Reto de CieloCriss. ¡Otra vez eres la culpable de esta saga futurista y de agentes!
El reto debe ser matrimonial, tener por hijos a Osen y Benji de autoria de la retadora, y una Mimi insegura de su vida marital. Claro, esta es solo la introducción.
Advertencia: Este fic está en paralelo a Doble Agente (historia de Taichi y Catherine) y Dos Amantes (historia de Ken y Miyako). No es necesario leerlos, pero la intertextualidad es entretenida.
Dupla Inconexa
Por Sybilla
Capítulo I
La oficina estaba hecha un desastre. El cerrojo manual forzado y el digital destrozado hasta sus cables, los estantes con archivadores con hojas de cálculo en el suelo pisoteadas, y robados todos los dispositivos de almacenamiento electrónico.
No era muy alentador verla así, ninguno de los presentes dijo algo al respecto y se mantuvieron callados hasta que el pelirrojo habló.
—Ya se podrán imaginar porqué los cité —dijo con voz queda—. Esta habitación todavía está protegida contra el espionaje; al menos por las siguientes dos horas, hasta que el motor de emergencia deje de funcionar.
—Las cosas están llegando demasiado lejos —murmuró Taichi, en ese puñado de exelegidos, él era el más elegante de todos. El traje lo llevaba arremangado y ya se encontraba sin corbata—. Los bombardeos, las conspiraciones y los ataques públicos en contra del mundo digital. A mí ya me están citando a juicio por mis obvias conexiones.
—Son tiempos difíciles —dijo Ken, a quien ya lo habían expulsado de la jefatura de la policía.
—Están aquí porque son los que me puede ayudar —siguió el pelirrojo, pisando los vidrios que había dejado su computadora destrozada en el suelo—. Miyako y yo tenemos las herramientas para infiltrarnos en las redes y descifrar quién está detrás de todo esto y desbaratarlo. Tú, Taichi, estás en el mismísimo Congreso, y tú, Ken, estás dentro de la policía, nos sirves como apoyo.
—¿Y los otros?
—Entre menos sepan, mejor —resolvió Koushiro con pesar—. Así podremos pasar lo más desapercibido posible.
—Koushiro tiene razón, Ken. No queremos involucrar al resto, somos piezas clave. Si nos hundimos, nos hundiremos solos.
Así fue cómo cerraron el trato en silencio, sin apretones de manos ni verbalizando algo concreto; solo se quedaron mirando en medio del desastre de la oficina de su nuevo jefe. Los tres salieron del edificio en completo mutismo para luego tomar distintas direcciones a distintas locaciones de la gran ciudad. Taichi de vuelta a su oficina, Ken a la estación de policía y Koushiro simplemente hacia su casa. Ya no tenía oficina, no podían culparlo. No usó metro, ni otro tipo de locomoción, solo caminó en dirección a los suburbios.
De haber estado con Taichi o Ken, probablemente se habría dado cuenta de que lo seguían de cerca desde una intersección importante de la ciudad. Mimi estaba camino a su departamento cuando se lo cruzó y él ni siquiera la vio. La mujer se indignó y pensó en dejar pasar el infortunio e ignorarlo cuando tuviese la oportunidad. Sin embargo, ese día el pelirrojo tenía una expresión distinta. Indescifrable si le preguntaban a ella, y decidió seguirlo para poder descubrir lo que le molestaba. Mucha fue su sorpresa cuando la caminata se extendió tanto que ya no encontró sentido en devolverse a la ciudad.
Koushiro entró en su casa tipo familiar y Mimi nunca supo por qué nunca había tenido conocimiento de su residencia. Le parecía demasiado grande para un hombre como él, sin familia todavía. Se asomó en una ventana y vio cómo casi todas sus pertenecías seguían embaladas. Y ella recordó que todavía estaba embalando sus cosas para irse de su departamento para volver con el rabo entre las piernas a la casa de sus padres, quienes estaban más que felices de recibirla. Qué extrañas eran las coincidencias. Claramente podrían ser compañeros de casa.
Se animó a sí misma y tocó la puerta.
—¿Quién es? —preguntó paranoico detrás de la puerta.
—Para saberlo, deberías abrir.
—¿Mimi?
—¡La misma! —indicó apenas él la descubrió al abrir la puerta.
—¿Qué haces aquí?
—¡Te seguí, idiota! —explicó animada y se invitó sola para entrar dentro de la casa e inspeccionar.
Koushiro solo pensó en que si ella fue capaz de seguirlo sin que se diera cuenta, con lo escandalosa que era, cualquiera un poco más entendido en el tema lo haría sin problemas. Tuvo la urgencia de cerrar la puerta y cada una de las ventanas con seguro y candados, y cada cortina que pudiesen estar usando para observarlo en esos momentos. Así que, mientras la mujer se distraía mirando el espacioso lugar y pensaba en cómo negociar su estadía allí, él hizo todo lo que le urgía: cerró la puerta tras de sí con sigilo tal que se alarmó cuando el cerrojo sonó. Capeó a Mimi cuando iba camino a la enorme cocina para cerrar cada cortina de la sala de estar y apagar las luces; espiando un poco los alrededores antes de adentrarse en otra habitación.
