¿Dónde estás?
Estaba tan cerca de descubrir algo realmente grande e importante que apenas se percató de la hora. Pasaban más de las 2 de la madrugada sin duda alguna y hacia frio. Podía sentir cada centímetro de su espalda calándole y reclamando por descanso, sus brazos y piernas se habían entumecido; apenas hacia un leve movimiento sus articulaciones se trababan dolorosamente. Sabía que sus ojos ya no daban más de sí, y podía sentir las profundas ojeras marcando sus enrojecidos ojos y aun con ayuda de sus gafas su vista no aguantaba más.
Pero estaba seguro de tener algo grande entre manos esta vez. El monitor de la computadora titilaba y le resultaba realmente molesto, casi tanto como tener que usar el mouse, aunque su muñeca comenzaba a dolerle de veras. Desde lejos le llego un ruido como el de un rugido. Casi sintió envidia de los sonoros ronquidos del capitán que dormía tranquila y ruidosamente a unos metros de la biblioteca.
Giro dolorosamente su cuello sintiendo como se acomodaban sus huesos y miro a su alrededor; Tenia la escalofriante sensación de ser enterrado por los libros y estanterías, pero obligo a su cansada mente a alejar tan ridículos pensamientos pues
debía continuar su trabajo. Así transcurrieron otras cuatro horas, había superado su propio record de desvelo, y se asustó de verdad cuando los primeros rayos de sol entraron por el enorme ventanal de la biblioteca.
Tintin tiritaba de frio mientras finalmente admiraba su obra terminada. Eran más de sesenta páginas, pero ya estaban finalmente codificadas. Rastrear en línea los fragmentos para completarla fue una tarea realmente agotadora, pero lo tenía en sus manos y lo enviaría de inmediato a la interpol, no sin antes reportarlo a los diarios internacionales. El cansancio apenas le permitía pensar en las repercusiones que tendría esta información en el mundo entero en materia de política, financiera y social.
El país más poderoso implicado en un escándalo de años de espionaje a mandatarios del resto del mundo para saber absolutamente todo sobre sus insumos energéticos y planear asi como apoderarse de ellos. Planes que incluían invasiones y guerras con pobres justificaciones sustentadas en actos terroristas fabricados. Era realmente importante. La cúspide de la carrera de cualquier periodista.
Sin terminar de entender el alcance de dicha información se restregó los cansados ojos y apenas con energía suficiente imprimió la información y sorbió lo que restaba del café frio.
El capitán Haddock despertó esa mañana de sábado como siempre. Se estiro la vieja espalda, acomodo su cama y se cepillo los dientes. Tomo una rápida ducha con agua caliente pues el clima estaba algo frio como siempre en febrero. Canturreo un poco mientras caminaba hacia la cocina para preparse el desayuno, pues Nestor estaba de vacaciones visitando a sus padres y hermana en Glasgow y no lo verían hasta finales de mes.
Era temprano, apenas las siete de la mañana, sin pensarlo mucho se dirigio a la comoda de su joven amigo para que desayunaran juntos. Sin tocar abrió la puerta de la habitación y entro con sigilo. Sabia que su amigo había estado trabajando desde temprano en el ordenador de la biblioteca y de seguro estaba cansado. Miro el bultito que respiraba bajo las sabanas. –Tintin muchacho. Susurro con dulzura. –vamos a desayunar. Coloco una mano sobre las sabanas y tiro de ellas. -¡mil rayos! Exclamo. -¡Milú! ¿Qué haces tú aquí? El perro le había saltado enzima con alegría moviendo la cola. El capitán desconcertado miro por toda la habitación y fue rápidamente hasta el baño del joven. Solo encontró la ducha mojada. -¿ya se despertó? Pregunto al perro con naturalidad como si este fuera a responderle.
El capitán fue hasta la cocina encontrándose con la cafetera sucia y un poco de café en la meseta de mármol. Pero no había otro indicio del muchacho. El capitán busco en la sala y el comedor sin éxito alguno. Desconcertado se quedo de pie en el rellano de la escalera mirando la inmensidad de la mansión. -¡Tintin! Grito a todo pulmón esperando oir una respuesta la cual nunca llego.
-la biblioteca. Susurro corriendo por las escaleras. Empujo la pesada puerta de madera y entro con decisión hacia la esquina donde estaba la computadora. El aparato estaba caliente y desordenado, había una taza de café vacía, y los zapatos de Tintin estaban descuidadamente en el suelo. –ese tonto. El capitán comprendió que el joven no fue a dormir a su cama durante toda la noche. Ahora seguramente lo tendría que buscar en el algún rincón de la biblioteca. No era la primera vez que hacia algo tan imprudente como desvelarse toda la noche pero definitivamente no podía ser bueno para la salud.
