Yossu! Debido a la cálida acogida de mi primer Riren, aquí vengo con otro. Este no es un one-shot, no tengo ni idea de cuántos capítulos va a tener, pero creo que no será tan largo como mis fics de SSBB. He de decir que me equivoque de categoría, ¡menos mal que me he dado cuenta! XD

Espero que os guste, de nuevo muchas gracias por los reviews de Pesadillas! ^^

A leer!


Las nubes cubrían el cielo de la ciudad de Trost. Era de noche, pero a causa de que las luces artificiales se reflejaban en ellas, se veía bastante bien. Las casas de la ciudad eran altas, de madera y piedra, y estaban aún decoradas con luces festivas debido al reciente paso de la Navidad. Dentro de ellas, sus habitantes disfrutaban de comida en abundancia y calor. Familias unidas cantaban alrededor de la chimenea, mientras los niños deseaban que nevara para poder salir a jugar a la mañana siguiente, porque ya quedaba poca de las nevadas anteriores.

"Yo también era así hace tiempo", pensó Eren, mirando con cierta envidia por la ventana el interior de una casa en la que había mucho bullicio.

El chico, al contrario que aquellos felices niños, deseaba, casi rogaba, que no nevara, ya que esto podría costarle la vida. A pesar de no llegar a los veinte años, vivía día a día luchando por sacar adelante a su hermana adoptiva y su mejor amigo, como si fuera un adulto.

Eran huérfanos, y vivían escondidos en las calles.

- Tengo que volver- murmuró Eren, escondiendo aún más la cara en su raída bufanda.- Mikasa y Armin me están esperando.

Intentando no respirar mucho aquel gélido aire, se apresuró a meterse en un callejón. Se sabía de memoria los escondites y atajos de la ciudad, lo cual le era de mucha utilidad cuando algún guardia de la Policía Militar los veía. Puesto que estaban obligados a robar para sobrevivir, se les consideraba criminales peligrosos, y por ello vivían escondidos.

Antes de salir a la calle en la que desembocaba el callejón, miró a ambos lados para asegurarse de que no hubiera guardias. Cuando repitió la acción unas cinco veces, se decidió a salir. Con paso apresurado, se dirigió entre las sombras hacia la plaza central, donde había mucha gente reunida para contemplar actuaciones callejeras y otras atracciones.

Con el sigilo de un ninja, se mezcló entre la multitud y, aprovechando la distracción de la gente, comenzó a meter las manos en distintos bolsillos indiscriminadamente, sacando carteras y billeteras que posteriormente devolvería todas juntas en una bolsa, pero sin dinero, obviamente. Debían sobrevivir con lo que sacara aquella noche, por lo que Eren se puso las pilas más que nunca y llenó su bolsa hasta arriba.

Lo ideal sería que Mikasa, su hermana, estuviera también con él, ya que era muy rápida y sigilosa, pero la chica se había tenido que quedar, obligada, a cuidar de Armin, quien había enfermado. También era por eso que Eren necesitaba más dinero de lo habitual; ya no les quedaba medicina que darle al rubio.

Con esto en mente, el chico decidió arriesgarse y se coló entre la gente que se peleaba por ver en la parte delantera de la multitud. Tras crujir un poco sus puños, continuó su robo indiscriminado de carteras. Nadie se daba cuenta, todos estaban atentos a los tragafuegos y los malabaristas. La suerte le sonreía... hasta que metió la mano en el bolsillo de quien no debía.

Eren sacó una cartera negra con el escudo de la Legión de Seguridad Nacional, más conocida como la Legión de Reconocimiento, y automáticamente palideció. ¿Qué hacía allí aquella gente? Si le descubrían robándoles la cartera tendría serios problemas. Más que serios.

Por suerte, aquel hombre estaba tan absorto en la discusión que mantenía con la chica que estaba a su lado, con el pelo de color caramelo, que no pareció notar el robo. Temeroso de volver a dejar la cartera en su sitio y exponerse a ser descubierto, decidió que había sido suficiente por aquella noche y se dispuso a irse. Pero no había dado ni dos pasos cuando una voz grave le hizo detenerse y palidecer de nuevo.

- Auruo, deberías estar más atento a tu cartera- dijo un hombre pelinegro, de ojos azules, mirada dura y baja estatura.

Eren se giró lentamente con los ojos muy abiertos y vio que aquel hombre le estaba mirando directamente a él.

- ¿Disculpe, capitán?- preguntó el tal Auruo.- Mi cartera está justo aquí...

El hombre se revolvió los bolsillos, visiblemente nervioso, mientras recibía otra reprimenda por parte de la chica, por falta de atención hacia sus cosas.

- ¡Cállate ya, Petra!- chilló, nervioso, mientras miraba en todos y cada uno de sus bolsillos.

El que habían llamado capitán comenzó a caminar hacia Eren, quien supo que era el momento de huir o morir.

- Mocoso ladrón, acabas de meterte en proble...

