Cap I: "Una familia peligrosa"
Quinn Fabray, 31 años y la vida que cualquier persona a esa edad desearía. Tenía dinero, mucho dinero y era el rostro más reconocido en su trabajo. Más popular. Más aclamado. El mejor sueldo. La consentida de su jefe. La envidia de sus compañeros que siempre hacían lo mismo y el orgullo de aquellos que de a poco se alejaban del negocio.
Quinn Fabray sabía cómo manejar los horarios a su antojo, respetar su trabajo y sobre todo hacer valer sus honorarios. Y no necesitaba secretaria ni asistente para que se lo recordara. Porque no la tenía y no iba a hacerlo. Recordaba cada reunión, cada nueva asignación de trabajo y cada línea que nunca podía dejar de repetir.
Quinn Fabray lo lograba todo con su astucia adquirida al pasar los años y nunca perdía nada por la misma experiencia. Pero si en algún momento alguna cuerda tambaleaba, su sonrisa y su discurso de nunca acabar le regalaban ventaja y no solo volvía al ruedo, sino que lo ganaba.
Quinn Fabray era aquella chica alta, de melena rubia y ojos verdes que nadie podía resistir a mirar. Su pulso no temblaba antes de firmar un nuevo contrato y su voz no dejaba lugar a dudas. Si el producto final lo valía, su firma en un simple papel lo valía aún más.
Quinn Fabray tiene un departamento que deja cada mañana antes de las 7 y un Cadillac negro que aborda a las 7:01. Mientras maneja, Quinn se estira hasta el espejo retrovisor, repasa el labial rosa que usa desde los últimos 12 años y se sonríe a si misma antes de llegar al semáforo donde Kevin la espera. Aquel joven de 11 años que limpia su parabrisas y ella le da cinco billetes para retomar su camino.
Quinn Fabray se felicita mentalmente y enciende a las 7:15 su teléfono móvil. Conecta el manos libres a su oreja y escucha la voz de James como cada mañana a esa hora.
- Buenos días, preciosa- ella sonríe y gesticula tan lento que un pequeño hoyuelo se forma en su mejilla. James tiene 58 años y es más que su jefe, su padre. Russel jamás ocupó bien ese lugar y James lo desplazó con el cariño que ella siempre necesitó. Lo adora y él a ella. Y tal vez por eso realiza tan bien su trabajo-
- Ey, James. Voy en camino ¿donas?-
- No te molestes. Carol horneó cupcakes y ya pedí café-
- Genial ¿alguna noticia?- preguntó Quinn bajando apenas la ventanilla-
- Tienes un nuevo trabajo. Este te gustará, estoy seguro-
- Vaya, ni una semana me dejas descansar- bromeó ella escuchando la risa de James opacar la suya- ¿Y de que se trata?-
- Te lo comentaré apenas llegues-
- ¿Ni un adelanto?- chantajeó Quinn doblando y descendiendo la velocidad-
- Ya estás aquí- aseguró él y Quinn sonrió porque nunca entendía si él lo sabía porque la veía desde la ventana de su oficina, o porque no era muy silenciosa al apagar el motor. Tomó una carpeta y un maletín del asiento acompañante y abandonó el auto- Apresúrate o el café se enfriará- cortó James finalmente la llamada y ella subió las escaleras de la entrada con velocidad.
El edificio era enorme, uno de los más grandes de la ciudad posiblemente y a Quinn le encantaba atravesar aquellas dos puertas corredizas solo para que los demás empleados giraran a verla. Alzaba su mentón, se aferraba a su maletín y avanzaba sin mirar a nadie hasta el ascensor. Allí dentro, se permitía acomodar algo su cabello y, los días que portaba traje, ajustaba su corbata solo para hacer notar su presencia a quien la acompañara.
El número 10 se iluminó de color rojo y el ascensor se detuvo, Quinn lo abandonó al instante y caminó con seguridad hasta la oficina de James. A él no le gustaba que ella golpeara la puerta o se anunciara, sin embargo Quinn siempre lo alertaba a medida que se acercaba y lo saludaba cuando se encontraba ya en el interior.
James rodeó su escritorio, la apretó contra su pecho en un abrazo fraternal y le dejó un cálido beso en su cabeza al separarse. Ella estiró su brazo y tomó uno de los dos vasos de la mesa y lo llevó a su boca, gimiendo por el dulce sabor mañanero y comenzando a beberlo con gusto.
