Notas iniciales: Después de una larga obsesión por libros y películas de ciencia ficción, tuve que escribir una historia de este tipo. El fic trata de adaptar la idea original en otro planeta e hice mi mejor intento para que esta idea no se leyera tan ridícula para otras personas. Además, es un Mimí-centric por lo que no se sorprendan de que todo ocurra en torno a ella, en este caso todo se trata de Mimí, como debería ser :).

Advertencias: Ciencia ficción, si no les gusta, no lean. También, eventualmente contendrá Mishiro, así que recalco, no lean si no es de su agrado ;)


File.

Capítulo primero.

Tierra.

Acarreé mis cosas hasta la plataforma, había empacado un montón de cosas ya que no nos habían dado mucha información del clima al lugar que nos dirigíamos, por lo que tenía ropa de todo tipo. Sólo sabía que era un nuevo mundo, al que los genios del lugar le llamaban File, o mejor dicho, La Federación Internacional de Logística Estelar, una base militar de los gobiernos del planeta o algo así. En fin, mi propósito aquí no es ni militar ni científico, sólo buscaba vacaciones en un lugar inusual y éste me parecía el indicado por que pasaríamos a ser los colonos de File, lo que significa que somos los primeros en verlo, casi.

Un oficial se me acercó desde la otra plataforma, no parecía muy contento por lo que le sonreí a medida de que se me acercaba, pude leer en su uniforme su nombre y enseguida su rango, era Mayor.

— Identificación. —murmuró él, y le entregué un papel transparente que se encontraba en el bolsillo de atrás de mi pantalón, no quise decir algo o replicar por que su seriedad me intimidó. —Cocinera. Su nave está en la plataforma de al lado, ésta es la de transporte de científicos y médicos.

—Prefiero el término especialista en el arte culinario —sonreí, pero él no pareció interesarle mucho mi profesión.

—Los cocineros con la mano de obra. —dijo y se dispuso a girarse sobre sus talones para seguir su recorrido por las plataformas de abordaje.

—No me gustan esas naves, no hay iluminación. Mire… —me tomé el tiempo de leer su nombre con más detención al mismo tiempo de que él tomara las maletas y comenzara a llevársela a la otra nave. —Señor Ichijoji, no comprende, no quiero viajar ahí, no tiene muchas ventanas para admirar lo que sea que se puede admirar… —finalicé pero él no parecía comprenderme.

—Mano de obra, plataforma número dos y no se dirá otra palabra.

—Ya le dije ¡Yo no viajo en esas condiciones! —alcé la voz un poco y me crucé de brazos, dándole la espalda para que no intentara de convencerme de otra cosa. Pasaron los segundos y sentí que las ruedas de plástico de las maletas comenzaban a rodar, alejándose de mí. — ¡Oiga! Secuestra mis maletas ¡Ayuda! —traté de generar un escándalo, pero para mi suerte, en ese tipo de plataformas el sonido se pierde fácilmente por lo alejadas unas de otras. —No me importa, de todos modos llegarán a File.

Esperé a que se desviara por un pasillo largo y me escabullí a la nave en la plataforma número uno. No sería difícil entrar allí, los científicos estaban abordando y sólo tenía que fingir que era uno de ellos, además de pretender estar en primera clase, supongo. A los segundos de haber pensado en mi plan estaba mezclada con la gente en la fila de abordaje, saludando y sonriéndole a los superdotados.

Al entrar me encontré con las mismas ventanas, todo tan ordinario como la otra nave de la mano de obra, no podía comprender la seriedad con la que separaban a la gente por su diploma académico. Susurré una pequeña maldición en medio del pasillo y esperé a que todos se sentaran para buscar algún lugar vacío y fingir que es mío o, si todo sale mal y todo estaba bien planificado, fingiría estar desorientada e irme a mi nave, derrotada.

—Disculpe, señorita, ¿gusta sentarse? —una azafata me indicó un lugar y con una respuesta tardía reaccioné y le hice caso, al fin encontraba la paz y tranquilidad que estaba buscando.

— ¡No entiende, me da miedo volar! —mi curiosidad despertó por un hombre sudoroso que estaba discutiendo con una azafata en la puerta de abordaje, ella le replicaba lo seguro que era la compañía que nos transportaba y que se mantuviera tranquilo pero él simplemente no quería hacerlo. —Usted no entiende. —suplicó mientras la azafata lo sentaba junto a mí y le abrochaba el cinturón de seguridad. Ella se fue pero el hombre seguía bañado en sudor y tembloroso.

— ¿Tú primera vez? —le pregunté como un vago recurso de volver a estar en paz y calmarlo.

—Es la primera vez de todos, no somos astronautas. No esta totalmente comprobada la efectividad de transporte interestelar masivo, como éste, y mira las ventanas ¡Son muy grandes! La radiación nos llegará directamente a los ojos.

—Yo las veo muy pequeñas. —comenté yo, algo anonadada por el comentario de la radiación y su consecuencia en los ojos. —Soy Mimí ¿Por qué dices eso?

