Hi, hi. Esta es una adaptación, perteneciente a la fantástica Lynn Hagen. Todos los créditos hacia ella :)

So, consta de dos temporadas, pero la segunda será Klaine :3

Besos,

mayi :) x


Debería haber mantenido la boca cerrada. Eso es en todo lo que Walt Reynolds podía pensar cuando era acompañado a un hotel con protección policial después de ser testigo de un asesinato. Sin embargo, antes de que pueda declarar, alguien es enviado para eliminar a Walt. Huye y encuentra la seguridad con un hombre guapo que cambia su vida de maneras que nunca hubiera soñado.

El Alpha Bennet Wilcox se encuentra en el hotel para una reunión cuando se da cuenta que un hombre está siendo escoltado por tres guardias al interior del hotel, un hombre que lleva la marca inconfundible de un Chekota Criador.

Bennet no lo piensa dos veces antes de ayudar a Walt a escapar, llevándolo a su casa en el bosque de Yosemite, donde trata de convencer a Walt que está en su destino ayudar a que la raza de los shifter pantera continúe. Walt piensa que Bennet está loco. Pero cuando el peligro sigue a Walt al bosque, Bennet debe mantener a Walt a salvo mientras le ayuda a aceptar su destino, lo que significará ser acariciado por un Alpha.


— I —

Tres.

A Walt no le gustaba ese número. Para él, tres no era suficiente. Treinta podría haber sido mejor. Por lo menos con treinta, Walt se habría sentido mejor protegido.

Tres pésimos policías.

Iba a morir, seguro.

Mientras se movía desde el asiento trasero del carro que lo había transportado, Walt observó la entrada del hotel. ¿No debería estar alojado en un ruinoso edificio de departamentos? No era un experto en protección de testigos, pero para él, un hotel de lujo parecía un poco... visible.

El calor de la mañana golpeó a Walt mientras estaba allí. Ese era otro hermoso día en Orlando —otro hermoso día que él no iba a ser capaz de disfrutar. Walt iba a estar atrapado en un cuarto, a la espera de declarar en contra de un capo de la droga que probablemente pondría una bala en su cabeza antes de que tuviera la oportunidad de subir al estrado.

Mientras esperaba a que los hombres salieran del carro, Walt se dio cuenta de que los huéspedes del hotel estaban viéndolo mientras cruzaban las puertas de cristal de la entrada. Estaban dándole un buen vistazo a su cara. Quizás sólo estaba siendo paranoico, pero sentía como si todo el mundo supiera por qué estaba allí y estaban dándole un buen vistazo a un hombre muerto caminando. ¿Qué si uno de estos turistas no era realmente un turista, sino uno de los hombres de Rupert? Melvin Rupert tenía hombres en todas partes. Walt había oído rumores de que el capo de la droga, incluso tenía altos funcionarios en su nómina. ¿Qué si estos policías trabajaban para Rupert? ¿Y si estaban planeando matarlo tan pronto como entraran en la habitación alquilada? Ellos podrían contar cualquier historia que quisieran.

¿Quién lo sabría?

«No debería haber dicho nada. Debería haber mantenido mi gran boca cerrada»

El policía que había transportado a Walt desde la estación de policía al carro agarró el brazo de Walt y lo movió hacia adelante como si tuviera miedo de que Walt saliera corriendo. Walt lo había considerado.

Los otros dos que se unieron al primer policía en el estacionamiento de la estación, se colocaron a cada lado del primero. Los tres se movieron en un círculo cerrado alrededor de Walt, y lo escoltaron a través de las puertas de cristal del hotel al lujoso vestíbulo.

Walt se sintió expuesto mientras sus ojos saltaban por todos lados, buscando a cualquier persona que fuera a sacar una pistola o pareciera estar dándole demasiada atención. Vio a una ruidosa familia de cuatro junto a él, el padre le gritaba al niño pequeño que fuera más despacio. El niño se detuvo en seco, se giró y le sonrió a Walt, saludándolo con un movimiento de su pequeña mano.

Walt le sonrió al niño.

El padre tomó al niño en sus brazos y lo levantó a sus hombros. El otro niño de la familia gritó que los esperaría arriba. Al parecer, el niño —de alrededor de los cinco años— se había detenido a ver un cómic que tenía en su mano.

