Muriendo en busca del amor.

Capítulo I.

Se despertó con el primer rayito de sol que atravesó la ventana y le pegó directamente al rostro. Se revolvió entre las sábanas blancas tranquilamente mientras su conciencia se despertaba, las mañanas lo ponían de mal humor, así que solía tomarse su tiempo para despertar… abrió los ojos lentamente y mirando al techo blanco recordó que era sábado, pero eso no le permitía dejar de trabajar.

Se sentó en la cama y se despeinó el cabello azabache, como si ya no estuviese lo suficientemente despeinado. Observó la habitación, mediana y cálida, tampoco es que era la cosa más hogareña del mundo mágico, pero era pasable contando que su propietario era un hombre… un hombre que era muy desordenado, pantalones, camisas y ropa interior en todos lados menos en su puesto.

Se levantó en bóxers y fue directo al baño a tomar una ducha. Mientras el agua corría por su cuerpo se relajó…. Definitivamente necesitas una mujer, Potter, pensó. Él tenía claro que la mujer hacía al hombre, eso lo había descubierto unos meses atrás, no era el más mujeriego de la sociedad, pero si había tenido unas pocas relaciones estables, ya que no era de andar cambiando de mujer cada dos semanas... pero debía aceptar que a los seis o siete meses ya estaba perdido en el aburrimiento. Ya nada le importaba, ya había alcanzado sus metas laborales, a sus 24 años ya era jefe de Aurores y había resuelto numerosos casos que lo convertían en uno de los mejores Aurores de la época, ya había pasado por esa obsesión laboral, por varios meses su única concentración era su carrera, y era conocido por amargado, pero después que consiguió lo que quiso, se dio cuenta que a su vida la faltaba una sola cosa… el amor, pero era un poco exigente con las relaciones… bastante exigente.

Salió de la ducha y se vistió rápidamente. Tres minutos después ya se encontraba en el Ministerio de Magia, caminaba rápidamente con buena actitud, y todos los presentes lo saludaban a su paso, mientras que él les devolvía el saludo con su típica amable sonrisa. Llegó al departamento de Aurores y siguió derecho a su oficina.

- Buenos días, Harry – Le saludó su secretaria de forma coqueta ofreciéndole una una taza de té.

- Gracias, Miriam – Agradeció Harry mientras tomaba la taza de la bandeja de plata. - ¿Hay algo nuevo? – preguntó.

- No mucho – se sentó en la mesa de su escritorio mientras miraba a Harry – ayer no tenía mucho trabajo y me fui temprano… fui a una fiesta increíble, no sabes …

- Me refiero a mi trabajo – Dijo Harry seco. - ¿Alguna novedad… reunión… caso…?

- Ah – La secretaria miró al suelo sonrojada – No, señor, el señor Weasley lo está esperando a su oficina.

- Gracias, Miriam – Respondió Harry a la vez que entraba en su oficina. Era una oficina espaciosa, sobria, elegante… muy al estilo de Harry y era la oficina digna de el jefe de Aurores del Ministerio de Magia. Ron se encontraba en la silla detrás del escritorio… la silla dónde se supone que se sentaba el jefe de Aurores, en pocas palabras, Harry.

Harry soltó una carcajada – Sí, sigue soñando, Ronald.

Ron lo miró con una sonrisa divertida y se levantó de la silla y se sentó en el mueble delante del escritorio, permitiendo que Harry se acomodara en su puesto.

- ¿Qué con tu secretaria, Harry? Se la pasa hablando de ti – Comenzó el pelirrojo en tono de burla.

- No tengo idea, desde hace unas semanas se ha comportado así, se me quiere meter por los ojos.- Rió Harry.

- Debe ser que ya te la tiraste – Comentó Ron mientras se reía a carcajadas.

- ¡No es así! Solo no me interesa, Ron.

- No te hagas el idiota, Potter, claro…como ya pasaste tu etapa mujeriego…

- Nunca fui mujeriego – Interrumpió.

- Claro que sí, que tus relaciones duraban varios meses no significa nada, pero terminabas con una y a las dos semanas ya estabas con otra.

