Cáp.I- La Huida

Corría el año 1753.Aquellos eran tiempos oscuros para la piratería , pues todo aquel que fuera acusado de dicho crimen, o que llevara marcada una P en el brazo, debía ser arrestado y conducido a la horca, para así poder poner fin a esa plaga que arrasaba con todo el Caribe y parte del Atlántico.

Aquella noche, para variar, la suerte no había sido propicia para la Capitana Marina Skylark, la cual había sido arrestada en los muelles de Guadalupe, y en aquellos momentos, dos guardias la llevaban a empujones al final de su destino: una oscura y húmeda celda de los calabozos.

Encerraron a la desdichada Marina, encadenada en un mugriento calabozo, arrebatándole todas sus armas.

Con un poco de suerte, su tripulación habría logrado escapar, por lo tanto tendría que apañárselas sola.

Lo único que ella tenía que hacer era urdir un plan. Para poder escapar de aquella repugnante celda, tendría que valerse de todo su ingenio. Se sentó frente a la pequeña ventana que daba al exterior. La luz de la luna se filtraba a través de los gruesos barrotes, iluminándola tenuemente. No muy lejos de allí se divisaba el puerto, y en el, una pequeña fragata, el Twilight, la embarcación de la joven pirata. Marina suspiró indignada por hallarse en ese lamentable estado.

Aún faltaban varias horas para el amanecer, pero tendría que darse prisa.

Huir de la cárcel jamás había supuesto un problema para ella…porque nunca se había visto en esa situación, pero aquella vez era distinto, puesto que todo jugaba en su contra desde que había puesto un pie en esa maldita isla.

Al cabo de un largo rato, un ruido brusco la hizo abandonar sus planes de fuga. Marina se giró para ver qué era lo que lo había producido.

Un par de hombres bajaban las escaleras, uno de ellos con paso desigual y trabado, como si llevara varios días bebiendo. Marina tardó poco tiempo en darse cuenta de que se trataba de otro prisionero.

-Vamos, estúpido-Le dijo el guardia a su acompañante, al cual sujetaba fuertemente por el brazo.

El hombre miró a su alrededor extrañado, y luego se dirigió hacia el otro.

-¡Me habéis engañado!-Dijo desesperado-¡Aquí no hay ron!

-Si, si…lo que vos digáis-Contestó mientras abría la puerta de una celda contigua a la de la joven. Era un ser grotesco y obeso, de cuyo uniforme parecía que iban a estallar los botones-La próxima vez os lo pensareis dos veces antes de armar tanto jaleo-Y de un empujón, lo arrojó dentro, encerrándolo con una de las llaves de su enorme llavero que llevaba colgado del cinturón. Y posteriormente se marchó con algunas de las pertenencias del borracho.

Marina se quedó mirando durante un corto periodo de tiempo al extraño sujeto que acababan de encerrar, por la reja que separaba ambas celdas.

Era algo extravagante. Su descripción estaba completamente fuera de lo común. Se trataba de un individuo alto, de larga cabellera oscura bastante desgreñada, sobre la cual llevaba todo tipo de raros artilugios y adornos, además de un pañuelo rojo bastante sucio. Su rostro presentaba una pequeña perilla dividida en dos trenzas. Su piel, a pesar de la oscuridad que reinaba, se adivinaba curtida por el sol. Y su atuendo no distaba demasiado de lo normal.

En ese preciso instante, se acababa de tirar boca arriba sobre el suelo de paja.

Un simple borracho más, pensó la chica, mientras volvía a fijar la mirada en la luz de la luna. Pero tan pronto hizo esto, se percató de una cosa.

-¿Jack¿Jack Sparrow?

Como si de un acto reflejo se tratase, el estrafalario sujeto contestó alzando la mano con un extraño gesto.