—Joe, el médico encargado. —respondió él, ajustando sus lentes en lo más alto del tabique de su nariz. —La radiación está en todo el espacio, como el viento solar. ¡Viento solar! Por poco lo olvido, si no nos mata la radiación lo hará el viento solar. —terminó y me dejó sola ya que se fue a pasear en el caos de su cabeza. Sonreí, pronuncié permiso y me lancé en la búsqueda de otro lugar desocupado en la nave, la misma azafata que trajo a Joe me vio alejarme de él. Creo que no hubo problema, ella misma había huido cuando tuvo la oportunidad.

Miré periféricamente el lugar completo, las mismas butacas por todas partes, era como su hubieses tratado de economizar el espacio poniendo más butacas de lo normal, a mi parecer. Luego de unos segundos logré dar con dos asientos vacío a un lado de un hombre con una computadora, estaba tan concentrado en su trabajo que supuse que no le importaría que yo fuese su compañera de viaje cósmico.

—Hola, ¿está ocupado éste asiento? —dije pero él no escuchó, tal cual lo predije. —Disculpa, ¿aló, estás ahí? —alcé la voz y sólo ahí, él paró de teclear y girar lentamente la cabeza para ver quién era la persona que lo llamaba. Me contempló por largos segundos para luego pestañar y mostrar signos de vida. — ¡Genial! Por poco pensé que eras un androide. Uno de esos espantosos que les ponen piel de caucho para hacerlos más humanos. Es una pérdida de tiempo, se ven horribles de todas formas. —dije yo y él lanzó una pequeña risa.

—Koushiro, soy el físico encargado del agujero de gusano. —se presentó de manera formal, extendiendo una mano para yo la estrechara en un saludo que prolongué un poco sólo para pensar en mi propia presentación.

—Mimí, encargada de… mezclar cosas, tú sabes.

— ¿Departamento de Química? —pregunté y yo asentí dudosa. Si él averiguaba que había entrado sin autorización quizás me delataría como un procedimiento protocolar simple. Pero confié en su aspecto sereno.

—No realmente, soy especialista… —me detuve para corregirme. —Soy jefe de la cocina del Centro de Comandos. Soy Chef. No debería estar aquí… —comencé a susurrar. —pero quería ver como era esta nave, pensé que era como la primera clase. Pero las ventanas son iguales en ambas naves. ¿Está ocupado el asiento?

Él rió nuevamente y sacó sus cosas de la butaca a un lado de él para que yo me posesionara de ella. Estaba acomodándome cuando las luces se la nave se atenuaron hasta llegar al negro, iluminándose levemente con pequeños puntos brillantes que imitaban a las estrellas en el firmamento, y un rostro en holograma apareció frente a todos. Era una chica, de cabello castaño y corto que poseía una voz angelical.

—Buen día, colonos. Han sido seleccionados por el programa File. Por favor, recuéstense en las butacas y beban en líquido que se les extenderá en unos momentos. Dulces sueños, nos veremos en cinco meses. —terminó la voz y su rostro desapareció, quedando sólo el holograma espacial que adornaba el lugar.

—Serán cinco meses perdidos. —comenté palpando las microscópicas arrugas que se comenzaban a formar a un lado de mis ojos, algo molesta por envejecer meses y ni siquiera estaría conciente de ello.

—No te darás cuenta de ello, el hiperespacio hace las cosas más rápidas. Duerme tranquila. —me dijo, mientras recibía los vasos que contenían el líquido somnífero y me extendía uno cuidando que ninguna gota se le escapara.

— ¿Y si la radiación nos golpea mientras dormimos? Llegará directamente a nuestros ojos por que las ventanas son muy grandes.

—Nos golpeará, y muchas veces, pero las ventanas están recubiertas y tienen cinco centímetros de grosor. Nada le va a pasar a nuestros ojos. —silencié al escucharlo hablar. Luego, miré el contenido del vaso, era espeso y azul, y me pregunté cuáles eran los efectos que me provocaría al beberlo. Volteé a ver a lo demás pasajeros abordo y pude ver que caían dormidos casi al instante y después las azafatas llegaban y les colocaban mascarillas de oxígeno y electrodos cardíacos. —Salud.

No estaba segura de lo que me deparaba File, o mejor dicho, si realmente quería ir a un nuevo mundo muy, muy lejos de la tierra. Tuve miedo por unos momentos, y vi que las azafatas terminaban de atender a casi todos los pasajeros y la mayoría volvía a su estación, a un lado de la cabina del capitán. Una en especial estaba en la puerta de abordaje hablando con un oficial, el señor Ichijouji, que pronto dio con mi ubicación.

— ¡Por File! —le dije al físico y bebí al seco el líquido espeso, era tan dulce que un escalofrío electrizante que recorrió mi espalda. Sonreí y luego todo se volvió negro.


File.

—Buen día, les habla el capitán, Yamato Ishida, estamos llegando al planeta File, nuestro destino. Se espera turbulencia en el momento que entremos en la atmosfera. —escuché decir, desperté abruptamente por un pinchazo fuerte en el cuello. Una azafata me había despertado con una enorme jeringa y me había abrochado el cinturón con fuerza quizás por la turbulencia que anunció el capitán.

