CAPÍTULO1. MALENTENDIDOS Y PRESENTACIONES.
Se oyó un sonido que habría destrozado los oídos a cualquiera que no estuviera en aquel sitio casi todos los días de su vida. Por una de las puertas adornadas con gruesos cristales entraron en tropa miles de estudiantes, en último lugar y, con caras algo adormiladas, aparecieron cuatro chicas.
Formaban un estrecho corro en el que se estaba debatiendo sobre el uso incorrecto de autoridad por parte de los profesores o, mejor dicho, estaban poniendo verdes a la mayoría de sus maestros.
Subieron las escaleras que llevaban a su clase y que, a las ocho de la mañana, se les hacían eternas. Una de ellas, la más alta, no dejaba de murmurar maldiciones por lo bajo. Su nombre era Tamara, tenía los ojos de color azul mar y el cabello oscuro. Vestía unos pantalones vaqueros con mucha campana y una camiseta de mangas anchas en color verde marino, calzaba unas botas de tacón que hacían que pareciera aún más alta y se adornaba con una pequeña cadena de oro de la que colgaba la figura de un unicornio.
Le acompañaba Elena, la más joven del grupo, que, con gesto mohíno, intentaba colocarse el rebelde pelo negro. Sus ojos verdes pasaban rápidamente de lugar en lugar como si intentara fijar en su memoria cada uno de los detalles que percibiera. Llevaba una falda de terciopelo oscuro y una blusa del mismo material adornada con lazos; portaba al cuello una gruesa cadena de platino con una serpiente que pendía de ella.
Algo más atrás estaban Mónica y Cristina cuchicheando de algún tema por lo bajo. Cristina tenía el pelo castaño y los ojos del color de la madera de cedro, se ataviaba con un pantalón de pana azul ajustado y un top del mismo color, llevaba muchas pulseras de diferentes colores y materiales. Mónica tenía los ojos azules y el pelo largo y de color rubio, vestía un cómodo taje verde escotado y calzaba zapatos altos para compensar su estatura ya que era la más baja del grupo.
- ¿Creéis que hay derecho?- preguntó Tamara llevándose las manos a la cabeza- Nos hacen empezar el curso quince días antes de lo previsto.
- Consuélate pensando en que iremos al cine a ver "La Película" hoy mismo- contestó Elena cerrando la puerta de la clase tras ella ya que solo quedaba de entrar el profesor.
Aprovechando sus últimos minutos de "libertad" hasta que comenzara la clase sacaron sus carpetas por completo empapeladas por pósters y fotos de la película de Harry Potter y comenzaron a hablar sobre ello.
- Buenos días- saludó el calvo profesor de Sociales antes de comenzar con su arenga intercalada con retazos de recetas de cocina.
- Os imagináis que fuéramos a Hogwarts- fantaseó en voz baja Mónica que acababa de terminar de leerse el cuarto libro- Así nos libraríamos del gordo pesado este.
Elena asintió con la cabeza y dejó de prestarles atención al momento siguiente para centrarla en la aburrida clase.
- Empollona- murmuró cariñosamente Tamara sacando una hoja y dibujando corazoncitos alrededor del nombre de su actor favorito.
La mañana se pasó en medio de una extraña bruma de aburrimiento, se sucedieron las clases hasta que llegó el ansiado momento del recreo, media hora de asueto en la que podía darse rienda suelta a distintas formas de insultos y cotilleos sobre los más variopintos temas.
Algunas niñas de cursos inferiores le hacían la pelota a los profesores encargados de vigilar el patio y unos chicos de su misma clase se divertían dando patadas a un balón medio pinchado. En fin, que era un día como todos los demás.
Las clases de después del recreo fueron igual de aburridas que las de antes pero aún más pesadas (si es que eso puede ser posible). La profesora de francés despidió la semana a sus alumnos otorgándoles una larga lista de deberes para hacer durante el fin de semana pero aquello no aguó la fiesta a cuatro chicas de la clase a las cuales la cabeza les volaba a otros asuntos que iban a suceder aquella misma tarde.
- Tenemos que ir guapas- avisó Tamara despidiéndose de las demás antes de irse a su casa.- Y recordad que debemos llegar pronto, no quiero quedarme sin un buen asiento.
Las demás asintieron y se dirigieron a sus respectivas viviendas donde se sentaron con sus familias a dar buena cuenta de la comida que había ante ellas.