-Capitán…Capitán Jack Sparrow, si no os importa… -Tan pronto como estas palabras salieron de su boca frunció el entrecejo. El supuesto pirata se levantó de un salto, dirigiéndose hasta la rendija con una forma de caminar bastante cómica, pegando la cara a las rejas y observando al ocupante de la celda de al lado-¡Una mujer¡Oh¿Qué hacéis vos en un sitio tan sórdido como este?-Preguntó en tono dulzón, mientas esbozaba una sonrisa picaresca.

-Eso no es asunto tuyo-Respondió ella sin apartar la vista de la ventana.

Aquello no pareció desalentar al tal Jack Sparrow, el cual volvió a hablar con el tono más seductor que encontró.

-Veo que habéis oído hablar de mí…

-Sí...-Respondió la chica-He oído hablar de ti…el pirata más chapucero de la historia-Concluyó.

-Me resultáis familiar… ¿nos hemos visto antes?-Prosiguió el pirata.

-Déjate de estupideces -Lo interrumpió la chica -Hablas como si no nos hubiéramos visto en la vida.

El capitán Sparrow permaneció pensativo durante lo que a Marina le pareció una eternidad, examinando de arriba abajo a la joven sentada en el suelo con el ceño fruncido, como si intentara recuperar un recuerdo que se le estuviera resistiendo.

Por fin dijo:

-¿Sois aquella fulana de la isla de Tortuga?-Preguntó.

Marina le lanzó una mirada de odio al mismo tiempo que se levantaba y se acercaba hacia la única vía de comunicación que tenía con el pirata.

-Fulana lo será tu madre-Espetó-¡No me digas que no sabes quién soy!

Jack la miró dubitativo. Aunque sabía que la conocía de algo, no lograba atar cabos.

-Vamos Sparrow, no es tan difícil.

Haciendo un gran esfuerzo, el borracho entrecerró los ojos e intentó visualizar su imagen. El fruncido rostro de la joven, junto con su cabello castaño oscuro recogido en una coleta, el pañuelo azul que llevaba en la cabeza, y su ropa de marinera no le decían absolutamente nada. Pero de pronto se detuvo. Los centelleantes ojos de Marina lo miraban de forma enfadada…le recordaban a los de una niña que había conocido muchísimo tiempo atrás…aquellos amenazadores ojos verdes…

-¿Ma…Marina?-Preguntó, al tiempo que la chica asentía. Entonces añadió con un cierto tono de temor en su voz-¿Qué haces tú aquí?

-Como ves, la piratería es algo de familia, Jack-Contestó la joven-¿Qué tal está el tío Teague?

Jack sonrió de forma forzada.

-¿Qué te a traído aquí esta vez?-Preguntó Marina en tono duro-¿Has bebido hasta dejar sin existencias una taberna¿O Te has ido sin pagar de un burdel?

-Ninguna de las dos cosas-Dijo el pirata con un tono sarcástico-Bueno…tal vez la primera- Obviamente el reencuentro no había sido de lo más agradable, Jack la miró durante unos segundos, en los cuales todo permaneció en silencio, y después se aventuró a decir-¿Aún estás enfadada, verdad?

-Yo no olvido Sparrow-Contestó ella en tono cortante-Aunque hayan pasado diez años…

-Una lástima-Respondió Jack-Ahora, si no te importa, tengo una resaca que atender.

El pirata volvió a tenderse sobre el suelo de paja, y la chica dirigió de nuevo su mirada hacia la ventana, con la vaga esperanza de poder urdir

un plan.

La verdad es que, a pesar de los lazos familiares que los unían, Marina Skylark jamás había sentido el más mínimo aprecio por su primo, es más, lo despreciaba como si se tratase de una rata, pues para ella él no era otra cosa. Pero pensó que, tal vez, tratándose de quién se trataba, podría valerse de la situación para huir de aquella sucia mazmorra.

-Jack-Dijo la chica con un chirriante tono amable-¿Te interesa salir de aquí?

El Capitán Sparrow se incorporó levemente y la miró.

-Soy todo oídos, querida.