Los cuatro parecían ser los vacacionistas clásicos.

En el otro extremo del vestíbulo había una zona de estar con mesas altas y sillas con cojines de tela azul. Había unos cuantos hombres de negocios sentados allí charlando, ajenos a Walt y los tres policías. Parecían estar en una especie de viaje de negocios, los maletines estaban en el suelo junto a sus pies.

Walt se dio cuenta de que uno de ellos lo observaba de cerca. Los ojos azules del hombre se abrieron un poco. ¿Era uno de los hombres de Rupert, o sabía que Walt estaba allí para testificar en contra de un capo de la droga? cualquiera que fuera el caso, el tipo era una belleza clásica.

«¿Quieres detenerte? No estás aquí para tener una cita, idiota».

Aun así, Walt le dio al hombre una pequeña sonrisa.

Los policías no dejaban de moverse, su mirada fija al frente mientras los cuatro se movían hacia los tres elevadores que estaban en un pasillo más allá de la recepción. Nadie se detuvo a saludar. Ninguno de los trabajadores del hotel se cruzó en su camino. Oyó a los empleados saludar a otros huéspedes, mostrando una sonrisa en sus rostros, pero no le sonrieron a él.

Era como si Walt y los policías fueran invisibles una vez que entraron en el hotel —excepto por la breve interacción con el pequeño niño y el lindo hombre. Pero claro, los policías no estaban vestidos como policías. No llevaban uniformes, y no tenían a Walt esposado. Los cuatro hombres se veían como hombres comunes.

A excepción de las pistolas metidas en fundas bajo las delgadas chaquetas de los policías. Pero Walt estaba acostumbrado a ser invisible. No tenía a nadie que considerara amigo y no tenía familia. Bueno, él tenía a su padre, pero era como si no tuviera familia porque su padre ni siquiera reconocía la existencia de Walt.

Empujando a un lado esos pensamientos, Walt notó un mostrador de carros de renta Hertz junto a los elevadores que no había visto hasta que llegaron al final del corredor. Dos hombres estaban sentados detrás del mostrador, ambos vistiendo chaquetas azules y hablando con los huéspedes. El hombre que estaba sentado más cerca de Walt tenía una etiqueta con su nombre que decía: 'Ted'.

Ted se veía feliz. Pero Walt sabía que era parte del trabajo de Ted. Al hombre se le pagaba por sonreír y ser amable con las personas que trataban de alquilar un automóvil. El tipo probablemente odiaba su trabajo. La sonrisa no llegaba a los ojos azules de Ted.

Walt y los tres policías se detuvieron en los elevadores, uno de ellos pulsó el botón. No se había tomado el tiempo para conocer el nombre de ninguno de ellos. ¿Importaba? No era como si fueran a volverse los mejores amigos cuando esto haya terminado. Él no debería estar aquí en absoluto. Si no hubiera salido por su necesidad de aire fresco del Club Mazone, nunca habría sido testigo del asesinato.

Nunca nadie se había presentado antes, listo para delatar a Rupert. Había una muy buena razón para ello. Los testigos generalmente aparecían muertos. De pura suerte Walt se había salvado esa noche. No era lo bastante estúpido para pensar que se había escapado de Melvin Rupert.

Y ahora aquí estaba, esperando a que una puerta de ascensor se abriera y sellara su destino.

«Como si aún no estuviera sellado. Sabes que Rupert no va a dejarte vivir. Disfruta de este hotel mientras puedas. Demonios, pide servicio a la habitación. No es como si fueras a estar por aquí para así escuchar quejas acerca del costo».

Cierto.

Walt no quería pensar en su muerte. No quería pensar en lo que le esperaba en su habitación, o más tarde esta noche, o quizás incluso en el maldito elevador. Tratando de hacer frente a la situación, Walt comenzó a fingir que estaba aquí con estos tres hombres de vacaciones, listo para subir y pasar un buen rato.

Los policías no tenían mal aspecto. Los tres eran terriblemente guapos. Sin embargo Walt no estaba en el sexo en grupo. El pensamiento no le apetecía. Pero la fantasía era mucho mejor que la realidad de esta situación. Si él no jugaba con la idea de realmente estar aquí de vacaciones, la triste situación de que su vida estaba a punto de terminar lo haría gritar.

