Pink Clouds

Summary: Al mudarse a Seabrook con su esposa, Edward jamás imagino lo que le deparaba el destino al empezar a impartir clases en el colegio de la pequeña ciudad. Ahí una de sus alumnas, pondrá a prueba su matrimonio, su vida, a través de sus bajos instintos.

Prefacio

Era terrible, pero cierto, había ira en los ojos tanto de uno como del otro. Nos estábamos matando, sádicamente. Pero yo en el fondo no quería, yo sé que debajo de todo eso odio se encuentra la mujer con la que me case hace tres años. Ella iba a ser mí todo, la madre de mis hijos, mi compañera en el destino, el amor de mi vida. Y yo lo estropee. Con el peor de los juegos, pero cuando me pongo a pensarlo ni yo me reconozco. Ella tenía toda la razón del mundo para estar molesta. Ya no la merezco, ya no soy el mismo y ya nos había destruido.

Poco a poco sentí como la ira se iba apagando, mientras la de ella seguía ardiendo. Ella tenía toda la razón para seguir haciéndolo. Es más, yo iba a buscar el arma para que me dispare. Si yo había hecho un fracaso de su vida, yo mismo iba a hacer que comenzara a repararlo, quitándome del camino.

Pero en ese momento crucial, un estúpido inoportuno toca a nuestra puerta. Intentamos ignorarlos, pero ya no siguen tocando la puerta, empiezan a golpearla con intención de tirarla. La rabia emerge de mí de nuevo, nadie debía de interrumpirnos en éste momento-¿Qué no oyen sus gritos?-; menos en este momento, cuando yo ya había decidido que hacer.

Abro la puerta de un jalón y uno de los hombres que no me interesaba ver, mucho menos ahora, se paró frente a mí y me miro con fuerza, pero yo lo vi bien a los ojos y sabía que estaba desequilibrado, su enojo venía de una preocupación desgarradora. Dos policías bajaron de su patrulla estacionada detrás del auto negro del señor frente a mí. Me vigilaban con ojos juzgantes-Cómo si me importarán-Tenía que terminar esto, mañana le pondría punto final a ese asunto, después de todo no tenía planeado dejar que me volvieran a ver. Lo más importante era mi esposa.

"¿Qué es lo que desea Charlie?"

"Mi hija" Me rogo, como si yo tuviera las llaves para abrir los grilletes de su dolor.

Hice una mueca por esas dos palabras. Eso más que nada en este mundo, era lo último que quería oír. Si estaba en este punto, era por su culpa.

"¿Por qué me preguntas? Yo no sé nada de ella. Este es un mal momento, ya les prometí a los señores aquí presentes" Apunté con un gesto de la cabeza hacia aquellos dos policías que parecían tranquilos, pero permanecían cerca para poder escuchar y hacer al respecto. "Que mañana iría a la comisaría para que esto se arregle ¿de acuerdo?"

"Sr. Cullen, el señor Swan ha perdido a su hija desde el día de ayer en la noche. Y quería saber si usted sabe acerca de su paradero."

La sorpresa me asalto de golpe. Pero no supe como tomarla, un sádico alivio casi me hacer sonreír en la cara del señor Swan, pero me contuve, ya no quería alargar esta indeseable visita.

"No sé, no sé donde está. No he hablado con ella desde que…" El señor Swan me miró con furia contenida, en cambio los dos policías, con interés morboso. "Ya sabe…"

"¿Y no tiene idea de adónde pudo haber ido?"

Justo en ese momento, mi esposa aparece mi espalda.

"Buenas noches, señor Charlie" Saluda la estatua de Charlie que no deja de expresarme odio sin palabras "Oficial, ¿qué es lo que ocurre?"

"Lo que ocurre es que la hija del señor Swan ha desaparecido, nadie parece saber acerca de su paradero. Y queríamos saber si el señor Cullen podía tener alguna idea de adónde pudo haber ido."

