Los personajes de este fic pertenecen a J. o están basados en los que creó ella. No trato de sacar beneficio de este fic, solo lo hago para entretenimiento de ustedes y mío propio. Disfruten :)

No podía ser. Decididamente, eso no le podía estar ocurriendo a ella. Si tan solo hubiera sabido…

Hermione Granger y Ronald Weasley hacían su primer aniversario de casados ese día. Su boda había sido bonita, aunque Hermione esperaba algo más, no había sucedido como ella soñaba. Era un precioso día de primavera y todas las flores lucían en su máximo esplendor, un día ideal para pasar al exterior, rodeada de naturaleza. Sin embargo la boda había sido celebrada en una carpa que la señora Wesley había insistido que montaran. Ron había obedecido a su madre en eso, como en tantas otras cosas. Por ejemplo el banquete, las flores o el número de invitados. Hasta había dejado que su madre le comprara ese horrible traje azul celeste con chaleco amarillo, porque según ella, eso traía buena suerte en altar.

Había que reconocer que Molly Weasley había sido una suegra de lo más entrometida durante su primer año de matrimonio, eligiendo hasta los muebles de la casa en la que vivirían los recién casados. Y aunque Hermione se sentía bastante molesta, puesto que ella siempre había sido muy independiente, también quería a Molly con todo su corazón y agradecía sus consejos de madre, sobre todo tras saber que, apenas tres meses después de la caída de Voldemort sus padres habían fallecido en un accidente de coche a las afueras de Londres.

Ella había estado muy afectada. No podía dejar de pensar que habían muerto sin poder recordarla, sin que ella hubiese podido despedirse. Y Ron había estado ahí para abrazarla y para prometerle un futuro, una familia. Ella había aceptado y, tras pasar un noviazgo lo suficientemente largo para la Sra. Weasley, se habían casado. Le había seducido la idea de tener una familia. No es que quisiera tener hijos inmediatamente. Aún tenía 20 años y no se sentía preparada, ni económica ni mentalmente, para tener hijos. Pero apreciaba la compañía de los Weasley y de Harry, que prácticamente ya se había convertido en uno más ante el anuncio de su compromiso con Ginny.

Era feliz viviendo esa vida completamente normal, sin angustias, con una familia que la aceptaba y unos amigos que la adoraban. Por eso apenas podía creer lo que le estaba pasando. Ese martes había pedido la tarde libre a su jefe y se había ido a casa después de comer. Quería darle una sorpresa a Ron, arreglarse y salir a cenar para celebrar su primer año de casados. Él siempre decía que pasaba demasiadas horas en el Ministerio, que nunca entraba más tarde de las nueve y nunca salía antes de las ocho de la tarde, lo cual era verdad. Así que hoy había decidido salir antes. Sabía que él iba a estar en casa, pues sólo trabaja por las mañanas. Lo que no se esperaba era que tuviese compañía. Encima de su alfombra.

Apenas cruzó el umbral supo lo que pasaba. Los gritos inundaban la casa. Por un momento dudó. No sabía si acercarse, tenía que haber otra explicación. Y se acercó, y miró a través de la puerta del salón. Y vio a su marido disfrutando, y mucho, de una tarde en compañía de la que parecía ser Lavender Brown. Pero no podía ser, había muerto en la guerra. Su cerebro colapsó y se quedó parada enfrente de la pareja el tiempo suficiente para que ellos se diesen cuenta y Ron tuviese tiempo de subirse los pantalones y alcanzarla antes de que pudiera salir por la puerta. La agarró del brazo mientras balbuceaba expresiones sin sentido:

-Cariño, verás… todo esto… sé que es nuestro aniversario… no te enfades… tiene sentido… después de todo este tiempo, pensé que estaba muerta… yo te quiero… estaba confundido… - susurraba mientras miraba desesperado a su mujer.

Ella no pudo hacer otra cosa, no le salían las palabras. Simplemente le pegó, le estampó el puño en la cara con todas sus fuerzas y salió corriendo.

Minutos más tarde se encontraba sentada en un banco del parque. A pesar de ser primavera y no ser demasiado tarde, estaba sola, quizás fuese por esa amenazadora nube de tormenta.

No podía ser. Decididamente, eso no le podía estar ocurriendo a ella. Si tan solo hubiera sabido que esto iba a acabar así… todo su mundo se venía abajo, la burbuja en la que había estado viviendo estos casi dos años desde que se comprometió con Ron había estallado esa tarde. Sabía cómo era Ron, sabía que volvería arrepentido, con flores, y que tendrían la oportunidad de arreglarlo. Sabía incluso que, si era lo suficientemente dura con él, eso no se volvería a repetir. Pero su dignidad y su orgullo se sentían heridos tan solo de pensar en hacer como que nada había pasado.

Pero eso no era todo. Había un sentimiento que llevaba incubando unas semanas, pero al que nunca le había prestado atención, porque era demasiado orgullosa para admitir que, a pesar de su inteligencia, había cometido un error garrafal. Había creído que podría encontrar la felicidad casándose con Ron, obteniendo así una gran familia y una seguridad de que no estaría sola. Se casaba con su amigo, con su compañero, del que había estado secretamente enamorada durante toda su adolescencia. No se había dado cuenta de que ya no era una adolescente, sino una mujer madura. Y Ron tampoco era el mismo chico, había crecido y había desarrollado otros intereses y costumbres que molestaban mucho a Hermione, como el tener que vivir siempre a la sombra de los antojos de Molly, o el tener que tragarse todos y cada uno de esos odiosos partidos de Quidditch que ella había llegado a aborrecer. Al principio no se dio cuenta, estaba ciega y tontamente enamorada. Pero cuando la pasión se fue para dar lugar a algo más profundo descubrió que no había amor, solo hastío.

Luego estaba la familia, la gran obsesión de Hermione. Con el tiempo se había dado cuenta de que Harry y Ginny eran sus mejores amigos, y lo hubieran sido aunque no se hubiera casado con Ron. Y que la Sra. Weasley, lo quisiera o no, iba a seguir actuando con ella como una madre. Ellos ya eran su familia antes de estar con Ron. Si no se hubiera casado con él, hubieran sido su familia. Sin embargo, si ahora se divorciaba, puede que los perdiera. Y no sabía si podría vivir con ese miedo.

En ese momento el cielo tronó. Y comenzó a llover. Y ella lloró mientras las lágrimas se mezclaban con la lluvia.