Una noche con el rey
I. Nada al azar
- ¡No digas todo lo que se te antoja!
- Tal como lo pensé, ¡tienes una pésima actitud!
- Cállate, Hinata.
Kageyama dio media vuelta y comenzó a caminar más rápido por la acera, alejándose del muchacho. Éste tomó su bicicleta y siguió a su compañero de equipo, mientras las luces de la calle iluminaban su camino.
- ¡No entiendo por qué te enojas tanto! ¡Ojalá yo fuera un rey en la cancha! - exclamó el colorín.
- Bah.
- Tampoco entiendo por qué no le respondiste a Tsukishima como siempre haces, podías haberlo dejado calla...
Kageyama se detuvo y encaró a Shouyou. En su rostro, aunque ocultos por su cabello y la noche, brillaban sus ojos con una furia que habría espantado a cualquiera. Hinata estaba realmente asustado, pero se obligó a mantener la mirada.
Y Kageyama explotó:
- ¡Porque estaba en lo cierto! Eso de 'rey' es sólo sarcasmo, una burla... ¡Aunque cambie, siempre habrá un Tsukishima sacándome en cara mi pasado!
Mientras el joven jadeaba luego de su brusca respuesta, Hinata se le acercó un poco, lo suficiente para que Kageyama pudiese escucharle hablar en voz baja.
- Yo... A mí no me importa cómo hayas sido en el pasado. Aún quiero vencerte en un partido de vóleibol (¡y ten por seguro que lo haré!), pero... Verte en el partido que tuvimos en primaria fue como "¡Uwaaaa!" y hasta perdí el miedo. Eras un verdadero rey... Y sigues siendo un rey para mí...
Kageyama no reaccionó. Esperó unos segundos, por si el enano agregaba algo más, pero el silencio se mantuvo. "Sigues siendo un rey para mí"...
- Oi, espero que sepas que eso último sonó muy extraño - espetó, luego de unos instantes. Silencio. ¡¿Me escuchaste?! - Con algo de brusquedad, Kageyama levantó el mentón de Hinata. Se arrepintió en el acto.
El chico estaba llorando. Más bien le caían las lágrimas, aunque parecía no darse cuenta. "Ah, mierda. Soy un idiota", pensó el moreno, completamente aturdido.
- Ehh... Mira, no quería decirlo así...
- No, tienes razón, fue raro - hipó el colorín mientras trataba de sonreír - E-es sólo que no quiero que pienses en eso del 'rey' como algo malo. A-algunos lo encontramos genial. Y ahora debo irme, ¡adiós!
Dicho esto, subió a la bici de un salto, tratando de ocultar su rostro. Antes de empezar a pedalear, una mano firme lo sujetó por el hombro.
- Espera. Ya está oscuro, ¿te irás así a tu casa?
- Sí, siempre lo hago. No demoro más de media hora...
- ¿Tanto?
"¿Y si se cae? ¿Y si lo atropellan?", pensó Kageyama, preocupado. En realidad, le molestaba sobremanera centrarse tanto en un niñato tan irritante, pero bueno, era por el partido del sábado...
- Oi, Hinata. Quédate en mi casa.
Los ojos café del muchacho parecían platos. Balbuceó unas disculpas, pero su compañero lo hizo callar con una mirada que no admitía negativas.
- Mis padres están de viaje, así que no molestarás. Además, puedes quedarte en la pieza de invitados. No quiero dejar nada al azar en lo que respecta al partido, ¿entendiste?
- Hinata tragó saliva.
- Cla... claro – murmuró.
- Bueno, en marcha.
Luego de unos minutos de avanzar en silencio, Hinata carraspeó.
- ¿Te... te llevo en la bici?
Kageyama estuvo a punto de responder una pesadez, pero recordó que no era el mejor momento. Ya habrían ocasiones luego de esta incómoda noche.
- No, gracias. Quizás sería mejor que tú vayas en la parrilla y yo conduzca, pues peso más que tú.
- ¡No, es MI bicicleta! Y podría llevarte aunque pesaras tanto como un elefante.
Su respuesta distaba mucho de ser un piropo o una declaración afectuosa, mas los dos se sonrojaron. Por suerte, ese sector de la acera estaba oscuro.
- Bien, entonces te diré cómo llegar a mi casa y te pondré a prueba - exclamó repentinamente Kageyama, mientras se sentaba en la parrilla de la bicicleta y pasaba sus brazos alrededor de la cintura del ciclista.
"Vaya, qué flacucho. Si me caigo, lo parto en dos", se dijo el moreno, con irritación.
Shouyou podía sobre exigirse siempre. Era capaz de practicar hasta vomitar y nunca se rendía. Pero parecía que esto era mucho peor que cualquier entrenamiento. Su rostro estaba rojo y sudoroso y su respiración era, con suerte, un seco jadeo.
Casi al llegar a una cuesta, Hinata echó los pies a tierra, rendido de cansancio. En ese momento, dos manos fuertes lo obligaron a sentarse en la parrilla.
- ¡Hey, espera un momento, Kageyama!
- ¿Estás loco? ¡Vas demasiado lento y quiero llegar ya! Ahora es mi turno, así que sujétate fuerte y no estorbes.
Dicho esto, el muchacho comenzó a pedalear para subir la empinada calle, con Hinata agarrándose de su cintura. En este caso, el enrojecimiento facial de Tobio no era tanto por el esfuerzo. "De toda la gente que hay en el mundo, ¡no puede ser que este enano torpe sea el que más me llama la atención!", cavilaba.