Ella no hizo nada, sólo se retiro, pero sentía cómo que eso le cayó como un balde de agua fría. Era justamente, lo último que necesitábamos. Iba a arder Troya y no quedarían ni las cenizas. Se regreso en silencio hacia la oscuridad. Tenía que cortar esto lo más pronto posible, al menos por esta noche. De todos modos, mañana por la mañana comenzaría el verdadero acoso.

"Oficial, la verdad es que no tengo la menor idea de donde pueda estar la hija del señor Swan. No sé nada de ella, no sé…" La mirada de Charlie me atravesaba como hielo. Solo añadía más leña a mi fuego. Si tan sólo… si tan sólo… no fuera un idiota. "Mire, en este momento tengo unos asuntos muy importantes que arreglar" Ambos oficiales me miraron sabiendo que se trataba de un asunto que tenía que ver con mi esposa, eso todavía me fastidió más, parecía que tenían un interés morboso por presenciar ese espectáculo también ¡En qué clase de pueblo vine a caer! "Les prometo oficiales, le prometo señor Swan" Mire a éste último significativamente "Que si recuerdo algo, mañana a primera hora me presentaré a la comisaría para brindarles información que pueda ayudarlos. Estaré a su entera disposición para ayudarles."

Los dos oficiales miraron a Charlie, interrogándolo con la mirada.

"Muchas gracias señor Cullen, de verdad lo apreciaría mucho. Estoy dispuesto a pagar cualquier costo por encontrar a mi hija."

Los dos oficiales encontrando que ya no tenían lugar ahí, le cedieron el paso para irse hacia el auto. Apenas éste dio la espalda, yo se la di a esos dos hombres que claramente desconfiaban de mí y estaba muy seguro que, más que investigar respecto al caso, querían tener antes que nadie, cualquier información sobre el escándalo que se extendía como pólvora entre todas las familias. Di un portazo significativo. A cada respiro me sentía caer. Jamás había tenido tanta rabia en mi vida, tanto calor, tantas ganas de perder el control, mi cuerpo estaba lleno de violencia por completo.

Fui a buscar a mi esposa, que se encontraba sentada en la cama mirando fijamente hacia la ventana, era una noche oscura por completo, estábamos en medio de la completa oscuridad. Apenas se distinguía el humo del cigarro que sostenía con afán entre los dedos de su mano derecha. Me fui acercando realmente sin saber si ya se había dado cuenta que estaba ahí, detrás de ella. Anhelando el mundo entero. Todo esto me estaba volviendo loco. Ya no me reconocía a mí mismo, ni a ella. Ambos ya no habíamos perdido por completo, ya no nos veíamos. Ya no somos lo que éramos. Y para ambos, eso ya estaba más que claro.

"Lárgate, Edward. No te quedes aquí. No soporto que pases esta noche aquí. Vete a buscarla y ya ahórranos a el mundo entero más desgracia."

"Pero, es verdad lo que dije. No sé nada de ella, no sé nada. ¡Demonios, tienes que creerme!"

"¿Y cómo diablos voy a creerte, Edward? ¿Cómo?"

Si, ya era más que cierto. Esa iba a ser la última vez que iba a sentir esa mirada sobre mí.

"Lárgate, Edward, lárgate, lárgate. ¡No soporto que estés aquí!"

Fue tan fácil tomar el auto y dar vueltas por todos lados, sin sentido, pero eso no hacía borrar nada de mi cabeza. Todo lo sentía marcado con fuego. El dolor, la vergüenza y el odio. Era tan patético, había caído en el juego más ridículo. Cualquier idiota caía. Y yo lo hice. Y me ridiculice cayendo, y no sólo eso, tiré a mi esposa conmigo. Ella que era tan inocente, no merecía nada de esto, ella no tenía nada que ver, ella no tenía la culpa de haber casado con tremendo idiota como ello. Miré mi sortija de matrimonio, con lágrimas ardiendo sobre mis mejillas, no lo pensé y la tiré a un lado del camino.

