Las manos de un cocinero.
Las manos de un cocinero son las manos más fuertes que hay, capaces de tomar cualquier tipo de cuchillo y cortar un queso curado sin mostrar esfuerzo, con eficacia, con rapidez, y a la perfección. Son manos lisas y suaves, suaves al tacto, suaves en su baile con maestría cuando saltean verduras en un wok de arroz mixto, precisas para echar la sal en su punto justo, para batir con potencia y delicadeza, y decorar con la más fina precisión un pastel de nata y chocolate. Las manos de un cocinero no solo saben crear desde el punto cero, no, además son capaces de aguantar el vapor de un caldero escurriendo sus espaguetis en un colador, echan las arepas, una por una, en el sartén con el fuego al máximo, y sirven copas de helado con sirope y una galleta sin llegar a temblar, con predisposición. Las manos de un cocinero son perfectas, son las que preparan la comida todos los días.
Y en cualquier momento inesperado, esas manos de ese cocinero se posaron en su hombro con suavidad y con firmeza.
''¿Luffy?'' Preguntó el rubio, quien ahora estaba de pie, a su lado, con una de aquellas manos en su hombro y su cuerpo medio agachado para poder verle la cara al menor. ''…¿Luffy?'' Esperaba la reacción de este, ya era como la octava vez que pronunciaba su nombre y hacía rato que lo llamaban para volver a la cocina.
''¿Uh? Ah, hola Sabo, shishishi'' Rio alegre, había estado tanto tiempo sumido en sus pensamientos, en esas manos, que no se había percatado de que le habían estado llamando. ''¿Qué pasa?'' Ladeó la cabeza hacia un lado con una expresión de duda notoria en su rostro.
El mayor por ese momento tan solo pudo suspirar. ''Luffy, solo quería saber si preparaba un plato para que le llevaras a tu hermano también…''
Hacía dos años que Luffy había conocido a Sabo, y eso fue gracias a su hermano, Ace. El hermano mayor, antes de su ascenso, solía ir a comer ocasionalmente al ''bar-cafetería'' donde trabajaba Sabo, y un día decidió llevar a Luffy. Desde que Ace recibió su ascenso, el menor solía llevarle comida algunas veces al trabajo ya que este no podía en esas ocasiones salir a comer, ni a su casa, ni a algún local.
Pero hará bastante tiempo, ni él mismo es consciente de cuando empezó realmente a sentir aquel ardor en el pecho, ese cosquilleo en el estómago que de algún modo era extraño, pero no desagradable, esa falta de aire cuando aquel chico de cabellos dorados se aproximaba a él, y esas ganas de besarle, esas terribles ganas de probar aquellos labios ajenos que se veían tan suaves, tan lisos y suaves… como un dulce, como un caramelo, necesitaba probar a qué sabían esos labios.
El rubio seguía llamándolo por su nombre un par de veces más al ver que nuevamente no contestaba, esta vez, el azabache estaba sumido en sus pensamientos pero su punto fijo no era el plato medio lleno de carne que aún no se había terminado de comer, era la cara de Sabo.
''Oye… Luffy'' Llevaba un rato que se había quedado pasmado mirándole fijamente y comenzaba a ser incómodo. ''¿Estás bien? ¿Tengo algo en la cara?'' Preguntó algo preocupado, no era normal que el joven se quedase así tanto tiempo. ''¿Luffy? Luffy, por f-'' Y, en aquel preciso instante, el rubio había sido cortado por el menor, quién se había levantado para darle un beso que se prolongó un poco más de lo esperado, si es que en algún momento esperaba algo.
Y en cuanto se separaron Sabo ya no tenía palabras para decir, solo podía observar al menor, rojo, quien sonreía.
''Me gustan los labios de Sabo''
