DISCLAIMER:
Hetalia: The beautiful World es una historia original de Himaruya Hidecaz, todos los personajes le pertenecen.
Los personajes de latinhetalia, pertenecen a la comunidad latinohetaliana.
Solo esta historia alternativa es originalmente mía: Reino Inquieto.
ADVRTENCIA.
Burla hacia países. Situaciones históricas. AU. Saltos futuristas. Malas palabras y vulgaridades. Violencia explicita. OC. Situaciones no recomendada para niños.
"Me encaminaste hacia el presente, cuando yo sólo lanzaba mi vida a la mediocridad"
Capítulo 1: Hola, Soy Chile.
Londres, Inglaterra, día X del mes X del año XXXX
― Hola. Soy Chile.
Joven. Sí, muy joven, tal y como se lo había imaginado… ¿Cuántos años humanos representaba? ¿18? Sí, tal vez menos. Vestía formal, demasiado formal para un viaje en avión, ¡Dios, eran horas! Además no era un vuelo directo, lo sabía por experiencia, había hecho escalas, pero allí estaba, con esos zapatos negros poco cómodos, con un traje perfecto, una camisa pulcramente blanca, corbata roja y una sonrisa, de pie frente a él. No había necesitado siquiera un cártel para reconocerle.
Comenzaba a recordar sus viejos años, oh sí, buenos años de piratería, sus corsarios surcaban los mares. Él era la potencia más temida sobre el océano.
Peleaba constantemente con España. ¡Cómo lo recordaba! También visitaba el nuevo mundo, en dónde se maldecía por no tener más territorios que un cuarto de Norteamérica, aproximadamente.
Obviamente la situación política cambiaba rápidamente, Estados Unidos, no, en ese entonces: 13 colonias, era un niño lindo, rubio y de ojos azules que siempre estaba jugando y no parecía que le desanimasen las cosas. Su sonrisa era sincera…
Aún no se contaminaba con la esencia de una nación, como ellos, los del viejo continente. Por ahí iban las cosas.
España era grande.
Tan grande que jamás se esperó su abrupta caída. Estuvo tan arriba, dominó medio mundo, y lo perdió todo… Absolutamente todo.
Lo curioso de Chile, es que, él siempre fue bien recibido allí.
Esa tierra tan fértil, que a veces sufría las duras inclemencias del clima y la Tierra.
Habitaban gentes extrañas. Gentes que no creía haber conocido antes, tal vez sólo en Siberia, o incluso más al norte oriental de Rusia.
No eran cristianos, no eran un reino, no tenían armas, vivían de la naturaleza… Muchas veces se preguntó, si los primeros pueblos del viejo mundo eran así.
Y entre todos, siempre había nacionalidades diferentes.
Sabía de buena fuente, ya que él era un gran conocedor e investigador, que España tenía muchos terrenos, sobre todo en la América del Sur. Pero su gran problema, era que mientras más al sur fuera, más inhóspitas condiciones arrasaban sus tropas. Había escuchado la terrible historia de los soldados que cruzaron por la nevada cordillera de los Andes. Les piteaban los oídos, se mareaban, enfermaban por la altura y el frío. Cuando sacaban sus botas de la armadura, solían salir con dedos amputados… Le pareció terrible.
Cierto era que el cono sur de América era un territorio difícil, los mares también lo eran. Sus tropas, llenas de contrabando y tesoros, tenían que pasar por una Estrechez en que sólo las canoas ligeras de los habitantes natales podían cruzar. Según las condiciones del clima y las mareas, muchas veces sus grandes barcos naufragaban. Pasado aquel peligro, debía toparse con los golfos australes por el lado pacífico. Y ni hablar de toparse con las tropas españolas.
Ya había conocido un niño, que había nacido en ese lugar, pero que de tradición nativa nada tenía, pues era un muchacho enteramente con rasgos Europeos. España lo mandó a estudiar al viejo mundo, y llegó muy cambiado, su cabello se había hecho claro, y sus ojos habían copiado el olivo.
También estaba el Virreinato del Perú.