-Con el "Soy todo oídos me conformo"-Contestó su prima.

Roland el guardia estaba sentado a duras penas en una silla de madera que poco más aguantaría ya a su enorme trasero, junto a una mesa en la que se hallaba su "cena", separada de él por su prominente barriga, la cual no permitía más proximidad.

El guardia agarró un grasiento muslo de pollo con una de sus grandes manos, y con la otra una botella de vino barato que se empinó, hasta dejar a la mitad.

Era una noche serena. No había un sólo ruido que rompiera la calma que reinaba, salvo los ronquidos que emitía el otro guardia, sentado sobre un taburete y con su sombrero tapándole la cara, lo cual hacía que el sonido fuera más desagradable aún.

Roland dio un enorme mordisco al pollo, y la grasa de este comenzó a resbalar por su rasposa barbilla, hasta llegar a su inexistente cuello. Luego, volvió a tomar un trago de la botella, y cuando iba a dar un segundo bocado a su menú, unos gritos lo hicieron desconcentrarse. Este lanzó una maldición por lo bajo, y se dispuso a continuar con su tarea cuando los gritos se volvieron a escuchar.

-¡Eh¡Phillip!-Bramó el guardia, dirigiéndose a su compañero. Varias gotas de saliva salieron disparadas desde su boca hacia el uniforme de este-¡Phillip¡Ve a ver lo que pasa ahí abajo!

El susodicho Phillip emitió un gruñido y siguió durmiendo, como si las voces que estaba dando el otro guardia no lo molestaran en absoluto.

-¡Vamos pedazo de gandul¡Yo estoy en mi hora de descanso!

Este siguió sin moverse, a su lado había tres o cuatro botellas de ron completamente vacías. Roland bufó, furioso por tener que hacer él todo el trabajo y haber abandonado su cena.

Agarró el manojo de llaves, y bajó las escaleras que conducían a las mazmorras, refunfuñando entre dientes.

Al llegar al piso de abajo, no encontró nada en particular. Lo único que pasaba era que el estúpido borracho al que había encerrado antes no paraba de chillar.

-¡Oye tú!-Dijo el guardia-¡Como no te calles te vas a arrepentir de haber puesto un pie en esta isla!

El Borracho se cayó, y señaló con su dedo hacia la celda de al lado.

-¡La chica!-Exclamó haciendo extrañas florituras con la mano-Creo que se ha desmayado.

El carcelero frunció el entrecejo, acabó de bajar los tres escalones que le quedaban y se dirigió hacia la celda de la chica, buscando en su llavero la que le correspondía a esta. Cuando la encontró, abrió la puerta y entró. En efecto, la joven pirata a que habían encerrado estaba tirada en el suelo, inconsciente.

-Creo que debería hacerle el boca a boca, amigo-Sugirió el otro prisionero.

El guardia acercó sus gruesos y grasientos labios al los de la chica. Justo en ese momento, y sin que nadie pudiese darse cuenta de nada, el pie de la chica fue a parar a su entrepierna, propinándole una fuerte patada, la cual provocó que Roland cayera al suelo inconsciente.

-Eso por intentar besarme ¡Babosa asquerosa!

Marina rebuscó entre las llaves que el desmayado guardia llevaba encima y encontró la de sus grilletes. Tras quitárselos, se los puso y salió de la celda en la que había estado prisionera durante varias horas, cerrándola de nuevo.

La Capitana Skylark, suponiendo que sus armas se hallarían arriba, se dispuso a subir sigilosamente, cuando de pronto alguien la llamó.

-Mi querida Marina-Dijo la voz de Jack Sparrow, pegado a las verjas tras las cuales estaba cautivo-¿No irás a dejarme aquí verdad?

-Y dime¿Por qué no debería hacerlo?-Preguntó lacónicamente-Sería un buen castigo por lo que me hiciste aquella vez: tú me cambias por un cargamento de vino, y yo te dejo encerrado en esta mugrienta mazmorra para que te pudras¿no te parece?

