¡Hi! Sé que la que debería ser encadenada, castigada y posiblemente sentenciada soy yo, pero hoy les traigo este nuevo fic, el cual nació en una tarde de inspiración, y que he publicado con la única esperanza de que les agraden. Mis musas son caprichosas e impulsiva, y este es uno de sus frutos más jugosos (o eso creo yo). Un fic que solo contara de dos capitulos y un epilogo, empezando por este; en el cual se hace referencia a una posible resurrección de los cuatro Generales en el Tokio de Cristal. Un proyecto, espero concluir pronto.
Dedicado a todas las fans de Sailor Mars, y a las de Jadeite, porque ambos son una pareja irresistible.
Disclairme: No soy japonesa, mis dibujos aunque bueno no le llegan a los tobillos al manga/anime de Sailor Moon y mucho menos gano algo por escribir sobre ello. Así que nada de esto es mio, cuyos derecho resguarda su creadora Naoko Takeuchi.
Sin más nada que decir (de momento) les invito a leer, esperando que sea de su agrado.
:)
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Absolución
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"Maybe time will heal your heart
and maybe after time you'll understand
I said goodbye 'cause I love you
And I can't see you right now"
Love's to blame – Joel & Luke
Parte I
(Catarsis)
Ella es fuego. Fuego que arde, vivaz y poderoso, resplandeciendo en el universo. Es guerra, porque en sus recuerdos el fuego está ligado a batallas, a sangre y espadas, a la caída del Milenio de Plata siglos atrás, y al Reino Oscuro tan solo unas cuantas primaveras pasadas. Y es lo prohibido, porque desde el principio ella se le encontraba vetada, demasiado lejos, fuera de su alcance. También es su oscuridad, su deseo no consumado, la encargada de robarle el último aliento de vida en cada reencarnación. Es fuego, puro y sobrecogedor.
Él ha aprendido a odiar ese fuego, esa mezcla de valía, coraje y pureza; a esa rosa roja delicada a primera vista, espinosa al tratar de alcanzarla. La desprecia, porque le recuerda todo lo que ha hecho. La traición, las sangre en sus manos, la culpabilidad de sus acciones. Con solo mirar el fuego (con admiración, quizá con deseo) recuerda todo; el Milenio de Plata, la Luna ardiendo, su Señor y la Princesa muertos, sus hermanos caídos, a Beryl, y a Metallia. Odia sus memorias, sus decisiones pasadas, las oportunidades desperdiciadas.
Le odia, como reflejo de su odio por sí mismo.
Por eso es que se sorprende al encontrarla en los jardines del palacio. A ella, cuando podría haber sido cualquier otra Sailor la que lo esperara. Le sorprende, pero aun así se mantiene en silencio. Ambos se miran a los ojos, sin mediar palabra, mientras que un viento helado los acaricia, trayendo consigo hojas marchitas, que son barridas a los lejos. Y el sol, en la distancia desaparece en el horizonte, sus rayos agonizantes reflejados en las paredes de cristal del palacio.
- Eres el primero.- Susurra ella, como si se tratara de un sueño lejano. Una memoria antigua, un recuerdo del pasado. Y el sonríe con tristeza, recordando que no es la primera vez que han estado tan cerca. Antes de la guerra, de las llamas, de la traición. Antes, en un tiempo lejano.
- ¿Me esperan? – Pregunta en voz baja, temeroso. No sabe si será bien recibido.
Pero ella asiente afirmativamente, se voltea y comienza a caminar. Él la sigue. La seguiría hasta el propio infierno, porque su corazón ha vuelto a latir, en una nueva oportunidad que no desea desperdiciar. Aun odia el fuego, le odia a ella, porque le recuerda sus errores, sus fallos, las llamas que devoraron su alma. Le odia, pero aun así no puede evitar posar sus ojos en ella, en su espalda y en su estilizada silueta, en sus largos cabellos oscuro; y sentirse nuevamente vivo.
Su corazón late, siempre ha latido, por ella y su fuego. Por una princesa de otra época, de tierras lejanas, y alma distante, la sacerdotisa que le hechizo con su belleza. La guerrera, que ha jurado dar todo por su princesa. Por la mujer, cuya alma arde con un fuego apasionado, prohibido, pero siempre deseado.
