Los personajes no me pertenecen, son obra y gracia de Stephenie Meyer y la historia es de una escritora que me gusta mucho, yo solo estoy jugando con ellas para ver que me sale y voy a añadir ciertas cosas mías, espero les guste.

Capítulo 1

Bella Swan odiaba llegar tarde a la citas, pero se había demorado más de la cuenta en aparcar y había pasado demasiado tiempo intentando decidir lo que ponerse.

Cuando entró en el estadio de béisbol de la facultad, echó un vistazo al grupo de gente que se encontraba junto a un puesto de perritos calientes.

Entonces, lo vio.

Estaba de espaldas a ella, apoyado en una de las paredes, mientras contemplaba el partido. Se había situado bajo el voladizo, para guarecerse de la llovizna que caía.

En realidad no estaba totalmente segura de que fuera él. Nunca se habían visto más de un par de segundos, lo justo para saludarse y poco más, pero se dijo que debía de ser Edward Cullen y comenzó a pensar en lo que iba a decir cuando se acercara.

Justo en ese momento, el hombre comprobó la hora en su reloj de pulsera y miró hacia la entrada del estadio. Llevaba el pelo algo más largo que la última vez que lo había visto y le pareció que también lo tenía más claro, pero no habría podido asegurarlo: dos segundos no eran tiempo suficiente para recordar bien a nadie.

Poco después, él se giró levemente y ella pudo ver su cara. No se podía decir que fuera tan guapo, si no un dios griego, su belleza era única, no se como era que estaba libre y aceptando una cita a ciegas.

Edward no sonreía; bien al contrario, parecía algo tenso y enfadado. Bella esperó que no estuviera enojado por su culpa, puesto que a fin de cuentas había llegado tarde; pero pensó que seguramente estaba molesto por el simple hecho de tener que estar allí. Durante los últimos años había oído muchas cosas sobre Edward Cullen y en cierta forma creía conocerlo.

Lo miró de nuevo y se volvió a repetir que debía de ser él. Era la única persona con aspecto de pertenecer a las fuerzas especiales de la Marina. Era un hombre de gran tamaño; no poseía la fortaleza física de su cuñado ni la de su buen amigo Mike, pero parecía ser capaz de hacer cualquier cosa y sin duda resultaba peligroso.

Llevaba ropa de civil: pantalones de color caqui, chaqueta oscura y camisa y corbata. Al verlo de esa guisa, sintió lástima. Por lo que Rosalie le había comentado, Edward prefería nadar entre tiburones antes que vestirse de un modo tan formal.

Pero Bella se dijo que no era la persona más adecuada para sentir lástima por cuestiones como aquélla. Al fin y al cabo había optado por ponerse unos zapatos de tacón alto en lugar de su habitual, y más cómodo, calzado plano. Y por supuesto, se había maquillado bastante más de lo normal en ella.

El plan consistía en encontrarse en el estadio y luego ir a cenar a algún lugar bonito, pero ninguno de los dos había previsto que la lluvia hiciera acto de presencia.

Edward volvió a mirar la hora y suspiró.

En ese momento, Bella comprendió que el gesto aparentemente relajado del hombre, que seguía apoyado en la pared, era fingido. Aunque intentaba mantener una actitud serena, había cierto nerviosismo en su forma de mirar el reloj y de dar golpecitos en el suelo.

Pensó que su retraso, de apenas cinco minutos, no justificaba esa tensión. Pero enseguida consideró la posibilidad de que Edward Cullen fuera de la clase de hombres que nunca se podían estar quietos.

Maldijo a su hermana por haberle organizado una cita con un individuo hiperactivo y caminó hacia él con una sonrisa en los labios.

—Tienes aspecto de estar maldiciendo a tus amigos y familiares por dejarte enredar en una cita que no querías, así que supongo que tú debes de ser Edward Cullen —dijo, sin preámbulos.