Otro joven que en su casa tenía a otros muchachitos. Virreinato del Perú, o simplemente Perú, era moreno, no era alto, más bien bajo, vestía como todo un príncipe, era el hijo más querido de España por el Sur.
Y Chile.
Siempre Chile.
Chile era un pequeño país, moreno, sí. De cabello azabache y ojos castaños. Se parecía mucho a sus pueblos aborígenes, pero con el tiempo, su rostro había comenzado a cambiar, y poco a poco, Chile comenzó a ser muy similar a los colonos españoles. Aunque España tenía un serio conflicto con la madre del niño: ReChe "Pueblo Mapuche". En el dialecto natal era como "gente de aquí", hablaban un idioma muy extraño, incomprensible, y nunca, jamás, se rindió a la corona Española. Incluso actualmente, aquel pueblo sigue luchando por su soberanía… Sigue luchando, después de 500 años.
Pero volviendo al tema principal: Chile.
Chile era mal visto por España, porque era pobre a comparación con Perú, no tenía más que unos pequeños arroyuelos en dónde de vez en cuando salía oro. Los pocos colonos que soportaban las inclemencias del clima, se sitiaban en unas ciudades de muros cada vez más altos mientras más al sur fueran: Los nativos eran belicosos y no les gustaban los extranjeros.
Pero ya basta.
Él recordaba a Chile en la Época en que ya tenía el gran puerto enclave de Valparaíso funcionando, pues claro ¿De dónde creéis que asaltaba las embarcaciones, sino? La pequeña representación del país ya no tenía su moreno característico, más bien, era de piel dorada, sus ojos café seguían intactos como su cabellera negra.
Pero hasta dónde recordaba. Era un niño preciosísimo que siempre era huraño. Después se quiso independizar, y Chile y Argentina hicieron una gran causa emancipadora por el sur, sus hermanos quedaron libres, para entonces era un chico adolescente, flaco, no tan alto, con mal carácter.
Luego tuvo conflictos con sus vecinos del norte, también con su lateral ¿El mar? Si, también con el mar, pero no: con Argentina.
Las relaciones del muchacho habían empeorado ya que, en las propias palabras internacionales: "Era una isla en Tierra"
El desierto más árido del mundo por el norte. La cordillera de los Andes al este, Aunque Santiago y Mendoza quedaban relativamente cerca, y al oeste, le bañaba un infinito océano pacifico, y al sur… ¡Pues estaba la Antártida!
Ahora ese niño estaba ahí. Sus ojos habían cambiado desde la última vez que le había visto de cerca ¿Qué color de ojos era ese? El circulo externo de su ojo era negro, luego gris muy contorneado, su siguiente circulo era verde, sí, verde esmeralda, el siguiente, como las praderas, llenas de pequeñas manchitas de colores lima, el siguiente circulo, que ocupaba la mitad de su ojo era del color de las dunas del desierto, con pequeñas culebritas en tonos fuego…. Y luego su pupila, su negra pupila que parecía un espejo.
Ese niño que tantas veces había visto en el puerto… El joven mozo que luchó su independencia, que siempre usó esa melena negra tan corta, que cada vez se parecía más a España… Estaba ahí, frente suyo.
Una camisa pulcramente blanca, ceñida a su cuerpo y un abrigo azul. Una falda tuvo desde la cintura hasta las rodillas, tacones negros de 10 centímetros con plataforma. Cabello a la cintura, recogido a la mitad en una dona, suelto, liso con hondas alborotadas desde la mitad a las puntas, y todo cabello desarreglado formaba esos lindos rulos alrededor de su cara.
Sin maquillaje y estupenda. De piel mantequilla por el sol, un cuello blanco de cisne. Delgada, una chica delgada y de miembros largos. Una maleta plástica con diseño de la bandera de Chile.
― Hola. Soy Chile. ― Ella tendió esa mano más morena, de uñas cortas― Encantada de volver a verle, Inglaterra.
― Sí… ― Devolvió el saludo mecánicamente, estaba tan acostumbrado a ellos, que una sorpresa no le iba a quitar sus buenos modales, por algo era… a gentleman.