Las puertas del elevador del extremo de la derecha se abrieron. El policía al lado de Walt se movió al pequeño espacio primero, después, Walt, seguido por los otros dos hombres. Uno de ellos golpeó el botón del cuarto piso, y luego las puertas se sellaron.

Mientras el elevador subía, Walt comenzó a cuestionarse, qué estaba haciendo aquí. Todo lo que él había querido era hacer lo correcto. Ni siquiera estaba seguro de si el hombre asesinado había sido agradable, un tipo que solo estaba allí o que merecía la bala en la frente. Pero a los ojos de Walt, ningún hombre debería morir de esa forma. Todo hombre merece ser juzgado por sus iguales. Todo el mundo tenía derecho a un juicio justo.

Justicia, al estilo americano.

«Mentira.

Deberías haber mantenido la boca cerrada.

Ahora es demasiado tarde.

Jodida conciencia».

Walt se movía de un pie al otro, mirando al policía más cercano a él.

¿Cómo su vida se había vuelto tan loca? Debería estar en el trabajo en estos momentos. El invernadero no era nada espectacular, pero Walt amaba cuidar y regar las plantas. No debería estar en un elevador, esperando morir.

¿Por qué había salido de fiesta anoche? Si se hubiera quedado en casa...

Las puertas del elevador se abrieron y dos mujeres estaban de pie allí en el vestíbulo. Una tenía una pequeña manta sobre los hombros, el cabello desordenado. Tenía un paquete de cigarrillos en la mano. Ella debió haber salido a fumar. La otra estaba hablando, con una sonrisa en su rostro mientras las dos se hacían a un lado, para permitir que Walt y su personal de custodia salieran del elevador. Lo que no daría por unirse a las dos mujeres por un cigarrillo en lugar de caminar a su habitación.

Los cuatro bordearon el carro de limpieza de una recamarera y siguieron por el pasillo antes de que el policía sacara una tarjeta llave del hotel. Ellos entraron en la habitación y Walt se sintió como si acabara de entrar a un universo paralelo.

Si sólo hubiera mantenido su boca cerrada.


Walt se movió de nuevo en la cama y miró el reloj en la mesita de noche. Era bien pasada la medianoche. Había estado saliendo y entrando del sueño debido a los ligeros ruidos a su alrededor. Las últimas dos veces que se había despertado fue a causa de la televisión en su cuarto. Por qué alguien quería escuchar la maldita cosa tan fuerte estaba más allá de Walt.

Pero ahora no era la televisión, había una lámpara a un lado sobre el escritorio. Dos de los policías estaban durmiendo en la cama junto a Walt. El tercer policía estaba sentado en una silla junto a la ventana, las cortinas lo cubrían ligeramente mientras miraba hacia afuera.

—¿Ves algo interesante? —Walt preguntó mientras se estiraba y bostezaba. No era una sorpresa que pudiera dormir bajo todo este estrés —además de la ruidosa maldita televisión. Walt podría dormir durante una explosión nuclear sin ningún problema. El estrés no afectaba su sueño, sólo sus hábitos alimenticios. No había comido desde antes del asesinato y aún no tenía hambre.

—Sólo una piscina y una cabaña —respondió el hombre con una poca entusiasmada voz. Walt retiró la sábana a un lado y se dirigió a la ventana, mirando entre la cortina. Había una gran piscina en el centro del hotel con una cascada y un montón de sillas para tomar el sol. Podía ver un bar bien iluminado a un lado con un par de personas mirando un juego deportivo en la televisión que estaba montada en la pared trasera.

Lo que no daría por un trago en este momento. Pero sabía que no se le permitiría salir de su habitación de hotel hasta el juicio. Nadie le había dado una fecha definitiva de cuándo eso iba a suceder. Los tres hombres con Walt le habían dicho que sería pronto. Eso era todo lo que Walt sabía. 'Pronto' podría significar la semana próxima o dentro de tres meses.

Sus pobres plantas en el invernadero iban a marchitarse y morir. En realidad no. Walt no era el único empleado, pero nadie se hacía cargo de esas plantas como él.

Ya aburrido, Walt se sentó ante la mesa y observó a los hombres dormidos a través del espejo que estaba en la pared. Uno roncaba tan alto como para tumbar la casa. Ambos estaban aun completamente vestidos y el hombre que no roncaba tenía la mano en la culata de su pistola.