-¡Eso no es cierto!-Exclamó Jack-No era Vino…era Ron-La pirata resopló, y en su rostro podía verse una expresión que decía "más a mi favor".Le dio al espalda a Sparrow, y este, en un último intento por llamar su atención, dijo-¡Pero Marina¡Soy de tu familia!

La joven lo pensó un momento, en cierto modo tenía razón, aunque el hecho de tener la misma sangre no parecía haberle importado a su primo diez años atrás, cuando casi la había intercambiado por Ron, a pesar de que le habían asignado que la protegiera, pues esta sólo tenía 12 años. Pero ella no era como el, no iba a dejar tirado a un miembro de su familia de esa forma por muy ruin que este fuera.

-Está bien-Dijo por fin acercándose a él-Pero después de esto quiero que desaparezcas, porque si te vuelvo a ver otra vez, si te cruzas de nuevo en mi camino, te mataré ¿De acuerdo?-Y le tendió su mano a través de los barrotes.

-Siempre es un placer hacer negocios con una dama tan encantadora como tú-Contestó estrechándole la mano.

-Déjate de Zalamerías-Le espetó ella.

Marina abrió la celda de Jack, y lo miró sonriente desde fuera de esta. Una sonrisa que cualquiera que la observara sabría que esta no estaba tramando nada bueno. El ocurrente Sparrow le devolvió el gesto, disponiéndose a salir, cuando, sin previo aviso su prima lo abofeteó.

-¿Por qué has hecho eso?-Preguntó sorprendido-¡No lo merecía!

-Eso por incitar a ese repugnante guardia a que me besara, vámonos.

Ambos subieron con sigilo las escaleras para permanecer inadvertidos saliendo hacia el piso de arriba, pero no había nadie peligroso, salvo un guardia que dormía sentado en una incómoda silla. Marina hizo un gesto a Jack para que la siguiera. Sus armas estaban sobre una mesa, no muy lejana al guardia. La chica caminó despacio para no hacer ruido y tomó su espada y se dirigió hacia la salida. Miró hacia atrás para comprobar que su primo había hecho lo mismo, pero vio que este estaba junto al guardia, dándole golpecitos en el hombro con un dedo.

-¡Jack!-Murmuró la joven enfadada-¿Qué se supone que haces?

-Comprobar si está dormido-Respondió este, sin ni siquiera molestarse en bajar el tono de voz.

-¡Apresúrate, estúpido!-Bramó la Capitana Skylark.

Sparrow tomó sus efectos personales de la misma mesa donde Marina había cogido su espada, y, por supuesto su sombrero, luego corrió tras ella. Una vez fuera de allí, tras comprobar que el camino estaba despejado, saborearon la primera bocanada de libertad después de aquel corto cautiverio.

La ciudad entera se observaba desde su posición, iluminada por pequeñas luces, y teñida de azul intenso, un color sólo superado por el del mar.

Continuaron con su fuga, hasta que llegaron al puerto. Una vez allí lo tenían más difícil, pues varios soldados de la armada francesa rondaban haciendo la guardia. Marina y Jack se ocultaron tras una pila de cajas que estaba frente al Twilight, custodiado por dos de los soldados.

La pirata estaba nerviosa y furiosa a la vez, pues otro obstáculo se interponía en su camino de fuga, pues debería haber previsto aquello. Dejó su espada en el suelo, y se sentó con las piernas cruzadas, mientras pensaba. Llegados a ese punto, cualquier cosa podría salir mal.

-Si me permites una sugerencia-Comenzó a decir Jack.

Marina lo miró un tanto sorprendida y enfadada.

-¿Aún sigues aquí?-preguntó-Ya tendrías que haberte marchado, no te necesito.

Miró hacia todos lados, buscando algo que le pudiera servir, cuando, observó unos barriles de pólvora, apilados a una distancia considerable de su posición actual y atados con cuerdas.

