Ansias de Libertad

Por Makita.-

Capítulo I: Ansias de libertad

Toda la noche, el viento sopló adiestra y siniestra contra mi ventana. A ratos se metía entre los agujeros de la puerta o por la rendija de los ventanales, moviendo las cortinas. Pero eso no me preocupaba en absoluto, aunque debo confesar que sentí miedo cuando una luz blanca iluminó toda mi habitación, seguida de fuertes y temerarios ruidos. Juré que había visto la sombra de mi padre reflejada contra la pared, pero no era más que la ilusión que causó esa fuerte luz frente a mis ojos.

Seguí en lo que estaba. Preparando mi maleta. Absolutamente nadie sabía de mis planes de escape del castillo y si no quería ser descubierto debía ser lo mas discreto posible y no emitir el menor ruido. Para mi suerte, la tormenta que afuera azotaba, disminuyó la probabilidad de que me descubrieran. ¡Que maleta ni que nada! Me dio exactamente lo mismo lo que llevaría durante el viaje, así que decidí ponerme cómodo. Una mochila grande era mucho más cómoda que una maleta, eché rápidamente la ropa allí, chocolate, un mapa y el dinero que había ahorrado durante el último tiempo (el cual era mucho).

Las paredes resuenan y quedan vibrando durante un pequeño intervalo, acorde a los truenos que provoca la tormenta. Un soplo frío azota mi frente. Sin ruido, miro por la ventana y apoyo las manos en el empañado cristal.

Estaba conciente que escapar de casa con semejante clima era perjudicial para mí, pero todo estaba planeado para esta noche. Jamás me encontrarían. Cargué la mochila sobre mi espalda y caminé sigilosamente entre los oscuros y tétricos pasillos. Entro al salón entre la penumbra, avanzo con destreza y pisando firme sobre las alfombras rojas, hasta que vislumbré mi objetivo. Una puerta de marcos dorados y tan alta que toca el techo de la casa.

Entré a una habitación muy particular: La de mi hermana.

Su aposento es tibio y perfumado, parece flotar una extraña aura de tranquilidad y de bienestar. Ella se hallaba durmiendo tranquilamente sobre el lecho, cubierta por unas finas sábanas de seda. Me senté a su lado y le tomé la mano. Otra vez ese dolor punzante en mi pecho, como un grito. Si algo detestaba de este escape, era dejarla sola. Sin embargo no tenía otra opción. Debía ir en busca de mi libertad.

Deposité sobre su blanca y suave mano, una carta donde le explicaba lo que la huida. Obviamente no le dije el paradero exacto en donde me encontraría, pero le aseguré que nos volveríamos a ver.

Salí corriendo velozmente, crucé varios pasillos, bajé varios escalones, atravesé varias puertas, siempre sintiendo detrás de mí, la abrumante oscuridad. Hasta que finalmente, atravesé la puerta principal. Veo moverse luces entre las rocas, pero sólo es una ilusión provocada por las antorchas. Me esperaba la cruda tormenta, lista para hacerme sentir como un insecto más. Pero no me di por vencido. Me enfrenté a ella, a los nubarrones, al viento, a la fuerte lluvia y mientras más me alejaba de casa, más fuerte latía mi corazón, al saber que estaba en rumbo para recuperar mi libertad... Quizás cuantas cosas nuevas, esperaban por mí.

Al amanecer, ya había llegado a la estación de trenes. Miré mi mapa, empapado, pensando cual sería el rumbo que debería tomar ahora. Quité la capucha que traía sobre la cabeza, ya que al igual que el abrigo, estaba todo mojado. Me sentí vulnerable en ese entonces, ya que mi rostro que había permanecido oculto, estaba a la vista de todos. Seguí avanzando, observando los horarios de partida de los trenes. En primer lugar tenía que saber a donde partir ahora. Si me quedo en China mi padre no demorará en encontrarme y el país mas cerca, es Japón.

Viajar a Japón, era largo, pero al menos allí no me encontrarían. Pero antes que nada, tengo que averiguar cual de todos estos trenes me sirve, si después no quiero perderme. Uno que me llevara hasta el aeropuerto. Allí tomaría el avión para llegar hasta Japón.

-"Andén cinco"-me dije mientras miraba los tramos que recorrían los trenes, dibujados

En un gran cartel.