Walt tenía la sensación de que ese tipo se despertaba con su arma en mano y un gruñido amenazador en su rostro. De los tres policías, el hombre que no roncaba era el más callado, observaba todo sin decir una palabra. Él intimidaba a Walt, aunque Walt no había mostrado su miedo.

—¿No se sabe nada aún? —Walt le preguntó al policía sentado junto a la ventana.

El hombre negó con la cabeza mientras dejaba caer la cortina en su lugar. Se quedó allí sentado mirando fijamente la televisión en blanco, su rostro ilegible. Walt suspiró. Esto era aburrido. No es que ser llevado a un hotel por ser testigo de un crimen fuera una fiesta, pero los hombres podrían aligerar el ambiente.

Quizás Walt podría darle al policía en la ventana una mamada. Esa sería una forma de pasar el tiempo. Pero tenía la sensación de que el policía ni siquiera sudaría. El tipo probablemente se quedaría ahí sentado, mirándolo. ¿Dónde estaba la diversión en eso?

Decidiendo que necesitaba moverse, Walt se levantó y caminó hacia el cuarto de baño. Pasó a través de una pequeña alcoba donde estaba el lavabo y un armario con puertas de espejo antes de abrir la puerta del cuarto de baño y cerrarla detrás de él. No había nada en esta habitación, solo un inodoro y una ducha. No había ventanas.

Tomando asiento en la tapa cerrada del inodoro, Walt apoyó la barbilla en sus manos. No podía quedarse sentado en este hotel por un mes. Incluso semanas le parecían tristes. ¿Y si les dijera a los tres policías que se había equivocado y quería irse a casa? ¿Se le permitiría simplemente salir de aquí?

«Incluso si lo hiciera, Rupert aún iba a querer matarlo».

Walt se sentía atrapado. Quería salir de allí, huir para salvar su vida, y nunca mirar hacia atrás. Quizás podría comenzar una nueva vida en algún lugar como Alaska. Esa idea era mejor que testificar.

El problema era que Walt no sería capaz de salir de esta habitación sin que los policías lo supieran. Cada movimiento que hacía sería vigilado hasta que llegaran al juicio.

O que uno de los hombres de Rupert lo matara.

Aun así no le caía bien estar escondido en un hotel. Quien fuera el que estuviera llevando esta operación necesitaba que le examinaran la cabeza. Walt lentamente levantó la cabeza al oír un ruido. Sabía que los dos policías estaban dormidos y uno estaba sentado como una estatua en una silla. Uno de los dos policías podría haber despertado, pero su estómago estaba hecho nudos.

Abriendo la puerta del baño silenciosamente, Walt miró hacia el espejo sobre el lavabo. Pudo ver las cortinas y la parte posterior de la cabeza de un extraño en el reflejo. El desconocido no era una de las niñeras de Walt. Se agachó cuando la cabeza del desconocido comenzó a girar.

El siguiente ruido fue mucho más fuerte. Alguien dijo algo en español y luego Walt oyó unos gruñidos. A los gruñidos les siguió el sonido de un arma que se disparaba con silenciador.

El corazón de Walt empezó a latir tan fuerte que temía que el extraño lo escuchara. Sabía en ese instante que Rupert había enviado a un asesino a sueldo para matarlo y a los tres policías que lo custodiaban.

«Voy a morir.

Voy a morir.

Voy. A. Morir».

Dejándose caer sobre sus manos y rodillas, Walt se arrastró fuera del cuarto de baño y sobre la alfombra. Hizo una pausa frente al espejo del armario. Dos tiros más con silenciador, era evidente que el desconocido se encargaba de los otros dos policías antes de ir tras Walt. Tenía preciosos segundos para salir de la habitación antes de que el extraño se diera cuenta que Walt estaba en sus manos y rodillas por la puerta en vez de en el cuarto de baño.

Tomando una respiración profunda, Walt extendió la mano y agarró el mango. En un movimiento fluido, se apresuró a ponerse en pie, abrió la puerta y corrió por el pasillo. Notó el hueco de la escalera, pero sabía que sería la primera elección del hombre armado. La única otra opción de Walt era el elevador hacia el vestíbulo.