"Perfecto" pensó la joven.

Se giró hacia su primo, el cual frunció en entrecejo, y le arrebató la pistola.

-¿Qué haces?-Preguntó este.

-Asegurarme mi vía de escape, cúbrete-Contestó, y apuntó hacia los barriles .Un fallo podría ser crucial para el fracaso de la fuga, pero Marina estaba segura de que si calculaba bien la distancia la bala podría dar perfectamente en el blanco. No podía errar el tiro. Disparó.

Inmediatamente, el primer barril estalló, haciendo que los otros también lo hicieran un segundo después. Aquellos planes disparatados eran algo propio de la familia Sparrow, ingenio heredado por parte de su madre.

-¡Sólo tenía una bala!-Protestó Jack.

-Ha sido por una buena causa-Repuso Marina.

-¡Pero sólo tenía una!-Dijo nuevamente su primo.

La joven lo ignoró, permaneciendo atenta a la reacción de los soldados que custodiaban su navío.

Ambos se movilizaron inmediatamente y corrieron en dirección a la explosión.

La pirata aprovechó la situación y salió corriendo de su escondite en dirección hacia su añorado barco, al cual accedió por un tablón de madera.

La cubierta estaba completamente desierta, algo no muy extraño teniendo en cuenta las circunstancias. Marina abrió el portón por el cual se accedía a la bodega, y bajó. Todo estaba muy oscuro y silencioso. Un silencio que rara vez podría significar algo bueno.

-¿Angus?-Preguntó-¿Millie¿Ahmed?

Ninguno de los miembros de su tripulación respondió, por lo tanto no se hallarían allí. Tal vez las sospechas de Marina eran ciertas y habrían logrado escapar.

La chica resopló y se dispuso a subir nuevamente a cubierta, ya se preocuparía más tarde por encontrar a esos lobos de mar que la habían abandonado a su suerte, aunque, en cierto modo, no podía culparlos.

De pronto, sin motivo aparente, los pelos de su nuca se erizaron, y un sobrecogedor escalofrío recorrió todo su cuerpo. Algo no iba bien. Podía sentirlo.

Oyó un carraspeo a sus espaldas, que más bien parecía forzado para llamar su atención.

No muy segura, Marina vaciló unos instantes antes de girarse, segundos que aprovechó el intruso para toser de nuevo. Y allí estaba, envuelto en un aire extravagantemente elegante y cursi, vestido con un sofisticado traje rojo con bordados de oro, un enorme sombrero con plumas y su indiscutible bastón. El individuo parecía joven, tal vez un poco mayor que la chica. A pesar de la oscuridad de la bodega, su tez se apreciaba pálida, y sus ojos crueles y azules. Su larga cabellera rubio platino estaba recogida en una cola con un fino lazo de raso. Apestaba a perfume francés.

Era René Dupont.

No estaba solo, pues un hombre del tamaño de una montaña se erguía tras él. El sujeto tenía la piel más oscura, expresión de gorila y, por supuesto, estaba ataviado con unas ropas muchísimo menos elegantes que las de su acompañante. Parecía peligroso, aunque su aspecto de bruto era menos amenazante que la del otro individuo.

Dupont se dispuso a hablar, pero, se vio interrumpido por la pirata, hecho que pareció irritarlo un poco.

-No sé porqué no me extraña-Dijo lacónicamente-Debí suponer que tú estarías detrás de todo esto.

-Mademoiselle Marina, siempre tan directa-Contestó el intruso-Esa no es forma de tratar a un invitado.

-No me consta que yo te haya invitado-Espetó la joven de manera cortante.

El guarda-espaldas que acompañaba al hombre elegante hizo crujir sus nudillos para incomodarla, pero su jefe lo interrumpió alzando una mano suavemente.

-¿A qué has venido?-Preguntó la chica. "Dos reencuentros no deseados en un sólo día, genial", pensó para sí misma.