Mimi abrió el horno y metió la cabeza en él para exclamar y recibir el eco de su exclamación. Koushiro cerró con doble llave la puerta de la estancia y con una sábana tapó la ventana sin cortina. La mujer salió en dirección al baño de invitados y quedó maravillada por su espacio, y el hombre la pasó caminando por el pasillo verificando cada ventana. Pensando también en cerrar las habitaciones que aún no usaba para aumentar su seguridad. Solo había comprado una casa tan grande por la habitación en el sótano, construido de tal forma que era un bunker en contra ataques nucleares. En unos cuantas muchas horas también lo sería en contra de espionaje; era como una versión mejorada de su oficina, ahora destruida completamente.
—Koushiro, debemos hablar —indicó la mujer apenas salió del baño de invitados. Él sudaba en seco pensando en sus posibles atacantes—. ¿Estás pensando en casarte?
—¿Qué? No, ¿por qué lo preguntas?
—La casa…, mírala —dijo ella, levantando sus brazos y girando lentamente sobre su eje para mostrarle su enorme potencial—. Es como si quisieras empezar una familia.
—No está dentro de mis planes —dijo incómodo, Mimi lo atribuyó a su condición de adoptado—. Pensaba en traer a vivir a mis padres a vivir conmigo.
Eso arruinaba todos sus planes. Su sueldo no le permitía vivir sola con todos los lujos que se daba, aún no le contaba a sus amigas que se iría a vivir con sus padres a sus treinta años por lo que todavía podía cambiar los planes. «¿Recuerdan que les dije que me mudaré? Viviré con un amigo de la infancia, será divertido porque es un trabajólico y viviré prácticamente sola. ¡Casi nunca lo veré!». Mimi tenía que pensar en algo, Koushiro le había caído del cielo, caminado ese día como un zombie desanimado por una importante intersección de la ciudad. Le tenía un cariño especial a la mamá adoptiva pero no quería vivir ella.
—¿Y si yo vivo contigo? —dijo en un momento desesperado. Cuando se oyó, inmediatamente se tapó la boca.
—¿Por qué harías eso? —preguntó él, paranoico, ¿y si era como Catherine y quería espiarlo desde dentro? Mimi tenía grandes sentimientos pero, francamente, ella era influenciable. ¡Había encerrado a sus amigos en una celda!
Oyó un ruido en el patio que era de un roedor, pero para él era un asesino.
—¿Y por qué no? Nos conocemos desde niños y una casa tan grande para ti es demasiado. ¡Te cocinaré todos los días! Seré una excelente compañera.
—No sé, Mimi…, es todo tan precipitado.
—Está bien. ¡No quería hacerlo! —Koushiro pasó saliva, iba a robar los secretos de Gennai para venderlos a la organización—: Prometo asear la casa cuatro días a la semana. —Koushiro levantó una ceja, ¿qué estaba pasando aquí? —. Está bien, no haré fiestas. Solo invitaré amigas a la casa cuando no tengas trabajo que entregar, te preguntaré antes…
—¿De verdad quieres venir a vivir conmigo…, aquí?
—¿No eras tan inteligente, genio? Te ofrecí más de lo que estaba dispuesta a entregar. Pagaré la mitad de la renta, pero no pienses que…
—Mimi —interrumpió él, tomándola de los hombros torpemente. Aún estaba desconcertado porque Mimi había conseguido seguirlo sin problemas. No sabía cómo planteárselo: —¿Desde cuándo quieres vivir conmigo?
—Desde siempre…—Koushiro entornó los ojos—. ¡Está bien! ¿Hace unos cinco minutos atrás? No sabía que tenías una casa tan grande para ti solo y yo estoy a punto de volver a vivir con mis padres. Vi una oportunidad, ¿me tomas o me dejas?
—Mimi…
—Recuerda: cocino fantástico.
Koushiro vio una amiga en problemas a quien era capaz de ayudar y una oportunidad. Mimi cocinaría comida nutritiva, cosa que su madre aprobaría sin pensarlo; también aportaría su toque femenino, así evitaría que él estropeara la casa con su toque simple y feo. Habrían risas, seguro, ella se encargaría de hacerlo feliz con sus salidas y panoramas. Y definitivamente la más importante: la casa no estaría tan sola de vivir solo él. No le daría tantas oportunidades de entrar a la casa a los mismos personajes que habían entrado y destrozado su oficina.