― ¿Inglaterra, está usted bien? ― Ella pareció desconcertada al verle no reaccionar, como estar en trance ― Excuse me, my english is… bad… I hope learn more in your house… Nice to meet you!
― Yo… yo… yo hablo castellano ― Dijo fácilmente, aunque sin fluidez, no porque no manejara el idioma, más era que… Estaba sorprendido ― Perdón, pero, ¿Realmente eres Chile? Quiero decir… Ya sabes, el protector y la representación del país de Chile….
― Sí. Esa soy yo.
― ¿De verdad?
― ¡Sí! Estoy totalmente segura de ello.
― Segura… ya… ― Se bruñó los ojos, los cerró y se dio un palmetazo que asustó a la americana ― Dios, no eres un chico…. ¿Segura?
― ¿Eh? ― Ella se dio cuenta de lo que sucedía, intentó no reír, pero no pudo aguantarse ― Jajajaj… lo siento jajajajaj. Lo siento… Estoy, totalmente segura que soy mujer ― Sonrió, luego se soltó los botones del abrigo, y lo abrió ante Inglaterra ― Puede comprobarlo si lo desea… ¡No soy un terrorista, lo prometo!
Palmetazo mental. Sí, una propuesta que Inglaterra comenzó a imaginar ¡Pero vamos! Que era el perfecto caballero inglés ¿Qué modales eran esos? Él no iba a revisar a Lady.Aunque se estaba imaginando perfectamente que había bajo la blusa… ¿Podía caber la inocencia en un país?
― Por favor, cúbrase Chile. Excuse me…Por favor, acompáñeme ― Hizo una especie de postura educada, señalando una puerta.
― Ya. No se preocupe ― Ella comenzó a tirar la maleta, pero fue interrumpida por las manos frías y blancas del inglés, ¡No dejaría a una dama andar tirando de una maleta! ¿Ya mencionamos que él era el perfecto caballero inglés? ¿Sí? Okey.
― Deje que yo me ocupe de sus pertenencias ― Sonrió.
La chilena enderezó la espalda, así como Prusia le había enseñado hace algunos años, y caminó al estilo marcha alemana, perfecta y coordinadamente. No es que fuera siempre así, pensó que debía causar la mejor impresión en Europa. Y bueno, todos admiraban a los Centro-europeos, ¿Por qué no intentarlo? Siguió a Arthur, que por cierto, utilizando sus zapatos de tacón no se veía tan alto como le había visto hacía más de doscientos años atrás, con su capa roja, el sombrero de plumas y esas botas hasta las rodillas. Aunque en ese entonces su actitud le causaba pánico, sólo de suponer que sus piratas podían volver a arrasar con el fuego sus ciudades costeras, le revolvía el estómago, y el inglés caminaba con el pecho tan inflado, pistola en mano , creyéndose el rey del mundo, que ciertamente, en algún momento lo fue. Ahora más bien parecía dócil, denotaba un mal carácter, pero al menos más calmado y dispuesto a escuchar. Se detuvieron.
― Por favor, Chile ― El inglés le abrió la puerta de un auto negro.
Ella estaba en las nubes otra vez, que no se percató del acto. Sonrió, nerviosa, no, ella estaba allí para aprender, debía estar más "despierta". El rubio cerró la puerta tras ella, luego metió la maleta en el maletero, dio la vuelta y se sentó a su lado. El rubio sólo le dedicó una atenta sonrisa, y a una orden del inglés, el chofer se movió. Como esperaba de los ingleses, manejaban tan suave… Ella miró por la ventana, estaba viendo hermosas cosas, pero no tenía idea sobre lo que veía. Y el británico parecía ir sosteniendo una conversación bastante acalorada por teléfono.
― Excuse me…A veces mis hermanos me marcan con intenciones de sólo llamar mi atención de la forma más negativa posible ― el británico sonrió, peor, la tensión sólo aumentó ― Y-ya… ¿Así que estarás dos meses en Londres?
― No específicamente, pero sí…― Ella suspiró ― El último mandato de mi jefe, es que me quede en este lugar hasta el cambio de mando, para la nueva investidura.
― ¿Investidura? ― Al inglés le pareció curioso.