—Comience a mover sus músculos de a poco, por favor. —me dijo suavemente y se fue a atacar a otro pasajero. No comprendí lo que me quiso decir.

—Hazlo. Después de cinco meses sin moverte, además de una gravedad simulada, tus músculos deben estar algo atrofiados. —me dijo mi amigo el físico, estaba estirándose con su computadora asegurada en su regazo. Bostecé y trate tontamente de mover mis dedos, sólo pareció darles un tic. Me horroricé —Es normal, sigue tratando.

—Es el peor viaje de mi vida. —murmuré de pronto, no poder mover mi propio cuerpo era frustrante y estaba al borde de las lágrimas. No sabía por qué había postulado para este ridículo proyecto. — ¡Por qué te mueves mejor que yo!

—Por que me despertaron antes. —me respondió entre risas. Una luz roja se encendió en frente y se puso serio. —Prepárate.

—Ahora qué. —dije, estaba tan concentrada en mis dedos que no me di cuenta que esa luz roja indicaba la turbulencia, el que la nave cayera en picada luego de que atravesáramos la atmosfera de File. Si el cinturón no hubiese estado tan ceñido a mi cuerpo, estaría pegada en el techo de la nave en este momento. Juro que fui la única que gritó.

—Hemos llegado a nuestro destino. —dijo el capitán cuando la luz roja se apagó. Tan tranquilo como todos los demás, como si hubiesen hecho esto unas mil veces. —Que su estadía en File sea placentera. —y la conexión con la cabina del capitán se interrumpió.

—Vamos, Mimí. —me dijo Koushiro al pararse, con computadora portátil en mano, jamás soltaba esa cosa. —Debes tener hambre ¿Necesitas ayuda con tu equipaje?

—No tengo equipaje. —dije con un tono atontado, como si fuera a vomitar todas mis entrañas en el suelo. Sentía que mi color de mi cara se había ido del rosa al verdoso.

— ¿Te sientes bien? —me preguntó él de pronto ¿acaso era ciego? El viaje me había enfermado visiblemente.

—Perfectamente, sólo ayúdame a salir de aquí. —traté de estirar mi mano para que él me levantara pero ésta sólo se alzó hasta la altura de mi pecho y luego se cayó. Gruñí enfadada e intenté nuevamente, pero volvió a caerse. Traté una y otra vez pero el resultado era el mismo. — ¡No me puede estar pasando!

—Mimí, tranquila. Hazlo calmada, enojándote nunca lograras hacer nada. —me habló como si se tratara de mi hermano mayor, llevó su mano libre hasta la altura de mi pecho y esperó a que yo reaccionara y me sujetara de él. —Ven, tenemos que irnos.

—No puedo. —susurré, amurrada pero eso no lo detuvo.

—Si puedes. —dijo y, acto seguido, me sonrió.

—Bueno. —respondí, sujetándome de su brazo y caminando hasta donde la última azafata nos esperaba, junto al capitán rubio que estaba apunto de irse también.

—Que tenga un buen día. —dijo la azafata, en cambio, el capitán no se movió ni habló mientras pasamos a su lado, se mantuvo estoico y luego le susurró algo a la azafata, que por supuesto no alcancé a oír, adentrándose a la cabina de comandos, quizás para esperar a que nos fuéramos de su nave antes de partir.

—Vamos, Mimí. —me llamó Koushiro cuando notó que yo había perdido la concentración hacia mis extremidades y haberla dirigido a algo que no me incumbía. Al parecer le incomodaba mi curiosidad. —Tienes que tomar un transbordador al Centro de Comandos.

— ¿Tengo? Tenemos diría yo. Además, pensé que habíamos llegado.

—El Centro está a dos horas en transbordador aéreo. —me dijo, mientras bajaba las escaleras de espaldas, cuidando de que no me tropezara a causa de mis torpes piernas. —El Centro de Investigación del agujero de gusano se encuentra en esta estación. —lo miré horrorizada.

— ¡No me puedes dejar! Apenas estoy caminando. —dije yo, endureciendo mi cara a mas no poder.

—Claro que puedes, no hago mucho esfuerzo en sujetarte, apenas te toco. —confesó él, alejando sus manos de mí. —A estas alturas es sicológico. Tampoco te voy a dejar sola, le diré a una amiga que te lleve al Centro. Se llama Sora y es piloto de combate, pero te llevará si se lo pido. —silencié, no estaba muy segura de su arreglo. — ¿Te parece?

— ¿Cuándo sale la nave de regreso a la tierra? —dije abruptamente, ignorando todo intento del físico por hacerme llegar a mi destino. Él rió por lo bajo ante mi comentario.

—En cinco años terrestres. Pensarás que es menos cuando te acostumbres, la rotación de File sobre su eje es más extensa que la de la tierra.

— ¿Y eso qué significa?

