Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.

Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta verdad esta tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas les consideran de su legítima propiedad y otra de la de sus hijas.

–Mi querido señor Haruno – le dijo un día su esposa–, ¿Sabías que, por fin, se ha alquilado Netherfield Park?

El señor Haruno respondió que no.

–Pues así es –insistió ella–; la señora Shizune ha estado aquí hace un momento y me lo ha contado todo.

El señor Jiraiya Haruno no hizo ademan de contestar.

– ¿No quieres saber quien lo ha alquilado? – se impaciento su esposa Tsunade

– Eres tú la que quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.

Esta sugerencia le fue suficiente.

–Pues sabrás querido, que la señora Shiwa dice que Netherfield ha sido alquilado por un joven muy rico del centro del país del fuego, la Hoja; que vino el lunes en un landó de cuatro caballos para ver este lugar el pequeño pueblo el Sonido, se quedo tan encantado con el que inmediatamente lo compro.

– ¿Cómo se llama?

–Uzumaki Naruto.

– ¿Está casado o soltero?

– ¡Oh! Soltero, querido, por supuesto. Un hombre soltero y de gran fortuna; cuatro o cinco mil libras al año. ¡Qué buen partido para nuestras hijas!

– ¿Y qué? ¿En que puede afectarles?

–Mi querido señor Haruno – contesto su esposa–, ¿Cómo puedes ser tan ingenuo? Debes saber, que estoy pensando en casarlo con una de ellas.

– ¿Es ese el motivo que le ha traído?

– ¡Motivo! Tonterías, ¿Cómo puedes decir eso? Es muy posible que se enamore de una de ellas, y por eso deber ir a visitarlo tan pronto como llegue.

–No veo la razón para ello, puedes ir tu con las muchachas o mandarlas a ellas solas, que tal vez sea mejor; como tú eres tan guapa como cualquiera de ellas, a lo mejor el señor Uzumaki te prefiere a ti.

–Querido, me adulas. Es verdad que en un tiempo no estuve nada mal, pero ahora no puedo pretender ser nada fuera de lo común. Cuando una mujer tiene cinco hijas creciditas, debe dejar de pensar en su propia belleza.

–En tales casos, a la mayoría de las mujeres no les queda mucha belleza en que pensar

–Bueno, querido de verdad, tienes que ir a visitar al señor Uzumaki en cuanto se instale en el vecindario.

–No te lo garantizo.

–Pero piensa en tus hijas. Date cuenta del partido que seria para una de ellas. Sir Orochimaru y Lady Shizune están decididos a ir, y solo con ese propósito. Ya sabes que normalmente no visitan a los nuevos vecinos. De veras, debes ir, porque para nosotras será imposible visitarlo si tú no lo haces.

–Eres demasiado comedida. Estoy seguro de que el señor Uzumaki se alegrara mucho de veros; y tú le llevaras unas líneas de mi parte para asegurarle que cuenta con mi más sincero consentimiento para que contraiga matrimonio con una de ellas; aunque pondré palabra a favor de mi pequeña Saku.

–Me niego a que hagas tal cosa. Saku no es nada mejor que las otras, no es ni la mitad de guapa que Hinata, ni la mitad de alegre que Karin. Pero tu siempre la prefieres a ella.

–Ninguna de las cuatro es recomendable– le respondió– son tan tontas e ignorantes como las demás muchachas; pero Saku tiene algo más de agudeza que sus hermanas.

– ¡Señor Haruno! ¿Cómo puede hablar así de tus hijas? Te encanta disgustarme. No tienes compasión de mis pobres nervios.

–Te equivocas querida, les tengo mucho respeto, han sido mis compañeros por veinte años.

– ¡No sabes cuánto sufro!

–Pero te pondrás bien y vivirás para ver venir a este lugar a muchos jóvenes de esos de cuatro mil libras al año.

–No servirá de nada si viniesen esos veinte jóvenes y no fueras a visitarlos.

–Si depende de eso, querida, en cuanto estén aquí los veinte, los visitare a todos.

–El señor Jiraiya Haruno era una mezcla tan rara entre ocurrente, sarcástico, reservado y caprichoso, que la experiencia de veintitrés años no habían sido suficientes para que su esposa Tsunade entendiese su carácter. Sin embargo, el de ella era menos difícil, era una mujer de poca inteligencia y más bien inculta y de temperamento desigual. Su meta en la vida era casar a sus hijas; su consuelo, las visitas y el cotilleo