El hombre rió y la risa transformó completamente su cara, suavizando sus duros rasgos y logrando que sus ojos Verdes brillaran con malicia.

—Y yo diría que, por tu forma de presentarte, debes de ser Bella Swan —dijo él, mientras estrechaba la mano de la mujer—. Me alegra que hayas venido.

Bella pensó que todo iba bien. Le gustaba el contacto de su mano, le gustaba su sonrisa, le gustaba su mirada directa a los ojos e incluso el evidente hecho de que fuera un mentiroso.

—Siento haber llegado tarde —se excusó ella—. Llevo un buen rato intentando encontrar un hueco donde aparcar.

—Sí, ya he notado que el tráfico estaba bastante mal —declaró él.

Edward estudió su cara como si no pudiera creer que fuera hermana de Rosalie McCarty. Ros era una mujer impresionante, de rasgos delicados y angelicales, muy diferente a Bella.

—Comprendo que me mires de ese modo. Sé que mi hermana y yo no nos parecemos demasiado.

—Qué tontería. yo diría que eres... una variación de la misma belleza.

El comentario de Edward molestó a Bella. Había sido tan directo que tuvo miedo de lo que le habría contado el marido de su hermana. Conociéndolo, tal vez le había dicho que era presa fácil, que estaba sola y que no se había acostado con un hombre en mucho tiempo. Pero en cualquier caso, sabía que la culpa era suya por haber aceptado una cita a ciegas. De todas formas, Bella no había tenido elección. Ros se lo había pedido como favor personal y no se había podido negar aunque conocía muy bien a su hermana y sabía que era una manipuladora.

—Será mejor que establezcamos algunas normas —declaró Bella—. En primer lugar, no quiero mentiras ni juegos diplomáticos ni falsedades de ningún tipo. Mi hermana y tu amigo Emmett McCarty nos han manipulado claramente para conseguir que saliéramos juntos, pero ahora estamos solos y podemos establecer nuestras propias normas. ¿De acuerdo?

—Sí, claro, pero...

—En segundo lugar, no tengo intención de acostarme contigo —lo interrumpió—. No estoy sola ni desesperada. Sé quién soy, sé lo que quiero hacer y soy feliz con mi vida. Estoy aquí porque quiero a mi hermana y me lo pidió como un favor, aunque ahora mismo me apetece torturarla por lo que nos ha hecho a ti y a mí.

Edward abrió la boca para decir algo, pero resultaba evidente que Bella no había terminado, así que no dijo nada.

—Conozco a mi hermana y sé que ha pensado que nos enamoraríamos en cuanto nos viéramos, pero yo no me he enamorado. ¿Y tú?

Edward volvió a reír mientras ella escudriñaba sus ojos. Eran muy bonitos. Sin embargo, se dijo que los ojos del perro de su amiga Angela también eran bonitos.

—Lo siento, pero...

—No hace falta que busques excusas —volvió a interrumpirlo—. La gente cree que vivir solo es lo mismo que estar solo, y no es cierto.

Esta vez, Edward no dijo nada de inmediato. Esperó un par de segundos, hasta convencerse de que ella había terminado, y acto seguido comentó:

—Sí, tienes razón. Y cabe añadir que las personas que viven en pareja siempre se empeñan en buscar compañía a sus amigos solteros. Es algo irritante.

—Es verdad. Siento que te hayan presionado para salir conmigo.

—Bueno, no es tan importante. De todas formas tenía que venir a Los Ángeles. Además, nuestro querido teniente McCarty me ha salvado el pellejo muchas veces y no suele pedirme favores. Es un excelente oficial y un gran amigo, y si quiere que cene contigo, ceno contigo. Y debo añadir que tenía razón...

Bella entrecerró los ojos con desconfianza.

—¿A qué te refieres?

—A que estaba demasiado centrado en el trabajo y necesitaba un descanso.