—Que el día es más largo. —volvió a sonreírme para reconfortarme un poco, creo, ya que si no fuera así le arrancaría los ojos con una cuchara en un instante. Si tan solo mi equipaje estuviera cerca. — ¿Mimí?

— ¡Maravilloso! —dije riéndome, quería hacerlo pero luego me salieron las lágrimas y mi visión pronto se volvió viscosa. Si tan sólo hubiese hecho más preguntas sobre el viaje, o leer detalladamente el folleto, pero la gente que me contactó no era de muchas palabras y sólo se dedicaban a hablar de lo maravilloso que era el nuevo mundo y lo importante que era que una excelente chef lo visitara. — ¡Mataré a ese Taichi cuando lo vea!

— ¿Taichi? Trabaja en el Centro de Comandos, lo podrás ver casi todos los días allá. —me dijo él, pecando de inocencia o quizás dudando de mis capacidades asesinas. Me encaminó hasta una plataforma techada, en donde todas las naves de menor tamaño se estacionaban. Una mujer, vestida como un oficial y lentes oscuros, estaba sacando unos papeles de la cabina de piloteo de una especie de helicóptero de guerra. — ¡Sora!

Ella sacó la cabeza de la cabina y saltó desde el ala de la nave para encontrarse con el físico. Iba sonriendo mientras masticaba una goma de mascar, era bonita.

—Izzy, qué te trae por aquí. —habló la pelirroja cuando reparó que yo no podía sacar las manos del físico.

—Ella es Mimí, trabaja en el Centro de Comando pero perdió el transbordador. Necesita que la lleven.

— ¿Mucho tiempo tratando de recobrar la movilidad de los músculos? —dijo ella y yo me sobresalté. —A muchos les pasa.

—Pero fui la única que se quedó atrás. —comenté algo extrañada, miré a Koushiro y él no dijo nada, sólo miró a la piloto quien sólo levantó una ceja bajo esos oscuros lentes de piloteo.

—Seguramente no te diste cuenta. —terminó el tema ella. Se encaminó nuevamente a la nave y desplegó una pequeña escalera para que yo me subiera, ya que yo no podría dar esos gigantescos saltos hasta el ala. —Entra, no puedo volar de noche, así que tienes que apurarte.

— ¿Estás seguro de que no puedes ir a investigar en el Centro? —me dirigí al físico y él se encogió de hombros. Literalmente, estaba sola en este planeta.

—Todos mis instrumentos están acá, pero voy de vez en cuando al Centro. No te preocupes, sube. —sinceró él, y me dio un pequeño empujón hasta Sora, ella sólo sonrió y se puso su casco de camuflaje, casi lista para emprender vuelo. —Nos vemos, Mimí.

—Adiós. —me digné a decir, y me encaminé a paso lento y dudoso hasta el ala de la nave, sujetándome de ella para subir las escaleras, al estar dentro, Sora las plegó y cerró mi puerta, rodeó la nave y pude ver que se despedía afectuosamente de Izzy. Intercambiaron un par de palabras y ella entró, para luego encender los motores. — ¿Dos horas de vuelo?

—Sólo si estás en la Tierra. —me sonrió. —Acá perderás toda la noción del tiempo, así que no te preocupes por eso ahora.

—Supongo que File no es lo que dicen que es. No he oído muchas cosas halagadoras. —dije apoyando mi cabeza en el vidrio de la ventana, por el rabillo del ojo vi que algo se movía sobre las copas frondosas y azulinas de la selva de File, me sobresalté y volteé burdamente mi cabeza para verlo con detención pero ya había desaparecido. — ¡Hay algo debajo de nosotras, lo viste!

—No, pero seguramente era un gran pájaro. No somos las únicas sobrevolando la selva. —sonrió ella ante mi grito ensordecedor en forma de pregunta. —No nos atacarán, a esos pájaros les gusta volar con las naves, se comportan como delfines.

Abrí la ventana para poder mirar con más detención el azul del paisaje. Todo mi cabello se desordenó al instante por las fuertes ráfagas de viento y me ahogué por unos segundos.

—Entra la cabeza, no es seguro. —me dijo ella, sacando su mano enguantada de lo que parecía ser un embriague, pero que más se parecía al control de un juego de video, para sujetarme de la ropa y alarme dentro de la nave.

—Pero es divertido, además dijiste que no nos atacaría, ¿De que me puedo preocupar? —comenté, entrando a la nave para decirlo, evitando que la brisa fuerte se las llevara lejos. Luego saqué una vez más la cabeza para ver el pájaro con detención. —Soy la única que no ha visto vida fuera de la Tierra. —pero el viento se llevó mis palabras.

—Dilo de nuevo.

—Dije, soy la única que no ha visto pájaros extraterrestres. —le dije entrando la cabeza a la seguridad de la nave. Miré su control con extrañeza, determinada a aplacar mi gran curiosidad. —Qué es eso.

—Lanza misiles. —dijo sin mucho reparo.

—Pero nadie nos atacará, ¿Para qué lo sujetas? —dije como una pequeña niña preguntando por qué la luna sigue a las personas a todas partes, ella sonrió con la goma de mascar entre los dientes, tardando un par de segundos en responder.