Y la odia un poco más, porque a pesar de todo (de guerras, muertes, sangre y fuego) el sigue admirándola. Deseándola. Amándola en silencio.
El juicio es eterno, o por lo menos así lo siente él. No obstante, recibe la sentencia de rodillas, con los ojos cerrados y un nudo en la garganta; y sus pulmones arden, claman por expulsar un aire que no se había dado cuenta que estaba reteniendo. Siente los ojos de ella clavado en su nuca, su mirada penetrante, como queriendo ver más allá de la carne y los huesos. Oye la sentencia, pero es como si no lo hiciera; porque todos sus sentidos se encuentran dormidos, atrapados, a merced de un fuego que arde cerca. Su Señor le ha perdonado, la Neo Reina Serenity le ha perdonado, en ese nuevo Tokio de Cristal él ha sido perdonado. Por todos, menos por ella.
- Eres bienvenido.- Dice la Reina, sus ojos azules brillando esperanzados.
Abre los ojos, atreviéndose a mirar a sus reyes. Una sonrisa temblorosa se dibuja en sus labios, al momento que deja escapar el aire que se encontraba reteniendo, y vuelve a sentirse vivo. Ellos lo han perdonado, le han ofrecido una segunda oportunidad, y él les ha jurado lealtad, a él, a Jadeite (aunque ya no sea ese hombre, pues ha nacido nuevamente). Se inclina nuevamente ante ellos, presa de una emoción que aun no sabe identificar, puede que agradecimiento o quizá tranquilidad.
- Gracias, mi Reina.-
Por un momento los reyes guardan silencio, sonriendo, con sus manos entrelazadas. El mundo es perfecto, al menos para él. Pero el silencio es roto por el sonido del roce de la madera con el aire, el de una puerta al cerrarse. Y sabe, aunque permanezca de espalda, que ella se ha ido.
Que le odia, como él a ella.
Sus pasos le llevan a aquel lugar, un templo de mármol blanco, rodeado de azucenas Casa Blanca. La luna le vigila, silenciosa, en un cielo repleto de estrellas. No entiende porque se ha atrevido a ir a aquel lugar sagrado, cuando sabe de sobra que no es bien recibido, pero lo ha hecho y teme no arrepentirse de ello.
La sigue odiando, a ella y a su fuego, a todo lo que significa. Sin embargo, no es consciente de que su corazón se ha detenido en un latido cuando la ve salir de las profundidades del recinto sagrado, vistiendo su traje de sacerdotisa, y con sus ojos velados por el misterio, palabras nunca dichas y sentimientos secretamente enterrados. La ve, y podría jurar que el tiempo ha vuelto atrás, cuando la vio por primera vez. En un reino distante. En otra vida.
- ¿Qué haces aquí?- Pregunta, obviamente sorprendida. En sus ojos hay fuego (intenso, sobrecogedor, deslumbrante) el mismo que sigue rechazando.
- Buscando el perdón.- Dice, sinceramente. No tiene otra cosa más ingeniosa que decir, solo la verdad.
- Mis reyes te lo otorgaron, estas perdonado. Tú y tus compañeros, aunque ellos aun no hallan despertado.- Sentencia, retomando el ritmo de sus pasos. Tratando de esquivarlo, piensa él.
- Pero tú no.- Afirma, volteándose para poder verla detenerse a un metro por delante de él. Puede oler su perfume, penetrante, embriagante, que tiene un gusto a canela. El mismo aroma que le acompañado en sus sueños, cuando se encontraba prisionero en una piedra, o mucho antes, cuando no recordaba realmente quién era de verdad.
- ¿Por qué? – Susurra ella, sus puños apretados, conteniendo las lágrimas que se asoman en sus ojos.- ¿Por qué tendría que perdonarte? – Repite, y ahora él ve más que el fuego o la guerrera en sus ojos, ve a la humana, la mujer. Y no entiende porque eso le patea el alma, desestabiliza su mundo, causando una grieta en toda su fortaleza.
