisar el alma de todo el que se le ponía enfrente, piel levemente morena, alto, delgado y atlético. Tenía ya 18 años y sabía a lo que se enfrentaba.

Era líder de una rebelión. No cualquiera: una contra su peor enemigo que temía -en secreto- que, en el fondo, los dos fueran uno mismo pero en otro cuerpo.

Pensaba en eso cuando oyó una voz a sus espaldas.

-¿De verdad crees que ella vendrá, Dick?

-Victor, tú sabes que ella no me mentiría nunca.

-Yo no la conocí bien- respondió Victor meneando la cabeza- Apenas te uniste a nosotros y la enviaste a Inglaterra a estudiar, junto con tu madre.

-Tiene que volver. Me lo prometió- se dijo para sí mismo, mirando una gastada medalla de oro que colgaba de una cadena. La llevaba en el pecho siempre, como si esta fuera una extensión de sí mismo.

Lejos de ahí, en los míseros suburbios de Barcelona, una pareja- protegida por dos largas y pesadas capas- entraba al principal punto de reunión de esa zona. Era el restaurante Gazpaella. Para acceder tenían que atravesar un laberinto de lo más complicado para los soldados, pero para uno de ellos le resultó pan comido. Al entrar al famoso restaurantillo resultaba una estafa, pero ya estaban medio muertos del hambre, decidieron quedarse ahí.

-¿Que van a ordenar, mesiere?- dijo el encargado con acento francés, pese a que era mas andaluz (de Andalucía) que nada.

-Yo un especial de la casa- dijo el que había servido de guía. Era la figura mas robusta de las dos.- Mi...ejem...compañero desea una paella.

-Enseguida.- respondió el encargado y se dio la vuelta para entregar la orden en la cocina.

Gazpaella correspondía por completo a la realidad de los habitantes de los suburbios. Tenía las mesas con algunos agujeros, algunas sillas mil veces remendadas, todas ellas ocupados por los hombres rudos de la zona hasta las 7. Ninguna mujer entraba porque temían por su honor. De las 7 en adelante se podían encontrar algunos intelectuales que discutían sobre la situación mundial hasta que el sol volvía a salir.

-Fabricio- dijo quien había permanecido en silencio todo el rato. Su compañero se había quitado la capa y dejó al descubierto su cabello rojizo y sus ojos azules. No debía pasar de 17 años cuando mucho- Quiero llegar con mi hermano. Sabes que puedo aguantar por un tiempo sin comer.

-Pero yo no. Además ¿que peligros corriamos si comíamos aquí ma'cherie? (Mi bonita)

Enseguida los hombres se sorprendieron y gritaron todos a coro.

-¿¡Ma'Cherie!?

Corrieron en tropel y antes de que Fabricio pudiera hacer algo levantaron de su lugar a su acompañante, la hicieron girar rápidamente y le quitaron la capa. El hallazgo fue inmenso.

Una adolescente, de catorce años, pelo negro violáceo corto a los hombros, ojos azules como zafiros sorprendidos por la rapidez del asunto los miraba de uno a uno asustada. Tenía la piel blanca como mármol - era así de pálida. Llevaba un vestido azul cielo con otra tela transparente a los lados, unida por detrás pero por delante dejaba un espacio con forma de un triángulo. Se veía tan frágil que no parecía de este mundo.

Como es natural, comenzaron a pelear por quien se quedaba con ella esa noche.

Mientras los marginales del carrizo seguían peleando, Fabricio tomó la mano de la chica y salió corriendo, sin haber comido, por el laberinto hasta ponerse seguros en el exterior de Gazpaella. Apenas hubieron recuperado el aliento, el pelirrojo recibió un golpe en el brazo.

-¿Porque me pegas, Raven?- se quejó

-Eres un genio, Fabri, ¡Llamarme Ma'cherie en un lugar atestado de hombres cuando trato de ocultar mi condición! Ahora ni tú ni yo comeremos hasta llegar con mi hermano.

Con un aire de enojo se cubrió la cabeza con la capa y siguieron caminando bajo el rayo del sol del mediodía. Sólo en ese momento, Raven metió la mano en una bolsa oculta que tenía su capa y sacó de ahí un zafiro que colgaba de una cadena de plata. Si alguien hubiera visto la gema de reojo, hubiera pensado que la chica se habia sacado un ojo de la cara sólo por darle esa tonalidad tan azul. No llevaba la joya en el cuello por miedo a que se la robaran, además, en tiempos difíciles, era mejor no traer nada de valor encima.

