"The Chronicles of a Hero I"
Por "The Wizard Of Words"
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Capítulo 1
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Mi historia comienza con un protagonista, su nombre es Gabriel, y no, no es especial porque tenga poderes sobrenaturales como súper fuerza, ni tampoco puede volar o hacer levitar cosas, tampoco es inmortal o licántropo, él es simplemente un héroe, no porque sea especial sino porque posee una voluntad tan fuerte como las olas del océano o como el viento de un tornado.
Él es el héroe porque a pesar de su insignificancia y su completa humanidad lo daría todo por ella, sí, su bella y amada doncella, Jane.
Jane era una joven no como cualquier otra, ella era bella, inteligente y con el corazón lleno de la más brillante pureza que puede haber en el mundo.
Gabriel por supuesto que la admiraba tal y como lo hacía cualquier otro hombre, a sus diecisiete años de edad ya soñaba con una bella esposa como Jane, con formar una familia y tener una vida llena de lo placeres cotidianos del día a día.
Era un completo soñador enamorado y esa tarde soleada de verano el destino le daría un giro inesperado a su vida, un giro que quizá lo convertiría en el héroe que realmente era en el fondo de su corazón.
Estaba como todas las tarde, ayudando a su padre a cortar la leña en el bosque para llevarla al pueblo y así sacar el dinero suficiente para mantener a su familia, su hermana pequeña había estado un poco enferma desde el nacimiento pero en los últimos meses su salud había empeorado lo suficiente para ser preocupante, el dinero era escaso para un par de leñadores y las atenciones de un sanador demasiado caras por lo que había que trabajar el doble de lo normal.
−¡Gabriel! Oscurecerá en unas horas, si estás listo es hora de comenzar a acarrear la madera− Gabriel miró su gran pila de madera y calculo que podría llevarla en unos cinco o seis viajes al pueblo, se secó el sudor con la manga de su camisa y dejó clavada el hacha en uno de los troncos que estaba cortando.
−¡Ya voy padre! Terminaré con este y te alcanzaré− Su padre apareció de entre los árboles con su propio cargamento ya bien atado a la espada fuerte para la edad que poseía.
−Date prisa… no quiero que oscurezca, el bosque de noche es peligroso y lo sabes, los lobos acechan a la luz de la luna− Gabriel asintió y siguió cortando aquel pino, no era la primera vez que su padre le advertía de los peligros que la noche traía consigo, ni tampoco sería la última.
A su padre le encantaba escuchar todo tipo de historias populares en el pueblo y sabía que del bosque los lobos eran su último temor.
Gabriel recordaba que cuando era pequeño, en la séptima vez que había acompañado a su padre a trabajar se había encontrado con algo realmente extraordinario, Gabriel había estado de lo más impresionado con el hallazgo pero fue la primera vez que vio verdaderamente aterrado a su padre.
Cerca del río que pasaba por ahí había encontrado montoncitos de rocas sacadas seguramente del río porque todas eran de un color gris brillante y tan lisas como la seda, las piedras formaban patrones en el suelo, unos dibujos bastante complicados que Gabriel ya no recordaba, lo que si recordaba era haber ido a buscar a su padre para mostrárselo y su padre lo había reprendido ferozmente, le había hecho jurar una y otra vez que jamás se volvería a acercar ahí de nuevo y también le había preguntado millones de veces si había tocado algo o incluso pisado, él le había asegurado una y otra vez que no había hecho ninguna de las dos cosas, pero la cosa no terminó ahí, su padre lo había llevado esa misma noche a la cabaña de un viejo brujo para que lo limpiara de cualquier maleficio, Gabriel había estado realmente asustado después del asunto y le llevo varios meses alejarse de los leñadores de nuevo y explorar un poco el bosque.
Después de medio año su madre había dado a luz a Biritani, su hermana menor, desgraciadamente su madre había muerto unos minutos después de que Bri naciera y eso lleno de luto a su familia, Gabriel sabía que en lo profundo del corazón su padre culpaba a esas pilas de rocas de las desgracias que fueron llegando después a ellos, Gabriel empezaba a pensar en lo mismo.
Ahora sabía que lo que había encontrado aquel día eran símbolos de algún mago, seguramente uno oscuro como la mayoría de las cosas que habitaban el bosque, los magos solían usar las cosas de la naturaleza para sus rituales, por ello su padre había estado tan asustado de que Gabriel hubiera sido hechizado o maldecido por haber estado ahí aquel día.
Y aunque el hechicero al que lo había llevado después del incidente había asegurado que estaba limpio los hecho que fueron sucediendo en su familia demostraron lo contrario, primero había sido su madre y después la misma Britani, el sanador de su pueblo había dicho que su corazón no latía normal y que no podía hacer mucho por ayudarla, Bri no había tenido una infancia normal, había crecido casi encerrada en casa y la mayoría del tiempo se la pasaba en cama.
