―Hola -le dijo la seria chica.

Ives Cavendish alzó los ojos desde su libreta y se sorprendió.

¿Primero damos las buenas noticias o las malas? Siendo honestos ninguna es muy buena, pero digamos que hay algunas buenas nuevas, para que no suene a historia de prófugos de Azkabán.

Buena noticia es que la chica que saludó a Ives, le parecía linda, aunque sólo la conociera de vista: su cabello negro cortado a la egipcia, sus llamativos ojos penetrantes, labios bien dibujados, nariz de linda curva, la barbilla hendida y sus pestañas densas, que parecían llevar rímel, como si ella fuera mayor.

Noticia menos buena es que se pasmó ante los ojos directos de una Slytherin que le sonreía, un poco irónica, como si pudiera leer los secretos de él.

Con otros estudiantes, Ives se habría levantado sonriente, dispuesto a encantarse con la conversación. De pedírsele orientación sobre temas de clase o la hora o resolver una duda en un alumno de grado menor, entusiasmado por ayudar le habría explicado con detalle, aconsejado y acompañado a donde fuera, dejando tan grata impresión, que quien se le acercó sentiría descubrir lo estupendo de Hogwarts.

En cambio, con esta chica llegada de improviso, Ives no supo qué hacer. La culpa fue de sus ojos oscuros, intensos, induciéndolo a quedarse quieto, a prestarle atención.

No era imponerse. En Ives se generó un momento de vacilación. Esa mirada era… un poco hipnótica.

La Slytherin observó la libreta de Ives, donde el chico estaba dibujando un bicornio. Sintiéndose descubierto la cerró rápidamente, aprovechando para comprobar que aquella chica lo había saludado (y no a otro, detrás), y también para verificar si sus amigas Bulstrode y las Greengrass estaban mofándose, como acostumbraban con el que fuera. Nadie.

¿Habrá visto?, se preguntó Ives. Una Slytherin te saluda y descubre que estás dibujando un bicornio… No se vaya a intimidar. Tratando de saber si vio el dibujo que con certeza la parecería ñoño, él la analizó, hallando que excepto su mirada fija, la sonrisa tomó un aire un poco mordaz. ¡Lo vio…! Avergonzado, Ives Iba a empezar a enrojecer, cuando la chica dio un medio paso adelante.

Las rodillas de ambos se rozaron.

Cambio de juego. Ives experimentó el contacto discreto de sus rodillas, sugiriendo un significado que se le escapaba... El toque lo inquietó más pues supo que ella estudiaba su reacción. Muy pronto él debería decir lo que fuera, aun balbucear, para romper su creciente nerviosismo.

¡Hola! ¿Cómo te ha ido, en qué te puedo ayudar?, las palabras que habrían salido normalmente de boca de Ives se convirtieron en invisibles burbujas de jabón flotantes, pues sintió que nada dicho por él tendría interés para esa Slytherin. Además era gran amiga de influyentes, mientras que él tenía por mejor amigo a un squibb de por su casa, que vendía pescado semifresco y películas muggles.

Y finalmente, la mala noticia: él era un Hufflepuff.

Serpiente y Tejón, ¿dónde acaba esa situación?

El tejón habría tamborileado con una pata, porque la Slytherin comenzó a hablarle, sin perder su sonrisa intrigante.

Un escalofrío recorrió a Cavendish: las palabras de la chica eran lo de menos… para ella. En sus ojos se notaba que hablarle era un pretexto para mirarlo de cerca. Daba la impresión de comprobar lo visto de lejos. Sus labios, divertidos por una razón secreta, articulaban palabras que en oídos de Ives eran tintineos de leves choques de cristal, más ese contacto en sus rodillas, inquietante, que nadie más notaba.

Ives habría estado en excelente posición de ser un Slytherin. O un Ravenclaw. Tendría buena probabilidad de entender o de seguir el juego. O de huir si era un Gryffindor. Pero estaba en la peor posición, pues ella era una turbulenta serpiente y él era... bueno, un amable tejón, que la miraba pasmado, con miel en los bigotes.

Ives no parecía un tejón. Su cabello frondoso, la expresividad de sus ojos, su aire de nobleza y amable desenfado podían llamar la atención; sin embargo, se delataba como elemento de la especie tejonil en su cero malicia, desde su forma desarmada de mirar a aquella linda cobra que se balanceaba cadenciosa y le siseaba que la pasarían estupendo, si la dejaba acercar un poquito.

Muchos pensarían que Ives corría peligro, preocupándose por él. Lo cierto es que era un gran muchacho. Su única falta era tener oculta en casa una colección de películas muggles de los años 1940-90 y temporadas de Dr. Who. Sus padres eran magos y les desagradaba la cultura muggle, por lo que su educado hijo se sentía traficante cuando compraba al vendedor de pescado, videos VHS que subía al desván para, armado con rosetas de maíz, frente a un televisor y reproductora de segunda mano (producto del contrabando), se dejaba llevar por Casablanca, pasando por El Imperio Contraataca, hasta Parque Jurásico (que lo intranquilizaba).