- No hables paja, Ron

- … Cho Chang, Hannah Abott, Luna Lovegood, Patil, la sanadora esta que era sexy, la muggle loca, ¡hasta mi hermanita!, cuando estábamos en 6to año… pero con ella no duraste ni cinco meses…

- Te recuerdo que teníamos que ir a buscar Horrocruxes, Ronald

- Bueno, menos mal, tampoco es que me encantaba verte besuqueando a mi hermanita por ahí…Después volviste y te tiraste a Andrea. – Harry sonrió… buenos momentos. – Harry… eres un idiota…te faltó tirarte a McGonagall - Siguió Ron en risas.

- ¿Cómo está, Hermione? – Le cortó Harry. Sus mejores amigos, Ron y Hermione ya llevaban saliendo desde hace ya varios años, eran tan diferentes, pero ambos tenían sus propios métodos para soportarse, tomando en cuenta que se amaban, claro.

- Bueno… está molesta conmigo…

- Pero que raro – Interrumpió Harry mientras subía los pies al escritorio de madera. - ¿Qué le hiciste ahora?

- ¡No le hice nada! Solo que no quise acompañarla a La Madriguera a ayudar a mi madre con el almuerzo familiar y tú sabes como se pone…

- ¡Ah! Por eso es que estás aquí a las nueve de la mañana visitándome en mi oficina, en vez de llegar tarde y vaguear en la tuya…- Dijo Harry con una sonrisa.

- Cállate… en fin, te recuerdo que tienes que ir al almuerzo de hoy, todos estarán ahí… y mi madre se enojará si no vas.

- Si iré, Ron, tranquilo. Adelantaré un poco el trabajo para poder irme más temprano, será mejor que vayas a tu trabajo o le compres flores a Hermione. – Al igual que Harry, Ron trabajaba de Auror, además de ser su mejor amigo, era su mano derecha Harry en cuestiones laborales… cosa que los Aurores novatos desaprobaban, pensando que Harry estaba ahí sólo por tener fama, y Ron por ser su amigo, dejando de lado el talento del dúo.

Ron sonrió y se levantó de su asiento, despidiéndose de Harry con la mano salió de la oficina y Harry pudo escuchar desde su puesto la tormentosa voz de Ron "¡Miriam! Hermosa, ¿podrías servirme un café? El que me diste hace rato estaba tan delicioso que me provocó otro". Harry rodó los ojos divertido.

La mañana pasó rápido, contando que Harry se concentró en su trabajo… tenía varios informes que revisar, últimamente habían ocurrido varias desapariciones, lo más raro, era que varios días después, las personas aparecían, y no solían recordar nada, lo que era muy difícil de resolver, ya que no contaban con testigo alguno.

- Harry – Se asomó su secretaria por la puerta de oficina – Son las 11:45… y me pediste que te recordara el almuerzo.

- Gracias, Miriam.

- A la orden – Miriam le guiñó el ojo y volvió a su trabajo. La verdad es que Miriam no estaba nada mal, era simpática, linda, buen cuerpo… todo lo que un hombre podría querer… Muy zorra, pensó Harry mientras acomodaba su escritorio ya listo para partir a la Madriguera.

Se apareció a pocos metros de la entrada de La Madriguera, desde ahí ya podía escuchar las risas y las voces de la gran familia. Sonrió internamente al recordar todos los veranos que pasó ahí con sus amigos, practicando Quidditch, riendo, dejándose mimar por la señora Weasley. Entró y vio como en la acogedora sala estaban los Weasleys y sintió como alrededor de diez pares de ojos se posaban en él y todos se abalanzaron a él.

- ¡Harry! – Gritó Hermione mientras lo abrazaba. – Menos mal que llegaste, estábamos hablando de ti… - Todos rieron.

- Espero que haya sido algo bueno… - Harry rió.

- ¡Por supuesto! – Saltó George Weasley. – no podíamos dejar de recordar lo idiota que eras en Hogwarts, ¿verdad, Fred? – Todos rieron nuevamente.