A los únicos lugares a los que su hermana podía salir eran con el sanador y de vez en cuando Gabriel la sacaba al campo, a que respirara aire fresco.
Aunque se había puesto enferma otras veces siempre salía adelante por eso Gabriel no perdía las esperanzas pero cada vez había menos dinero para los cuidados de su hermana y su padre lucía más cansado con el tiempo, él no sabía cómo era que habían sucedido tantas desgracias en tan poco tiempo pero tenía una idea del porqué y era una idea que no se le salía de la cabeza, por ello evitaba todo aquello que luciera raro dentro del bosque y como su padre le ordenaba evitaba estar ahí a la luz de la luna, después de todo la mayoría de las historias del pueblo empezaban con "cuando era de noche" o "cuando la luna había salido".
Era ya el tercer viaje hacía el pueblo, Gabriel estaba exhausto pero todavía le faltaba la mitad del trabajo así que decidió tomar un pequeño descanso a la sombra de un gran árbol, cuanto más se acercaba más distinguía la silueta bajo el árbol y lo que pensó que sería alguno de los chicos del pueblo resultó ser Jane, la chica con la que había suspirado más de una vez.
−¡Hey hola! Gabriel− Él se quedó casi sin aire al escucharla, ella había estado dibujando bajo el árbol pero lo había notado seguramente antes que él a ella y ya era tarde para escapar.
−¡Jane! Yo, no sabía que estuvieras por aquí…− Comentó él un tanto nervioso, era la oportunidad que había esperado por años, el estar a solas y poder hablarle, lo único malo era que él estaba completamente sucio, con la ropa y la cara llenos de astillas y lodo, con el cuerpo mojado por el sudor y la cara enrojecida por el sol, nada presentable para hablar con una chica y menos cuando dicha chica era Jane.
−¿Estás trabajando cerca de aquí?− Preguntó ella con una sonrisa que casi puso de rodillas a Gabriel, ella era tan pura, tan blanca que él pesaba que estaba hecha de luz, su vestido era de un verde pasto y combinaba perfecto con sus ojos de la misma tonalidad, su cabello oscuro caía sobre sus hombros pálidos con bellas ondas y sus mejillas estaban sonrojadas por el sol haciendo resaltar las pecas de su piel.
−Sí, yo… ammm, me estoy tomando un pequeño descanso− Gabriel no sabía qué hacer, no sabía ni como se llamaba, quería acercarse y sentarse junto a ella pero temía que ella lo rechazara por su mal aspecto, quería irse y volver aseado pero sabía que si la dejaba ahí iba a perder su única oportunidad para siempre.
−Bien, entonces ¿por qué no te sientas conmigo y hablamos un rato?− Él casi trastabillo y finalmente decidió sentarse, lo suficientemente cerca para hacerle compañía pero lo bastante lejos para que con suerte ella no notara la suciedad que tenía, ella volvió a sonreír y dejo sus herramientas de dibujo entre el pasto.
−¿Qué estabas dibujando?− Preguntó él con timidez, ella llevo la mirada a su papel de dibujo y se lo prestó, él lo recibió gustoso y le echó un vistazo largo y detallado, admirando cada línea del trazo.
−Mi madre dice que no debería perder el tiempo en esas cosas, una buena mujer debe practicar la cocina, el lavar y criar a los niños, cosas que un marido apreciara en una buena mujer… pero a mí me gusta pintar− Comentó Jane con dulzura en su voz, Gabriel se prometió que si él fuera ese marido la dejaría pintar tanto como ella quisiera.
−Es un dibujo muy bonito ¿Qué es?− Preguntó Gabriel devolviendo el dibujo con el pesar de su corazón él quería conservarlo por siempre.
−Lo veo siempre en mis sueños, un lugar lejano que solo yo conozco− Comentó ella con una sonrisa cómplice que Gabriel respondió torpemente.
−Es realmente bonito, lo digo enserio− Mencionó con gran entusiasmo, Jane se rió con aquello y Gabriel creyó que estaba escuchando a los mismos ángeles.
−Gracias, es usted muy amable joven Tomson− Gabriel se sonrojo un poco con aquel hermoso tono de voz que había usado Jane.
−No pensé que conocieras también mi apellido− Comentó él bastante emocionado, él siempre había estado observando a Jane pero no pensó que ella pudiera interesarse en él alguna vez por lo que era una agradable sorpresa que ella lo conociera un poco más de lo que Gabriel se habría atrevido a imaginar.
−¿Por qué no? Te he observado varias veces, y cada noche de invierno que mi casa está llena de calor gracias a la leña de la chimenea pienso en ti y en el duro trabajo que haces diario− Él enrojeció completamente con aquello, se enorgulleció aún más de su trabajo y decidió que lo haría con más ganas cada vez.