Cristina se enzarzó en una encarnizada pelea con uno de sus hermanos mayores por culpa del mando de la televisión y, cuando se quiso dar cuenta, ya llegaba tarde. Con la lengua casi llegándole a las rodillas por el cansancio se dio de bruces con sus tres amigas que mostraban una expresión poco conciliadora.
- ¿LA SEÑORITA CRISTINA SE HA DIGNADO A MIRAR EL RELOJ?- chilló Elena que era una maniática de la puntualidad.
- Solo he llegado dos minutos tarde- rezongó Cristina moviendo de un lado a otro la cabeza- Queda casi una hora.
- Por si no te habías dado cuenta es el día del estreno- respondió Tamara empezando a caminar a buen ritmo- No me pienso quedar sin entrada.
Cristina puso los ojos en blanco y arrugó el labio; mientras, Elena, saltaba de un lado a otro de la acera como si estuviese loca.
- Todos los años igual- susurró Tamara a espaldas de su amiga- La gente va a creer que en vez de una persona es una cabra.
Mónica asintió sonriendo y comenzó a frotarse las manos de forma compulsiva mientras Cristina se mordía el labio y Tamara se arreglaba el peinado.
Llegaron a la entrada del cine después de haber esperado una cola bastante larga y de haber insultado a algunos chavales que pretendían colarse. Por suerte ganaron la pelea porque la taquillera cerró la ventanilla en cuanto acabaron de pedir ellas. Habían llegado justo a tiempo.
- Solo llegué dos minutos tarde- parafraseó con ironía Elena pasándose la lengua por los labios.- Poco más y nos quedamos sin sitio.
Buscaron sitio entre las largas filas de asientos casi todos ocupados y, por fin, encontraron el lugar adecuado para ellas. Atrás centradas.
- El mejor sitio del cine- dijo Mónica eligiendo para sí un asiento.
Dejaron las palomitas y demás viandas en sus correspondientes lugares y empezaron a mordisquearse las uñas con demasiada rapidez.
Al fin apagaron las luces y se hizo un completo silencio entre los asistentes a aquella sesión. Las palomitas desaparecieron en pocos minutos de sus bolsas y, después, se esfumó también el ruido de succión de los botes, no se oía ni siquiera la respiración de las personas sentadas alrededor.
Para la mayoría de las personas congregadas ante la pantalla, la película se hizo muy corta y salieron de la sala deseando para sus adentros que la siguiente llegase pronto. Pero cuatro de esas personas no solo lo deseaban "adentro" sino que lo exteriorizaban entre ellas hablando muy rápido.
- Tenías cara de abobada ahí dentro- decía Tamara a Elena frunciendo el ceño y señalando el lugar del que acababan de salir- ¿De quién te has colado esta vez?- añadió poniéndose en jarras y parándose en seco como si de repente aquella idea hubiese brotado en sus pensamientos- Porque... con este ¿cuántos van ya?
- Si es solo uno van tres- asintió Mónica poniendo en alto y ante las narices de Elena los dedos inculpadores- Si son dos van cuatro... y así sucesivamente.
La "acusada" enrojeció hasta la raíz del pelo antes de murmurar un nombre incomprensible.
- Tal vez si lo dices un poco más alto- instigó Cristina metiéndose en la boca una de las innumerables gominolas que siempre llevaba en el bolso.
- Oh, no hace falta que lo digas. Sé exactamente en la escena que pusiste cara de pez- comentó Tamara dándose aires aunque ella había puesto la misma cara en la mayoría de las escenas ( eso no se puede evitar cuando te gusta el protagonista)- Fue en la que salía el "rubio pingajos" ese. El Lucius Malfoy.
Sonrisitas de suficiencia se dibujaron por doquier y Cristina tuvo que entregar una de sus chucherías a sus otras dos compañeras mientras Elena seguía con el rostro rojo como la grana.
Después de pasarse toda la tarde comentando la película y sacando algún que otro fallo se dirigieron a sus respectivas viviendas.
En cuanto entró en casa, Tamara, empezó a relatarle los pormenores de la película a sus padres que la miraban como si le acabase de crecer una segunda nariz. Cuando por fin terminó suspiró y se sentó ante la televisión donde ponían precisamente un programa de cine que trataba sobre la película que acababa de ver. La muchacha estuvo a punto de comerse (no hay otra palabra mejor para describirlo) el televisor.
Su madre estuvo a punto de desmayarse al verla con las manos juntas y moviéndose de un lado a otro al compás de la musiquilla. Por suerte Tamara se recuperó en cuanto acabó el programa y subió pitando hacia su habitación.