—Puedes invitar a todas las amigas que quieras y cuando quieras —indicó con una leve sonrisa en los labios y las manos en los bolsillos.
Ella tardó en reaccionar, como si no hubiese entendido una sola palabra de lo que él decía, y luego rompió a gritar emocionada. Se echó a sus brazos y así se mantuvo un tiempo. Jamás le preguntó a su nuevo compañero de hogar por qué estaban a oscuras.
—¿Seguro que es buena idea? —le preguntó más tarde por teléfono a su mejor amigo político.
—¡Buena idea! Mejorará la impresión de tus vecinos de ti, el hombre solitario y sin familia viviendo en los suburbios. ¡Podría presentarte a una de sus amigas!
¡Una amiga! Hace tiempo que no pensaba en el sexo femenino por lo que se sonrojó un tanto y decidió dejar ese pensamiento y olvidarlo, pero no pudo. Se quedó durmiendo en el sofá muy entrada la noche, horrorizado por los posibles hombres que esperaban robar toda su información; ya que Mimi había decidido quedarse y dormir en su habitación para planear tempranísimo toda su vida juntos como compañeros. En consecuencia, despertó tarde con Mimi parloteando de los colores que debían usar en las habitaciones. A media tarde, ya había decidido qué habitación sería la suya y para la noche su padre desmontaba su colchón y sus cosas de una camioneta.
Una semana después, la casa tomaba forma. Koushiro trabajaba desde su habitación en su proyecto privado y Mimi ordenaba y charlaba con su nueva amiga por todo el lugar: la decoradora. La mujer no parecía particularmente interesada en él, lástima, porque era muy bonita.
Finalmente, se sintió seguro con la habitación del sótano funcionando casi al cien por ciento. Había aprovechado la puerta blindada pero aún utilizaba una clave simple de cuatro dígitos, ya pensaría en una mejor…, cuando su mente estuviera más tranquila.
—¡Cariño, la cena está lista!
Koushiro frunció el ceño. Le había dado una extraña sensación de nostalgia, de cuando todavía era un niño y vivía con sus padres. Su madre llamaba así a su padre cuando estaba lista la cena, y temeroso de lo que encontraría en la cocina, se asomó con duda en la estancia.
—¡Aquí estás! Trabajaste tan duro esta semana y, como ya estamos listos, decidí que debíamos celebrar.
Celebrar, era algo que jamás se le habría ocurrido a una criatura tan práctica como él. Terminar el trabajo era algo que lógicamente tenía que pasar si se ponía el esfuerzo necesario para ello, lo cual, para él, significaría pensar en el siguiente paso, comiendo alguna porquería que habría ordenado solo para llenar la tripa. No pudo evitar sonreírle a la mujer con quien con tanta naturalidad vivía. Lejos de todo lo esperable, sus vidas en esos pocos días se complementaban bien. O al menos, su presencia allí no lo hacía querer encerrarse para evitar verla. Mimi se levantaba, hacía el desayuno y se preocupaba de planear su día en su espacio; Koushiro se levantaba de igual forma, comía para luego limpiar la cocina y trabajar en su sótano. El tecleo y las llamadas por teléfono con el agente de ella se mezclaban dentro de la casa. Bien, de todas formas, una explicación a este raro fenómeno era el siguiente: no llevaban mucho tiempo viviendo juntos y la casa era lo suficientemente grande como para no encontrarse y molestarse mutuamente con sus excentricidades.
En esos momentos, Koushiro se sentía tranquilo, comiendo la cena que Mimi había preparado para celebrar y escuchando su día en silencio. Destaparon una botella de vino tinto y, a las luces de las velas, ya que Mimi pensaba ciegamente que él amaba la oscuridad luego del primer día; se miraron a los ojos y se entendieron. Era como si fuera el destino, según el pensamiento romántico de Mimi.
Ninguno de los dos se habría imaginado estar con el otro. Sin embargo, esa semana había sido una epifanía para ellos: ¿sería que la casa los habría puesto a prueba como un reality show?
Se besaron frente al lavabo, justo cuando él se disponía a lavar la losa sucia de la cena, y bajo la mirada atenta de los mismos tipos que destruido la oficina de Koushiro. Mimi había pensado que la pequeña ventana de la cocina debía tener una cortina pequeña que solo tapaba la mitad y dejaba descubierto la parte superior para admirar el patio y para que los tipos malos los vieran a ellos.
Estrenaron la mesa con el mantel con pequeñas manchas de vino al puro estilo del doggy style. Mimi nunca había encontrado mejor amante, tan atento con su flor que solo años utilizando la bolita del ratón de la computadora pudieron darle. Luego, un momento de lucidez los hizo temer. Habían arruinado no solo su amistad sino que también su relación de compañeros de hogar.
—Nunca más —dijo ella y él asintió.
Cada uno se encerró en su habitación, pensando en la mentira que habían dicho.
Continuará...