—¿Demasiado centrado en el trabajo? Es curioso, porque en la Marina no tienes fama de ser precisamente un hombre aburrido y taciturno.

—Sí, es curioso —dijo él con ironía—. Pero dime, ¿tienes alguna otra norma?

—¿Alguna otra norma?

Bella lo miró con desconcierto. No había más normas que las que ya le había comentado.

—Sí. Si no lo he entendido mal, la primera consiste básicamente en que sea sincero y me porte bien. Y la segunda, en que no mantendremos ninguna relación sexual; lo que por cierto me parece perfecto, porque no estoy aquí por esa razón —explicó él—. Eres una mujer muy atractiva, pero no quiero mantener relaciones estables con nadie. Y en cuanto a las otras relaciones, no eres mi tipo.

—¿Tu tipo? ¿Y cuál es tu tipo de mujer?

Edward abrió la boca para contestar, pero no llegó a hacerlo porque Bella lo golpeó levemente en el pecho con un dedo. Era un pecho enorme y sólido, que la dejó sin habla aunque, con los tacones que llevaba puestos, ella era casi tan alta como él.

—No, mejor no respondas a esa pregunta —añadió Bella—. Además, Jasper está bateando y quiero verlo.

Edward obedeció y durante unos segundos no hicieron otra cosa que contemplar el partido.

Jasper era el hijo de Bella. De diecinueve años, era un chico fuerte y alto con un prometedor futuro en el béisbol; golpeaba tan fuerte la pelota que podía enviarla fácilmente fuera del estadio.

Por desgracia, el tiempo había empeorado y ahora llovía a cántaros. Jasper dejó que pasara la primera bola y no hizo ademán de golpearla.

—¿Cómo puede ver con esta lluvia? —protestó Bella—. Llueve tanto que apenas se puede distinguir la bola... Además, se supone que en el sur de California nunca llueve tanto.

El enfado de Bella no se limitaba a la problemática situación de su hijo en el partido. Precisamente se habían marchado de Massachussets y se habían ido a California para disfrutar del buen tiempo.

El lanzador se dispuso entonces a arrojar la segunda bola. Y cuando por fin lo hizo, todos los presentes pudieron oír el sonido seco del bate de su hijo. Bella nunca habría podido creer que aquel sonido pudiera resultarle tan dulce, pero tras adoptar a Jasper se había vuelto una fanática del béisbol; además, Jasper jugaba con la misma energía y pasión que dedicaba a todo lo demás.

—¡Sí! —exclamó.

La bola salió disparada por encima de los límites del campo y Jasper inició la carrera por las bases. Bella estaba entusiasmada y no dejó de gritar y de animarlo.

—McCarty dice que tu hijo es un gran jugador...

—Sí, yo diría que es muy bueno. Con ésta ya ha hecho treinta carreras completas este año.

—¿Y tiene posibilidades de hacerse profesional?

—Sí. De hecho, ya se han fijado en él. Varios representantes de la liga profesional vinieron a ver a un compañero suyo, Gary Laress, que es un gran lanzador. Pero todavía está muy verde y tiene que madurar, así que a cambio de fijaron en Jasper.

—¿Vas a dejar que juegue en la liga profesional antes de que termine sus estudios en la universidad?

—Ya tiene diecinueve años y no puedo decirle lo que tiene y lo que no tiene que hacer. Es su vida y son sus elecciones. Además, sabe que lo apoyaré decida lo que decida.

—Cuánto me habría gustado que mi madre fuera como tú...

—Pues si estás pensando en la posibilidad de que te adopte, olvídalo: eres demasiado viejo.

Bella hizo el comentario a modo de broma, pero no lo llevó más lejos porque Edward era varios años más joven que ella.

—¿Cuántos años tenía Jasper cuando lo adoptaste? ¿Once, doce?

—Trece —respondió.