- Buenas noches- se despidió mirando con ojos soñadores a cada uno de los pósters de Harry que rodeaban su habitación.
En otras tres casas de Palencia otras tantas chicas hacían lo mismo, lo único que cambiaba era la persona que ocupaba la foto.
Elena se despertó a la mañana siguiente con un lacerante dolor de cabeza se tomó una de sus pastillas milagrosas y se sentó delante de la mesa de su cocina para intentar meter algo en su reacio estómago. Su madre trajinaba a su alrededor cogiendo y dejando diferentes tipos de platos y de alimentos, cocinando y cocinando casi sin parar.
- ¿Puedes ir a por el correo?- preguntó a su hija en cuanto esta acabó de masticar una galleta.
-Hum- asintió ella aún a medio despertar y dirigiéndose hacia la puerta.-Factura, factura, publicidad, carta de abuela, revista, carta con el sello de Hogwarts, más publicidad. Aquí hay algo raro pero no sé el qué. Repasemos.- murmuró para sí mirando cada sobre con detenimiento- Factura, factura, publicidad, carta de la abuela, revista, carta con sello de Hogwarts... ¿Hogwarts? ¿HOGWARTS?
La alegría inicial se difuminó cuando su mente dio con el dicho favorito de su padre: Piensa mal y te quedará corto.
- Seguro que esas que se hacen llamar mis amigas me la están jugando, y si eso es así debería, debería... - se frotaba las manos mientras hablaba como una auténtica chiflada- comentarlo con ellas.
Sin abrir tan siquiera el sobre se abalanzó sobre el teléfono y marcó el número de Tamara con la que quedó en el parque a eso de las cinco; lo mismo hizo con Mónica y Cristina que la contestaron de bastante mala manera en vez de las risitas que ella se había imaginado.
Ni siquiera comió el postre que tenía preparado sino que se puso a toda prisa un largo vestido azul índigo y salió pitando hacia su cita con la carta en una de sus manos. No bien llegaba a una de las esquinas del parque vio aparecer por las restantes a cada una de sus amigas con la misma cara de mala uva que llevaba ella.
Cuando llegaron al punto central, donde solían reunirse, levantaron, las cuatro a la vez, unos sobres con el mismo distintivo.
- ¿Cómo podéis...?- empezó Elena
- ¿Cómo habéis...?-indagó Tamara.
- Sois unas...- comenzó Cristina.
- Seréis...- abordó Mónica.
Luego se quedaron mirando las cartas con cara de asombro y, al momento siguiente, les brillaron a todas los ojos.
- ¿La habéis abierto?- preguntó Mónica algo temblorosa.
- No- respondieron al unísono las otras tres lanzándose a romper el lacre de los sobres.
- En la mía pone:
Estimada señorita Sánchez:
Le informamos de que posee una plaza en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, debido a algunos incidentes en el mundo mágico su carta se extravió al igual que la de otras tres personas.
Rogamos disculpe la tardanza. Deberá incorporare a las clases en el quinto curso a partir del 1 de Septiembre. El tren correspondiente partirá a las once en punto del andén 9 y ¾, el billete va adjunto a esta carta al igual que la lista de material escolar. Ya que reside en otro país un mensajero irá a por usted.
Consulte esto con sus padres o tutores y envíe su respuesta a través del mensajero. Si tiene algún problema no dude en hacérnoslo saber. El mensajero llegará el mismo día que esta carta.
Un saludo de:
Minerva McGonagall.
Directora Adjunta.
- ¡¡COMO MOLA!!- gritó Tamara saltando en torno al grupo y recibiendo por ello una mirada reprobatoria de Elena ya que era ella la que solía saltar.
- Un mensajero vendrá a por nosotras ¿no?- preguntó Cristina algo escéptica- Yo me voy a decírselo a mis padres. En una hora debemos volver aquí ¿vale?
- Está bien- contestaron a la par Elena y Tamara seguidas de Mónica y salieron corriendo.
Cristina llegó a su casa más rápido de lo que solía, subió en su estrecho ascensor (que había producido más de un problema por la fobia a ellos que padecía Elena) y penetró en su casa como un huracán.
Sentó a toda su familia en el sofá del salón y les entregó la carta. Después de leerla sus hermanos la miraron como si estuviera loca pero sus padres mostraron una expresión de perplejidad.
- ¿Salir de España? Oh, no Cristina, querida, no.
- Pero.
- No.
- Porfi, me veríais en verano...
- Me niego- renegó el padre dando un fuerte golpe a la mesa.