No habían pasado ni cinco minutos de su escape cuando los rodearon varios jóvenes, todos descamisados, con pantalones harapientos y con un chaleco cubriéndoles el torso. Tenían cara de pocos amigos y no tardaron en comprobarlo cuando los amarraron de manos y pies sin que Raven opusiera resistencia. Fabricio, en cambio, estaba asustado, pero lo ocultó. Después de eso, les pusieron una bolsa en la cabeza y los condujeron a través de un túnel oscuro.

-¿Que hacen aquí?- dijo una voz profunda. En ese momento les quitaron las bolsas de tela y ambos distinguieron a Víctor Stone. Con un leve tartamudeo, Raven habló.

-Vengo a ver a mi hermano, Dick- subrayó el nombre. El aludido dio un paso, miró de arriba a abajo a la chica, contrariado.

-Que bárbara hermanita. Eres demasiado mujer.- casi enseguida le lanzó una mirada de halcón que busca a su presa a Fabricio- ¿Y ese?

-Es un amigo. Libéralo, no tiene malas intenciones con nosotros.

Hubo un silencio sepulcral por algunos instantes, hasta que en un hilo de voz, Dick se dirigió a su hermana.

- ¿Y mamá?

Rachel le entregó una carta perfumada con un olor a humo muy extraño. La abrió y leyó en pocos momentos lo que quería saber:

"....y por eso, hijo mío, creo que deberías irte a Cambridge con tu hermana, para que la protejas y cuides en mi ausencia, como lo hiciste hasta que nosotras tuvimos que partir y tú encontraste tu destino. Pero esto será temporal, Richard, ya que una vez que ella sepa que va a hacer de su vida podrás volver con tu gente.

En mi lecho de agonía veo que ustedes dos fueron la alegría de mis días, mis queridos hijos. Cuídense y sepan que en el otro tienen al aliadado mas fiel.

Hasta que suene la trompeta

Mamá, Medea."

Enseguida, los dos se abrazaron. Dick no pudo evitar llorar un poco, ya que quería mucho a Medea, sólo que él no era hermano de sangre de Raven. Ambos habían sido adoptados, pero a diferentes edades.

-¿Entonces terminaste el colegio, no?- dijo en un susurro al oído de su hermana.

-Sí. Terminé la Academia de Magia. Fabricio decidió acompañarme. Él iba de regreso para Barcelona y bueno, yo me perdería porque me fui de aquí a los 10 ¿recuerdas?.

-Sí.- dejó de lado a su hermana y le dijo para toda la tropa- ¿Y...en que piensas trabajar?

Mientras hablaban se habían acercado a un cuarto muy amplio, pintado de color blanco. Ahí estaban refugiados los pequeños que el Rey había dejado huérfanos. Todos ellos miraban a la recién llegada con una inocencia tal. Entre sí murmuraban preguntándose si Robin no les había traído un hada, por el extraño aire que tenía Raven. Todos, menos una. Victor sugería que trabajase lavando, cocinando o cuidando niños.

-Que quede clara una cosa- dijo Raven, disgustada- Yo no lavo, yo no cocino y mucho menos voy a....

Se detuvo, sorprendida. Parpadeó dos veces y miró hacia el piso. Una pequeña, de por lo menos 6 años, de cabello rubio como el sol, la estaba abrazando. Se veía muy feliz.

-Es Melva- le informó Víctor, en voz baja- Hace unos días el rey envió por ella a su casa, y su madre, intentando protegerla, se interpuso. La nena vio que el soldado atacó a la mujer. Nosotros logramos salvar a ambas, pero al llegar aquí, Melva sintió como su madre iba perdiendo el calor. La vio morir. Desde entonces no come y no habla.- cerró los ojos, movió la cabeza de un lado a otro y clavó la vista en Raven- Era idéntica a tí, sólo que de mas edad, obviamente.

Raven quedó indecisa por un instante.

-Estaré aquí con ella si eso la ayuda a superar su dolor.- pronunció finalmente.- Pero, hermano, una vez que ella lo supere, deberás darme un rol más importante.

-Hecho- dijo Robin, sospechando que esa extraña decisión tendría repercusiones futuras.

Y no estaba equivocado.