Mientras charlaban, Bella comenzó a comprender a qué venía el empeño de Rosalie en que saliera con Edward. Su hermana sabía que adoraba a los hombres con aquel brillo de malicia en los ojos y con aquella sonrisa, que parecía capaz de iluminar el mundo. Rosalie deseaba que pudiera llegar a ser tan feliz con alguien, como ella lo era con Emmett McCarty. Y por si fuera poco, Bella había cometido el error de confesarle una noche, tras beber demasiado, que lo que más lamentaba de su fracasado matrimonio era no haber tenido un hijo. Pero un hijo biológico, no adoptado.

—Debes de ser una especie de santa —comentó Edward—. Adoptar a un niño de trece años es algo bastante arriesgado.

—No tanto. Jasper sólo necesitaba un hogar y un medio más o menos estable...

—Insisto en lo dicho. O estás loca o eres la madre Teresa de Calcuta.

—No, no soy ninguna santa, créeme. Sencillamente lo quise en cuanto lo vi. Es un chico maravilloso —dijo ella—. Creció solo, completamente abandonado por su padre y por su madre, y pasando todo el tiempo de una casa de adopción a otra. En cuanto lo conocí, decidí que se quedara conmigo. Y ciertamente ha habido momentos duros, pero...

Bella no terminó la frase porque la intensa mirada de aquellos ojos verdes la estaba poniendo nerviosa. Aquél no era el hombre que había imaginado. En cuestión de minutos, había descubierto que Edward Cullen irradiaba energía. Además, aunque tuviera una sonrisa maravillosa y un sentido del humor más que evidente, había algo en él que resultaba definitivamente oscuro y peligroso; lo que, por supuesto, aumentó su interés por él.

—Antes ibas a hablarme de tu tipo de mujer —continuó ella, repentinamente interesada en el asunto—. Pero por favor, no me digas que te gustan las jovencitas dulces porque tendría que pegarte una patada. Aunque según mis pacientes, yo soy jovencita y dulce... Claro, que no tiene nada de extraño: todos pasan de los noventa y cinco años.

Edward sonrió.

—Mi tipo de mujer es alguien capaz de ir a una fiesta y acabar bailando encima de una mesa. Preferiblemente, medio desnuda.

Bella comenzó a reír a carcajadas.

—Está bien, has ganado: no soy tu tipo. Pero debería habérmelo imaginado. Rosalie me ha comentado en alguna ocasión que te gustan los grandes peligros.

—No, no es para tanto —dijo con ironía—. ¿Y qué hay de ti? El teniente McCarty me dijo que viniste a Los Ángeles para estudiar y convertirte en enfermera.

—Ya soy enfermera —puntualizó ella—. Ahora estoy haciendo un curso para ser enfermera jefe.

—Eso es magnífico... Ella sonrió.

—Sí, lo es.

—Quién sabe, es posible que nos hayan organizado esta cita porque saben que necesito enfermeras con bastante frecuencia. A fin de cuentas prefiero no pisar las salas de urgencia cuando me tienen que coser alguna herida.

—Ya veo que estoy ante un hombre duro —comentó Bella, moviendo la cabeza en gesto negativo—. Debería haberlo imaginado, porque los hombres de tamaño mediano siempre sois... Oh, lo siento, no quería decir que...

—No te preocupes —la interrumpió él, sin muestra alguna del famoso mal genio de los Marines—. Pero preferiría que dijeras que soy alto, lo cual es cierto. Eso de hombres de tamaño Mediano suena a otra cosa...

Bella rió.

—No estaba pensando en esa otra cosa. Y si lo hubiera dicho en ese sentido, ¿qué importaría? Ya hemos dejado bien claro que no habrá sexo entre nosotros.

—Tal vez deba recordarte la primera de tus normas; eso de ser sinceros y decir lo que realmente se piensa...

—Sí, bueno... Los hombres son idiotas, ¿no crees?

—Desde luego que lo son.

Resultaba evidente que Edward se sentía tan cómodo con ella y con su sentido del humor como Bella con él. Sólo llevaban juntos un rato y Bella se sentía como si lo conociera desde hacía años.