—Costumbre. —concluyó ella, y yo dejé de hablar.


Sora me dejó la plataforma del Centro de Comandos. El lugar era realmente grande, se asemejaba a un montículo de tierra, solo que en este caso, era todo de metal y parecía que contenía toda una ciudad, con naves que salían y entraban continuamente. Un hombre fue a recibirme, era moreno y tenía rastros de tierra en su cara y manos, como si hubiese estado plantando flores en un jardín.

— ¿Eres Mimí Tachikawa? —me preguntó al llegar, llevaba un pequeño reflector de hologramas en donde posiblemente una imagen de mí se podía proyectar de ahí, sólo para poder diferenciarme de toda la gente que llegó a File ese mismo día.

—Sí, ¿Puedo saber quién eres?

— ¡Que bien! He estado esperándote todo el día en la plataforma y no llegaste con los demás. —me tomó de los hombros expresando la felicidad y alivio que sintió al encontrarme. —Soy Davis, tu asistente.

— ¿Tengo asistente?—dije anonadada, mi primer día en File estaba mejorando al fin y al cabo.

—Exacto, Tai se encargó de eso, yo era el que cocinaba acá pero no tengo mucha experiencia, así que trajo a alguien especializado en el tema para que las instalaciones de File no dejaran que desear. —silenció al caer en cuenta de algo, ya que miró a mis alrededores un par de veces. — ¿Y tu equipaje?

— ¡Lo había olvidado! —grité desolada, tomándome el pelo demostrando mi dramático estado. —Toda mi ropa, mi maquillaje... Si tan sólo ese Mayor Ichijouji…

— ¿Ken tiene tu equipaje? Vamos a buscarlo, sé donde está en estos momentos.

— ¡No! —grité deteniendo su caminar hacia otra dirección. Me miro extrañado y suspiró.

— ¿Te metiste en problemas? Ken habló de alguien que no siguió las leyes del abordaje. —reí por lo bajo y él se mantuvo pensativo. —Yo creo que a estas alturas tu equipaje debe estar en tu habitación, no son tan estrictos con los nuevos colonos de File.

— ¿Y cómo sabría que era yo para que mi equipaje esté en mi habitación? —pregunté desde mi posición posterior a mi drama, sentada en el suelo.

—En File está todo monitoreado, además, Ken debió pedirte la identificación y cuando un oficial tiene una en sus manos, queda grabado instantáneamente.

—Entiendo. —dije sin mucha veracidad en mis palabras, pero dejarlo hablar era lo mejor, la información era algo que fácilmente se escurría por sus labios.

— ¿Vamos? Te mostraré tu habitación para que descanses en lo que resta del día y te debes presentar en la cocina a primera hora mañana para empezar a familiarizarte. —asentí y lo seguí hasta un ascensor en una esquina de la plataforma, en donde subimos una infinidad de pisos hasta que la puerta metálica se abrió en el nivel cincuenta y siete. —Sigue por el pasillo y tu habitación la encontrarás fácilmente, está tu nombre escrito.

—Está bien. —le respondí, él sonrió y la puerta del ascensor se cerró, llevándolo a otro nivel más arriba.

Me encaminé por el pasillo, y a un lado de mi puerta se encontraban los nombres: Joe Kido y Kari Yagami. Me pregunté si el primer nombre correspondía al sudoroso médico que conocí en el viaje, ya que la mano de obra va con la mano de obra como algunos dicen, y luego entré a mis aposentos. Al encender la luz, me di cuenta que mi habitación era tan grande que parecía mi casa terrestre, con todo lo que podía haber pedido en ella, sin duda mi primer día en File había mejorado con creces.

Tirada en mi nueva cama, mi puerta anunció la llegaba de otra persona a mi nueva vida. Tardé un poco en contestar ya que me puse a maquillar y arreglar el pelo desordenado por el viaje. Estaba de humor y no me gustaba la idea de verme desaliñada en un estado de felicidad. Abrí la puerta finalmente y apareció nada más ni nada menos que mi Mayor favorito, Ken Ichijouji.

—Buen día, ciudadana. —expresó, quizás algo molesto por mi falta de hace cinco meses. —Su equipaje. —me dijo extendiéndome todas mis maletas—y su pase, hay una charla de las reglas de File. La asistencia es obligatoria para todos los nuevos colonos.

—Está bien. —acepté todo en silencio, tanta formalidad y frialdad en el Mayor me hacían temblar. Él se fue rápidamente y una pequeña duda se cobijó en mi cabeza ¿Dónde era la charla? En la infinita cantidad de niveles era como buscar una aguja en un pajar. — ¡Mayor! —insistí un par de veces pero el ascensor ya se lo había tragado.

En mi pase salía mi foto e identificación y en la parte de atrás variada información transitando en una banda. Ésta si era tecnología avanzada, en mis manos tenía un pequeño computador. Leí la banda informativa y poco después salí a buscar la charla siguiendo las indicaciones del pase. El nivel uno se dictaba toda clase de informaciones, así que no fue difícil llegar, además de que mi cocina está unos metros más allá del tumulto de gente esperando la charla.

