Hetalia y LH no son míos.


Be here now

Sonaba Midnight in Chelsea cuando entró al apartamento. Cerró la puerta con poco cuidado, pero algo le decía que eso no fue suficiente para avisarle a Miguel que había vuelto. Dejó su mochila en uno de los viejos sillones de la sala a la vez que se quitaba la chalina. Siguió la música hasta su cuarto, recordando en ese momento que hacía tiempo que no oía esa canción. No era tanto de su gusto, pero Miguel era el que la escuchaba, no él. Conocía bastante rock gracias al peruano, y hablando de él, este en realidad no escuchaba la música en ese momento. Dormía.

Típico. Manuel soltó una pequeña risa y dejó la chalina y su casaca en la silla acumuladora de ropa. Se acercó a la cama y el peruano apenas se removió cuando sintió movimiento a su cuando alguien lo abrazó, automáticamente se acurrucó. Manuel estaba helado y el calor de Miguel le venía bien. Los tapó a ambos hasta la nariz y cerró los ojos, dejándose arrullar por los ronquidos casi silenciosos de su novio.

La cena podía esperar.

Miguel paseó una mano por su espalda. Estaba tan cálida que Manuel sintió auténticas ganas de ronronear. Sonrió apenas al recibir un beso en el hombro y abrió un ojo al suponer que el otro lo miraba. Estaba en lo cierto. Miguel le sonrió y se inclinó sobre él para besarlo. Estiró un poco el cuello para facilitárselo, recibiendo gustoso su boca. Miguel terminó por apoderarse de su boca y se enredaron aún más bajo las sábanas calientes. Lo que en días de verano era un martirio, en invierno se convertía en la gloria, especialmente si se compartía cama con Miguel. Manuel deslizó sus manos por su cintura, colándolas bajo la camiseta de su pareja para poder absorber más de su delicioso calor corporal. Realmente práctico para alguien que tiene permanentemente manos y pies helados. Sintió como se le erizaba la piel y se rio entre dientes.

De la radio ahora sonaba Morning Glory.