― Sí, el nuevo presidente de la República jura o promete cumplir con sus responsabilidades y el presidente anterior, le entrega una banda representativa, la decora una piocha dorada, replica de la que usaba Bernardo O´Higgins, ― Ella sonrió ― Es muy significativo…
― Oh, comprendo ― Pensó en la coronación de su querida Elizabeth II.
― Entonces… ¿Tiene usted, Inglaterra, muchos hermanos?
― Yes.Bueno, no tantos ― Se enredó sólo, ahora que comenzaba a contar, sus hermanos eran "esos", sus mayores ― Tengo tres hermanos mayores…
― Oh… Wales, Escocia e Irlanda ¿Verdad? ― Ella sonrió.
― ¿Cómo lo sabe usted, Chile? ― Preguntó confuso, creía que ella no lo sabía.
― Recuerdo haber visto un periódico con una imagen muy curiosa… ― Él sabía que cuando se trataba de la prensa… eran un desastre ― Eran usted e Irlanda golpeándose en el suelo, mientras su hermano Escocia, era arrastrado en la pelea y su hermano Wales salía tan diplomático, lo que se espera de un país.
― Ya veo… je… je… je… ― Sonrió todo tenso.
― Sorry, Lord Kirkland, we are come here― El chofer se detuvo ante una mansión, gigante, no le impresionó tanto, suponía que el inglés viviría en una casa así.
― Hemos llegado Chile.
Nuevamente el mismo trato, él se bajó, corriendo le abrió la puerta, antes que ella pudiera reaccionar y quitarse el cinturón de seguridad, le tendió la mano y le ayudó a salir, mientras el chofer le entregaba el equipaje al rubio. Luego se marchaba, y la dejaba allí, ni siquiera pudo despedirse bien del chofer, sólo pudo agitar su mano en señal de despedida, mientras el rubio forcejeaba con su puerta. El conductor la miró, le restó importancia, y la miró de golpe otra vez, levantó una ceja y le devolvió el gesto, pero demasiado asombrado ¿Qué no era ese un país?
― Stupid door! ―Empujó la madera con el hombro, la puerta cedió ― ¡Pero qué…!
No pudo terminar su frase, porque antes de darse cuenta, estaba de cara al suelo, a unos tres metros, porque sus manos no lograban alcanzar las alfombras. Una trampa, el inglés maldecía con todas sus ganas a quien fuera que lo hubiera hecho, y lo que es peor ¡Es que sabía perfectamente quién diablos había conspirado en su maldita contra! La rabia comenzaba a inundarle.
― ¡Santos Cielos! ¿Inglaterra, está usted bien? ― Ella le tomó la mitad del cuerpo y lo levantó, para que al menos él no estuviera de cabeza.
La ira se le fue momentáneamente, sí. MOMENTÁNEAMENTE.
Él le agradeció, luego le pidió que le soltara con cuidado. Ella así lo hizo, entonces el inglés, demostró su excelente estado físico, doblando su abdomen y sus manos alcanzaron sus tobillos, soltó el nudo que le ataba, y bajó despacio por la soga, el resto de metros, simplemente saltó.
― ¡ESCOCIA! ¡IRLANDA! ― Gritó a los cuatro vientos, mientras la chilena tenía un tic en un ojo… ¿En dónde diablos se había metido?
Casa Rosada, Buenos Aires, Argentina. Día X.
― Así… Señores, brindemos por la victoria ― Un muchacho moreno levantó su copa, era el segundo más alto de los tres allí reunidos.
― Un brindis, hermanos ― El más pequeño se levantó ante el más alto.
Eran tres señores, vestidos de forma elegante, al menos dos. Había un muchacho allí, de cabello rubio y ojos verdes, que parecía mirar la celebración con parsimonia, no era dado a celebrar las desgracias ajenas, y menos cuando esas desgracias tenían que ver con gente que él quería.
Por ello no estaba festejando.
Ni siquiera había hecho caso a su jefe cuando éste le dijo que se pusiera un elegante traje para dejar bien en alto la alta costura de su país.