Todo el lugar se volvió al negro y los puntos luminosos llenaron el lugar, la charla estaba apunto de comenzar. La poseedora de la voz angelical no tardó en aparecer.

—Buen día, colonos. Nos encontramos en el Centro de Comando de File, lugar en donde casi todo el movimiento civilizado del planeta se ejecuta y, como vivir en comunidad lo exige, hay reglas que se deben seguir para que nuestra convivencia resulte:

Primero, no está permitido a gente no autorizada a adentrarse a la selva, es una medida de preservar la seguridad de los colonos mientras la civilización no se ramifique. Segundo, las condiciones de File no son iguales a las de la Tierra, por lo que se mantendrá un control médico semanal y ejercicio obligatorio, evitando así las perdida de masa corporal y vitaminas y mineral por la orina. Y como tercer punto, los colonos deben atender a todo lo dicho por los oficiales y uniformados, después de todo, File es un asentamiento militar hasta el momento por que la civilización se debe llegar a cabo con organización especializada. Que su estadía en File sea placentera. —y con ello, concluyó la charla, iluminándose todo otra vez.

—No fue una gran charla. —comenté al vacío, todo aquello era obvio, al menos para mí. Me giré sobre mis talones y me encaminé nuevamente a mis habitaciones, dispuesta a acicalarme un poco.

—Claro que no. —me respondió una voz masculina entre todas las personas. Me pareció linda por lo que lo busqué y resultó ser otro rubio pero extranjero, es decir, venía de otro lugar de la Tierra. Me sonrió y prosiguió. —Es sólo un holograma que les indica a los colonos permanecer en un lugar ordenadamente, nada más. Me llamo Michael.

—Soy Mimí. No parecer ser un colono. —indagué levemente en el tema y él sonrió. —Cuál es tu profesión, todos tienen la manía de presentarse completamente, así que ¿Por qué eres distinto?

—Quizás no tengo profesión ni motivo por el cual estar en File. —se encogió de hombros para luego volver a mirarme. —Y qué me dices de ti.

—Soy jefe de cocina. —levanté una ceja para luego proseguir. — ¿Por qué alguien vendría sin motivo a este planeta?

—Impresionante, no muchos llegan al Centro de Comando en su primera visita. —dijo calmado y luego se encaminó hasta mí y me ofreció un brazo en el cual aferrarme en un hipotético paseo por las instalaciones. Titubeé. — ¿No quieres ver la noche de File? Te aseguro que no es nada comparado a lo que has visto anteriormente. —sonrió tímidamente bajo un sonrojo provocado por mi negativa, me pareció tierno por lo que enlacé mis manos en su brazo.

— ¡Claro que quiero! —exclamé sonriente, no me parecía un mal tipo, era una persona que parecía compartir mi ideas. —El espacio es el mismo, por qué la noche de File sería diferente a la Tierra. —pregunté con los ojos bien abiertos esperando la respuesta, él se rió tontamente por el nerviosismo que provoque.

—Por que la Tierra está en un punto alejado, casi en la punta del brazo de la galaxia espiral. —dijo mientras nos encaminábamos en un pasillo oscuro y poco concurrido, en donde al final del pasaje se ocultaba una puerta, que abrió con su pase. —Y File se encuentra muy cerca del centro, donde hay una mayor cantidad de estrellas.

Afuera, la luz abundaba. Aún sin tener la estrella central del sistema planetario, la noche era clara por la infinita cantidad de estrellas que se extendían por todo el cielo, todas muy juntas unas de otras, proporcionando la luz necesaria como para poder con detalle las facciones de Michael. Lo miré curiosa, sabía tanto pero no formaba parte de esta organización.

— ¿Quién eres?

—Nadie importante. —me dijo humildemente, resguardando sus manos en los bolsillos de sus pantalones mientras miraba hacia el suelo. Había perdido toda la confianza que había tenido al hablarme. Insistí, reiterando la pregunta y unos segundos más tarde, sus labios se abrieron: —Mi padre es dueño del cinco por ciento de File, estoy aquí para supervisar.

—Entiendo. —dije mientras observaba su comportamiento, noté que revelar lo que representaba en este mundo no era muy fácil por lo que inhalé profundamente y estiré mis brazos para una mayor relajación. —Quien diría que en File la noche era más bonita.


— ¡Davis! —exclamé al chico que se encontraba en la parte de atrás de la cocina, en la huerta. — ¿Dónde están esos tomates? —dije y él se asomó en el umbral de la puerta, con una expresión dudosa se encaminó con un cajón de frutos desconocidos para mí, de tonalidad idéntica a la de la selva.

—No me escuchas. —dijo mientras me extendía dos frutos provenientes del cajón y seguía su camino por la cocina. —Te dije que acá no crecen ni tomates ni nada de lo que conoces. La tierra de acá tiene mucho…—pensó un poco tratando de recordar algo. —de un químico que hace que mueran todo lo que conoces. Pero estos frutos están bien, reemplazan todo. Esta cosa azul, por ejemplo, —señaló los frutos en el cajón. —crudas saben a tomates, cocidas, bueno, a algo más. Son tantos frutos que no recuerdo como se llaman.