La inconsciencia, o tal vez no del todo. Me hizo llegar al último sitio donde debía estar. Era demasiado luctuoso presentarme aquí. Básicamente al estar aquí me estaba poniendo la soga al cuello. Pero qué más daba, no tenía nada más que perder. Tal vez, por dentro, quería entregarme yo mismo. Pero no había otro sitio donde pudiera estar, no había otro lugar… En realidad no podía pensar, no pensaba en nada más, mi cabeza daba vueltas y vueltas sobre lo mismo. Baje del auto pensando en todo y nada. Al fin y al cabo, no tenía nada que perder.

Llegué a la recepción, un joven que no había visto me recibió. Debía de ser nuevo, nunca había estado en todas la veces anteriores que había venido. Le di mi nombre para registrarme, pero encontré que alguien más ya se había registrado con ese nombre y que me esperaba en la misma cabaña de siempre. Precisamente, era cierto lo que había adivinado, ella estaba aquí, por supuesto. Fui para allá caminando sin prisa, ella había estado esperando quien sabe desde cuando, aún podía esperar un poco más. Parecía que sin proponérmelo, había encontrado el final para todo esto. Y ella había realizado todo el trabajo. Al fin hallé nuestra cabaña, era la que se encontraba más lejos de todas las demás. Y la puerta estaba abierta, la cerré de inmediato con seguro, fui directo hacia la habitación de la derecha y ahí estaba ella.

A pesar de que la noche era oscura la podía distinguir sentada en la cama, me fui acercando sin decir una palabra, sabía que en estos momentos la expresión de mi rostro podía asustar a cualquiera. Pero a ella no, esta niña sabía muy bien cómo obtener lo que quería, últimamente lo había logrado sin demasiados problemas. Y esta noche parecía disfrutar su mayor triunfo, era claro verlo en su sonrisa infantil, viéndola venir vestida únicamente en una de mis pocas camisas que algunas veces logro conservar. Sabía que debajo de eso, no tenía nada.

"He estado esperando demasiado. No tienes idea de cómo te he extrañado. Me ha torturado pensar tanto en ti y no poder verte. Me ha costado mucho poder llegar aquí, Edward. Pero al fin llegaste" Se plantó justo delante de mí con tanta seguridad como siempre, ignorando por completo su mundo alrededor, como siempre poco le importaba todo, también el hecho de que esa camisa estuviera desabotonada y yo pudiera ver todo. Paso sus brazos alrededor de mi cuello para lograr inclinarme y besarme. "Ha sido una tortura, Edward, ha sido una tortura. Pero ahora lo único que necesito es a ti. Sólo a ti."

"Aquí estoy, Bella."

Ella sonrió con gracia, antes de comenzar a besarme ardientemente, apenas podía tomar aliento. Ella sabía muy bien lo que quería y no tardó en dármelo a entender. Se abalanzó sobre mí y rodeó con sus piernas mi cintura. Podía sentirla toda, por completo. Y podía tocarla y besarla como yo quisiera. Y en esos momentos sólo tenía furia por dentro. Y quería desgastarlo todo. Entre mis brazos la lleve a la cama, pero ella se bajo de mi cuerpo pero no dejo de besarme. En seguida comenzó a quitarme toda la ropa. Fue fácil para ella no tomarse más de un minuto en lograrlo. Y por un momento se detuvo para tomar aliento. Esta noche todo estaba yendo demasiado rápido, todo era demasiado intenso.

"Sabes que te están buscando."

"Conozco a mi padre mucho mejor que tú, Edward. ¿Les dijiste que estaba aquí?"

"No."

"Bien hecho" Ronroneó.

Sin dar tiempo a más palabras, coloco sus manos a ambos lado de mi rosto y me beso como lo había hecho desde el primer momento, con mucha fuerza. Poco a poco sentí como se fue arrodillando frente a mí y me dejo sentado al borde de la cama. Tomo mi miembro con una de sus manos y yo gruñí en medio de su beso, comenzó a jugar de arriba abajo, tomando también mis testículos entre sus dedos. Y yo ya estaba terriblemente erecto. Sentía como su agarre me tomaba con más fuerza, y cómo iba tomando velocidad haciéndome morder sus labios, su cuello, cualquier parte de su cuerpo que estuviera cerca de mi boca. Hasta que dejo de besarme y mirándome fijamente a los ojos se fue agachando hasta quedar a la altura de mi pene y acercándose ahí, todavía mirándome a los ojos pasó su lengua desde mis testículos hasta la punta de mi pene, para luego metérselo en la boca. Y continuar con el mismo rimo que tenía cuando me masturbaba con sus manos. Hasta terminar, tomé su rostro muy fuerte entre mis manos, gimiendo su nombre con fuerza.