Porque el fuego se ha ido, y él ya no puede odiarla. No a ella, a la mujer.
No sabe que responder, ya que no existen las palabras adecuada para ella. ¿Por qué tendría que perdonarle? El destruyo sus sueños, el Reino que había jurado proteger, acabo con su planeta y su gente, le arranco la vida de las manos ¿Y por qué? Por debilidad, por dejarse engatusar por la ambición de una maldita mujer. Por desear una magia, un poder, que no les correspondía tener (Egoístas, envidiosos, traicioneros).
Deja caer los hombros, como un hombre derrotado. Le dedica una sonrisa triste, rota, de aquellas que solo pueden significar una cosa: Culpabilidad. Realmente nunca debió haber regresado, buscando un perdón que nunca ha merecido, pretendiendo que ha cambiado cuando aun sigue siendo el mismo farsante de antes. Solo que esta vez no está traicionando a su Señor, a sus nuevos reyes, si no así mismo.
Él no ha venido a buscar el perdón tan anhelado por sus reyes, ni el de ella. Tampoco la odia, ni a ella, ni al fuego, aunque puede que si sus recuerdos. Quizá, la única razón de estar ahí, de ese instante, sea el poder verla nuevamente.
Ella, y solo a ella.
- No, tienes razón.- Admite, con desazón.- ¿Por qué tendrías que hacerlo?-
Y sabe que no tiene más nada que decir, ni otra razón por la cual permanecer un minuto más en ese lugar. Así que es él ahora el que se adelanta, dejándola atrás, alejándose de la mujer, la guerrera, del fuego que tanto odia (o desearía odiar, al menos más de lo que le desea).Camina lento, a la deriva, como el hombre que ha sido condenado a estar solo.
- Te perdono. -
Siente como aquella frase, compuesta tan solo de dos palabras, lo detiene. Como si lo atara, clavando sus pies al suelo, y paralizando cada uno de sus músculos. Su corazón se ha detenido, tan solo por un segundo, para regresar a la vida, galopante, y por primera vez en mucho tiempo realmente vivo. La llama de la esperanza vuelve a arder, entre las cenizas de deshonor y soledad, entre la culpabilidad.
- Te perdono, a ti. A este nuevo hombre que eres en esta reencarnación.- Dice la sacerdotisa, y él sabe que ha zanjado la distancia que los separaba, que está justo a su espalda, pero él se niega a voltear. No ahora, no sería lo correcto. – Nunca perdonare a Lord Jadeite del Este, guardián de Endymion, a él no puedo perdonarle. Ni al Jadeite, General del Reino Oscuro, tampoco.- Y siente como si sus palabras fueran un puñal que le clava al pecho, sal para una babosa.- A ellos no puedo perdonarlos, pero a este hombre que está de pie en frente a mí si puedo. A él si.-
- ¡Princesa Mars!- Exclama agradecido, dándose la vuelta y dejándose caer a sus pies. Sin comprender de todo la tormenta de emociones en su interior. Alivio, esperanza, un poco de libertad.
Ella lo mira, con ojos serenos, antes de seguir con su camino.
- Yo ya no soy ella, al menos no en esta vida.- Dice la mujer, encaminándose al castillo.- Tan solo soy Rei, Hino Rei. La guardiana de la Neo Reina Serenity y Sailor Senshin. Yo ya no soy una princesa.-
No es hasta que sus pasos se dejan de escuchar que él osa ponerse de pie, sus ojos perdiéndose en el brillo de la Luna, y más allá en el resplandor de una falsa estrella rojiza, un lucero que destella, que arde con un fuego único. Marte, un reino muerto hace tiempo.
Ella no podía perdonar sus vidas pasadas, pero al menos había perdonado a este nuevo hombre que era.
Tal vez ella no lo odiaba tanto como él creía, quizá él tampoco la odiaba como quería creer.
El fuego no es solo destrucción, sino también una forma de purificación. Catarsis.
Ahora lo sabía.
¿Que les ha parecido? ¿Sigo escribiendo o mejor me pongo a estudiar? No lo sabré si no me das tú opinión.
Gracias por leerlo.
¡Besos!