-Sólo a por una simple y pequeña cosa…-Dijo haciendo gala de su indiscutible acento francés-Mi medallón.

-¿Tú medallón?-Preguntó ella atónita-Creo que te equivocas sucia rata.

-No Cherie, no ando para nada equivocado-Contestó-Si no recuerdas bien, me refiero a ese medallón que me robaste cuando…

Marina Skylark hizo una mueca de asco.

-No hace falta que entres en detalles René-Espetó. Se llevó la mano a su cuello, del cual colgaba un medallón de oro, oculto tras su camisa-Pero has de saber que no te lo voy a entregar tan fácilmente-Acto seguido, dirigió su mano con sigilo hacia su cintura para poder coger su espada, pero en su lugar había un vacío. "¿Cómo?", pensó, pero un segundo más tarde recordó que se la había olvidado en el puerto, ante lo cual lanzó una maldición.

René Dupont la miró divertido.

-No intentéis nada brusco, Marina. Si buscáis a vuestra tripulación está a buen recaudo. Perfectamente amordazada, atada y encerrada en las celdas de este barco-Luego soltó una risita estúpida y pomposa.

Ciertamente la capitana Skylark jamás se rendiría sin luchar¿pero que otra opción le quedaba? Estaba desarmada como muy bien había visto Dupont, y su tripulación no podía ayudarla de ninguna manera, ni tampoco ella podía hacer nada por ellos. Se sentía frustrada. Raras veces se había visto en una situación como aquella, en la cual todos los recursos parecían habérsele agotado. Arrancó la cadena de oro de su cuello, sacando de debajo de su camisa el oculto objeto. Un precioso medallón dorado brilló en la oscuridad de la bodega, mostrando pequeñas muescas donde deberían ir piedras preciosas, rodeando un precioso zafiro del color del mar. Tendió la mano hacia delante.

-Señor Jonathan-Dijo René Dupont a su secuaz-¿Seríais tan amable de tomar el precioso presente que Mademoiselle Skylark tan amablemente nos cede?

El hombre, del tamaño de una montaña y aspecto hosco, caminó torpemente hacia la joven, arrebatándole con su enorme manaza el medallón, y entregándoselo a su amo.

-Ha sido un placer hacer negocios con vos-Dijo Dupont haciendo una breve reverencia y una estúpida floritura con el sombrero de plumas-Au revoir.

-Juro-Murmuró Marina entre dientes, bastante irritada-Que algún día haré que se coma su sombrero.

René Dupont se incorporó y volvió a colocarse su espectacular sombrero sobre sus dorados cabellos. Agarró con firmeza su bastón, y, seguido de su inseparable Señor Jonathan, se dirigió hacia la salida de la Bodega; y se disponía a subir cuando se chocó contra Jack en las escaleras.

-Apártese de mi camino.

-Bueno, vale-Y cuando ya se fueron, añadió-¿Quiénes eran esos?

-La reina de Inglaterra y su séquito-Dijo Marina en tono sarcástico.

-¿Qué hacía la reina de Inglaterra en tu barco?-Dijo Jack sin percibir el tono de su prima.-Tenía muy mala cara¿crees que está enferma?

Marina lo miró sin dar crédito a sus oídos.

-Aún estás borracho¿verdad?

-No¿Por qué?

-Estás ciego¿no te has dado cuenta de que ese era René Dupont?

-¡Agg¿Cómo puede tener la reina semejante gusto?

-¡Idiota¡La reina no estaba aquí!

-¿Pero no has dicho que…?

-¡Era una simple broma!-Exclamó Marina. Tras tranquilizarse, continuó-¿Por qué has venido?

-¡Ah! Se me olvidaba. Te habías olvidado la espada en el puerto. Espero no llegar demasiado tarde.

-¡No que va!-Dijo intentando mantener la calma. Y sin conseguirlo añadió-¡¡POR QUÉ NO HAS VENIDO ANTES!!