CAPÍTULO 1: LA MARCHA

Hinata caminaba temerosa por el pasillo de su casa. Su padre le había citado en la sala del consejo para discutir un asunto bastante importante. Aunque ella no sabía bien de que se trataba.

Cuando llegó a la puerta, iba a tocar pero la voz severa de su padre sonó desde dentro.

- Pasa.

Con algo de temor, abrió la puerta corrediza y entró en la sala. Era una sala circular, ocupada solamente por una enorme mesa rectangular y un total de 24 sillas. Comprobó, que en ese lugar estaban los altos mandos de los Hyuga, no solo su padre.

- Siéntate – ordenó.

Con una reverencia, y con algo de timidez, Hinata se sentó en la silla que estaba vacía, en la punta final de la mesa. Su padre estaba justo al otro lado, al final de la otra punta. La estancia estaba iluminada solamente por unas cuantas velas que colgaban de pequeños faroles, por lo que se podía ver lo justo de cada uno de los reunidos. Aunque para un Hyuga, esa iluminación era más que suficiente. Hiashi comenzó a hablar.

- Hinata, hemos de tratar un asunto muy serio – la voz de Hiashi sonaba muy severa ¿Tan grave era ese asunto?

- ¿D-De qué se trata padre? – Preguntó una tímida y a la vez temerosa Hinata.

- Tienes ya 14 años y… - calló un momento – Como bien sabes solo un varón puede ser el que ostente el título de dirigente del clan Hyuga. Como mi hija, no podrás ocupar dicho puesto por lo que tu futuro esposo será quien lo ocupe.

Hinata asintió. Eso era algo que sabía muy bien. Se lo habían dicho ya varias veces.

- Por lo que es hora de que elijas a tu futuro marido y te cases.

Esto si que la pillo de improviso. ¿Querían que se casase ya?

- ¡E-Espera un momento, padre! ¿Esta insinuando que…?

- Así es – afirmó mientras asentía con la cabeza - . Los candidatos están listos para la elección. El más fuerte, sabio y preparado será tu futuro esposo.

No podía creer lo que estaba oyendo. Estaban decidiendo su futuro por ella.

- ¡P-Pero padre! ¡Y-Yo no puedo…!

- ¿El qué no puedes?

La mirada que Hiashi le lanzó fue tan dura que la joven se aterrorizó. Estaba claro que estaba hablando muy en serio.

- Pero es que yo…

- La decisión esta tomada Hinata. Uno de los candidatos será tu futuro esposo y el que heredé el clan Hyuga.

No pudo evitar soltar varias lágrimas, aunque nadie se percató de ello. Hinata no deseaba para nada eso. Ella ya tenía clara una cosa desde hacía muchos años, amaba a Naruto. Si alguien debía ser su marido, solo podía ser él.

- ¿Tienes algo que decir, Hinata?

- Yo… - su voz sonó apagada, pero tragó saliva y, cerrando mucho los ojos, gritó - ¡No pienso atenerme a esa estúpida norma! ¡Me niego a casarme con alguien a quién yo no ame!

Varios murmullos se empezaron a oír en la sala. Los reunidos comenzaban a hablar por lo bajo sobre ese comentario. Algunos permanecían impasivos, otros alterados. Hiashi se levantó de su sitio y comenzó a caminar hacía su hija, quien estaba con la cabeza agachada, mirando hacía sus piernas.

Cuando se situó a su lado, le habló de una manera aún más dura que antes.

- Hinata, mírame – ordenó.

La joven alzó la vista y vio, con horror, la mirada furiosa de su padre, quien alzó la mano y se preparó para darle un bofetón.

Esperando el fuerte golpe, Hinata cerró los ojos con fuerza. Pero no paso nada. Los abrió para ver lo que había pasado. Su padre permanecía inmóvil, mirando a la mesa, al igual que el resto de los reunidos. Hinata miró en la dirección y vio como la manga del brazo derecho de su padre, el que iba a usar para darle la bofetada, se encontraba enganchada en la mesa por culpa de un shuriken.

Los Hyuga activaron todos a la vez su Byakugan y comenzaron a mirar por toda la sala. Había muchos rincones oscuros donde se podía esconder un intruso, así que no podían dejarse ninguno. El único que no activo su habilidad fue Hiashi, que desincrustó el shuriken y se arregló la manga del kimono.