−Y eso es más amable aun de su parte señorita Lergmant− Ella sonrió con gracia, desvió un poco la mirada indudablemente sonrojada, Gabriel se sintió el hombre más afortunado de todos en ese momento.
Estuvieron un buen rato hablando hasta que la tarde casi se terminó, Jane tenía que volver a su hogar a ayudar a su madre con los deberes y Gabriel por supuesto tenía que volver al trabajo, su padre seguramente ya estaría dando el último viaje y lo esperaría en casa antes del anochecer así que Gabriel tenía que apurarse o la noche caería y él no iba a terminar a tiempo.
Ya que estaba más animado de lo normal supuso que lo lograría justo a tiempo así que sin más contratiempos se puso en marcha.
Era el último viaje y notó que algo andaba mal, el sol se ocultaba rápido entre los árboles y el aire parecía más denso casi como garras sobre él que no lo dejaban avanzar en su camino, o quizá era el cansancio al final de todo su trabajo así que trato de ir a un paso más lento pero constante, todavía le faltaba la mitad del camino cuando el sol se ocultó por completo más allá de una montaña, se preocupó bastante pero no dejo que el miedo se instalara en su mente, solo decidió seguir adelante convenciéndose a sí mismo que no había nada ahí en el bosque fuera de los lobos.
Los grillos comenzaron a tocar esa singular melodía de la noche y Gabriel se relajó un poco concentrándose solamente en ese bello sonido, el bosque le pareció un lugar bonito incluso de noche y la pesada carga sobre su espalda se sintió un poco más ligera.
Después de un rato aparte de los sonidos de los grillos escuchó algunos búhos en la lejanía,, el aullido aún más lejano de los lobos, pero también distinguió un sonido familiar que le helo la sangre un poco, eran pasos y estaban cerca.
−¿Quién está ahí?− Gritó de pronto a la oscuridad del bosque, los pasos se acercaron más y él se puso nervioso, quería pensar que sería su padre buscándolo pero una parte de él lo dudaba bastante, con suerte sería algún animal del bosque aunque los pasos eran constantes y pesados como los de cualquier persona, Gabriel se detuvo a escuchar con más atención y los pasos se detuvieron, él no se movió tampoco y apenas se atrevió a respirar.
−Vaya, un leñador ¿No es un poco tarde para estar trabajando?− Gabriel se volteó sobresaltado con la voz burlona en su espalda, en cuanto lo hizo sus ojos chocaron con un joven de más o menos su misma edad, parecía un chico rico, quizá el hijo de un banquero o un sanador, sus ojos verdes jade parecían traspasar la oscuridad de la noche, su cabello negro, al igual que su capa al contrario se fundían con la profundidad de la noche y la piel blanca parecía brillar como la luna en el cielo, era joven y apuesto de una manera peculiar, como un ser perfecto y Gabriel se sintió incapaz de dejar de mirarlo, pero no como le pasaba con Jane, esto era de una forma más oscura, más intensa también, como el herrero que observa el filo de una espada, con la admiración por la belleza de la hoja recién forjada pero con el sentimiento de peligro al saber lo que aquella hoja es capaz de hacer. −¿Acaso no te han dicho que el bosque puede ser peligroso cuando cae el sol?− Preguntó el joven con una sonrisa peligrosa y a la vez hechizante, Gabriel sintió un vuelco en el estómago por el temor que aquella sonrisa le provocaba pero no dejo que nada se reflejara en su rostro, trato de calmarse lo mejor que pudo, después de todo, en el bosque y la oscuridad de la noche cualquier persona podía parecer sospechosa pero no necesariamente lo era.
−¿Y a ti?− Preguntó Gabriel de vuelta midiendo las reacciones del otro.
−Supongo que sí, pero no creo mucho en los cuentos− Comentó el joven con naturalidad, Gabriel pensó que quizá fuera solo un chico rico que pensaba que podía hacer lo que quisiera solo porque tenía dinero, y en efecto le gustaba hacerse el valiente aventurándose en el bosque por la noche, o quizá el chico estaba ahí por uno de esos juegos que había visto varias veces entre los jóvenes del pueblo, aquel que se atreviera a entrar en el bosque a la luz de la luna por determinado tiempo ganaba una cita con alguna de las doncellas más bellas del pueblo, había escuchado que nadie se atrevía a estar en el bosque más de tres minutos pues todos se asustaban de inmediato al primer ruido extraño que escuchaban y corrían de vuelta con sus amigos, pero también había algunos otros que mantenían records aunque debido a que ya tenían a las doncellas a sus pies ya no se interesaban en jugar de nuevo.