Recordando las películas, creyó ver a aquella Slytherin vestida como cowboy del Viejo Oeste, un Clint Eastwood femenino de traje negro, sombrero ladeado del que sobresalían sus negros cabellos, mano en un revólver al cinto, Smith & Wesson, que había cobrado vidas de asaltabancos e indios Gryffinpanoag, llevando en los labios un cigarrillo sospechosamente parecido a un palito de paleta, retándolo con ojos entrecerrados antes del duelo afuera del saloon:

—La pregunta es: ¿te sientes con suerte? -le preguntó ella.

—¿Perdón?

—Que si tu libreta es una Whizz Hard Diary.

Estaban en Hogwarts.

Absorto, una oreja del tejón se hizo atrás.

―Sí, la librería Whizz Hard la sacó a la venta hace una semana, es muy útil, sirve para escribir o dibuj…

―Me compraré una -afirmó y muy recta, le tendió una mano como si esperara recibir un beso en ella-. Y me llamo Pansy Parkinson.

¡La peor noticia! Los últimos segundos se arremolinaron frente a Cavendish. Ni más ni menos que el Azote de Potter y Granger. Una Sangre Limpia hablando a quien ella vería como uno de los Menos Interesantes de Hogwarts, pero a quien le había rozado las rodillas con las suyas.

Ives le dio la pata mano.

Al tomarla, lo hizo ponerse de pie como resorte, despidiéndose a la francesa, de besos en ambas mejillas. La falta de costumbre hizo que cuando ella le dio el primer beso él no dio nada, y cuando le dio el segundo y se quitó, él besó al aire.

El resto de ese día recordó que Pansy Parkinson le oprimió la mano por un segundo… El tiempo corrió más lento cuando los dedos de ella lo apretaron, tratando de decirle algo sin hablar.

―Nos veremos más tarde -aseguró y se fue, sin más.

Mirándola alejarse, pasmado, Ives recibió un empujón en la espalda por la derecha y otro por la izquierda, que lo lanzaron dos pasos adelante. Aun así no dejó de ver a Pansy, ni cuando una sonora palmada lo sacudió.

―Bien, galán.

Los tres alumnos que lo empujaron siguieron su camino, dándose la mano satisfechos. Eran Gryffindor, de la Casa de los Valientes.

De tan asombrado que Pansy Parkinson le acabara de hablar y besar en ambas mejillas, que Ives casi olvida su clase de Pociones y corrió.

―... la calibración de la balanza debe ser perfecta -explicaba Snape en el aula, con voz nasal-, verificada cada mes porque de lo contrario, la falla de un miligramo señor Cavendish, quizá quiera contar a la clase lo que está soñando…

Ives miró a las alturas vestidas de negro, desde cuya cima bajaba la mirada hostil del profesor Snape.

―La calibración, sí, la calibración es la, calibración... es la... calibración... -suspiró, perdido-. No atendí, señor, disculpe...

―Brillante calibración, señor Cavendish, cinco puntos menos a Hufflepuff -Snape volvió a la pizarra.

Nadie se atrevía a reír en su clase, excepto disimuladamente, lo que Ives se ganó para su bochorno. Pansy Parkinson, de brazos cruzados en el escritorio, le sonrió con los labios cerrados, profunda en la mirada. Con eso recordó que ella le había rozado las rodillas, asombrado.

El tejón dobló las orejas. Se había distraído por pensar en la Slytherin, sin saber si sentirse emocionado, intrigado o reportarse enfermo de septicemia, porque aquella chica tan bonita tenía lo suyo. Haciendo una tabla comparativa en su nueva libreta, para entender (no rehuía el trabajo pesado de esforzarse en cada detalle de su vida), obtuvo:

PansyParkinson Ives Cavendish

Excelente posición social Magos venidos a menos

Supremacista de la sangre,

cruel con los mestizos,

enemiga de los muggles,

agresora de los Tres Grandes,

incisiva, pedante, intrigosa Nuncamente

… y bonita, se decía Ives, para salir de nuevo con maletas al círculo vicioso de tener varias emociones y desconfiar de todas.

Como dicen los muggles, cría fama y del cielo te caen las hojas. Él no era como otros a los que deben soplarles las trompetas de Wotan en las orejas para que entiendan ciertas señales. Él se daba cuenta que ella le manifestaba interés con i de Interés. No obstante, la fama de Pansy Parkinson le sugería que muy bien ella podía estar jugando o tener en mente un plan que él entendería al cumplir 25 años de edad. Y la sonrisa de ella no era amable: era de invitarlo a una travesura, de tener en mente, cuadros destinados para él.

Aunque no acababa de creer que le gustara a una Slytherin -no se veía atractivo para ellas, no entendía un comino-, tampoco se conflictuaba demasiado. Como Hufflepuff, relajado, no se hacía malasangre. Era un leve pánico en lo general. Y llevaba la sensación del roce de las rodillas de Pansy, ese contacto sugestivo, así como de la presión de su mano.

Al salir de clase, de entre los alumnos brotaron unos dedos que le apretaron una oreja y Pansy lo rebasó:

―A estudiar, lindo.

Tenía la respuesta, pensó él, por tu culpa se me olvidó.

En su interior, el tejón mostró la lengua a Pansy Parkinson, que se alejó como una ágil serpiente, indiferente.

Cavendish intuyó que ella se sabía vista por él, seguida por su mirada al caminar.

Sospechó que no lo iba a dejar en paz.

Y a favor de su intranquilidad, la vio transformarse en vampira en pleno Hogwarts.

La libreta Whizz Hard Diary:

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Tráilers y soundtrack

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