- Sal de tu escondite, Shiro.

Se oyó una pequeña risilla y de un rincón de la oscuridad un joven, de no mucha mayor edad que Kakashi Hatake, apareció. Su cabello era blanco y puntiagudo, sus ojos eran verdes como esmeraldas. Por su mirada, no parecía el tipo de persona capaz de hacer daño a una mosca, pero eso no era lo que preocupaba a los miembros del clan Hyuga. Ninguno lo había podido detectar ¿Significaba eso que ese joven se había colocado en el punto ciego del Byakugan de los 22 miembros que lo habían activado?

- Tan perspicaz como siempre.

Al oír la voz, Hinata se asomó desde su asiento. Vio a su salvador. Deseaba correr y echarse a sus brazos, pero al estar su padre allí presente no era algo que pudiese hacer.

- ¿A qué ha venido esta interrupción?

- Veamos… - el joven se rascó la frente – Mi trabajo consiste en cuidar que la joven Hinata este sana y salva de cualquier peligro, y eso incluye al gran líder del clan Hyuga por supuesto.

Todos le lanzaron una mirada asesina, pero el joven ni se inmutó. Algunos se levantaron para atacarle, pero el movimiento autoritario de Hiashi, al alzar la mano para indicar que todos se estuviesen quietos, los detuvo.

- Esta reunión no es algo de tu incumbencia para que te encuentren aquí.

- Tienes razón, lo que se trate en esta reunión me trae sin cuidado. Pero mi obligación es de cuidarla para que no reciba ningún daño. Lo sabes bien. Del mismo modo, que velar porque tenga un buen futuro, así que…

- ¿¡Cómo osas hablar así a Hyuga-sama!? ¡Te voy a enseñar lo que es el respeto! – Gritó furioso uno de los miembros más cercanos a la zona de la mesa donde se estaban sucediendo los acontecimientos.

Con furia, se levantó y se dirigió corriendo hacía Shiro, activando su Byakugan y listo para atacarla.

- ¡Moshi! ¡Espera! – Ordenó Hiashi, pero este no se detuvo.

Todo fue muy rápido. Shiro esquivo sin problemas el ataque de Moshi y le contraataco con una patada que lo estrelló con la pared de la otra punta de la mesa, donde se sentaba siempre el líder del clan Hyuga. Los reunidos se quedaron atónitos ante esa muestra de fuerza.

- Bueno – dijo Shiro mientras hacía crujir los huesos de su cuello - ¿Alguien más quiere darme una lección de respeto?

Nadie se movió. O estaban temerosos de él o querían ser prudentes. Al ver que nadie hacía nada, el joven sonrió.

- Hinata, levántate. Nos vamos.

Hinata lo miro un momento. Este le lanzó una sonrisa agradable que le infundió confianza a la joven para levantarse y situarse a su lado.

- No se a que razón ha venido la estupidez de buscarle ahora un marido, Hiashi – dio un paso al frente y se situó frente al líder del clan - . Se bien que las reglas en este caso, imponen que los candidatos luchen entre si hasta que solo gane uno, pero… - calló un momento y miró a Hinata, que se encontraba encogida y mirando hacía el suelo, para evitar la mirada de su padre - Si alguien quiere desposar a Hinata, tendrá que derrotarme primero a mí.

Todos los presentes, salvo Hiashi, comenzaron a protestar. No permitían que nadie se inmiscuyese en sus asuntos y, mucho menos, cambiase sus normas.

- Vamonos.

Shiro se marchó de allí con Hinata, dejando atrás a los miembros del clan Hyuga protestando e insultándole. Sobre todo jurando que iba a pagar por lo que había hecho.

Se marcharon de la casa principal de los Hyuga y dieron una vuelta por la villa, hasta llegar a un pequeño parque. Hinata se sentó en uno de los columpios y empezó a balancearse de una manera lenta. No había dicho palabra en ningún momento. Su mirada se dirigía hacía el suelo, oculta por su cabello azulado, por lo que Shiro no podía saber como estaba.

Este se colgó bocabajo de la barra que sujetaba los columpios, sujetándose por los pies. Estuvieron así un buen rato, hasta que finalmente Hinata hablo, aunque de una manera melancólica y como si estuviese conteniendo sus lágrimas.

- Shiro-sensei…

- ¿Mm?