—Cómo quieren que cocine así… Todo lo que sé no sirve en este planeta. —gruñí con las manos en la cintura.

—Si sirve, hiciste una masa con algo que se parece a la harina. Yo lo llamo cosa polvorienta. —rió a carcajadas y volvió a la huerta a ensuciarse con más tierra. Suspiré con desgano y me saqué el delantal de un manotazo. Davis siguió hablando desde el otro lado de la puerta. — ¿Necesitas más cosa rosa con espinas azules?

—No. —dije cansada. —Voy a dar un paseo. —sentí que mi asistente corría a mi encuentro al escucharme hablar de retiradas y yo me detuve en el umbral de la puerta para escuchar lo que tenía que decirme.

—Pero, Mimí, nuestro trabajo es cocinar, deleitar los paladares de los jefes, tú sabes, eres la especialista del arte culinario. —replicó Davis, colocándome nuevamente el delantal para luego masajear mis cansados hombros con movimientos circulares.

—Acá todo es extraño. —dije yo. —Mi arte culinario falló.

—No digas eso, tú misma dijiste que ser especialista del arte culinario es poder trabajar en distintos escenarios y circunstancias, no me digas que lo olvidaste. —dijo él, y mis ojos ya estaban cerrados cuando terminó de hablar, corrió a masajearme en mis berrinches durante las últimas dos horas.

—Tienes razón, debo seguir con el arte culinario. —respondí decidida a terminar el plato con estricta perfección. Posesionándome en el mesón con un cuchillo para cortar la cosa azul. Dudé. — ¿Este sirve para cortar la cosa azul?

— ¡Si! Mimí, estás adecuándote fácilmente. —yo sonreí complacida y corté el fruto con agilidad, resuelta a exponer mis habilidad en el arte en donde estaba privilegiada a mi nuevo pupilo. Estaba en el segundo fruto cuando sonaron las campañitas ubicadas en la puerta para anunciar la llegada de una persona. Mi sorpresa fue grande por lo que mi concentración en la cocina se perdió, desilusionando a mi alumno.

— ¡Michael! Que bueno verte. —dije yo, dejando a un lado el cuchillo y secándome las manos del jugo frutal en mi delantal blanco. —Qué te trae por aquí. —murmuré, había recordado que la cocina era otra de muchas zonas restringidas en las instalaciones, y esas limitaciones incluían a los dueños del mismo complejo metálico. Él se sonrojó levemente y miró hacia abajo, como siempre lo hacía desde que lo conozco.

—Estaba en comedor, pero sé quién cocina para mí en estos momentos así que decidí venir a mirar. —habló como si murmurara y me dedico una sonrisa, miré hacia un lado donde mi asistente estaba parado sin hacer algo productivo, además de espiarnos.

—Davis, necesito ese tubérculo morado. —al dar la orden, él sólo me miró algo cansado, luego suspiró con desgano. Comencé a suplicar con un certero aleteo de pestañas. —Por favor.

—Traeré la pala. —se retiró a paso lento. —Tardaré un rato, está a un metro de profundidad.

—Mimí, —empezó a hablar el rubio cuando notamos que mi asistente estaba ya muy lejos de la puerta, cavando como desquiciado para complacerme, y yo seguía pensando en qué plato podría incluir ese exclusivo tubérculo morado. No soy quisquillosa, casi, pero Michael realmente me interesaba y al estar a unos cuantos millones de años luz de casa te cambia la concepción del mundo de la soltería. —Vine para hacerte una invitación. Debo ir a la selva por unas horas y creo que te gustaría ver un par de cosas extraterrestres ¿te parece?

—Genial. Entre el almuerzo y la cena estoy libre, o si quieres después de la cena, entre la cena y el desayuno. —me detuve en lo último, no sonaba muy bien. —Entre el almuerzo y la cena está bien. —Él sonrió y se retiró, diciendo algo de que no era miembro de la cocina.


Estuvimos en el transbordador durante unas horas, o lo que mi noción del tiempo creyó, para detenernos en medio de la selva. Tardé unos segundos en reparar en un campamento perfectamente camuflado entre los azules y verdes selváticos, ya que una chica se acercó a la pequeña nave, estaba sola en aquel cuartel.

— ¡Buen día! —gritó ella desde su posición y Michael se bajó del transbordador, con una mochila llena de provisiones enlatadas y un par de comunicadores de señal radial. Me extrañé un tanto por aquella situación bizarra. — ¡Bingo! —exclamó ella cuando vio las latas. —Moría por comer algo de fábrica. Vengan, vamos a comer.

—No te molestes, Yolei, ya comimos. —dijo el heredero del cinco por ciento de File, a un lado de la nave y me extendió su mano para ayudarme a bajar de allí y ella no dejaba de sonreír. —Soy Michael y ella es Mimí, Ken me mandó esta mañana.