Antes de que el capitán acabara la frase, Eren se metió entre la gente, siguiendo rutas aleatorias para intentar perderlo de vista. Escuchó que empezaba a haber revuelo en la parte delantera de la multitud, lo cual aceleró aún más su paso.

Sabía que aquel hombre le seguía, sentía su aliento asesino en la nuca. Si realmente era un capitán de la Legión, tenía pocas posibilidades de salir de allí con vida. Y más si se trataba del capitán que creía que era. Eren sabía más que nadie que el hurto estaba castigado con duras penas.

Sacando fuerzas de su estómago vacío, aumentó su velocidad y se llevó a alguna que otra persona por delante. Corrió sin detenerse hasta salir de la muchedumbre, pero justo al conseguirlo escuchó un disparo y muchos gritos. Al instante, la gente se agachó, y Eren maldijo su suerte. El capitán había disparado al aire, asustando a la muchedumbre y dejando al chico a la vista.

- Te encontré, mocoso- murmuró el pelinegro.

- ¡Ahí está el ladrón!- gritó Auruo, colérico y avergonzado.

La gente empezó a darse cuenta de que sus carteras habían desaparecido, pero para entonces Eren ya se había metido por distintos callejones, seguido de cerca por el capitán y sus subordinados. Al pasar por un callejón más estrecho de lo normal, dio un par de golpes a una madera sin dejar de correr. Al poco, pasaron detrás sus perseguidores.

Y unos segundos más tarde, una chica pelinegra se asomó tras aquella madera, enfurecida.

- Mikasa, ¿qué ocurre?- preguntó Armin, tumbado bajo unas mantas algo raídas.

- Es Eren, le persiguen- siseó la chica.- ¿Cómo se atreven...?

- Debes ir al punto de encuentro- le apremió Armin.- Si ha llamado es que necesita ayuda para poner las ganancias a salvo.

Mikasa asintió y salió de aquel improvisado escondrijo en el que llevaban meses conviviendo con gatos callejeros y otros animales menos agradables que entraban debido al frío. Siguió el camino acordado lo más rápido que pudo.

- Espérame, Eren, ya voy- susurró.

El aludido estaba a punto de perder el aliento. No importaba por dónde se metiera, no importaba cuánta distancia le llevara de ventaja. Aquel pelinegro siempre sabía dónde estaba. La bolsa comenzaba a pesarle y empezó a plantearse soltarla. Pero entonces giró una esquina y llegó a un callejón entre dos edificios y medio, pues ese tercer edificio estaba derruido. Aquel era el punto de encuentro, donde pudo ver a Mikasa de refilón.

Aprovechando que aún no le tenían a la vista, lanzó la bolsa a la chica, quien la cogió al vuelo y se escondió dentro del edificio derruido, preguntándose por qué Eren había seguido corriendo en lugar de haber entrado con ella. No cuestionaba las acciones de su querido hermano, pero estaba muy preocupada. Sacudió la cabeza y se fue hacia el escondrijo a dejar la bolsa.

Eren no sabía dónde meterse. Antes de salir del callejón, miró hacia atrás para asegurarse de que no habían visto a Mikasa. Fue entonces cuando se dio cuenta de que nadie le seguía. Le entró el pánico.

- ¿La habrán visto?- se preguntó aterrado, volviendo sobre sus pies.

Sin embargo, en el suelo del callejón sólo se alcanzaban a ver, si las buscaba, sus pisadas, ya que la escasa nieve que había le delataba un poco. Eren suspiró aliviado y cogió aliento. Lo había conseguido.

- Mocoso escurridizo.

O quizá no. A Eren no le dio tiempo a reaccionar. Desde el tejado de una de las casas delimitadoras del callejón, el capitán saltó, justo encima del chico.

- ¡Uagh!

Eren cayó al suelo, sintiendo el gélido tacto de los adoquines nevados y un fuerte dolor en la espalda y en el brazo. El capitán le agarró del pelo y le pegó la cabeza a la nieve, mientras presionaba el hombro golpeado del chico con su rodilla. Eren gritó de dolor. Definitivamente se lo había dislocado.

- Creías que te ibas a salir con la tuya, ¿eh?- preguntó el hombre, que pareció darse cuenta de algo.- ¿Dónde está la bolsa?

- ¡Capitán Rivaille!- exclamó la chica llamada Petra.- ¡Por fin!

La chica y los hombres que venían con ella parecían exhaustos. Y los peores presentimientos de Eren se hicieron realidad. Era ni más ni menos que el Capitán Rivaille, de la Legión de Reconocimiento. El más fuerte, el más rápido y el más astuto. Decir que tenía problemas era sólo la punta del iceberg.

- Muy lentos- murmuró Rivaille.

- ¡Lo sentimos!- gritaron.

El capitán cogió al chico de la bufanda y tiró de él, aumentando la tensión en su hombro. Eren intentaba aguantar el dolor sin soltar ninguna muestra más de debilidad. Pero aquello no parecía importarle al pelinegro, que no dudó en seguir apretando la rodilla contra su hombro dislocado. Aún así, el chico guardó silencio.

- Muy bien, si no quieres hablar, te haremos hablar en el calabozo- murmuró Rivaille.