Harry saludó a cada uno de los presentes, Hermione, los gemelos, Bill y su esposa Fleur, así como a la pequeña Victoire, el señor y la señora Weasley, Percy y Charlie que estaba de visita al país.

- ¡Harry! – salió Ginny desde la cocina y lo abrazó.

- ¿Cómo estás, Ginny?.

- Excelente – respondió esta de buen humor. Harry la observó, tenía alrededor de un año sin verla, Charlie que vivía en Rumania solía tener más contacto con él que la misma Ginny.

- Claro – Interrumpió Charlie pasando a su lado – Con Harry si te la das de simpática. – Todos en la sala rieron.

Harry miró a Ginny de forma interrogante - ¿Te sucedió algo? ¿Estabas mal por algo? - Preguntó. Sintió electricidad en su espalda al ver a Ginny… tal vez por eso es que no la veía a menudo… si se iba a poner idiota cada vez que la veía, mejor alejarse para siempre. Sonrió ante sus pensamientos y vio como Ginny lo miraba curiosa aún en frente de él…Ya te vio la cara de idiota, Potter. Pensó Harry.

- Eh… no, todo está… digo… todo está bien, como siempre – Balbuceó la pelirroja forzando una sonrisa.

Ginny se encontraba directamente de frente a él, podían pasar mil años y ella podría seguir teniendo esa sensación de amor y pasión cada vez que lo veía… No seas idiota, Ginevra, debe ser que Harry Potter te va a parar así como así… bueno, una vez fuimos novios, ¿no?... pero no duró nada, una relación como cualquiera… sí, fue especial… lo más especial que había tenido en su vida, pero después de eso no te prestó más atención, Ginny. Como dicen los muggles, ¡bájate de esa nube!. Ginny peleando consigo misma, mejor dicho, presenciando una pelea entre su mente y su corazón, le sonrió a Harry que aún seguía en frente de ella sin movimiento alguno.

- Bueno, bueno – Dijo la señora Weasley – Ginny, dile a Harry que venga al comedor. – Ambos voltearon y se dieron cuenta como ya toda la familia se encontraba en el comedor comiendo.

El tiempo durante el almuerzo había pasado de forma veloz, a ciencia cierta, Harry ni siquiera estaba escuchado la conversación que se estaba dando con los Weasleys, solo veía su comida, y encerrado en su propio mundo a veces miraba a Ginny que se encontraba sentada exactamente en frente de él, al otro lado de la mesa.

- ¿Verdad, Harry?. – Hermione lo sacó de sus pensamientos. Al girar la cabeza se encontró con varios pares de ojos que lo observaban esperando por su respuesta.

- ¿Qué?.. ¿qué? – Preguntó Harry mirando a Hermione como si le hubiese dicho la ecuación más confusa de química muggle.

- Les decía que ahora que ya eres jefe de Aurores, ya estás como más relajado…

- Ah, sí… sí. Estoy más relajado. – Respondió.

- Pero que elocuente – Se burlo Fred Weasley.

- Menos mal, Harry, ese trabajo te tenía enfermo, me alegra que te hayas decidido a vivir la vida.- Opinó Fleur desde la esquina contraria de la mesa.

- Solo te falta una cosa… el amor.- Replicó Hermione.

- Obviamente le falta el amor, Harry lo tiene todo, pero le falta lo más importe… ¿verdad, Harry?. – Dijo la señora Weasley mientras entraba al comedor con el postre en sus manos.

- Sí… se puede decir que estoy buscando a la indicada. – Comentó Harry un poco sonrojado. En ese preciso momento sintió la mirada de Ginny clavada en su rostro, no quiso voltear, si se encontraba con esos ojos almendrados de seguro no saldría vivo.

- ¡AAAAWWW! – Dijeron Charlie, George y Fred al mismo tiempo en tono de burla. Mientras el señor Weasley se partía de la risa ante el atrevimiento de sus hijos.

- Estás gay, hermano. – Le respondió Ron al tiempo que comía el postre. – Ya hablas como mujer y todo. – Todos en la mesa rieron mientras que Harry se volvía rojo como el pelo de su mejor amigo.