Puse sobre mi cabeza, el gorro del abrigo, compré el boleto y caminé tranquilamente hacia el andén correspondiente. Una señorita me invitó a pasar amablemente. No era la gran cosa, era un tren bastante precario, ni comparado con los que pagaba mi padre cuando viajábamos, que eran todo un lujo. Pero yo estaba en plan de ahorro y no podía darme esa clase de comodidades. Me senté al lado de la ventana, puse la mochila sobre mis rodillas. Lo único que quería en ese momento era recuperar las horas de sueño que perdí, cuando huí del castillo.

Como si fuera posible. Cuando me disponía a cerrar mis párpados, un tipo regordete se sentó a mi lado. Se dejó caer sobre el asiento y dejó su maleta bajo sus pies. Se echó hacia atrás. Claro, yo traté de ignorarlo, pero él me tocó el hombro. Parece que quería entablar una amena conversación.-

-Oye chiquillo, ¿tienes hora?-Preguntó mirándome con curiosidad.

-No.- Le respondí, como siempre suelo responder.-

-¿Y a donde te diriges?

Ahora no le respondí. Él hizo una mueca de fastidio ante mi actitud. La verdad nunca me ha costado sacar de quicio a las personas. Ahora que no conseguía dormir, me acordé que tampoco había comido. Saqué el chocolate de mi bolso, bajo la mirada babosa del sujeto del lado, con el propósito de comerlo, cuando de nuevo me interrumpió-

-No es por molestarte... ¿pero me darías un poco?-indicando mi "alimento"

Saqué un pedazo y se lo entregué, para que me dejara en paz. Prácticamente se lo tragó y lo saboreó por varios minutos.-

-Gracias, chiquillo.- me dijo.

Asentí con la cabeza. No se porqué, pero se me había quitado el hambre. Guardé nuevamente el chocolate y dirigí mi vista por la ventana.

-Soy Takashi, gusto en conocerte.- el sujeto me tendió la mano.

Supe entonces que era de Japón. Acepté su mano y él me hizo un gesto para que me presentara. Pero no podía. Estoy de incógnito y cualquier dato sobre mi identidad, podría traer terribles consecuencias, como por ejemplo, que mi padre me hallase.

-Soy...erm... Xiao Zhang...-dije desviando la mirada.-

El se quedó callado y por lo visto, se olvidó de mí. Se durmió rápidamente, y no me molestó más con sus preguntas. Aún quedaba la mayor parte del viaje, así que cerré los ojos y sin darme cuenta, me quedé profundamente dormido.

Cuando partimos, no estaba tan repleto de gente, como ahora. El tren se llenó de súbdito. Las personas iban de pie. El tipo a mi lado seguía durmiendo. Me despertó el silbato y la fuerte voz de la señorita esa, que atiende a todo el mundo. Me preguntó si quería algo de comer y le contesté que no. Después no quiero terminar con dolor de estómago.

Faltaba poco para llegar a mi próximo destino, el aeropuerto. Allí me embarcaría hacia la verdadera aventura. Agradezco las estúpidas clases que tomé cuando era mas pequeño, de japonés, así, no tendría problema en comunicarme. El tren se detuvo lentamente, gracias a Dios, porque ya no soportaba los ronquidos del sujeto regordete y los llantos de un bebé que iba sentado un puesto atrás de mí. Tomé mi mochila y bajé junto a toda esa gente. Algunos se abrazaban a sus seres queridos, otros miraban en diferentes direcciones. Yo tomé un taxi que me llevara hasta el aeropuerto. Estaba a punto de dejar atrás mi país natal.

-¿Que numero de asiento quiere?

Preguntó una señorita detrás de un mesón, indicándome el computador. Allí se veían todos los asientos habilitados para el viaje.

-Me da igual...uno que esté al lado de la ventana-

-¿Le parece el treinta y seis?

-Si, está bien.

Ella apretó unos cuantos botones y esperó a que mi pasaje se terminara de imprimir. Como se acercaba la navidad y el verano, el aeropuerto estaba lleno de gente, que corría para todas partes, cargados de bolsas, otros que esperaban y familias enteras con un enorme equipaje. Ella puso mi pasaje dentro de una cartulina y lo corcheteó. Me lo entregó con una sonrisa, mientras intentaba mirarme por debajo del gorro.

-Que tenga buen viaje.