- ¿De verdad… de verdad tengo que casarme?

Permaneció pensativo un momento intentando ver como le explicaba la situación. Pero por mucho que pensaba, todas las respuestas le llevaban a una sola.

- Si, las leyes del clan así lo estipulan.

- Ya veo… entonces, no tengo otra elección. Todo será… por el bien del clan…

La miro un momento. Estaba claro que se estaba conteniendo para no llorar. La conocía desde que era muy pequeña. Sabía que no le gustaba que nadie la viese llorar.

- Dime una cosa, ¿recuerdas ese tobogán? – Preguntó mientras señalaba un tobogán que había no muy lejos de allí.

Hinata lo miro. Cuando era pequeña, Shiro la solía traer a este parque. Adoraba tirarse por ese tobogán.

- Cuando eras pequeña, te encantaba tirarte por él. Lo hacías una y otra vez, sin parar hasta la noche.

- Si… - asintió avergonzada.

- Un día, cuando estabas subido en él, dijiste una cosa que nunca me hubiera esperado.

- ¿Eh?

- Cuando bajaste, me dijiste; "Shiro-sensei, ya he decidido quien será el chico que será mi esposo en el futuro".

- ¿Y-Yo dije eso? – Preguntó una sonrojada Hinata, ante lo que Shiro rió.

- Si. Me hablaste de ese chico. Aún no le conozco, pero he oído varias historias de él. Por lo visto la armó mucho durante el examen de Chunin. No se que tipo de persona será, pero parece ser alguien muy interesante.

- Pero para él… yo es como si no existiese…

Miro a la joven. Parecía que se hubiese entristecido de nuevo.

- Los grandes amores llevan su tiempo, Hinata. Aún eres joven. Cuando crezcas, estoy seguro de que te lo echarás enseguida.

- ¿Usted cree?

- ¡Claro que si!

- Pero… el compromiso con mi clan…

- No te preocupes por eso.

Shiro bajo al suelo y se arrodilló frente a ella.

- No permitiré que te casen con nadie Hinata. Es una ley estúpidas que tendría que haber desaparecido hace ya años. Pero los viejales del clan la mantienen por pura cabezonería a no adaptarse a los nuevos tiempos.

- Shiro-sensei…

Estuvieron hablando un rato más. Hacía mucho que no se veían desde luego. Hinata le había enviado un mensaje esa mañana, temerosa de lo que pudiese ocurrir en la reunión, por lo que Shiro había decidido acudir sin necesidad de invitación. Ahora la joven ya estaba más calmada. La noche había llegado, y era hora de volver a casa.

- Bueno, pues yo me voy ya.

- Tenga cuidado en el camino de vuelta, Shiro-sensei. Y disculpe que le haya hecho venir…

- No te preocupes – la calmó acariciándole la cabeza mientras sonreía – Sabes que me tienes para lo que me necesites.

- Gracias – su sonrisa bastó para mostrar su agradecimiento.

Shiro se esfumó en una cortina de humo. Hinata regresó a su casa, donde nada más llegar fue llamada a la habitación de té de la mansión. Allí, sentado, le esperaba su padre. Su mirada era severa, como siempre.

- Hinata, siéntate.

- S-Si…

Tímida, temerosa y temblando, la joven se sentó en el cojín que se hallaba a escasos metros de donde estaba sentado su padre. Este la miró sin cambiar la dureza de su rostro.

- Lo que ha ocurrido hoy no cambiará las cosas.

No dijo nada.

- El consejo así lo ha decidido. Te casarás tan pronto se de a conocer el ganador de la prueba.

- ¡Pero padre…! – Hinata iba a protestar, pero el grito furioso y severo de su padre la hizo callarse. E incluso retroceder un poco.

- ¡Deja de comportarte como una cría malcriada y atiente a tus deberes como la futura líder del clan!

Hinata iba a empezar a llorar, pero logró contenerse, aunque se le escaparon unas cuantas lágrimas.

- Mañana mismo comenzarán las pruebas, así que será mejor que te vayas a dormir porque tendrás que asistir a ellas para dar ánimos a los participantes. – Hiashi se levantó y corrió la puerta que daba al pasillo – Ya puedes retirarte.

Sin levantar la cabeza, la joven se marchó de allí. Fue a su habitación y se quitó toda la ropa, dejándose solamente las vendas que le cubrían el pecho y sus bragas de color rosa con estampado de flores azules. Se cubrió con las sábanas del futón, rodeo con sus brazos el cojín y empezó a llorar.

