Confesión

Por primera vez, fui incapaz de mirar a alguien directamente a los ojos. Pues nunca hasta ahora se lo había contado a nadie, ni siquiera a mis hermanos, o al menos, no con todos los detalles.

Y es que aún no se, qué fue lo que me impulsó a contárselo, pero ella era mi alumna, y también… mi amiga, tenía todo el derecho a saberlo antes de… bueno, antes de poner en mi sus esperanzas.

Si comenzaba a verme como un hombre, tenía derecho a saberlo, tenía que saber lo que soy, o mejor dicho, lo que fui.

Al terminar de contar mi terrible historia, no podía, me sentía incapaz de sostener aquella mirada. Una mezcla de interés y pena se observaban a través de sus ojos castaños, pero ya era demasiado tarde, ya lo sabía. Ahora ella iba a decidir, y quizás de nuevo iba a ser rechazado.

Ya era de noche, y el entrenamiento aquel día había resultado duro, ambos estábamos muy cansados y la tormenta de arena nos obligó a resguardarnos, antes de llegar a la aldea. Realmente no se como empezó todo, pero al terminar de contárselo, Matsuri me miraba fijamente, cosa que yo no pude hacer, por primera vez en mi vida.

- Aún no me has contado lo de la marca.

Instintivamente me llevé la mano a la cicatriz donde aún, después de los años transcurridos, podía leerse la palabra "amor".

- Esto… fue el símbolo que me ayudó a seguir viviendo, creí que amándome a mi mismo tendría todo lo que necesitaba en la vida. Obviamente, estaba equivocado.

- Y todo fue gracias a él.

- Todo gracias a él – reafirmé.

Durante un rato el único sonido fue el del viento que silbaba con furia. Ninguno de los dos sabíamos ya que decir, pues al contárselo, era evidente que estaba cambiando la situación entre nosotros. Pero me equivoqué en mi predicción.

- Gaara sensei, todo lo que me has contado pertenece al pasado. No importa quienes fuimos, lo que importa es lo que somos, lo que seremos…

Al decir esto último, vi como se sonrojaba y apartaba la vista. Fue entonces cuando por fin pude mirarla directamente. Algo sí había cambiado.

- Al menos, pude desahogarme – dije justo antes de besarla en los labios.

Y así fue como finalmente encontré en mi desierto, el oasis.