La casa era grande, luminosa y tenía un estilo muy actual, que atraía a quienes la veían desde afuera. Hinata hizo grandes aspavientos cuando la vio.
- ¡Uwaaaa! ¡Es gigante!
- Deja de gritar tanto, molestarás a los vecinos- espetó Kageyama, con su habitual mueca de desagrado. Hinata prefirió no mirarlo, pero se calmó un poco.
"Ojamashimasu!" dijo éste cuando su compañero abrió la puerta, y la sorpresa lo golpeó de lleno: ¡El interior era mucho más imponente que el exterior! Todos los adornos parecían caros, así como los muebles. Invadido por un súbito miedo a romper algo, el colorín quedó petrificado en la entrada.
- ¡Sácate los zapatos y entra de una vez!- rugió Kageyama, despertándolo del hechizo.
- Es que... es que todo es tan bonito, no quiero tocar nada...
- No toques nada, entonces. ¡Ah! Tienes que avisarle a tu familia que te quedarás a dormir acá hoy. Ahí está el teléfono- dicho esto, el moreno fue a otra habitación.
Luego de unos instantes, Hinata se sacó las zapatillas, se puso las sandalias que Kageyama le había dejado cerca y se dirigió al teléfono.
- A-Aló, ¿mamá? Hola, soy Shouyou. Llamo para avisarte que me quedaré a alojar donde un amigo del club de vóleibol, Kageyama-san. Sí. No, no hay problema, él me invitó. No. No, mamá, jamás me portaría mal frente a él ("Es capaz de matarme dos veces, y luego otra más para estar seguro", pensó Hinata). OK, mañana nos vemos, adiós.
Justo cuando cortó, la dura voz del dueño de casa lo llamó desde otra habitación. "Uf, recién llegué y ya siento que me he portado mal", suspiró el invitado. Llegó al comedor, desde donde se podía ver una cocina enorme y a Kageyama preparando algo.
- ¡Wow! ¿Sabes cocinar? ¿Qué es, qué es? - preguntó Hinata, cuyas tripas despertaron con el aroma de la comida. De un salto llegó junto al joven, quien le dio la espalda con un bufido.
- Es sólo un poco de curry para la cena. Y es obvio que debo cocinar, pues mis padres viajan mucho por negocios.
- Vaya, mamá dice que debería aprender, pero también me pide que me aleje de la cocina porque soy muy torpe.
- Conociéndote, serías capaz de causar un incendio con sólo preparar un huevo duro- se burló Kageyama y, antes de que el colorín pudiese responder algo, agregó: - Ahora anda a sentarte, ya está listo.
"¡Espero que no le haya quedado tan amarga como su personalidad!", suplicó mentalmente el más pequeño, y se preparó para lo peor.
El primer bocado hizo que le brillaran los ojos. El segundo se los llenó de lágrimas. Tobio lo miró de reojo primero, y luego puso cara de espanto.
- ¿Qué te pasa? ¿Está muy caliente? ¿Muy picante?
- No, ef fólo que... ¡eftá muy ricooo!- exclamó Hinata, con la boca llena.
- Qué bueno. ¡Pero traga antes de hablar, maldición!
Una vez terminada la cena y limpios los platos, llegó la hora de dormir. Kageyama llevó a su compañero a la pieza de invitados -ubicada en el segundo piso y cerca de su habitación-, preparó un cómodo futón en el suelo, le prestó un pijama más una toalla y salió para preparar el baño.
Hinata quedó solo, observando todo con detalle. Todavía le costaba creer que estaba en la casa de su rival (y ahora aliado) más fuerte. Además, sentía una ligera incomodidad desde hacía un tiempo: ¿Y si no era sólo admiración lo que sentía por Kageyama? La idea lo estremeció. En realidad, el 'Rey de la Cancha' siempre fue su meta y pensaba tanto en él que ya le preocupaba en serio que la obsesión por superarlo se convirtiera en algo más.
Miró el pijama. Seguramente le quedaría gigante, más parecido a un vestido. Lo acercó a su rostro y su aroma le puso la piel de gallina. No supo (no quiso saber) por qué.
Todavía estaba un poco aturdido, cuando Tobio abrió la puerta de la pieza de invitados. Luego de hablarle varias veces sin recibir respuesta, tomó a Hinata de la muñeca y lo guió al baño.
- Los invitados primero. Pero apúrate-. Dicho esto, cerró la puerta a su espalda.
Shouyou despertó de su trance y se miró la muñeca que había tocado Kageyama. Aún estaba un poco enrojecida debido a la brusquedad con la que el muchacho lo había tomado, pero no dolía. De hecho, se sentía agradable... Sacudió la cabeza, avergonzado, y comenzó a lavarse.
Afuera, el dueño de casa tenía la respiración agitada y se miraba la mano que había tocado a Hinata. "Espero no haberle hecho daño", pensó. No medía bien su fuerza ni su irritación cada vez que veía al chico de cabellos anaranjados y su muñeca parecía tan frágil...
"¿Cómo será el resto...?". Antes de formular completamente su pensamiento, decidió pellizcarse con fuerza. Lo divertido fue que, en el baño, Hinata pensó e hizo lo mismo que él.
- ¡Muchas gracias por el baño!- agradeció Shouyou cuando salió, envuelto en una toalla enorme.
Lo único que se le veían eran los tobillos, blancos y delgados como los de una chica. Kageyama desvió la mirada, tomó su toalla y entró al baño. Se quedó de pie, inmóvil, mirando la tina con el agua que ya había sido ocupada por el otro muchacho. Hinata ingresó a la pieza de invitados y miró de hito en hito el pijama que olía a Kageyama.
"¡Gulp!".