- ¿Conoces Santa Bárbara?- le preguntó James ocupando su lugar y señalando la silla frente a él para que hiciera lo mismo. Quinn asintió-
- Bueno, de manera superficial. Sé que es un barrio privado y con pocos habitantes pero no tengo información de ninguno de ellos. Mucho menos un registro-
- Julie está encargándose de eso- dijo él refiriéndose a su secretaria- hasta el momento sabemos que además de privado, es un barrio sumamente discreto y cerrado. Cada uno de sus miembros se conocen a la perfección y son algo así como….unidos- terminó James entrelazando sus manos y Quinn asintió lentamente cuando comprendió-
- Entendido. Y tu pregunta fue porque…-
- Allí está tu nuevo empleo, princesa-
- ¿Allí? A menos que haya ejecutivos o miembros de algún partido político ¿qué se supone que voy a ir a hacer allí?- James levantó su dedo índice y luego se puso de pie, buscando una carpeta de su cajón y caminando hacia ella-
- Dijiste que ya no quieres trabajar por un tiempo-
- Ya no quiero trabajar. Tengo dinero, James y solo un auto que mantener. No perros, no mascotas ni pareja. Puedo morir y volver a vivir para continuar gastando mi dinero-
- No seas tan ególatra, Quinn- le reclamó él sonriendo y recostándose en su escritorio- Créeme que con esto recibirás cada mes dos de tus sueldos juntos-
- Aún no me dices de que se trata-
- Señor Smith- se adentró Julie luego de golpear dos veces y recibir el permiso de ingresar- Buenos días, señorita Fabray-
- Quinn, Julie. Solo Quinn-
- Intentaré la próxima- dijo la mujer avanzando hasta ellos sonrojada y la rubia rodó los ojos, siempre decía lo mismo- Aquí el informe de lo que me pidió, señor. Cada detalle que pude averiguar y cada fotografía que me dejaron tomar-
- Está bien, gracias Julie….Revisa eso- dijo él tendiéndole la carpeta a Quinn cuando la mujer se retiró-
- Fotos, fotos y más fotografías de un barrio…Vaya, casas de dos pisos, jardines amplios y césped costoso ¿Y qué hago con ello?-
- ¿Te acuerdas de aquel trabajo en Texas? ¿Apenas comenzaste en el negocio?- inquirió James retomando su asiento-
- Oh, no, no. Te dije que no volvería a hacer algo como eso-
- Me lo has dicho hace años. Y los años pasan-
- Pero mi opinión no. Sabes que me gusta trabajar sola ¿emplear gente para que compartan todo el día conmigo? No, gracias. No quiero a nadie rondando mi espacio, ocupándolo y molestándome con ello. No, James-
- Es eso o no hay un último trabajo para ti- aseguró él con seriedad y ella alzó ambas cejas sorprendida. Era Quinn Fabray, la única empleada del lugar que nunca tendría un último trabajo-
- ¿Qué? ¿Y qué me dices del dueño de la petrolera? –
- Se lo di a Megan-
- ¡Me lo habías prometido! -
- Cuando este nuevo no se había presentado. Vamos, Quinn, conocerás gente nueva, saldrás de la ciudad y socializarás un poco más-
- Con eso no me incentivas. Es justamente lo que no quiero- reprochó Quinn cruzándose de brazos y echándose contra la silla. Había pasado los últimos años de su vida sin salir de su círculo que solo incluía a James, su esposa Carol y sus dos mejores amigas. Y ella misma por supuesto. Suficiente personas veía al día con ellos cuatros y no pretendía aumentar el número-
- Deja de ser tan terca ¿es que no me prestas atención? –
- Ya te he prestado suficiente. Mi respuesta es no-
- Te dije que se trata de un barrio cerrado, privado y no supera los 500 habitantes. Y hay algo que sin duda cambiará tu respuesta-
- Nada la cambiará- murmuró ella entre dientes y James le sonrió de medio lado, como cuando le tendía el bolígrafo para que firmara un nuevo contrato. Quinn frunció las cejas y lo observó con desconfianza, él ya estaba comenzando a ganar esa partida- Habla ya-
- Solo viven parejas homosexuales- aseguró James y Quinn se enderezó con lentitud. Descruzó sus brazos y pasó una pierna por encima de la otra, soltó el botón de su camisa que apretaba su cuello y se aclaró la garganta. James sonrió-
- Explícate-
- Pues lo que acabas de escuchar. Es como una pequeña colonia lésbica de la que habla Santana- bromeó él pero a Quinn no le hizo gracia, entrecerró sus ojos y James continuó hablando- Son parejas jóvenes o menores de 50 que compraron el terreno y crearon su propio barrio, su lugar en el mundo para que nadie los hostigue. Son hijos o familiares de grandes magnates o médicos reconocidos. No son simples parejas homosexuales como ves en las telenovelas-
- No veo televisión-
- Cierto, cierto. Pero no son las parejas con estereotipo ni nada similar. Son parejas o familias que allí mismo trabajan o estudian. Hay una sola escuela y en la que la gran mayoría de niños estudia, una clínica, dos veterinarias y gente con dinero. Mucho dinero- escuchó Quinn mientras hojeaba el historial del barrio. La carpeta que había dejado Julie estaba repleta de información y algunas fotografías tipo carnet de algunos vecinos. Quinn no podía negarlo, el lugar se veía hermoso y si una simple imagen de papel le transmitía tranquilidad, no quería imaginarse lo que realmente el ambiente de allí le regalaría. Cerró la carpeta y la dejó sobre el escritorio-