Los hermanos mayores de Cristina, previendo una regañina desaparecieron del campo de batalla para evitar posibles complicaciones.
- Entonces vale- dijo con decisión Cristina y salió como una bala hacia el parque.
Sus amigas ya habían vuelto con una expresión de felicidad en el rostro. A todas ellas les habían dado permiso sin rechistar. Cristina ocultó la decisión de sus padres y mostró también una abierta sonrisa.
De repente se oyó una especie de estallido que provocó que todas ellas se taparan automáticamente los oídos. Ante ellas apareció un hombre que mediría al menos dos metros y medio de largo y más de un metro de ancho. Vestía un ajado abrigo hecho de piel y llevaba la barba y el bigote, así como el pelo, muy largos y sucios.
- Mi nombre es...- empezó el desconocido con un vozarrón que casi hizo que se tambalearan.
- Hagrid, Guardián de las llaves y Terrenos de Hogwarts. Fuiste expulsado en tu tercer curso por un crimen que no cometiste pero tu nombre quedó limpio hace tres años. Eres profesor de Cuidado de Criaturas mágicas y el fiel amigo de Harry Potter. ¿Quieres que continúe?- preguntó Elena hablando en el mismo tono de quien se sabe de memoria una enciclopedia.
El hombre se había quedado boquiabierto pero sonrió amablemente cuando Mónica le tendió la mano.
- Soy el mensajero del colegio. ¿Habéis tenido algún problema con vuestras familias?- indagó buscando una libreta en los innumerables bolsos de su abrigo.
- No- contestaron tres voces.
- Sí- añadió una.- Dicen que no están dispuestos a que me vaya de España.
- El profesor Dumbledore se ocupará de ellos. Id a por algunas cosas a vuestras casas y cuando estéis listas regresad aquí. Nos trasladaremos al callejón Diagon que es...
- Es el lugar donde los magos compran todos los útiles para hacer magia. En el destacan las tiendas de Flourish y Blotts, Ollivander´s, Gringotts y el Caldero Chorreante...- soltó Tamara imitando el tono de Elena que frunció el entrecejo.
Se despidieron de un Hagrid con la boca entreabierta por la sorpresa y se dirigieron a casa a empaquetar sus mejores ropas para estar guapas en Hogwarts aunque luego se dieron cuenta de que llevarían túnicas la mayor parte del tiempo y por ello no se llevaron medio armario a cuestas. También pidieron una suma considerable de dinero a sus padres para poder ingresarlo en Gringotts. Cuando estuvieron listas se despidieron de sus familias y partieron de nuevo hacia el parque.
Hagrid murmuró unas palabras y agitó su paraguas rosado lo cual les trasportó a un extraño establecimiento cubierto de humo. Todas ellas lo reconocieron por el cartel que había a la entrada y que rezaba: El Caldero Chorreante.
- Lo de siempre, ¿no Hagrid?- preguntó el posadero mientras secaba una copa de aspecto algo mugriento.
- No, estoy en misión para Hogwarts- respondió el semigigante- Como hace cinco años.
Aun era pronto así que Hagrid les llevó a visitar el callejón Diagon. Como aún no tenían varita abrió él mismo el paso hacia aquel lugar y las dejó pasear a sus anchas.
Lo primero que hicieron (después de cambiar los Euros en Gringotts) fue acercarse a una tienda de moda para magos en la que entraron a cotillear.
Tamara fue la primera en decidirse por una túnica de color azul mar que combinaba perfectamente con sus ojos; Elena tomó una túnica de color índigo, Mónica una rojiza y Cristina una parda. Pagaron con rapidez y se dirigieron a la tienda de animales.
- Buscaba algo... especial- dijo Elena a la dependienta mientas sus compañeras observaban un murciélago colgado de una percha.
- Cuervo, tejón, león o serpiente es lo único fuera de lo normal que puedo ofrecerte- respondió esta con aire entendido.
- Serpiente- sonrió Elena que siempre había deseado una.
Al final salieron de allí un poco tarde ya que Cris se había comprado un extraño gato blanco y azulado, Mónica una pequeña lechuza, Tamara se había decidido por el león y Elena por la larga serpiente.
Hagrid cenó con ellas en el Caldero Chorreante y luego alquilaron unas habitaciones para poder pasar la noche ya que al día siguiente debían comprar el resto de cosas y, sobre todo, la varita.
Antes de apagar las luces todas ellas dieron las buenas noches a sus pósters ya que ninguna de ellas se los había dejado en casa.