Me fui de allí bastante molesto. Como no había pasajes para el día de hoy, voy a tener que esperar hasta mañana y dormir aquí, en una de estas bancas. Bueno, cualquier sacrificio vale la pena, sabiendo que después voy a tener todo el tiempo que quiera para mí. Hay olor a cigarrillo, a humedad, porque afuera el clima todavía no mejora. Es decir, está mejor que anoche, pero igual de nublado y de frío.

Las luces tan fuertes me marean, al igual que el constante murmullo que se escucha por todas partes. La mujer sentada a mi lado apaga su cigarrillo y se levanta. Dejo mi mochila sobre el asiento, ahora vacío y me estiro hacia atrás, pero, a pesar de que trato de relajarme, me es imposible...

Abro los ojos y giro la cabeza bruscamente hacia un lado. Entre todas las voces que retumban entre las paredes de este aeropuerto, una muy peculiar llamó mi atención. No sé porqué, pero de repente estoy tiritando. Esa voz pertenece a una de las criadas que trabaja en mi casa. Bajo la cabeza e intento mirar entre un pequeño espacio. La criada, que se encontraba a mi derecha, corrió por detrás de mi asiento y se situó unos metros a mi izquierda. Entonces la vi. La mujer corrió hacia otra que se encontraba más cerca de mí.

Me estremecí al descubrir que era mi hermana. Ella miraba hacia todas direcciones, con ambas manos sobre su pecho. La mujer se le acercó y negó con la cabeza. Yo me escondí bajo mi abrigo negro, ocultando mi rostro. Ella tenía una expresión angustiada, pero conservando siempre la serenidad y la calma. Caminó unos cuantos pasos y luego se dirigió al mesón. Me estaba buscando. De nuevo experimenté ese dolor punzante en el pecho. No quería dejarla, deseaba tocarle la espalda y explicarle que estoy bien, que me iba a ir de viaje... Caminó hacia mi y yo bajé lo mas que pude el rostro. Otra criada se le acercó y se encogió de hombros.

Pude sentir su suspiro, como si fuera el mío. Sus brazos cayeron a lo largo de su delgado cuerpo y se encaminó hacia la puerta principal del aeropuerto. La seguí discretamente con la mirada. Ella dio media vuelta, por última vez y observó todo con especial detención. La perdí entre la multitud. Volví la vista al frente, lleno de tristeza.

De igual manera, nada dormí durante la noche. Las actividades dentro del aeropuerto seguían en su curso normal, aviones aterrizaban, aviones partían. Me había acostado a lo largo de la banca, con la mochila contra mi cuerpo. Apoyé mis pies en la baranda y esperé con paciencia. Me entretuve mirando los carritos que llevan las maletas o a los tipos que se encargan de reparar los aspectos técnicos de esas máquinas voladoras. Así se me pasó la hora volando, y mientras mi mente estaba con un pie en el mundo de Morfeo y el otro en la tierra, hicieron el llamado para mi avión.

Las seis cuarenta y siete de la mañana. La fina neblina no me dejaba ver la pista de aterrizaje y sólo se veían unas luces rojas y amarillas parpadeando. Aún estaba oscuro. Para mi asombro, había mucha gente pasando las maletas para abordar mi mismo avión. Me negué a pasar mi mochila por la cinta esa que se las lleva. Quería traerla conmigo. La señorita dijo que no había problema, así que entré por un pasillo que me dirigía directo al avión.

Continuará...

Ta taann... les presento el nuevo proyecto de Makita Un fic UA (Universo Alterno) Decidí subirlo para el día de mi cumpleaños como un auto-regalo jijiji...en fin...quería hacerlo de otra pareja Yaoi, pero no pude...� porque mi pareja favorita es Len x Horo Horo!! :P...aunque también habrán otras parejas...aquí está, espero que lo disfruten. ¡Ah! Y por supuesto no se olviden de dejar sus reviews...

Le dedico este capi a toodas mis mascotas ( no se porqué me dio con esto, a mis gatos, al conejo y a los canarios U) y también a mi misma por mi cumple, a mis amigos que siempre me apoyan, Gaba, Karin (Mi hija adicta al Yaoi), Eva, Mati y a todos aquellos que disfrutan leyendo lo que escribo, ya que esto es lo que más me gusta, y si puedo compartirlo con demás personas..¡exelente!

Bueno me despido

Y por supuesto, la frase del día (mas bien del capi)

"...En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida..." (García Lorca, Federico)

Ansias de Libertad

Por Makita.-