- Cierto.- Dijo Charlie. – Creo que Potter sacó su lado femenino. – "Ay, solo estoy buscando al hombre indicado" o "Yo solo quiero establecerme y formar una familia" – agregó mientras agudizaba su voz.

- Te faltó agregar que todos los hombres somos una mierda – Comentó Bill Weasley, y recibió una mirada severa por parte de su esposa.

- Cállense, que Harry demuestre sus sentimientos no es motivo de burlas, y menos por parte de ustedes – Comentó Hermione furiosa en su intento de defender a su más que amigo, hermano.

- ¡Que dices, Hermione! Si se ve que Harry es un sometido por las mujeres, en una relación ella llevaría la batuta en vez de él. – Dijo Ron partiéndose de la risa.

- Claro, debe ser que en nuestra relación el que lleva la batuta eres tú, Ronald.- Contraatacó la castaña. Ron bajo la cabeza en forma de negación y más rojo que un tomate, aún soportando las burlas de sus hermanos por semejante comentario.

Harry sonrió.

Si bien Harry se encontraba divertido en la conversación, se sentía medio perdido, no había tenido muchas ganas de hablar acerca de su vida romántica en ese momento.

- Tampoco veo el problema – Opinó Fleur mientras se levantaba de la mesa del comedor.- Todos ustedes tienen novias, los hombres Weasleys hacen lo que su mujer diga – se escuchó como la señora Weasley aplaudía ante ese comentario. – Bill me tiene a mí, George tiene a Angelina, Fred a Roxanne, Ron tiene a Hermione… y Charlie, que aunque sea un mujeriego, tiene a su chica por allá en Rumania y claro, el señor Arthur tiene a Molly… y todos hacen lo que sus mujeres digan.

- El hombre propone, y la mujer dispone.- Agregó Ginny riéndose. Harry la miró, ¿desde cuándo se reía de esa forma tan encantadora?.

- ¿¡Y qué me dices de Ginny?! – Preguntó Fred resignado.

- Ginny debe ser adoptada. – Dijo Hermione mientras las mujeres presentes reían en la mesa. – Que Ginny sea una Weasley no significa que debe ser tan idiota como sus hermanos… Todos saben que Ginny tiene bien controladito a Dean.- Todos rieron en la mesa, incluyendo los hombres, sin importar que habían sido insultados de una manera inaceptable para un hombre.

Harry miró a Ginny y vio como ella se sentía algo incómoda, al parecer no le había dado gracia que nombraran a Dean durante la conversación.

¿Dean? ¿Dean Thomas? Por favor, si todo el mundo mágico sabe que Dean es un imbécil, pensó Harry. Miró a Ginny y vio como ella le desviaba la mirada. ¡Dean Thomas! Si él no se merece a semejante mujer… ¡Ginny Weasley! La pelirroja más sexy de la existencia… alto, Potter, espérate un momento, ¿desde cuando te da por defender a la peli… a Ginny? Miró a Ron, quién sonreía ante la conversación. ¿cómo es que Ron no está maldiciendo a ese idiota? ¡Cuando Ginny y yo salimos en 6to año me jodió la vida entera!...

Bajó de las nubes y se dio cuenta que estaba solo en la mesa de comedor, bien, hoy era el día de estar distraído, estaba demasiado idiota… tal vez él siempre era idiota y distraído… pero esta vez estaba ganando el premio al idiota del día, y capaz no lo ganaba porque era demasiado idiota.

- Te dije que ya basta, Dean.- Susurró Ginny a unos metros de Harry. Harry la observó detenidamente, ella estaba de espaldas y veía por la ventana de la acogedora sala mientras hablaba por su teléfono celular, aparentemente con Dean, probablemente ella no sabía que él estaba escuchando su conversación.

- No, te dije que no… cierto, disculpa, no volverá a pasar, cariño. – Harry la miró sorprendido, ¿qué pasó con ese discurso de que Ginny Weasley era valiente y que mantenía controlado a su noviecito?. – Ya te dije que lo sentía… en serio, Dean, no hace falta, y sí, llegaré temprano hoy a tu departamento… sabes que siempre cumplo lo que prometo – Dijo sin ganas. – Adiós, sí, yo igual cariño. – Colocó su celular en el bolsillo de su pantalón y se volteó.