Ya no podía contenerse más. Habían sido muchas cosas en un solo día. Había elegido todo sobre su vida desde el momento en el que comenzó. Y ahora habían decidido su futuro. Eso implicaría olvidarse de Naruto, algo que no quería. No solo lo amaba con todo su corazón, sino que siempre había sido su modelo a seguir. Pero ahora ya no podía hacer nada. Shiro le había prometido que haría algo al respecto, ¿pero qué podía hacer? Las decisiones del consejo habían de cumplirse a rajatabla, sin importar la opinión que tuviesen el resto de fuerzas de la aldea.

Al cabo de treinta minutos dejó de llorar. Ya se había desahogado lo suficiente. Ahora ya solo le quedaba resignarse. Pero no quería. No quería resignarse a que todo acabase de esa manera. Con calma, se reincorporó, se quitó las vendas del pecho y se miró en el espejo que tenía en la habitación.

A pesar de que tenía una piel blanca, lisa y suave y unos pechos bastante grandes para su edad, nadie había visto nada más de allí. Todos los que habían intentado ligar con ella, era solo por que tenía mucho pecho o porque les parecía bonita. Pero nunca se fijaba en lo que Hinata creía que era lo más importante; el interior.

En una ocasión, tenía que admitirlo, cuando era pequeña se había enamorado de Shiro. Había sido el primero en alabar sus cualidades interiores, sin mencionar lo guapa o lo bien formada que estaba. El recordar esas palabras, siempre le había hecho salir adelante.

- Eres muy buena persona Hinata. Por mucho que te lo nieguen, eres inteligente, amable, solidaria y te preocupas muco por los que te importan. Incluso ayudarías a un desconocido si tuvieses la oportunidad. Eso es algo que te hace bella por dentro.

Esas palabras la habían enamorado de él, pero las cosas giraron inesperadamente y no fue más que un amor platónico que nunca se cumpliría. Deseaba de todo corazón que Shiro pudiese participar en el torneo. Estaría mejor con él que con cualquiera, porque siempre la ha tratado con mimo, cariño y respeto. Pero no podría ser nunca. La prueba solo estaba abierta para miembros del clan Hyuga que deseasen realizar.

Muchos se apuntaban solo por el deseo de ascender dentro del clan, otros por el deseo de tener más riquezas y otros solo porque les parecía hermosa la persona para tenerla en sus manos. Raro era el caso donde alguien luchase por amor.

Volvieron a mirar su cuerpo casi desnudo en el espejo. El amor de su vida sin duda era Naruto pero, ¿qué pensaba el realmente de ella? Hasta hacía muy poco nunca se había percatado de su presencia y sin duda no tenía ningún interés en ella. Estaba claro que a quien quería era a Sakura. No sabía cuan fuerte era ese sentimiento, pero era algo contra lo que Hinata no podía competir.

En el torneo Chunin se había ganado el respeto de Naruto, y eso le bastaba. Pero quizás nunca pasase de ese sentimiento. Para su desgracia, quizás Naruto nunca se fijaría en ella.

Tras mirarse una vez más en el espejo, se secó las pocas lágrimas que quedaban en sus ojos y se vistió, preparó su mochila y salió de la casa principal sin que nadie se percatase. No tenía intención de quedarse allí a esperas de que decidiesen por ella su futuro.

No tenía claro si su futuro sería con Naruto, pero de no ser con él, sería con alguien a quien ella amase. Nunca se casaría pro conveniencia de nadie. Moviéndose a toda velocidad por los tejados de la casa de la villa, Hinata llegó a la entrada de la aldea.

Lo que iba a hacer se podría considerar como una deserción hacía la aldea y hacía su clan pero, sobre todo, algo cobarde. Pero era algo que necesitaba hacer para aclarar sus ideas, para alejarse de su clan y, si fuese necesario, dejarlo y encontrarse así misma.

Sabía que nadie la echaría de menos. Era de las novatas más débiles de la villa y con un mayor número de fracasos en las misiones, así que a nadie le importaría si se marchaba de allí. La decisión estaba tomada y ya no había vuelta atrás.

Tras echar un último vistazo a la villa de Konoha, atravesó la puerta y se marchó.