—Cambiando de tema, creo que han suspendido el partido —continuó él.

Edward estaba en lo cierto. La lluvia caía ahora con más fuerza y los jugadores estaban abandonando el campo.

—Si es temporal, no me importa esperar —añadió—. Supongo que si Jasper fuera hijo mío querría ver todos sus partidos, aunque no jugara especialmente bien. Debes de sentirte muy orgullosa de él...

A Bella le encantó el comentario. Era muy amable de su parte.

—Sí, lo estoy.

—¿Quieres que esperemos dentro?

—No, tengo entendido que esta tarde hay otro acto en el estadio, así que tendrán que dejar el partido para otro día. Si quieres, podemos marcharnos.

—¿Tienes hambre? Lo digo porque podríamos ir a cenar aunque todavía sea algo pronto.

Bella había pensado en mil y una razones por las que no debía ir a cenar con aquel hombre, pero en aquel momento no recordó ninguna.

—Me parece bien, ¿pero te importa que pasemos antes por los vestuarios? Quiero darle a Jasper las llaves de mi coche.

—Vaya, supongo que eso quiere decir que he pasado tu primera prueba y que estás dispuesta a ir en mi coche. Me alegro.

Bella comenzó a caminar en dirección a los vestuarios.

—Has hecho algo más que eso. No sólo voy a subir a tu coche sino que además voy a cenar contigo.

—¿Es que habrías sido capaz de no venir a cenar?

—Las citas a ciegas y yo no nos llevamos nada bien. Tanto es así que mi hermana tuvo que hacerme chantaje emocional para convencerme de que viniera.

—Pues si te interesa saberlo, te diré que tú también has pasado la primera de mis pruebas. Yo sólo salgo a cenar con mujeres que no quieren acostarse conmigo —bromeó él—. Mmm, maldita sea... Puede que ése haya sido mi problema todos estos años.

Bella volvió a reír y clavó la mirada en los brillantes ojos de Edward mientras él le abría la puerta que llevaba a las escaleras.

—Supe que había pasado tu prueba cuando insinuaste que te adoptara, Edward.

—Y sin embargo, no has querido adoptarme. ¿Cómo debería tomarme eso?

—Como lo que es: que soy demasiado joven para ser tu madre —respondió ella, mientras bajaban hacia los vestuarios—. Sin embargo, puedes ser el hermano pequeño que nunca tuve.

—Bueno, no sé si me interesa...

El pasillo que daba a los vestuarios no estaba lleno de gente, como solía. A diferencia de otros días, sólo pudo ver a unos cuantos amigos y novias de jugadores; y Alice, la novia de Jasper, no se encontraba entre ellos. Pero a Bella no le extrañó: su hijo le había comentado que Alice no se sentía bien, y su estado habría empeorado si hubiera visto el partido bajo la lluvia.

—Mi historial con hermanas no es del todo bueno —continuó Edward—. Suelo molestarlas tanto que al final se van y se casan con mi mejor amigo.

Bella se detuvo junto a la puerta entreabierta del vestuario del equipo local.

—Ya me lo han contado. Ros me dijo que Carlisle Jonett se acaba de casar con tu hermana. Se llama Esme, ¿verdad?

Edward se apoyó en la pared.

—¿Y no te ha contado lo del pequeño enfrentamiento que tuvimos?

Bella no dijo nada. Se limitó a mirarlo.

—Sí, ya veo que sí te lo ha contado. Me sorprende que no saliera publicado en la prensa.

—Bah, seguro que no fue tan malo como ella...

—Lo fue, en serio. La verdad es que soy un idiota. No puedo creer que te prestaras a salir conmigo.

—Hicieras lo que hicieras, seguro que no fue tan grave. Al menos, mi hermana ya te ha perdonado.

—Ah, sí, claro... Rosalie me perdonó incluso antes que Esme.