- Harry – Le sonrió, una sonrisa que hasta un troll podría identificar esa sonrisa tan falsa.

- ¿Todo bien?.- Le preguntó Harry al ver su cara de preocupación.

- Muy bien. – Sonrió Ginny, haciendo un mejor esfuerzo.

- No sabes mentir con la sonrisa, Ginny – Se rió Harry. Ginny se sonrojó y miró hacia otro lado mientras metía sus manos en los bolsillos traseros de su pantalón. Harry la escaneó con la mirada, como un animal a punto de comer su presa. Vestía un jean de color claro ajustado y una camisa de tirantes color blanca que hacía resaltar el color de su cabello que caía largo por su espalda y sus hombros. ¿Desde cuándo Ginny estaba tan buena? Se preguntó Harry.

- Todo está bien, Harry.- Mintió.

- Dean es tu novio… ¿no? – Preguntó Harry como quién no quiere la cosa.

- Sí, mi novio. – Respondió Ginny nerviosa. – Cumpliremos siete meses pronto…

-¡Ah! Siete meses… no suena mal. – Suena horrible, pensó Harry. - ¿y de qué trabaja él?.

- Tiene una tienda en el callejón Diagon, de quidditch, le gusta mucho el quidditch.

Claro, como el era tan bueno en Hogwarts, se la pasaba jugando quidditch, su adicción, pensó Harry sarcásticamente. – Tener una tienda de quidditch es el sueño de todo hombre – Mintió divertido.

- Sí, la paso bien ahí. – Agregó Ginny. Que idiota, Dean Thomas, pensó Harry.

- Seguro – Sonrió.

- Y tú… estás de Auror, ¿no? – Preguntó Ginny. La mente de Ginny estaba vuelta un lío, como si unieras muchas frutas tropicales y le agregaras comida para mascotas. – He escuchado que ha habido varios ataques últimamente, desapariciones, algo así.

- Sí, así es – Confirmó Harry.- Debes cuidarte mucho, Ginny. Las desaparecidas suelen ser mujeres.- Agregó preocupado.

- Sí, mi hermano ya me ha dado ese sermón, Harry – Rió Ginny.

- Igual, deberías darme tu número de celular para contactarte en caso de cualquier emergencia, Ginny – Harry sacó un celular del bolsillo y miró a Ginny expectante, esperando que ella le dictara algún número. Acabo de pedirle su número,y finalmente, he comprobado que puedo llegar a ser más idiota que Dean Thomas, pensó.

Ginny mostró una amplia sonrisa. La verdad era la sonrisa más sincera que le había dedicado a Harry en lo que iba de la tarde. – 5889634 – Le dictó.

Harry sonrió.

Ginny tenía los brazos cruzados, a veces miraba al suelo, a veces se miraba las uñas… a veces miraba a Harry, pero no le gustaba mirar a Harry… le encantaba, últimamente se había sentido un poco distraída, triste y desanimada, mirar a Harry y verse reflejada en sus ojitos verdes era el cielo para ella, se sentía relajada, cuidada, sentía su mirada sincera que le penetraban sus pensamientos y la hacían temblar. Esos ojazos… esos ojazos que la envolvían desde hace tanto tiempo, pero eran los mismos ojos que le habían dado a entender que Harry no se fijaría en ella… ella podría adorarlo… pero no iba a dejar que Harry le arruinar la poquito que tenía de su lado… por eso estaba con Dean, que la adoraba y la entendía.


Bien, si han llegado hasta acá significa algo! jajaja. No es mi primer fic, estoy volviendo al mundo de los fics después de dos años!, tampoco es que soy la mejor escribiendo ni nada de eso, puro hobbie.

Agradecería de una forma gigantesca que dejaran sus reviews, me animarían demasiado a seguir, estaba super dudosa de subir esto. Y se viene un buen drama con esta historia. Reviews! Por fa, no les cuesta nadita jajaja

Un beso!