En una ciudad cualquiera, una figura se recostaba contra la pared de un abandonado edificio. Desde aquel callejón, escuchaba los frustrantes y repetitivos sonidos de las calles, sin embargo, era como si nadie lo viera, para los demás el era invisible. Y, al parecer, esperaba a alguien; echaba continuamente nerviosas miradas al reloj de su teléfono celular. El pequeño aparato ponía la fecha y hora exacta.

«09:15. 08/17/2003»

Cerró la tapa del teléfono y se lo metió en el bolsillo. Murmuró algo y dirigió la vista hacia el cielo. Unas extrañas criaturas voladores de todas las formas y colores iban de un lado a otro bajo la luz de sol, creando sombras gigantes. Algo que volaba, pero que no tenía alas ni era un ser vivo, captó su atención. Era un zepelín.

«Descubre el maravilloso mundo de las batallas Pokémon, vuélvete un entrenador.»

Entrenador. Por un instante, el hombre pensó en su pasada vida como entrenador. Centenares de batallas ganadas, las medallas, los enemigos, los pueblos, la gente. En los últimos dos años tuvo que tomar la desición de dejar todo aquello, para concentrarse en una misión de mayor prioridad. Kanto se encontraba bajo amenaza, y quizá esa amenaza se expandiera a países que no tenían que ver. La díficil y larga misión del hombre consistía en buscar un plan, un método de eliminar la fuente de esa advertencia. Pero, la misión
no tenía por qué ser descubierta, pues involucraba a muchas personas. Personas que vivían tranquilamente y poco sabían del mal que se avecinaba.

Un fuerte aleteo que se escuchó al fondo de aquel sitio oscurecido por la sombra del ladrillo, lo devolvió a la realidad. El hombre en vez de sobresaltarse sonrío, la persona que esperaba había llegado.

-Justo a tiempo -Dijo en voz alta.

De la penumbra apareció un tipo de unos veinte años, vestido con una camiseta negra sin mangas, y unos vaqueros. Caminaba con prisa.

-¿Lo conseguiste? -Preguntó mientras se acercaba al otro misterioso, y éste enseguida recordó la verdadera razón por la que había ido a ese lugar. Luego de adentrarse en todos los rincones más peligrosos de la ciudad pudo conseguir aquel objeto, tarea que no le gustó nada.

-No sé por qué nosotros, antes entrenadores, hacemos cosas como estas Advirtió irónicamente, luego suspiró-. Pude conseguirlo, pero no fue nada fácil.

El tipo de vestimenta negra adoptó una expresión de felicidad.

«Magnífico.»

Y estando ya bastante cerca, empezó a decir.

-Este es el principio del fin, pronto nos libraremos de todo esto.

-Por ahora no tengo ganas de hablar de eso -Le dijo el otro levantando la vista, cansado siempre de hablar de ese tema-. Mejor, toma -se sacó un papel doblado del bolsillo y se lo entregó a las ansiosas manos de su acompañante-, es para pasado mañana.

El reluciente tipo, dobló el brazo como para recalcar el bicep por el cual estaba tan orgulloso, y recibió el objeto. Las cosas no podían ir mejor para él.

-Amigo Gold -Dijo Red metiendose el tíquete de barco falsificado al bolsillo-, la próxima semana estaremos en Hoenn.