Se apresuró a pasar a un grupo de personas que hablaban ruidosamente y olían a alcohol. Era obvio que estaban borrachos, a juzgar por la forma en que arrastraban las palabras. Pasó por delante de ellos y corrió hacia el elevador, patinando al detenerse.

Allí de pie estaba un hombre que se veía tan letal como los policías que habían escoltado a Walt a este hotel. Era el hombre que había visto antes en el vestíbulo. El que pensó que tenía una belleza clásica.

El hombre tenía una mirada que decía que mataría sin dudar. Sus ojos azules profundos perforaban a Walt mientras daba un paso hacia adelante. Walt comenzó a caminar hacia atrás, pero el desconocido frente a los elevadores extendió la mano y lo agarró antes de que pudiera escapar.

Walt abrió la boca para gritar.

—Ven conmigo.

La fuerza en el agarre del hombre le dijo a Walt que no tenía ninguna opción en el asunto. Pero no sabía en quien podía confiar. No sólo era que este tipo fuera un desconocido, sino que Walt tenía problemas de confianza. Rupert tenía un gran alcance y este hombre podía ser otro matón contratado para matar a Walt.

—¿Cómo sé que no quieres matarme?

—Porque si eso quisiera ya no estarías respirando en estos momentos. —El hombre jaló a Walt del brazo y lo arrastró hacia el hueco de la escalera. El apuesto hombre gritaba poder masculino. El aura que envolvía al tipo era como una muy querida manta.

—¡Yo no vi nada! —Walt estaba desesperado. No quería morir acribillado—. Te juro que no voy a decir una palabra. Deja que me vaya y me iré de la ciudad. El señor Rupert nunca va a saber de mí de nuevo.

—Solo sigue moviéndote. —El hombre empujó a Walt al hueco de la escalera y luego cerró la puerta detrás de ambos. En vez de ir hacia abajo por las escaleras, se dirigieron hacia arriba. El hotel tenía cinco pisos. ¿Cómo iban a escapar? Walt estaba muy seguro de que más hombres estaban esperando abajo. Incluso si fueran a la quinta planta y utilizaran los elevadores, seguro que alguien estaría esperándolo.

Walt se agarraba del barandal mientras el desconocido lo jalaba por las escaleras. El tipo ni siquiera sudaba cuando pasaron la puerta del quinto piso y siguió caminando.

¿El techo? ¿Hacia dónde infiernos irían desde allí? Walt comenzó a luchar, haciendo todo lo posible para liberarse. Si este hombre conseguía llevarlo al techo, podría dispararle a Walt, y el cuerpo de Walt no sería descubierto durante días.

—¡Déjame ir!

El hombre giró sobre las escaleras soltó la mano de Walt y le cubrió la boca. Walt dejó de luchar cuando escuchó pasos en la escalera. El hombre de Rupert lo seguía. Walt asintió antes de que el desconocido quitara la mano y empezara a subir las escaleras de nuevo. Walt no tuvo más remedio que subir las escaleras.

«Jodidamente voy a morir».

El desconocido abrió la puerta que daba a la azotea y Walt sintió un chorro de aire caliente. El aire acondicionado en el que había estado desde esta mañana rápidamente salió de su piel mientras los dos corrieron a través de la azotea asfaltada.

—¿Y ahora qué? —Walt preguntó al llegar a la orilla.

El desconocido señaló la azotea a tres metros de distancia de un edificio más pequeño que estaba al frente.

—Saltamos.

Walt miró hacia abajo al pavimento y dio un paso atrás, con el estómago revuelto mientras su cabeza le daba vueltas.

—Tengo miedo a las alturas.

—Entonces no mires hacia abajo. —El desconocido volvió a jalar a Walt.

—Demasiado tarde para eso. —Walt miró sobre su hombro a la puerta que conducía al hotel y sabía que el matón saldría pronto de ahí. Se quedaba en el techo y era baleado, o saltaba.

Ambas opciones tenían a sus rodillas débiles. Walt no estaba hecho para este tipo de excitación. Esto era como una de las películas de James Bond. Sólo que Walt no era actor, y si le disparaban, definitivamente moriría.

Era alérgico a la muerte.

—Vamos tenemos que empezar a correr —dijo el desconocido. Jaló a Walt de nuevo hacia la puerta y luego entrelazó sus manos. La mano del hombre era más grande y mucho más fuerte que la de Walt—. Voy a saltar contigo.