Quizá aquel chico era uno de aquellos llamados valientes, Gabriel sabía que él les habría ganado a todos, no había casi nadie que conociera más el bosque que un leñador pero su padre habría desaprobado terminantemente que él participara en un juego tan peligroso y absurdo, además de que un leñador no conseguía entrar jamás en el círculo de los jóvenes con dinero, cuyos pasatiempos eran hacer tonterías, conquistar doncellas ingenuas y beber hasta caer perdidos, su padre decía que ellos solo se dedicaban a gastar el dinero de sus padres y a perder el tiempo, Gabriel se enorgullecía de su trabajo pero a veces si envidiaba la tranquilidad con la que vivían aquellos chicos, él no tenía tiempo para eso ni para nada más que no fuera trabajar, su día a día iba solo de despertar muy temprano, entrar al bosque y salir de ahí ya entrada la tarde, llevar la leña al depósito y volver a casa a recuperar energías para el día siguiente.
−Pues deberías creer en los cuentos…− Comentó Gabriel dándose la vuelta de nuevo y volviendo a caminar en dirección al pueblo, tenía que darse prisa o su padre saldría a buscarlo y no quería que lo encontrara ahí metido en el bosque todavía.
−Una sugerencia demasiado misteriosa para un simple leñador− Comentó el chico caminando junto a él, Gabriel se sintió un tanto molesto por la forma en que el chico decía la palabra "leñador" tan despectivamente como si fuera un insulto.
−Pues bien, este simple "leñador" te apuesta a que conoce más el bosque que tú, por lo que el consejo es válido− Declaró Gabriel indignado, el chico solo se echó a reír con esa risa malévola que parecía caracterizarlo.
−Una apuesta peligrosa, no, más bien completamente tonta…− Aseguró el chico con seguridad, pero Gabriel conocía a los chicos ricos y sabía lo engreídos que podían ser, creyéndose los amos de todo.
−Una apuesta sabia porque sé que la ganaría en un instante…− Contraatacó Gabriel con total seguridad, en el chico brillo algo oscuro en su mirada.
−Mi primera impresión de ti ahora es clara como el agua… un leñador idiota que cree conocerlo todo solo porque entra al bosque diariamente pero que no respeta lo suficiente lo que conoce, violando dos reglas importantes y aparte es mentiroso− Gabriel se enfadó aún más con aquellas palabras, pero no dijo nada al respecto.
−No soy mentiroso y tampoco he roto ninguna regla− Murmuró después de un rato que caminaron en silencio, el joven sonrió un poco más como si hubiera estando esperando un reproche.
−Si realmente conocieras el bosque como dices no harías un apuesta tan tonta y tampoco andarías por aquí en la noche, eso te hace un mentiroso y en cuanto a las reglas, la primera sería no estar aquí en la noche y aquí estas, la segunda, deberías ser cuidadoso con lo que te encuentras dentro del bosque y estás hablando conmigo sin ningún cuidado− Gabriel sintió algo muy parecido al temor con aquello, pero sabía que solo era duda e incertidumbre, no dejo que aquello lo detuviera o lo asustara, estaba claro que el chico solo quería asustarlo un poco y burlarse de él más tarde pero no iba a conseguirlo tan fácilmente.
−Bueno, en primer lugar tú fuiste el que me hablo a mí, no yo a ti, y en segundo lugar tú también estas rompiendo ambas reglas lo que te hace un mentiroso y un idiota al igual que yo− El chico pareció reír con verdadera diversión por fin con las palabras de Gabriel, era una risa demasiado enigmática como todo en la personalidad de aquel joven, a Gabriel ya no le pareció tan engreído, más bien un poco excéntrico.
−Un leñador astuto… retiraré lo dicho solo esta vez− Comentó el joven con un suspiro, Gabriel sintió bastante alivio cuando vio las casas del pueblo detrás de los árboles. –Bueno, parece que has llegado a tu destino, yo debo seguir por otro camino diferente, seguro que nos volveremos a cruzar en otro momento, Gabriel− Gabriel se quedó un poco desconcertado con las palabras del joven, de pronto le pareció algo que diría un anciano y sobre todo se sorprendió al escuchar su nombre en los labios de aquel desconocido, no le había revelado su nombre pero no le pareció imposible que lo conociera, después de todo los Tomson habían sido leñadores durante generaciones y aunque era extraño pensar que aquel chico hubiera escuchado hablar de él no era del todo improbable.
−Seguro, nos volveremos a encontrar… hasta entonces ¿Cuál es tu nombre?− Preguntó Gabriel con amabilidad y hasta un poco de emoción, tenía bastante tiempo que no conocía a alguien nuevo y mucho menos a alguien tan enigmático como aquel chico.
−Llámame Stefano− Respondió el otro con una de aquellas sonrisas misteriosas y dándose la vuelta se adentró de vuelta en el bosque, Gabriel siguió su camino grabando en su memoria aquel nombre, sin darse cuenta de que aquel nombre iba a atraerle la peor de las maldiciones a su vida…
