Disclamer:

Cualquier aspecto conocido pertenece a Rick Riordan, el resto es parte de mi creatividad. Por favor no publiquen sin nuestra autorización.


"Every night I almost call you just to say it always will be you..."

Wherever you are - 5 Seconds of Summer


San Miguel

I.- Leo

By: Ary Hyuga


Sonreía.

¿Cómo era posible que estuviera sonriendo?

El había sido un completo idiota, un imbécil, el hombre más estúpido del mundo y ella... ella sonreía.

No, Leo no se lo merecía, esa sonrisa era un milagro del cielo, la cosa más bella que sus ojos podrían ver alguna vez; no, no podía ser para él.

Pero lo era.

¿Porque sonreía?

¿Porque, mientras ella caminaba hacia él, con su cabello negro enmarcando su rostro, sus caderas meciéndose a ese ritmo que lo enloquecía y sus piernas hipnóticas, le sonreía?

Y ahí estaba Leo, de pie en la plaza a la que ellos tanto solían ir, con su pantalón de siempre, su camisa roja y sucia, su cabello desalineado; siempre tan descuidado, ahí estaba esperando a quien había hecho de su vida el cuento más hermoso.

Fue solo cuando Reyna estuvo a unos metros de él cuando Leo se dio cuenta de que esa hermosa sonrisa, no era completamente real.

Sus ojos castaños, esos ojos que tantas veces lo enamoraron, no brillaban más.

No, por supuesto que ya no brillaban, había sido el mismo quien se encargara de apagar la luz de esos hermosos ojos.

Idiota: era un verdadero idiota.

-Hola. -Le saludó ella. Su voz era tan tímida, temblorosa. Leo sintió que se le encogía el corazón, esa no era su voz.

Su voz firme y llena de alegría, su voz imponente, esa voz que demandaba ser escuchada... ¿Qué rayos le había hecho?

-Hola.

No dio un paso adelante; no podía, no podía acortar la distancia sin tomarla en sus brazos.

La necesitaba, quería sentir sus labios una vez más, quería sentir sus manos, su aroma: ella siempre había encajado a la perfección entre sus brazos, ahora sentía un hueco entre ellos.

Pero no podía; ¡maldición! de verdad que no podía.

-Gracias por venir yo... yo sé que no debí pedirte que vinieras.

Y ahora ella se disculpaba por regalarle a Leo un minuto del paraíso. ¡Ella se disculpaba!

-Ni lo digas, siempre es un placer verte.

Y se sonrojo... Reyna se sonrojaba con él. ¿Se había sonrojado alguna vez antes? Se veía hermosa; ella era profundamente hermosa, por dentro y por fuera... era perfecta.

-Leo yo... lo siento es que... no tengo nada que decirte, solo quería verte una vez más. -No lo miro mientras decía eso, su mirada estaba clavada en sus manos con las que jugueteaba nerviosa.

Esa no era su Reyna; no lo era en absoluto.

Reyna era una mujer totalmente distinta; orgullosa, altiva, siempre con la frente en alto. Su Reyna nunca jugueteaba con sus manos, su Reyna no se sonrojaba. Reyna era una mujer en toda la extensión de la palabra; era indomable, mucho más fuerte de lo que cualquiera pudiera llegar a pensar, increíblemente inteligente...

¿En qué momento su Reyna se había ido?

-Sabes en que momento. -Se respondió a sí mismo y al instante sintió una punzada en el corazón.

Si, lo sabía.

No había sido mucho tiempo atrás; en el momento en el que una ristra de malas decisiones le habían convencido de que Reyna estaría mejor sin él. Incluso ahora, incluso cuando había otra persona en su vida, Leo se preguntaba si realmente había sido la decisión correcta.

-No necesitas una excusa para vernos Reyna. -Le respondió el sonriendo. Ella lo miro y le regalo una sonrisa tímida; por un segundo, Leo creyó ver a su antigua novia aparecer frente a él. - ¿Quieres caminar?

Ella asintió y comenzó el camino que ellos tanto conocían; un par de años atrás habrían caminado por ahí, él le habría preguntado sobre su día y ella, cortante, le habría respondido con monosílabos.