- Supongo que entonces debo buscar alguien que finja ser mi pareja-
- Em sí. Eso y algo más-
- ¿Algo más? No compraré un perro-
- ¡No se trata de eso, Quinn!- le reprochó él observando a la rubia acercarse a la ventana y perdiendo su mirada en el exterior-
- ¿Entonces?-
- Verás…los vecinos tienen algo así como un acuerdo. Su propia ley, quizás, que se encargan de hacer cumplir. No quieren exponerse a que nuevos habitantes ocupen su lugar, no pretenden agrandarlo con desconocidos-
- El punto, James-
- El punto es que….no hay pase libre a parejas-
- Genial- respiró Quinn cerrando la cortina y regresando al hombre-
- No, no estás entendiendo, Quinn. Solo hay unos departamentos y casas para alquilar. En familia. Solo parejas con hijos y una familia establecida tienen derecho a ingresar como nuevos vecinos. No parejas jóvenes o con un futuro incierto-
- ¿Estás bromeando?- preguntó la rubia de manera seca y tomando sus cosas- No puedo convivir con un miserable pez ¿quieres que lo haga con más gente? Estás loco-
- Lo siento pero tendrás que aceptar. No trabajaremos solos. La gente de Shuester está metida en esto también-
- ¿A qué te refieres con que no puedo aceptar?- inquirió Quinn regresando cuando estaba dispuesta a dejar la oficina-
- A eso. Si no veo tu firma para antes del mediodía, la falsificaré. Y tendrás que presentarte directamente en Santa Bárbara. O puedes evitarlo, firmar y te daré un reporte de la gente contratada para acompañarte ¿Qué dices?-
Quinn infló su pecho y juntó sus labios, alzándolos en señal de molestia. Llegó hasta el escritorio de James y apuntó al hombre con su dedo; odiaba tenerle tanto cariño porque eso la hacia desistir de los posibles insultos que él debería recibir.
Golpeó la mesa y estiró su brazo en un ágil movimiento. James abrió un cajón, tomó otra carpeta color azul y se la entregó. Quinn arrojó su maletín, la abrió y echó su cabeza hacia atrás: en la primera página había un historial de una pequeña junto a su foto.
- ¿Asique tendré una hija? Chloe- murmuró repasando la información de la pequeña de manera rápida. La chica era tan rubia como ella, tenía unos ojos cristalinos más oscuros que los suyos y una sonrisa con la que formaba ambos hoyuelos; se sorprendió ampliamente del parecido pero no lo hizo saber- Tiene 9 años-
- Pero es sumamente inteligente. Y muy buena actriz-
- Como digas…. ¿Tendré más de uno?- gritó al pasar la página y notar la misma presentación pero esta vez con un pequeño- Luke ¿Y por qué su cabello es castaño? –
- ¿Y qué importa eso?-
- Que soy rubia, James. A la niña le creerán ¿pero él?-
- Voltea la hoja- le dijo él con movimiento de dedos y ella lo miró con desconfianza. Regresó la vista a la carpeta y pasó a lo que parecía la última página. Quinn apretó sus dientes y la piel a los costados de su mandíbula flaqueó; la fotografía correspondía a una muchacha dos meses menor que ella y no estaba a la mitad como la de los pequeños. La estudió. No tenía su altura, sus ojos eran color chocolate y su cabello era más largo que el de ella.
Si Chloe tenía un parecido a ella, Luke sin duda a esta castaña que no podía dejar de mirar.
James lo notó, lanzó una corta risa y la llamó por lo bajo.
Ella cerró la carpeta y se la regresó, tomando nuevamente sus cosas.
- ¿Entonces?- le preguntó él meciéndose en su silla y sonriéndole con victoria. Quinn desvió su vista y humedeció sus labios. Cuando volvió a mirarlo, asintió como lo hacía cuando aceptaba sus demás empleos y él golpeó sus manos en un contundente aplauso- Muy bien, iré por el contrato. Firmaremos enseguida y comenzaremos el fin de semana-
- Comenzaremos ¿cómo?-
- Prepara tus valijas- le sonrió James- A partir del viernes vivirás en Santa Bárbara, estarás casada y con dos hijos. La familia perfecta. Un tanto peligrosa, tal vez, pero perfecta-
Regla número 26 de su trabajo: Nunca te relaciones con niños ni te encariñes con algún posible compañero: Las cosas pueden terminar realmente mal.
Bueno queridisimas lectoras. Otra fic (se van a terminar aburriendo de mi), apenas el comienzo. Y como aún falta para que regrese a la facultad, les voy a ir adelantando la historia, se lo merecen. Sé que dije que no iba a ser G!P pero en los rw del anterior fic me lo reclamaron (son unas insaciables) asique...G!P será.
Desde ya, muchas gracias a quienes vayan a seguirla.
Ni Glee ni sus personajes me pertenecen (de lo contrario hubiésemos tenido un ultimo abrazo faberry) ¡Saludos!