Una vez terminado se quito la camisa; que de nada le servía, y la dejo caer al suelo. Y se sentó a horcajadas sobre de mí.

"Ahora es mi turno, Edward."

Me beso con la misma fogosidad de hace unos minutos. Y yo empecé por pasar mis manos por sus piernas, las pase pos sus muslos, sus caderas, sus nalgas, por su cintura y por último en sus pechos que tome con fuerza. Sus pezones rápido quedaban erectos bajo mis dedos. Me tomo del pelo para ofrecerme uno de sus pechos en mi boca, gimió fuerte cuando me lo llevé a la boca y mordí el pezón. Mientras sus caderas se pegaban a las mías, frotándose. Tomo una de mis manos para pasarla entre sus piernas, estaba completamente húmeda. Comencé pasando mis dedos muy lentamente, con presión, pero aún así despacio. Ya pronto estaba jadeando y pegándose contra mi mano entre sus piernas, mientras yo seguía con sus pechos en mi boca.

"Edward, por favor, no juegues así… no juegues así…" Suspiraba.

Pero tampoco podía torturarla más, yo mismo me había excitado pronto, y ella logró sentirlo inmediatamente. Tomo mi pene una vez más en su mano y comenzó a acariciarlo, hasta que yo empecé a jadear igual que ella. Y Bella tomo el control colocándose sobre mí y tomó mi pene para introducirlo dentro de ella. Ella marcó el rito en todo momento, muy rápido subía y bajaba sobre de mí. Continuamente gemía mi nombre y suspiraba entre cada uno de nuestros besos. Clavaba sus uñas sobre mis hombros y yo mordía su cuello. Pasaba sus manos entre mis cabellos con fuerza y yo la tomaba de los muslos y sus nalgas. Hasta que el momento preciso se hizo inevitablemente, gemí entre sus pechos cuando me vine y ella gritó mi nombre de una forma que no había hecho antes.

Ella se bajo hacia la cama y yo le di la vuelta, dejándola boca abajo.

"¿Quién te dijo, Bella, que esto ya había acabado?" Era cierto, que estaba a punto de quedar agotado. Pero iba a tener todo lo que pudiera de todo esto.

Me coloque detrás de ella y la atraje de la cintura para pegar su espalda contra mi pecho. Pronto comencé a besarla, como ella me había asaltado a mí. Ella simplemente se dejo llevar y dejo que comenzará a tocarla de nuevo. Sólo que esta vez yo marcaba la pauta, yo la tocaba por donde quería y hacía lo que quería. Ella sólo cerraba los ojos y repetía mi nombre entre su delirio. Una vez más comenzó a masturbarme y yo hice lo mismo con ella. Hasta que hice que me soltara y la incline hacia delante, dejándola apoyada sobre sus manos y sus rodillas. Estaba completamente dispuesta a mí. La penetré por detrás, sólo que esta vez lo hice con fuerza, con más fuerza de lo que había hecho nunca antes con ella. Cuando gemía no sabía si lo hacía por dolor o por placer. En este punto, no me importaba. Por primera vez en toda la noche, mi furia se había canalizado y todo el enojo se sosegaba en penetrar a Bella con más fuerza.

Tal como había dicho, iba a tener todo lo que pudiera de todo esto. Me iba ir al infierno después de esto. Mañana por la mañana, quien sabe que sería de mí. Pero cuando al fin termine y la miré a los ojos y vi esa sonrisa caprichosa, lo tenía bastante claro. Vamos a arreglar las cosas como debe de ser, fue lo último que se me vino por la cabeza.