Las cosas eran totalmente distintas un par de años atrás; en ese entonces era él quien estaba locamente enamorado de ella y ella lo odiaba... o al menos no lo quería en absoluto. Él le rogaba por cinco minutos de su tiempo y ella sufría inventando excusas para no verlo.

Poco a poco y con demasiada paciencia, Leo se había ganado primero su confianza y luego su corazón.

-Escuche que Charlie y Siliena se comprometieron, -comentó ella casualmente. La mención de su hermano le dio a Leo un poco más de confianza.

-Sí, hace algunos días, mi madre está muriendo de felicidad.

Reyna sonrió sinceramente.

-Me alegra muchísimo, son el uno para el otro. -Y entonces su sonrisa decayó. La ira corrió por las venas del moreno; frustrado por quererla tanto y no poder tenerla.

Permanecieron mucho tiempo en silenció. Leo trataba de encontrar un tema de conversación que fuera seguro, pero todo parecía llevarlos a un terreno complicado, hasta que ella hablo.

-Termine de leer Civil War II

Y entonces todo tomo su sitio. Comics, ese si era un tema seguro, un idioma que los dos hablaban... o más bien un código, un código que solo ellos dos podían entender.

Siempre era más fácil hablar con Reyna cuando Marvel o DC estaban de por medio.

No se dieron cuenta de cuando, pero de un momento a otro cayó la noche. Dieron muchas vueltas a aquel parque hasta que Reyna no pudo más y le pidió sentarse en una banca: pasaron mucho tiempo más hablando ya no solo de comics, sino de otras cosas que tenían en común como la música o series de televisión, una media hora después Leo sentía que se le agotaban las palabras. No se había dado cuenta de lo mucho que extrañaba hablar con Reyna.

De un momento a otro se hizo el silencio y ella suspiró.

-Tenia demasiadas cosas que contarte. -Leo sonrió.

-Lo noté. -Ella rio y le dio un golpe, pero fue demasiado débil y Leo pudo tomar su mano.

Si, él sabía que no lo merecía, que no debía, que solo la lastimaría más de lo que debía... pero la necesitaba demasiado, quería al menos poder tomar su mano.

Ella no se resintió, ni siquiera lo miro, fue como en los viejos tiempos, habían llegado a un acuerdo sin palabras.

-Es difícil estar sin ti.

A Leo no le gustaba cuando ella le hablaba con esa franqueza y al mismo tiempo le encantaba saber que aún le tenía tanta confianza.

-Lo sé.

Ella hizo una mueca; no era la respuesta que esperaba. Pero Leo no podía darle una respuesta distinta.

-Leo yo... estoy cansada de esto.

El moreno la miro, no se atrevió a hablar.

-Creo que esta vez yo... lo lamento, pero yo no.… yo no me puedo quedar. -Leo sabia de que hablaba; durante sus dos años de relación, se habían prometido que no importara lo que sucediera, siempre estarían juntos. Él sabía lo mucho que Reyna odiaba romper una promesa, y la realidad era que le encantaba saber que estaba cerca... pero por otro lado sabía que era lo mejor para ella.

-No tengo mucho que decir al respecto, sabes que estaré aquí si me necesitas.

Entonces ella hizo algo que él no esperaba, que le sano todas las heridas y al mismo tiempo le destrozo aún más el corazón... lo beso.

¡Lo beso!

A pesar de ser un idiota, de terminar con ella, de salir con otra persona, de haber dejado que le presumieran a su nueva novia, después de haberle hecho tanto daño... Reyna lo había besado.

Y entonces, tan pronto como lo beso, se separó de él y se fue.

Sin decir adiós, sin una mirada, sin explicaciones... solo se fue.

Leo la vio alejarse... no podía ir tras ella, ya no tenía derecho alguno a detenerla, no podía pedirle nada más... así que la observo alejarse y trato con todas sus fuerzas de grabar el sabor de sus labios por siempre en su corazón porque algo le decía que no volvería a probarlos.

Su teléfono sonó en ese momento, justo cuando Reyna comenzaba a perderse de su vista.

"Calipso"

Sin más remedio, respondió.

- ¡Hola mi amor! ¿Dónde estás travieso? Tengo horas enviando mensajes y no respondes...