Hola señoras y señores, bienvenidos a una nueva historia que comenzó en esta fandom.

Sinceramente, me sorprendí y alegré mucho con la acogida de mi primer one shot de Zootopia y decidí que definitivamente haría un fic que tenía en mente, así que gracias a todas las personas que dejaron favorito, seguimiento o comentaron en ``Mi Linda Conejita´´.

Hoy vengo con un proyecto diferente, será un fic de no-se-cuantos capítulos y aquí no todo será color de rosa. La introducción es corta, lo sé, pero esto solo es para ir entrando en la historia, ya que solo es el inicio. Espero hacer capítulos largos, pero no puedo prometer nada, ya que en fics largos jamás he llegado ha hacerlo, pero de momento la idea es de capítulos de por lo menos mil palabras.

Espero que os guste esta creación y que pueda seguir publicando en este maravilloso fandom.

Dislaimer: Zootopia no me pertenece, aún así me gusta crear situaciones donde la maravillosa pareja NickJudy este presente.


Introducción

Un nuevo día empezaba en la gran ciudad de Zootopia. El sol comenzó levemente a iluminar las calles que poco a poco eran abandonadas por las sombras y empezaba a cobrar vida mientras pequeños rayos de luz recorrían los recovecos de esa gran ciudad. En una de esas calles un zorro caminaba gracias a su visión nocturna sin problemas, pensando en su vida, en los cambios que se produjeron en menos de una semana, para ser más concretos en cuarenta y ocho horas, aquellas que maldijo por lo alto y por lo bajo debido a una astuta coneja que aprovechó una prueba de culpabilidad suya para arrastrarlo a un caso que ocultaba algo más que simples desapariciones. Su vida cambió con ese caso, archivado como ``Aulladores Nocturnos´´. Después de ese hecho entró en la academia de policía, convirtiéndose en el primer zorro policía, formando equipo con aquella coneja de pelaje gris y ojos violetas.

Sonrió ante el recuerdo de ese maravilloso acontecimiento. Nunca hubiera imaginado que él, un prófugo de la ley llegaría a convertirse en la imagen de la justicia. La realidad era que la vida daba muchas vueltas.

Tampoco llegó a soñar si quiera en llegar a sentir cariño de la manera que ahora sentía hacia aquella coneja. La había llegado a amar a pesar de sus diferencias, de las reglas entre especias y demás. La quería más que a nada, ahora ella era su todo. Su trabajo se lo debía a ella, su nueva forma de ver la vida también, todo.

Un sonoro timbre lo distrajo del hilo de sus pensamientos, en su bolsillo su móvil recibía una vídeo llamada de la coneja de sus pensamientos. Sin pensarlo mucho deslizó el dedo por la pantalla aceptándola.

— Buenos días Zanahorias — saludó con una sonrisa algo forzada.

¿Dónde te has metido torpe zorro? — preguntó inocentemente, sus ojos aún tenían aspecto de estar en el mundo del sueño — ¿Por qué te has ido de la cama?

— Necesitaba pensar — sonrió con tristeza, aquella noche había pasado algo que jamás creyó que podría ocurrir — Lo siento Judy, luego hablamos en el trabajo.

Colgó la llamada y golpeó la pared con un puño. El día anterior él y Judy habían ido a un restaurante a cenar dado que el zorro ganó unos boletos de cena gratis en una tómbola, y como no, invitó a su amada Zanahorias. Las cosas fueron de maravilla hasta que se dio cuenta de que la coneja había bebido demasiado alcohol y por ello la llevó a su casa.

Aquella noche se quedó a dormir con ella, puesto que no se fiaba de dejarla sola. Sabía lo peligrosa que podía llegar a ser, y no quería tener que levantarse de madrugada a atender el crimen de los vecinos de su amiga.

Al principio era todo inocente, hasta que se fijó en su pacífico rostro, en su pelaje grisáceo, su pequeño cuerpecillo que parecía totalmente indefenso…Y ahí se dio cuenta de que amaba a Judy Hopps, su astuta y a la vez torpe coneja. Lo peor era que cosas tan especiales como dormir juntos era algo que la coneja veía de lo más normal, y él no aguantaría así, y esa noche se dio cuenta.

¿Se alejaría de ella? No, no sería capaz.

¿Le diría lo que sentía? De momento no.

¿Entonces que haría? No tenía ni idea.

Pero sí sabía algo, la protegería con colmillos y garras, y nadie que osara acercarse a ella con intención de algo que a él no le gustara lo pasaría mal, puesto que no pensaba permitir que nadie le robara a su dulce conejita. A la persona que había encendido en él la llama del amor.