—Debe de ser bonito eso de tener tan buenos amigos.

El asintió.

—Sí, lo es.

Edward la miró a los ojos y Bella volvió a sentir un estremecimiento. El aspecto cariñoso e irónico de aquel hombre lo convertía en un tipo muy interesante, pero lo que lo hacía realmente irresistible era su fondo oscuro y desconocido.

Aunque no hubiera dicho nada al respecto, Edward sí era su tipo de hombre.

Justo entonces, Barnne Cals, el jugador de tercera base del equipo, asomó la cabeza por la puerta del vestuario. Su esposa, Danys, se encontraba en el pasillo y su rostro se iluminó al verlo. Barnne sólo tenía dos años más que Jasper y ya estaba casado, algo que no dejaba de inquietar a Bella; le parecía que era demasiado joven para atarse de ese modo.

—Estaré contigo en diez minutos —dijo Barnne a su esposa, antes de volverse hacia Bella—. Ah, hola, Bella...

—¿Has visto a Jasper? —preguntó Bella. Barnne hizo un gesto hacia el otro lado del pasillo y Bella distinguió enseguida la figura de su hijo. Parecía enfrascado en una intensa discusión con Gary Laress, el lanzador estrella del equipo.

Jasper era alto, pero Gary le sacaba un par de centímetros.

—Vaya, sí que ha crecido —comentó Edward—. Lo conocí hace cuatro años y entonces sólo era un...

Edward no tuvo ocasión de terminar la frase porque en aquel instante sucedió algo inesperado: Jasper se encaró con Gary y lo arrojó contra las taquillas del pasillo.

Bella intentó avanzar hacia los dos jóvenes, pero Edward la detuvo.

—No, espera aquí y deja que me encargue yo. Y si es posible, date la vuelta y no mires.

Bella se quedó allí, pero por supuesto no se dio la vuelta. Mientras tanto, Edward se dirigió hacia el lugar donde se encontraban los dos chicos, que parecían dispuestos a romper todas las normas de la facultad y del equipo por el procedimiento de pelearse.

Sin dudarlo ni un momento, Edward se interpuso entre Jasper y Gary. Estaban a cierta distancia y Bella no pudo oír lo que decía, pero supuso que no se trataría de nada bueno. Aunque los dos chicos eran mucho más altos que Edward, el Marino le pareció infinitamente más grande.

Edward comenzó a hablar. Jasper parecía enfadado, pero se limitó a mover la cabeza en gesto negativo. Al cabo de unos segundos, Gary rió y comentó algo. Edward se volvió entonces hacia él, lo apretó contra las taquillas y lo miró con cara de pocos amigos

Bella se habría reído por la expresión de sonrisa de Jasper de no haber sabido que Edward era un marino de las fuerzas especiales y que podía hacer mucho daño a un jovencito de apenas veinte años.

La sonrisa de Gary desapareció de inmediato, sustituida por una expresión de pavor.

El asunto se estaba poniendo tan feo que Bella decidió intervenir y caminó hacia ellos.

—Si vuelve a suceder algo por el estilo, vendré a buscarte. ¿Comprendido? —dijo Edward en aquel momento.

Gary y Jasper miraron a Bella, pero Edward no apartó la mirada del primero de los jóvenes. Y sus ojos brillaban con tal intensidad que la situación resultaba alarmante.

—¿Comprendido? —repitió.

—Sí —acertó a responder Gary.

—Excelente.

Sólo entonces, Edward se apartó del joven y Gary se marchó.

Bella aprovechó la ocasión para intentar rebajar la tensión que se había generado.

—Bueno, creo que ya has tenido ocasión de conocer a Edward Cullen...

—Sí, creo que sí —dijo Jasper—. Es evidente que hemos superado la etapa de las presentaciones.

Espero les guste este nuevo proyecto, publico el próximo capitulo Mañana y déjenme sus Reviews, saludos