- ¡Más te vale devolverme la cartera, niñato de...!

Antes de poder acabar la frase, Auruo recibió una patada en la cara. Mikasa había vuelto, sin la bolsa y muy enfadada. Les había emboscado.

Eren sintió que el capitán se descentraba unos segundos y le estampó un puñado de nieve helada en la cara, haciéndole perder el equilibrio, lo que aprovechó para quitárselo de encima dándole un puñetazo. Esto provocó que se le rompiera la cadena que llevaba al cuello, en la que enganchaba una llave, que cayó al suelo. Sin perder tiempo, se levantó y corrió junto a Mikasa, quien se había estado peleando con los otros tres subordinados. Éstos, al ver a su capitán recibir un puñetazo, se impactaron hasta el punto de perder la concentración un segundo. Y ese segundo fue lo que les permitió escapar a Eren y Mikasa.

Cuando Rivaille volvió en sí tras el momento de aturdimiento, su objetivo ya no estaba presente. El hecho de ver a sus subordinados a su alrededor por haber recibido un simple puñetazo y un pelotazo de hielo en la cara, le mosqueó y mucho.

- Habéis dejado que se vayan- siseó.

Automáticamente sus subordinados palidecieron y miraron a su alrededor. Rivaille se fijó en la llave dorada que estaba tirada en el suelo a su lado. La recogió y se levantó, sangrando por la nariz.

- Maldita sea- escupió.

- Capitán- dijo Gunther.- Creo que sé de quien se trata. Coincide con las descripciones de la Policía Militar, su nombre es Eren Jaeger. Lleva año y medio robando aquí.

- ¿Tanto?- preguntó Auruo, quien tenía la cara hinchada.- ¿Y cómo es que nadie ha pillado a ese enano de mier...

Antes de acabar la frase se mordió la lengua. Petra suspiró.

- Pienso encontrar a ese mocoso- murmuró Rivaille.- Decidle a Erwin que nos quedaremos un tiempo aquí.

- ¡¿Capitán?!- preguntó Petra, asombrada.- E-es sólo un ladronzuelo, el general Erwin no lo...

- Erwin lo entenderá- cortó el pelinegro.- Me aseguraré de capturar a ese mocoso personalmente.

Sin valor para llevarle la contraria, sus subordinados asintieron y se dirigieron al hostal donde se hospedaba el general. Rivaille se quedó un poco más allí, observando la llave. Sonrió.

- Sé que esto es tuyo...- murmuró.- ¿Vendrás a buscarlo, ladrón?

~º~

Eren y Mikasa entraron en el escondrijo jadeando y con el corazón latiéndoles a mil. Armin se asustó.

- ¡¿Qu-qué ha pasado?!

- Casi le atrapan- siseó Mikasa, aún enfadada.

Eren seguía al lado de la entrada, jadeando, pálido y con los ojos muy abiertos. Armin pudo ver miedo en ellos. Eso en su amigo no era normal.

- Tenemos que irnos de aquí- dijo Eren.- Cogeremos todo el dinero, compraremos medicina y nos iremos de Trost.

- ¿Quién nos busca?- preguntó Armin, incorporándose.

- La Legión de Reconocimiento- respondió Eren.- El capitán Rivaille.

El rubio abrió los ojos como platos. Tendrían suerte si conseguían siquiera salir de Trost. Mikasa no perdió tiempo y comenzó a sacar el dinero de las carteras. Armin también ayudó. Sin embargo, los dos se detuvieron al ver que Eren no se les unía. Cuando le miraron, le vieron con el terror dibujado en su cara. Mikasa se levantó al instante y se acercó.

- ¡Eren!- le llamó.- ¿Qué te pasa?

El chico se llevó la mano al cuello, lentamente, y miró a su hermana sin cambiar la expresión.

- Mi llave...- susurró.- La llave que me dio mi padre...

Mikasa abrió mucho los ojos.

- La cadena se rompió cuando le di el puñetazo al capitán Rivaille...- susurró, temblando.

- ¡¿Le diste un puñetazo?!- exclamó Armin.- ¡¿En qué demonios estabas pensando?!

Eren se alteró.

- ¡En escapar, maldita sea!- gritó.

Armin se calló para no crear una discusión. La situación era seria. Mikasa suspiró.

- ¿Y entonces qué hacemos?- preguntó.

Eren se mantuvo pensativo durante unos instantes y luego miró con seriedad a su hermana.

- Con el dinero que tengamos, compra ropa, comida y medicina- dijo.- Que no te reconozcan.

Mikasa asintió, pero tanto ella como Armin sabían que la cosa no iba a acabar ahí.

- ¿Y tú qué harás, Eren?- preguntó la chica.

- Iré a recuperar mi llave.


¡Y hasta aquí el primer capítulo! Ya me diréis qué os ha parecido, espero ^^!

Cuando escriba y suba el segundo decidiré con qué período los iré subiendo, aunque de este segundo ya tengo mis ideas.

Pues nada, gracias por leer!

Reviews please!

y Ciaossu!