¿Qué importaba un maldito traje? Estaban celebrando el Epílogo de la desgracia para otra persona, ¿Cómo podía eso estar bien? No tenían algo que perder, la verdad es que a ese paso, sólo podían ganar… Ganar y ganar… Si ser una nación significaba aquello, entonces dolía mucho… "No entiendes… nada ¡Tú no sabes lo difícil que es traicionar a una persona querida! ¿Crees acaso que quise hacerlo? Yo te amo… te amo tanto que no podría hacerte eso ¡Pero sólo debía obrar de ese modo! Tu deberías saberlo… tú eres como Yo… No tenía elección"le había dicho al borde de las lágrimas, pero no… Demasiado fuerte para llorar.
Su pantalón caqui, su camisa a cuadros roja y su bolero gris, mientras sus zapatos muy bien lustrados y pulidos adornaban su fachada, un borselino a juego. Incluso con esa vestimenta tan simple, él se veía mejor que aquellos dos que vestían de impecable traje y corbata, de negro. Él era mejor que cualquier país, porque obvio, él era él. Y la verdad, es que nadie era tan "grosso" como él.
Mientras los dos morenos sonreían y bebían, se bromeaban y hasta saltaban y danzaban de dicha, él seguía en su sillón sentado, con la misma copa vacía en la mano… Él no bebería champaña, no, demasiado costoso, demasiado elegante. Una pequeña botella sobre la mesa le acaricio el macabro sentido del humor… Vino.
Un vino chileno de gran calidad… Se sirvió una copa, acercó su nariz al borde del cristal, y el aroma lo embriagó…
Su cabello suelto y pegándosele en el rostro por el sudor, la blusa blanca de algodón arremangada y desabotonada, mientras la faja roja le ajustaba el talle, sus pantalones negros arremangados, y sus piernas, sus blancas piernas que bailaban sobre la fuente de madera llena de uvas. Después de iniciar aquello, otras chicas se le unieron, manchando sus faldas de rojo vino, así él sonrió, se acercó a ella, la tomó de la cintura, levantándola por los aires y la puso de pie al suelo... Magnifico recuerdo.
Ese vino ni siquiera hacía honor al olor que desprendía ella cuando lo había hecho.
Su felicidad, su sonrisa, su aroma, su dulzura, su templanza, su alegría, su seriedad, su mal humor y su rostro huraño… Él quería que todo eso le perteneciera. Y no lo estaba consiguiendo.
Porque ella había preferido a su enemigo.
Ella, la misma persona que le dijo "te amo", había preferido al tipo insolente que venía desde lejos para buscar conflicto con Él: La Gran y Magnifica República de Argentina, Martín Hernández.
― Ya pues mi causa ¿Va a brindar con nosotros la pronta victoria? ― Levantó la copa de vino.
No fue novedad para los otros dos. Dos copas de champaña y una de vino.
― Me gustaría tener el Carménère también ― Dijo el más pequeño.
― ¿Seguro? ― El rubio sonrió irónico ― Vos no sos tan sexy como para ir a verte en la fiesta de la vendimia pisando uva… Mirá boludo, ¿De qué sacás tener el Carménere che, si no lo podrás exportar con ese nombre a otras partes? Entonces tendrías un dilema de los gordos… Porque vos no sabés de vinos que no sean los tuyos a miles de metros sobre el mar.
― Lo sé, lo sé… Además, debería quedarme con todo si quisiera la vinicultura.
― No, no, no pues. Quietecito ahí no más. ― El segundo más alto suspiró ― Vamos a recuperar lo que nos perteneció pues, nada más. Que quede claro hermano.
Martín, el Tincho Hernández, movió una ceja de confusión… Sus vecinos debían estar bromeando y tomándose el pelo.
Él, iba a por todo.
¡Nuevamente me presento con esta historia! Tuve problemas y por motivos personales, debí eliminarla junto con varias más. Pero no cambia lo que estaba haciendo. Actualmente la he estado revisando, y no es perfecta, pero está bastante limpia, la intenté corregir, cualquier error, pueden presentármelo, asi que espero sus impresiones. También pueden contactarme con PM.
Saludos, cariños y besos a los lectores, cuídense.
Atte: Reino Inquieto.