Eso no era reconfortante en lo más mínimo. El desconocido apretó la mano de Walt. Con la boca seca y el corazón palpitante, Walt echó a correr. El desconocido era mucho más alto y construido como un elegante corredor. Sus pasos eran suaves, como si hubiera hecho esto miles de veces antes.

Walt no. Comenzó a apartarse en el último segundo, pero el desconocido mantuvo un férreo control sobre su mano. Saltaron desde el borde y Walt podía oírse a sí mismo gritar antes de aterrizar en la siguiente azotea. El desconocido soltó la mano de Walt y rodó con facilidad. Walt aterrizó sobre su costado, el aire salió silbante de sus pulmones mientras todo su lado derecho estalló en dolor.

—Lo siento, debí haberte dicho que rodaras. —El desconocido se inclinó y agarró a Walt bajo el brazo y lo levantó.

—Espera. —Walt siseó de dolor—. Tengo que recuperar el aliento. — «Y lamer mis malditas heridas». Tenía un dolor punzante en su brazo derecho.

—No hay tiempo. —El desconocido abrió la puerta de la azotea y empujó a Walt al interior. El hombre no dudó mientras jalaba a Walt por el hueco de la escalera. Sentía las piernas como si fueran a ceder en cualquier momento por el puro terror que sentía.

Llegando a la planta baja, Walt miró alrededor para ver que estaban en una bodega. No tenía ni idea de dónde estaba. Walt no había recorrido los edificios que los rodeaban, a su llegada ayer por la mañana. Había cajas, botellas de jugo, leche, refrescos, y aperitivos. Ellos tenían que estar en la parte posterior de una especie de pequeña tienda. Walt había notado una ayer. Este podría ser uno de los lugares a lo largo de la acera.

—¿Y ahora qué? —Walt le preguntó al desconocido que se movía hacia la puerta en la parte posterior y la abría. El tipo se asomó afuera y luego asintió con la cabeza.

—Nos pondremos en marcha.

«Ah, claro». Eso sonó como un pedazo de pastel considerando que tenían a un asesino a sueldo tras ellos. Infiernos, ¿por qué no sugería que corrieran hacía su siguiente escondite?

—¿Qué si hay hombres esperando afuera? —Walt preguntó—. Realmente estoy tratando de evitar todo el asunto de morir.

El desconocido giró sus misteriosos ojos azules hacia Walt y pudo ver la determinación grabada en el rostro del hombre. Sus ojos cayeron al cuello de Walt antes de decir:

—No voy a dejar que te maten.

Era bueno saberlo.

—¿Quién infiernos eres? —preguntó Walt—. ¿James Bond?

Con eso obtuvo una pequeña risa del hombre.

—No lo creo. —Sin embargo, Walt juraba que escuchó al hombre murmurar las palabras 'soy mejor'. Por otra parte, oír algún pequeño sonido era casi imposible por la forma en que su sangre bombeaba en sus oídos con un fuerte rugido.

—Listo para moverte. —El desconocido abrió la puerta un poco más y luego se deslizó fuera, Walt le pisaba los talones. A pesar de que era mucho después de la medianoche, había gente yendo y viniendo desde el estacionamiento. El frente del hotel estaba bien iluminado y había una fuente al frente que tenía un gran farol iluminando el agua de la cascada.

Por suerte estaban lo suficientemente lejos y el estacionamiento no estaba bien iluminado. Los dos se deslizaron entre los carros, encorvándose un par de veces, y moviéndose hasta que estuvieron del otro lado del paseo marítimo. En opinión de Walt, estaban haciendo más trabajo del necesario. El carro del tipo no debería de estar tan lejos de la tienda de la que habían salido, pero habían tomado el camino largo para llegar.

Walt se dio cuenta de lo suave y natural que el hombre se movía, como si fuera líquido en lugar de un hombre sólido. ¿Quién se movía de esa manera?

El desconocido se acercó y abrió la puerta trasera de un brillante sedán negro y señaló con la cabeza para que Walt se deslizara dentro. Él lo hizo. Cerró la puerta y el extraño se movió al asiento del conductor, encendió el carro, y lentamente se movió por el estacionamiento.

Walt rezó desde el asiento trasero para no estar siguiendo a una serpiente a la cueva de las víboras.