—Lo sé, la semana pasada mandó a Sora. Todavía no entiendo por qué no viene él mismo para acá. Yo no muerdo. —puntualizó ella con cara de risa y se fue a su tienda en busca de su abrelatas rústico, siguió hablando dentro por lo que se perdió un poco el detalle del sonido. —Bueno, a veces, pero ese no es el punto.

—Está ocupándose de los asuntos de inteligencia, ya no tiene mucho tiempo para venir a la selva. —replicó el rubio, como si hubiese repetido todo lo que le dijo el Mayor antes de venir.

—También sé eso, yo me estoy ocupando de todos los asuntos de la biología de este lugar. ¡Por las mitocondrias, hay tanto que explorar! Las formas de vida acá están formadas a base de carbono ¡Igual que nosotros! Cada vez creo más en la teoría de que la vida se generó a partir de meteoritos con aminoácidos incrustados. Un meteorito del mismo tipo debió caer aquí hace miles de años… De no ser así no podría explicar tanta similitud. —silenció y se llevó una cuchara, proveniente de la lata que había abierto, a la boca.

—Interesante. —dije yo y me acerqué a la chica de la ciencia. — ¿Eres bióloga?

—Sí, aunque mi doctorado fue en microbiología a nadie le interesa mucho de cómo hay vida acá así que soy la única de todo este planeta, y tengo que ocuparme de todo esto. —rió y miró otra vez al heredero. —Ken no podría con todo esto, dile que lo sigo esperando.

— ¿Has visto animales acá? —le pregunté con la curiosidad a flor de piel y ella respondió casi al instante, gustosa de un rato de sus descubrimientos en File.

— ¡A cientos! Pero no he podido acercarme, son muy escurridizos. Si realmente quiere que lo veas, lo verás, no es al revés. Ellos son los que deciden —comentó ella con sabiduría y yo recordé a Sora con su delfín alado, tenía tremendas ganas de que se me apareciera uno. Me sentiría especial, como si me hubiese elegido para hacer algo importante. —En las últimas noches he visto a un pájaro pequeño, no vuela así que escucho cuando se acerca, se sube a una roca, me analiza y se va. Es fascinante.

—Si que lo es ¿Te quedas en el Centro de investigación? —murmuré y sentí que Michael al fin había ido a pararse junto a mí. Con una mano me masajeó mi hombro como queriendo advertirme de lo tarde que era y que yo tenía que llegar antes de la cena.

—Me quedaba, allá estarán los instrumentos pero no está lo que investigo. Los físicos del agujero de gusano son los que tomaron posesión de toda la instalación, pero es comprensible por que son los únicos que sabrán cuándo el agujero es apto para el viaje. Aunque en unos días se me terminará la comida y tendré que dirigirme allá. —suspiró, tratando de devolverle el aire perdido a sus pulmones, ella no era una chica de pocas palabras. Cambió de tema abruptamente y me miró de reojo pícaramente. — ¿Quieres mandarle un mensaje a uno de los físicos?

—No, está bien. —pensé en Izzy, pero al no dar señales de vida por el Centro de Comandos, deduje tontamente que ya no me recordaba, cosa ridícula ya que sólo habían pasado dos días. Además, Michael pareciera que jamás permitiría que me sintiera sola. —Creo que debo irme, la cena del Centro no va a cocinarse si no llego. Gusto en conocerte, Yolei.

— ¡El gusto es mío! Y dile a Ken que su novia está apunto de irse con el otro. —guiñó y se largó a reír, muy probablemente por que era una broma, pero ella era tan feliz que a todo le dedicaba una risa y eso me hacía permanecer en el territorio de la duda. Michael me tomó de la mano y me ayudó a entrar nuevamente en el transbordador. — ¡Adiós!

— ¿Te gustó el paseo? —me preguntó cuando ya habíamos emprendido el regreso a las instalaciones, tuvo que acercase a mi oído para hablarme por que el transbordador carecía de techo y de un simple parabrisas. Yo sentía que la piel estaba comenzando a desprenderme de los músculos faciales por la exposición continua a esta velocidad, no así en el helicóptero de Sora, podía sacar la cabeza cuantas veces quisiera sin sentir ese malestar. —Pensé que te gustaría salir de todo ese metal.

—Estuvo bien. —grité para evitar tener que acercarme, tenía miedo de que si volteaba mi cabeza sólo un poco el fuerte viento la echaría para atrás. —Lástima que no vimos a un extraterrestre.

—Casi nadie los ve, sólo están en la selva y ningún colono se acerca. —me respondió él tratando de consolarme un poco. —Pero estoy seguro de que más de uno querrá que lo veas. —se pausó pensativo, tragó saliva para volver a hablarme. —Yo quería que me vieras desde que te vi salir del helicóptero, pero no se me ocurrió cómo acercarme. Te veías muy bonita. —silencié y sonreí, no sabía si era el planeta, su gravedad o esos extraños frutos sobrecrecidos, por que sentí un flechazo.


Notita final: Gracias por leer hasta aquí :).